Por Marta Dillon
“Si frente a una mujer pobre, demasiado joven para su embarazo de seis meses, se le pregunta si está preparada, si no hubiera sido mejor que esperara un poco más, que usara anticonceptivos, ella dirá: ‘Estoy embarazada, voy a tener un hijo y voy a criarlo’.” Con esta imagen, sin duda apropiada para el primer encuentro nacional de mujeres del ARI, la diputada Elisa Carrió se sitúa ante la posibilidad de llegar al gobierno. Ya no habla de las ventajas o no de anticipar las elecciones: “Ahora vamos a elecciones desordenadas, no sé en qué plazo, pero con riesgo democrático”. Y frente a la posibilidad de un “gobierno de facto” –no necesariamente con militares–, producto de los últimos manotazos de ahogado de un régimen al que ya no le alcanzan “los pactos bipartidistas de sobrevivencia”, llama a una “resistencia activa y no violenta, para que el desorden no sea la mejor excusa para imponer el orden por la fuerza”. Sobre sus propuestas de gobierno dirá muy poco, eso se lo reserva para cuando haya un plazo cierto para el recambio. “¿Para qué hablar de qué voy a hacer con el tipo de cambio, si probablemente al momento de la gestión ya no exista la moneda porque se la comió la inflación?”
“Ahora tenemos que ser fuertes y cuidadosos para que el pacto de supervivencia del bipartidismo no se lleve la democracia. Porque además nos enfrentamos a otro riesgo: están tratando de imponer la ley de lemas, que además de ser inconstitucional, provoca una dispersión de la legitimidad. Lo que se necesita para reconstruir la Argentina no es resolver la interna del justicialismo. Se van a volver a equivocar, porque ¿qué pasa si hay un presidente con 15 por ciento de votos contra un candidato con el 40? Puedo perder la elección y ser la que mayor legitimidad tiene. El objetivo es reconstruir una institucionalidad que nos evite la extorsión de afuera. Ni el Fondo ni las privatizadas, como me dijo Felipe González, querían elecciones en diciembre, porque sólo se extorsiona a un gobierno débil.”
–¿Qué le hace pensar que aun ganado las elecciones el ARI pueda llevar a cabo un gobierno fuerte?
–O en la elección vamos a la disgregación, o sea la Argentina no logra congregarse detrás de una idea y tenemos falta de legitimidad aun con elecciones, o lo contrario. La historia dice que vamos a congregar. Hoy las encuestas están menos atomizadas que en diciembre, están todas de acuerdo con proyección de un 20 o 30 por ciento para nosotros, y un porcentaje igual para todo el PJ. Ahora, en ese 60 por ciento del electorado hay dos o tres candidatos. Puede ser que esto se profundice, que vayamos a la disgregación o que nos arrasen. Nada está dicho.
–Entonces ¿cuál es la estrategia para congregar al electorado?
–El tema es cómo se congrega cuando no hay recursos. Hace 20 años todavía era posible una promesa electoral. Ahora hay un Estado sin recursos para prometer nada y una sociedad humillada y con privaciones extremas. Y hay que decir que las expectativas no pueden ser resueltas en un día. ¿Qué es lo que congrega entonces? La verdad, la palabra. La palabra del esfuerzo colectivo que cruza una sociedad, hay que tener cuidado de prometer lo que no se puede cumplir. Cuando fue el debate entre Alberdi y Sarmiento, a fines del siglo XIX, Sarmiento dice: tenemos que construir la nacionalidad, no puede haber habitantes, los hijos de inmigrantes y criollos deben ser ciudadanos argentinos, lo que hay que enseñar es la historia. Es decir, la escuela pública como construcción de la nacionalidad. Esa es la palabra.
–¿Qué significaría hoy esa palabra?
–La palabra que va a unir hoy es “justicia”. Si analizás los procesos sociales de cambio y los reclamos más profundos en la calle, que puedenunir a los encerrados del corralito con los piquetes de La Matanza, es un reclamo de justicia, cómo reconstruir un orden donde la justicia sea posible. No hablo del poder judicial sino del reparto del ingreso.
–¿El premio es la devolución de los depósitos?
–Hay que hacerlo con un esfuerzo colectivo, donde yo establezca las prioridades. Yo no puedo darte hoy lo que no tengo, pero te digo: es una prioridad darte a vos lo que te quitó este proceso, si no es la impunidad.
–Usted usa la metáfora del huracán para describir el proceso de caída de régimen, pero ¿elegir como figura un fenómeno meteorológico no ayuda a borrar las responsabilidades colectivas? ¿No es similar a esa figura de los dos demonios para hablar de los 70?
–No es así. Sucede que los procesos de cambio social son difíciles de describir desde el punto de vista de la voluntad de determinados actores. Porque lo que caracteriza los procesos de quiebre y reconstrucción es que no hay actores definidos sino actores sociales que van produciendo por deslegitimación un proceso de quiebre. No elude la responsabilidad de los que estaban, pero habla con claridad de algo que no puede ser atribuido a un proyecto. Porque es algo que sucede, que es construido desde un anonimato social. Cada vez que una señora apaga el televisor porque dice “no puedo aguantarlo más a este”, en realidad está coadyuvando a ese proceso de deslegitimación. La sociedad está construyendo, pero lo hace en un proceso que no aparece como claro si no después. La gente va a las plazas, va a asambleas y después ve el proceso.
–Pero sigue demandando propuestas concretas para decidir en términos electorales.
–La demanda del programa es un discurso de la derecha tomado por todo el mundo. Yo puedo hablar de matrices de distribución de ingreso, puedo plantear, en relación a la deuda externa, la necesidad de negociar una quita no necesariamente con el Fondo sino directamente con los acreedores, buscando el arbitrio de un tribunal internacional que contemple la ilegitimidad que viene de los 80 y también de los bonos Brady de los 90, y el escándalo de los intereses del megacanje. Ahora es posible porque los bonos son basura. Pero no puedo hablar de temas concretos hasta que no haya un plazo cierto. Yo no sé con qué país nos vamos a encontrar y lo que digamos ahora puede no significar nada en tres meses. Es como tener dos habitaciones de una casa, yo no puedo decir lo que voy a hacer en ellas si cuando tome posesión tal vez estén destruidas.
–¿Al menos imagina cómo contener, por ejemplo, a la provincia de Buenos Aires?
–El ingreso ciudadano para la niñez y un plan en el que estamos trabajando para jóvenes de 18 a 30 años para que puedan ocuparse, capacitarse y para que muchos que hoy habitan el conurbano puedan volver a sus provincias. Hay que tener un plan nacional para el Conurbano y un plan nacional para el norte empobrecido. Pero en la provincia hay otro tema sobre el que hay que tomar decisiones urgentes: el Banco de la Provincia de Buenos Aires, con enormes dificultades y que fue una de las causas del corralito.
–Lo que se ve es la dificultad del ARI para llegar a los sectores más desprotegidos.
–No creo que sea así, en realidad tengo una penetración en sectores populares. Creo que esa dificultad está en otros sectores de izquierda tradicional. En el análisis cualitativo tiene más componente de intención de votos Luis Zamora en sectores medios altos que yo.
–¿Cuál cree que es la mayor dificultad para reunir a los que votan en oposición en el parlamento?
–El centroizquierda es el mayor problema para sí mismo. Hay que comprender que no es haciendo diferencia entre nosotros que vamos a construir un país, que tenemos una oportunidad histórica para que lasideas rectoras sean ideas que pertenecen al centroizquierda. Sería un crimen perderla. Y perderla por celos personales sería peor. Tenemos que tener por lo menos un proyecto nacional que comprenda algo del orden de los principios por los que militamos, más allá de las diferencias. Espero que las diferencias no nos lleven a la situación de Francia. Y eso es siempre el riesgo de estar subrayando las diferencias con el otro cercano, porque yo tengo menos diferencias con Zamora que las que tenemos los dos con López Murphy. Yo tengo clarísimo que voy a soportar muchos cuestionamientos sin responder justamente para no dividir en la sociedad ese ámbito. Sería imperdonable.
–Usted hablaba de encarar el problema de la deuda sin contar con el Fondo. ¿Cree que es posible reconstruir el país sin el acuerdo?
–Diría que nuestro problema es institucional, de identidad, político, económico. Y que hay un tiempo en que necesitamos estar solos para poder rediseñar estas cosas. Y que Peter Sellers, Anoop Singh, puede no estar por un tiempo. No estamos en condiciones de hablar con él. Podríamos suspender la película, pero no en un planteo agresivo si no real. Al final es lo que se dice afuera, arreglen sus problemas y después busquen ayuda. Y bueno, hay arreglar nuestros problemas, sobre la base de la seriedad de nuestros acuerdos tal vez seamos escuchados, pero este escenario patético de los últimos días, con el presidente hablando con Carbonetto mientras volvía Remes, es poco serio. Yo lo siento por Roberto Lavagna, es serio y espero de todo corazón que le pueda ir bien. Lamento que este en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
–Se dice que usted sólo aporta miradas apocalípticas.
–Hay un error, no es una mirada apocalíptica. A lo que asistimos es a un proceso de demolición y construcción. Está más clara la demolición, pero ya se ve un paralelo: movimientos sociales que emergen, la gente que se va reuniendo, las identidades que van naciendo. Y por otro lado el enfoque de la televisión sobre lo que se cae. Pero hay un país que está naciendo, nunca un país tira todo abajo si no está listo para emerger. Si no viene la disgregación.
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domingo, abril 28, 2002
“Sólo se extorsiona a los débiles”
Por Marta Dillon
“Si frente a una mujer pobre, demasiado joven para su embarazo de seis meses, se le pregunta si está preparada, si no hubiera sido mejor que esperara un poco más, que usara anticonceptivos, ella dirá: ‘Estoy embarazada, voy a tener un hijo y voy a criarlo’.” Con esta imagen, sin duda apropiada para el primer encuentro nacional de mujeres del ARI, la diputada Elisa Carrió se sitúa ante la posibilidad de llegar al gobierno. Ya no habla de las ventajas o no de anticipar las elecciones: “Ahora vamos a elecciones desordenadas, no sé en qué plazo, pero con riesgo democrático”. Y frente a la posibilidad de un “gobierno de facto” –no necesariamente con militares–, producto de los últimos manotazos de ahogado de un régimen al que ya no le alcanzan “los pactos bipartidistas de sobrevivencia”, llama a una “resistencia activa y no violenta, para que el desorden no sea la mejor excusa para imponer el orden por la fuerza”. Sobre sus propuestas de gobierno dirá muy poco, eso se lo reserva para cuando haya un plazo cierto para el recambio. “¿Para qué hablar de qué voy a hacer con el tipo de cambio, si probablemente al momento de la gestión ya no exista la moneda porque se la comió la inflación?”
“Ahora tenemos que ser fuertes y cuidadosos para que el pacto de supervivencia del bipartidismo no se lleve la democracia. Porque además nos enfrentamos a otro riesgo: están tratando de imponer la ley de lemas, que además de ser inconstitucional, provoca una dispersión de la legitimidad. Lo que se necesita para reconstruir la Argentina no es resolver la interna del justicialismo. Se van a volver a equivocar, porque ¿qué pasa si hay un presidente con 15 por ciento de votos contra un candidato con el 40? Puedo perder la elección y ser la que mayor legitimidad tiene. El objetivo es reconstruir una institucionalidad que nos evite la extorsión de afuera. Ni el Fondo ni las privatizadas, como me dijo Felipe González, querían elecciones en diciembre, porque sólo se extorsiona a un gobierno débil.”
–¿Qué le hace pensar que aun ganado las elecciones el ARI pueda llevar a cabo un gobierno fuerte?
–O en la elección vamos a la disgregación, o sea la Argentina no logra congregarse detrás de una idea y tenemos falta de legitimidad aun con elecciones, o lo contrario. La historia dice que vamos a congregar. Hoy las encuestas están menos atomizadas que en diciembre, están todas de acuerdo con proyección de un 20 o 30 por ciento para nosotros, y un porcentaje igual para todo el PJ. Ahora, en ese 60 por ciento del electorado hay dos o tres candidatos. Puede ser que esto se profundice, que vayamos a la disgregación o que nos arrasen. Nada está dicho.
–Entonces ¿cuál es la estrategia para congregar al electorado?
–El tema es cómo se congrega cuando no hay recursos. Hace 20 años todavía era posible una promesa electoral. Ahora hay un Estado sin recursos para prometer nada y una sociedad humillada y con privaciones extremas. Y hay que decir que las expectativas no pueden ser resueltas en un día. ¿Qué es lo que congrega entonces? La verdad, la palabra. La palabra del esfuerzo colectivo que cruza una sociedad, hay que tener cuidado de prometer lo que no se puede cumplir. Cuando fue el debate entre Alberdi y Sarmiento, a fines del siglo XIX, Sarmiento dice: tenemos que construir la nacionalidad, no puede haber habitantes, los hijos de inmigrantes y criollos deben ser ciudadanos argentinos, lo que hay que enseñar es la historia. Es decir, la escuela pública como construcción de la nacionalidad. Esa es la palabra.
–¿Qué significaría hoy esa palabra?
–La palabra que va a unir hoy es “justicia”. Si analizás los procesos sociales de cambio y los reclamos más profundos en la calle, que puedenunir a los encerrados del corralito con los piquetes de La Matanza, es un reclamo de justicia, cómo reconstruir un orden donde la justicia sea posible. No hablo del poder judicial sino del reparto del ingreso.
–¿El premio es la devolución de los depósitos?
–Hay que hacerlo con un esfuerzo colectivo, donde yo establezca las prioridades. Yo no puedo darte hoy lo que no tengo, pero te digo: es una prioridad darte a vos lo que te quitó este proceso, si no es la impunidad.
–Usted usa la metáfora del huracán para describir el proceso de caída de régimen, pero ¿elegir como figura un fenómeno meteorológico no ayuda a borrar las responsabilidades colectivas? ¿No es similar a esa figura de los dos demonios para hablar de los 70?
–No es así. Sucede que los procesos de cambio social son difíciles de describir desde el punto de vista de la voluntad de determinados actores. Porque lo que caracteriza los procesos de quiebre y reconstrucción es que no hay actores definidos sino actores sociales que van produciendo por deslegitimación un proceso de quiebre. No elude la responsabilidad de los que estaban, pero habla con claridad de algo que no puede ser atribuido a un proyecto. Porque es algo que sucede, que es construido desde un anonimato social. Cada vez que una señora apaga el televisor porque dice “no puedo aguantarlo más a este”, en realidad está coadyuvando a ese proceso de deslegitimación. La sociedad está construyendo, pero lo hace en un proceso que no aparece como claro si no después. La gente va a las plazas, va a asambleas y después ve el proceso.
–Pero sigue demandando propuestas concretas para decidir en términos electorales.
–La demanda del programa es un discurso de la derecha tomado por todo el mundo. Yo puedo hablar de matrices de distribución de ingreso, puedo plantear, en relación a la deuda externa, la necesidad de negociar una quita no necesariamente con el Fondo sino directamente con los acreedores, buscando el arbitrio de un tribunal internacional que contemple la ilegitimidad que viene de los 80 y también de los bonos Brady de los 90, y el escándalo de los intereses del megacanje. Ahora es posible porque los bonos son basura. Pero no puedo hablar de temas concretos hasta que no haya un plazo cierto. Yo no sé con qué país nos vamos a encontrar y lo que digamos ahora puede no significar nada en tres meses. Es como tener dos habitaciones de una casa, yo no puedo decir lo que voy a hacer en ellas si cuando tome posesión tal vez estén destruidas.
–¿Al menos imagina cómo contener, por ejemplo, a la provincia de Buenos Aires?
–El ingreso ciudadano para la niñez y un plan en el que estamos trabajando para jóvenes de 18 a 30 años para que puedan ocuparse, capacitarse y para que muchos que hoy habitan el conurbano puedan volver a sus provincias. Hay que tener un plan nacional para el Conurbano y un plan nacional para el norte empobrecido. Pero en la provincia hay otro tema sobre el que hay que tomar decisiones urgentes: el Banco de la Provincia de Buenos Aires, con enormes dificultades y que fue una de las causas del corralito.
–Lo que se ve es la dificultad del ARI para llegar a los sectores más desprotegidos.
–No creo que sea así, en realidad tengo una penetración en sectores populares. Creo que esa dificultad está en otros sectores de izquierda tradicional. En el análisis cualitativo tiene más componente de intención de votos Luis Zamora en sectores medios altos que yo.
–¿Cuál cree que es la mayor dificultad para reunir a los que votan en oposición en el parlamento?
–El centroizquierda es el mayor problema para sí mismo. Hay que comprender que no es haciendo diferencia entre nosotros que vamos a construir un país, que tenemos una oportunidad histórica para que lasideas rectoras sean ideas que pertenecen al centroizquierda. Sería un crimen perderla. Y perderla por celos personales sería peor. Tenemos que tener por lo menos un proyecto nacional que comprenda algo del orden de los principios por los que militamos, más allá de las diferencias. Espero que las diferencias no nos lleven a la situación de Francia. Y eso es siempre el riesgo de estar subrayando las diferencias con el otro cercano, porque yo tengo menos diferencias con Zamora que las que tenemos los dos con López Murphy. Yo tengo clarísimo que voy a soportar muchos cuestionamientos sin responder justamente para no dividir en la sociedad ese ámbito. Sería imperdonable.
–Usted hablaba de encarar el problema de la deuda sin contar con el Fondo. ¿Cree que es posible reconstruir el país sin el acuerdo?
–Diría que nuestro problema es institucional, de identidad, político, económico. Y que hay un tiempo en que necesitamos estar solos para poder rediseñar estas cosas. Y que Peter Sellers, Anoop Singh, puede no estar por un tiempo. No estamos en condiciones de hablar con él. Podríamos suspender la película, pero no en un planteo agresivo si no real. Al final es lo que se dice afuera, arreglen sus problemas y después busquen ayuda. Y bueno, hay arreglar nuestros problemas, sobre la base de la seriedad de nuestros acuerdos tal vez seamos escuchados, pero este escenario patético de los últimos días, con el presidente hablando con Carbonetto mientras volvía Remes, es poco serio. Yo lo siento por Roberto Lavagna, es serio y espero de todo corazón que le pueda ir bien. Lamento que este en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
–Se dice que usted sólo aporta miradas apocalípticas.
–Hay un error, no es una mirada apocalíptica. A lo que asistimos es a un proceso de demolición y construcción. Está más clara la demolición, pero ya se ve un paralelo: movimientos sociales que emergen, la gente que se va reuniendo, las identidades que van naciendo. Y por otro lado el enfoque de la televisión sobre lo que se cae. Pero hay un país que está naciendo, nunca un país tira todo abajo si no está listo para emerger. Si no viene la disgregación.
“Si frente a una mujer pobre, demasiado joven para su embarazo de seis meses, se le pregunta si está preparada, si no hubiera sido mejor que esperara un poco más, que usara anticonceptivos, ella dirá: ‘Estoy embarazada, voy a tener un hijo y voy a criarlo’.” Con esta imagen, sin duda apropiada para el primer encuentro nacional de mujeres del ARI, la diputada Elisa Carrió se sitúa ante la posibilidad de llegar al gobierno. Ya no habla de las ventajas o no de anticipar las elecciones: “Ahora vamos a elecciones desordenadas, no sé en qué plazo, pero con riesgo democrático”. Y frente a la posibilidad de un “gobierno de facto” –no necesariamente con militares–, producto de los últimos manotazos de ahogado de un régimen al que ya no le alcanzan “los pactos bipartidistas de sobrevivencia”, llama a una “resistencia activa y no violenta, para que el desorden no sea la mejor excusa para imponer el orden por la fuerza”. Sobre sus propuestas de gobierno dirá muy poco, eso se lo reserva para cuando haya un plazo cierto para el recambio. “¿Para qué hablar de qué voy a hacer con el tipo de cambio, si probablemente al momento de la gestión ya no exista la moneda porque se la comió la inflación?”
“Ahora tenemos que ser fuertes y cuidadosos para que el pacto de supervivencia del bipartidismo no se lleve la democracia. Porque además nos enfrentamos a otro riesgo: están tratando de imponer la ley de lemas, que además de ser inconstitucional, provoca una dispersión de la legitimidad. Lo que se necesita para reconstruir la Argentina no es resolver la interna del justicialismo. Se van a volver a equivocar, porque ¿qué pasa si hay un presidente con 15 por ciento de votos contra un candidato con el 40? Puedo perder la elección y ser la que mayor legitimidad tiene. El objetivo es reconstruir una institucionalidad que nos evite la extorsión de afuera. Ni el Fondo ni las privatizadas, como me dijo Felipe González, querían elecciones en diciembre, porque sólo se extorsiona a un gobierno débil.”
–¿Qué le hace pensar que aun ganado las elecciones el ARI pueda llevar a cabo un gobierno fuerte?
–O en la elección vamos a la disgregación, o sea la Argentina no logra congregarse detrás de una idea y tenemos falta de legitimidad aun con elecciones, o lo contrario. La historia dice que vamos a congregar. Hoy las encuestas están menos atomizadas que en diciembre, están todas de acuerdo con proyección de un 20 o 30 por ciento para nosotros, y un porcentaje igual para todo el PJ. Ahora, en ese 60 por ciento del electorado hay dos o tres candidatos. Puede ser que esto se profundice, que vayamos a la disgregación o que nos arrasen. Nada está dicho.
–Entonces ¿cuál es la estrategia para congregar al electorado?
–El tema es cómo se congrega cuando no hay recursos. Hace 20 años todavía era posible una promesa electoral. Ahora hay un Estado sin recursos para prometer nada y una sociedad humillada y con privaciones extremas. Y hay que decir que las expectativas no pueden ser resueltas en un día. ¿Qué es lo que congrega entonces? La verdad, la palabra. La palabra del esfuerzo colectivo que cruza una sociedad, hay que tener cuidado de prometer lo que no se puede cumplir. Cuando fue el debate entre Alberdi y Sarmiento, a fines del siglo XIX, Sarmiento dice: tenemos que construir la nacionalidad, no puede haber habitantes, los hijos de inmigrantes y criollos deben ser ciudadanos argentinos, lo que hay que enseñar es la historia. Es decir, la escuela pública como construcción de la nacionalidad. Esa es la palabra.
–¿Qué significaría hoy esa palabra?
–La palabra que va a unir hoy es “justicia”. Si analizás los procesos sociales de cambio y los reclamos más profundos en la calle, que puedenunir a los encerrados del corralito con los piquetes de La Matanza, es un reclamo de justicia, cómo reconstruir un orden donde la justicia sea posible. No hablo del poder judicial sino del reparto del ingreso.
–¿El premio es la devolución de los depósitos?
–Hay que hacerlo con un esfuerzo colectivo, donde yo establezca las prioridades. Yo no puedo darte hoy lo que no tengo, pero te digo: es una prioridad darte a vos lo que te quitó este proceso, si no es la impunidad.
–Usted usa la metáfora del huracán para describir el proceso de caída de régimen, pero ¿elegir como figura un fenómeno meteorológico no ayuda a borrar las responsabilidades colectivas? ¿No es similar a esa figura de los dos demonios para hablar de los 70?
–No es así. Sucede que los procesos de cambio social son difíciles de describir desde el punto de vista de la voluntad de determinados actores. Porque lo que caracteriza los procesos de quiebre y reconstrucción es que no hay actores definidos sino actores sociales que van produciendo por deslegitimación un proceso de quiebre. No elude la responsabilidad de los que estaban, pero habla con claridad de algo que no puede ser atribuido a un proyecto. Porque es algo que sucede, que es construido desde un anonimato social. Cada vez que una señora apaga el televisor porque dice “no puedo aguantarlo más a este”, en realidad está coadyuvando a ese proceso de deslegitimación. La sociedad está construyendo, pero lo hace en un proceso que no aparece como claro si no después. La gente va a las plazas, va a asambleas y después ve el proceso.
–Pero sigue demandando propuestas concretas para decidir en términos electorales.
–La demanda del programa es un discurso de la derecha tomado por todo el mundo. Yo puedo hablar de matrices de distribución de ingreso, puedo plantear, en relación a la deuda externa, la necesidad de negociar una quita no necesariamente con el Fondo sino directamente con los acreedores, buscando el arbitrio de un tribunal internacional que contemple la ilegitimidad que viene de los 80 y también de los bonos Brady de los 90, y el escándalo de los intereses del megacanje. Ahora es posible porque los bonos son basura. Pero no puedo hablar de temas concretos hasta que no haya un plazo cierto. Yo no sé con qué país nos vamos a encontrar y lo que digamos ahora puede no significar nada en tres meses. Es como tener dos habitaciones de una casa, yo no puedo decir lo que voy a hacer en ellas si cuando tome posesión tal vez estén destruidas.
–¿Al menos imagina cómo contener, por ejemplo, a la provincia de Buenos Aires?
–El ingreso ciudadano para la niñez y un plan en el que estamos trabajando para jóvenes de 18 a 30 años para que puedan ocuparse, capacitarse y para que muchos que hoy habitan el conurbano puedan volver a sus provincias. Hay que tener un plan nacional para el Conurbano y un plan nacional para el norte empobrecido. Pero en la provincia hay otro tema sobre el que hay que tomar decisiones urgentes: el Banco de la Provincia de Buenos Aires, con enormes dificultades y que fue una de las causas del corralito.
–Lo que se ve es la dificultad del ARI para llegar a los sectores más desprotegidos.
–No creo que sea así, en realidad tengo una penetración en sectores populares. Creo que esa dificultad está en otros sectores de izquierda tradicional. En el análisis cualitativo tiene más componente de intención de votos Luis Zamora en sectores medios altos que yo.
–¿Cuál cree que es la mayor dificultad para reunir a los que votan en oposición en el parlamento?
–El centroizquierda es el mayor problema para sí mismo. Hay que comprender que no es haciendo diferencia entre nosotros que vamos a construir un país, que tenemos una oportunidad histórica para que lasideas rectoras sean ideas que pertenecen al centroizquierda. Sería un crimen perderla. Y perderla por celos personales sería peor. Tenemos que tener por lo menos un proyecto nacional que comprenda algo del orden de los principios por los que militamos, más allá de las diferencias. Espero que las diferencias no nos lleven a la situación de Francia. Y eso es siempre el riesgo de estar subrayando las diferencias con el otro cercano, porque yo tengo menos diferencias con Zamora que las que tenemos los dos con López Murphy. Yo tengo clarísimo que voy a soportar muchos cuestionamientos sin responder justamente para no dividir en la sociedad ese ámbito. Sería imperdonable.
–Usted hablaba de encarar el problema de la deuda sin contar con el Fondo. ¿Cree que es posible reconstruir el país sin el acuerdo?
–Diría que nuestro problema es institucional, de identidad, político, económico. Y que hay un tiempo en que necesitamos estar solos para poder rediseñar estas cosas. Y que Peter Sellers, Anoop Singh, puede no estar por un tiempo. No estamos en condiciones de hablar con él. Podríamos suspender la película, pero no en un planteo agresivo si no real. Al final es lo que se dice afuera, arreglen sus problemas y después busquen ayuda. Y bueno, hay arreglar nuestros problemas, sobre la base de la seriedad de nuestros acuerdos tal vez seamos escuchados, pero este escenario patético de los últimos días, con el presidente hablando con Carbonetto mientras volvía Remes, es poco serio. Yo lo siento por Roberto Lavagna, es serio y espero de todo corazón que le pueda ir bien. Lamento que este en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
–Se dice que usted sólo aporta miradas apocalípticas.
–Hay un error, no es una mirada apocalíptica. A lo que asistimos es a un proceso de demolición y construcción. Está más clara la demolición, pero ya se ve un paralelo: movimientos sociales que emergen, la gente que se va reuniendo, las identidades que van naciendo. Y por otro lado el enfoque de la televisión sobre lo que se cae. Pero hay un país que está naciendo, nunca un país tira todo abajo si no está listo para emerger. Si no viene la disgregación.
martes, febrero 26, 2002
El elegido es Lavagna, Calvo es el candidato
El Presidente se decidió por Roberto Lavagna para suceder a Remes en Economía. Pero un fuerte movimiento interno y externo al Gobierno, con apoyo en el establishment, busca reposicionar a Guillermo Calvo, que había rechazado el cargo.
Por Raúl Dellatorre
Por Raúl Dellatorre
El presidente de la Nación informó ayer a sus más estrechos colaboradores, a media tarde, que el actual embajador ante la Unión Europea, Roberto Lavagna, será el nuevo ministro de Economía. Según pudo confirmar Página/12, pocas horas antes el economista jefe del BID, Guillermo Calvo, había rechazado un ofrecimiento para ocupar el mismo puesto, aunque a última hora anoche había quienes, desde adentro y afuera del Gobierno, todavía lo sostenían. El juego de candidaturas sumó también ayer a Miguel Kiguel, ex jefe de asesores de Roque Fernández, cuyo nombre fue propuesto desde el BID como alternativa a Calvo. Desde el Banco Central y de otros ámbitos del Gobierno con línea abierta con Washington, se resistían anoche a dar por cerrada la disputa. “Calvo sigue siendo candidato”, aseguraban aun después de conocerse el anuncio de Eduardo Duhalde. “Lavagna está ganado por varios cuerpos, pero estamos a mitad de carrera”, señaló desafiante otro encumbrado representante del bloque ortodoxo.
Lavagna debió postergar en 24 horas su arribo al país. Llegará hoy por la mañana, procedente de Bruselas, y se espera que inmediatamente se encuentre con Duhalde. El Presidente le transmitirá la postura de los gobernadores, convertidos ahora en el principal sostén del Gobierno, y Lavagna le expondría su propuesta económica. En una entrevista periodística, el candidato elegido tuvo ayer comentarios elogiosos hacia los 14 puntos consensuados por los mandatarios provinciales en la Quinta de Olivos el miércoles último, aunque sin el tono eufórico que exhibió la ortodoxia. Simplemente destacó que la rúbrica de los mismos marcaba “un progreso” en cuanto a la posibilidad de encontrar un “marco político” de acuerdo frente a la crisis.
Conocido ya el rechazo del ofrecimiento de parte de Calvo, Duhalde sostuvo a primera hora de la tarde que apreciaba mucho “la capacidad técnica de Roberto Lavagna”, mientras que señaló que “Calvo es un hombre que puede prestar asesoramiento en otra área pero no para ese cargo”. Finalmente, proclamó que “el país debe tener, el lunes, nuevo ministro y nuevo plan”. Apenas 24 horas antes, en presencia de 17 gobernadores y ante la cadena oficial, Duhalde había asegurado que “no hay plan alternativo”.
Según quienes tuvieron acceso a Lavagna en las últimas horas, el nominado para suceder a Remes Lenicov no es partidario de anclar el tipo de cambio, tal como se habría sugerido en los encuentros de Olivos de martes y miércoles para evitar una espiral inflacionaria. “El documento no lo dice”, corrigió Lavagna al periodista que lo entrevistaba, cuando éste le mencionó el anclaje del dólar como parte de aquel acuerdo.
El nombre de Lavagna ya había aparecido entre los candidatos a principios de semana, pero fue impugnado por quienes consideraban que podría ser visto como “una expresión del acuerdo entre radicales y peronistas, y estamos en otra etapa”. La posterior ronda de candidatos que, uno a uno, fueron frustrando con su negativa las expectativas de quienes los postulaban, devolvió al ex funcionario del gobierno de Raúl Alfonsín a los primeros planos.
Los dirigentes y economistas más ortodoxos, aquellos que están cerca de posiciones de decisión y suelen conseguir oídos atentos entre los gobernadores, señalan a Lavagna como “un distribucionista, identificado con un proyecto que enfatiza la reactivación por vía de una política expansiva”, con la intención de descalificarlo. “Es una política que va al fracaso, y aunque muchos lo dan como número puesto, alguien le va a avisar a Duhalde que, si lo elige, con esto no sobrevive”, señaló un activo representante de este sector. ¿Quién podría ser el encargado de dar esa voz de alerta al Presidente?, inquirió este diario. “Blejer (Mario, presidente del Banco Central), Amadeo (Eduardo, vocero presidencial) o Pampuro (José, secretario privado de Duhalde)”, sugirió la fuente.
Estos mismos sectores son los que ayer intentaban, por todos los medios, hacer cambiar de opinión a Guillermo Calvo. Y aun sin contar con una respuesta favorable del hoy profesor en la Universidad de Maryland, lo seguían sosteniendo anoche como candidato. Ayer temprano, junto al rechazo de Calvo desde Washington de su postulación como ministro, llegó la sugerencia de Miguel Kiguel como candidato alternativo. Su nombre habría sido propuesto por el presidente del BID, Enrique Iglesias, y avalado por Calvo. El propio Kiguel se encargó de desalentar a quienes en Buenos Aires lo impulsaban, pero fue uno de los que fogoneó para que se insistiera sobre el economista de Maryland.
En el propio seno del Gobierno, varios operadores del entorno más íntimo de Duhalde insistían anoche en que Calvo era una mejor apuesta, y estaban dispuestos a seguir dando batalla hasta hoy. “Si vamos a jugar con el Fondo (Monetario Internacional), mejor ir con alguien con llegada a Washington”, proponían. Desde sectores ortodoxos puertas afuera del Gobierno, los argumentos eran más drásticos. “Poner a Lavagna es un retroceso con respecto a Remes en la relación con los organismos internacionales; le va a costar generar credibilidad”, aseguraban.
Es la impresión de quienes mejor conocen y más cerca están de los intereses financieros y económicos de Estados Unidos. Y si bien sus opiniones están teñidas del interés por posicionar a Guillermo Calvo, no es menos cierto que expresa la resistencia que despierta Lavagna en esos mismos sectores. En el terreno local, el embajador en Bruselas tampoco las tiene a todas consigo. Los gobernadores más influyentes de la hora parecieran estar más cerca de Calvo que de Lavagna. Quienes propusieron a González Fraga (Reutemann) y a Humberto Petrei (De la Sota) están claramente privilegiando la imagen ante el FMI sobre toda otra consideración. Juan Carlos Romero, de Salta, opera con línea abierta a Estados Unidos. Claramente, si empujaron para la salida de Jorge Remes Lenicov no fue para poner, en su lugar, a un ministro impugnado por una parte importante del establishment.
Duhalde volvió a quedar a mitad de camino: desplazó a su economista de mayor confianza tras el traspié en el Fondo, pero no se decide a seguir el camino de enfrentamiento (Daniel Carbonetto) o de alineamiento incondicional (Calvo). El ya optó por Lavagna. Lo que se discutía anoche es a quién le corresponde la decisión final.
Lavagna debió postergar en 24 horas su arribo al país. Llegará hoy por la mañana, procedente de Bruselas, y se espera que inmediatamente se encuentre con Duhalde. El Presidente le transmitirá la postura de los gobernadores, convertidos ahora en el principal sostén del Gobierno, y Lavagna le expondría su propuesta económica. En una entrevista periodística, el candidato elegido tuvo ayer comentarios elogiosos hacia los 14 puntos consensuados por los mandatarios provinciales en la Quinta de Olivos el miércoles último, aunque sin el tono eufórico que exhibió la ortodoxia. Simplemente destacó que la rúbrica de los mismos marcaba “un progreso” en cuanto a la posibilidad de encontrar un “marco político” de acuerdo frente a la crisis.
Conocido ya el rechazo del ofrecimiento de parte de Calvo, Duhalde sostuvo a primera hora de la tarde que apreciaba mucho “la capacidad técnica de Roberto Lavagna”, mientras que señaló que “Calvo es un hombre que puede prestar asesoramiento en otra área pero no para ese cargo”. Finalmente, proclamó que “el país debe tener, el lunes, nuevo ministro y nuevo plan”. Apenas 24 horas antes, en presencia de 17 gobernadores y ante la cadena oficial, Duhalde había asegurado que “no hay plan alternativo”.
Según quienes tuvieron acceso a Lavagna en las últimas horas, el nominado para suceder a Remes Lenicov no es partidario de anclar el tipo de cambio, tal como se habría sugerido en los encuentros de Olivos de martes y miércoles para evitar una espiral inflacionaria. “El documento no lo dice”, corrigió Lavagna al periodista que lo entrevistaba, cuando éste le mencionó el anclaje del dólar como parte de aquel acuerdo.
El nombre de Lavagna ya había aparecido entre los candidatos a principios de semana, pero fue impugnado por quienes consideraban que podría ser visto como “una expresión del acuerdo entre radicales y peronistas, y estamos en otra etapa”. La posterior ronda de candidatos que, uno a uno, fueron frustrando con su negativa las expectativas de quienes los postulaban, devolvió al ex funcionario del gobierno de Raúl Alfonsín a los primeros planos.
Los dirigentes y economistas más ortodoxos, aquellos que están cerca de posiciones de decisión y suelen conseguir oídos atentos entre los gobernadores, señalan a Lavagna como “un distribucionista, identificado con un proyecto que enfatiza la reactivación por vía de una política expansiva”, con la intención de descalificarlo. “Es una política que va al fracaso, y aunque muchos lo dan como número puesto, alguien le va a avisar a Duhalde que, si lo elige, con esto no sobrevive”, señaló un activo representante de este sector. ¿Quién podría ser el encargado de dar esa voz de alerta al Presidente?, inquirió este diario. “Blejer (Mario, presidente del Banco Central), Amadeo (Eduardo, vocero presidencial) o Pampuro (José, secretario privado de Duhalde)”, sugirió la fuente.
Estos mismos sectores son los que ayer intentaban, por todos los medios, hacer cambiar de opinión a Guillermo Calvo. Y aun sin contar con una respuesta favorable del hoy profesor en la Universidad de Maryland, lo seguían sosteniendo anoche como candidato. Ayer temprano, junto al rechazo de Calvo desde Washington de su postulación como ministro, llegó la sugerencia de Miguel Kiguel como candidato alternativo. Su nombre habría sido propuesto por el presidente del BID, Enrique Iglesias, y avalado por Calvo. El propio Kiguel se encargó de desalentar a quienes en Buenos Aires lo impulsaban, pero fue uno de los que fogoneó para que se insistiera sobre el economista de Maryland.
En el propio seno del Gobierno, varios operadores del entorno más íntimo de Duhalde insistían anoche en que Calvo era una mejor apuesta, y estaban dispuestos a seguir dando batalla hasta hoy. “Si vamos a jugar con el Fondo (Monetario Internacional), mejor ir con alguien con llegada a Washington”, proponían. Desde sectores ortodoxos puertas afuera del Gobierno, los argumentos eran más drásticos. “Poner a Lavagna es un retroceso con respecto a Remes en la relación con los organismos internacionales; le va a costar generar credibilidad”, aseguraban.
Es la impresión de quienes mejor conocen y más cerca están de los intereses financieros y económicos de Estados Unidos. Y si bien sus opiniones están teñidas del interés por posicionar a Guillermo Calvo, no es menos cierto que expresa la resistencia que despierta Lavagna en esos mismos sectores. En el terreno local, el embajador en Bruselas tampoco las tiene a todas consigo. Los gobernadores más influyentes de la hora parecieran estar más cerca de Calvo que de Lavagna. Quienes propusieron a González Fraga (Reutemann) y a Humberto Petrei (De la Sota) están claramente privilegiando la imagen ante el FMI sobre toda otra consideración. Juan Carlos Romero, de Salta, opera con línea abierta a Estados Unidos. Claramente, si empujaron para la salida de Jorge Remes Lenicov no fue para poner, en su lugar, a un ministro impugnado por una parte importante del establishment.
Duhalde volvió a quedar a mitad de camino: desplazó a su economista de mayor confianza tras el traspié en el Fondo, pero no se decide a seguir el camino de enfrentamiento (Daniel Carbonetto) o de alineamiento incondicional (Calvo). El ya optó por Lavagna. Lo que se discutía anoche es a quién le corresponde la decisión final.
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