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Mostrando las entradas con la etiqueta Calentamiento. Mostrar todas las entradas
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viernes, febrero 20, 2009
Davos: como cerrar Doha, de manera sostenible
En Davos se plantearon algunas líneas interesantes con la idea de abrir canales que permitan cerrar Doha, y dar un salto importante en materia ambiental, énérgetica e hídrica, vitales para hacer sostenible cualqueir modelo post crisis.
El compromiso principal de los ministros que participaron (Australia, Brasil, China, India, Japón, Sudáfrica, el Comisario europeo de Comercio, Estados Unidos entre otros) ha sido el frenar la corriente de pensamiento proteccionista, cuyo punto mas visible es la cláusula americana del “buy american” en referencia a la utilización del acero americano para estimular la economía estadounidense y la decisión europea de conceder subsidios para la exportación de la leche.
El espíritu de la propuesta es evitar que se levanten nuevas barreras sobre los intercambios y generar reglas de juego que se ajusten a los principios de la OMC, con el objetivo de estimular los intercambios bilaterales. Es allí en el comercio donde la crisis económica global encunetra su traducción mas fiel en el terreno. Sin embargo, no se pudo establecer una fecha para una reunión ministerial para terminar la Ronda de Doha . El proceso negociador iniciado en Qatar en 2001, desde hace años está en una situación de estancamiento por las diferencias entre países emergentes y los países ricos , basada esencialmente en cuestiones ligadas a las modalidades de los recortes en los aranceles y subsidios para los productos agrícolas e industriales. Los paises centrales no quieren recortar subsidios y los emergentes no quieren recortar aranceles.
Los conflictos podriamos situarlos en tres niveles y tienen a EE.UU como eje en todos los casos
Las diferencias acerca del tipo de cambio Yuan-Dólar, Washington acusa a Pekín de desarrollar intencionalmente una política de devaluación de la moneda local para favorecer sus exportaciones, y amenaza con la ley americana que garantiza a Washington la facultad de iniciar un procedimiento sancionador (aranceles sobre las importaciones), en el caso de que hubiese una manipulación del tipo de cambio .
El conflicto generado por la nuclearización de Irán, y las alternativas de disuasión económica, diplomatica y de canales de dialogo antes de llegar a la opción militar.
Advertencia por parte de la UE hacia Estados Unidos, presionando para un “no” categórico a cada forma de proteccionismo.
La sensación general es que China y Europa están preocupadas por las decisiones sobre política económica americana, situándolas como determinantes para el desarrollo de la situación económica global. Tanto Pekín como Bruselas son muy pesimistas. Una ley que prohíba la venta o compra de productos europeos en territorio estadounidense conllevaría una dura reacción europea. La misma “Buy America”, que limita las financiaciones a las obras públicas a las empresas que utilizan acero americano, está llevando a Europa hacia una iniciativa oficial recurriendo al OMC.
Los macro-objetivos
El encuentro de Davos ha hecho surgir la voluntad de tomar decisiones que garanticen soluciones comunes a la crisis mundial. El objetivo a corto plazo es el de acordar entre ellos las prioridades y las agendas económicas y climáticas durante 2009, con el fin de crear oportunidades.
Entre los puntos principales expresados en Davos:
La idea de utilizar los fondos anticiclicos para estimular la demanda, con el fin de generando empleos con la idea de reducir las emisiones de carbono y ya que se invierte hacerlo verde.
La petición a las industrias, gobiernos y a la sociedad en general de emprender proyectos que sean aplicables a la economía a corto plazo, así como para hacer frente al cambio climático a largo plazo.
Energía, agua, alimentación y clima
Según el informe presentado en Davos, a menos que se inviertan unos 515.000 millones de dólares al año en energía limpia hasta 2030, las emisiones de carbono alcanzarán un nivel considerado como insostenible por la comunidad científica. Más allá del énfasis impuesto en el problema del calentamiento global, cuestión aún debatida en la comunidad científica, la cuestión es la de elaborar un gran proceso de reconversión de la industria global, en concreto, la de las grandes potencias occidentales, de China y de otras economías emergentes, que deberán desvincularse de la dependencia del combustible fósil.
En el informe se identifican ocho sectores para invertir en energías alternativas: eólica terrestre, eólica marítima, solar fotovoltaica, generación de electricidad con energía solar térmica, energía con los desechos, etanol con remolacha de azúcar, biocombustibles y energía geotérmica. Adaptar cada una de las legislaciones nacionales a estos ocho sectores de desarrollo representaría el paso decisivo para impulsar la economía, con empresas listas para invertir y nuevos puestos de trabajo, muchos de ellos especializados.
El segundo informe presentado es el vinculado a los escenarios económicos y geopolíticos, ligados a los recursos hídricos. En los próximos veinte años, el agua será el eje entre alimentación, energía, clima, crecimiento económico y seguridad. En Estados Unidos, el 39% de los recursos hídricos es utilizado por el sector energético, mientras que en Europa se usa el 31%.
Para 2030 el consumo de agua en el sector energético americano crecerá en un 165%.
Sin agua no hay agro, la estimación de un aumento para 2025 de la demanda global de cereales en 828 millones de toneladas (+42% respecto a la actual), incrementará el consumo de agua principalmente en el sector agrícola. A esto se suma la seguridad interna ligada a la escasez de agua, tanto en el sentido de aprovisionamiento para el consumo doméstico como en términos sanitarios.
Este documento presentado en Davos está compuesto por 12 puntos que giran en torno a la necesidad de encontrar inversores privados o públicos que sostengan las previsiones hechas en el documento, abrir un proceso de esclarecimiento acerca del problema del agua, mostrando al mundo que la escasez del agua es un problema real y que tendrá repercusiones dramáticas sobre la economía y sobre la alimentación de muchas regiones del mundo.
El aumento de la población incrementará la presión sobre la agricultura que pedirá mas agua, y el crecimiento económico que el mundo retomara despues de esta crisis exigirá mayor cantidad de agua para las industrias y para las zonas urbanas.
El encuentro de Davos empuja a los gobiernos a modificar las legislaciones internas en materia agrícola e incrementar el comercio internacional, y les plantea a Estados Unidos y a Europa trabajar mas sobre la certidumbre energética, la cual tiene un impacto muy fuerte sobre el problema del agua y el agro.
Hacen falta inversiones en los paises centrales en infraestructuras hídricas para ganar eficacia, hacen falta creditos blandos del sector público o subsidios al sector financiero privado para que se involucren en estos temas como fondeadores.
Rubén Weinsteiner
Davos: como cerrar Doha, de manera sostenible
En Davos se plantearon algunas líneas interesantes con la idea de abrir canales que permitan cerrar Doha, y dar un salto importante en materia ambiental, énérgetica e hídrica, vitales para hacer sostenible cualqueir modelo post crisis.
El compromiso principal de los ministros que participaron (Australia, Brasil, China, India, Japón, Sudáfrica, el Comisario europeo de Comercio, Estados Unidos entre otros) ha sido el frenar la corriente de pensamiento proteccionista, cuyo punto mas visible es la cláusula americana del “buy american” en referencia a la utilización del acero americano para estimular la economía estadounidense y la decisión europea de conceder subsidios para la exportación de la leche.
El espíritu de la propuesta es evitar que se levanten nuevas barreras sobre los intercambios y generar reglas de juego que se ajusten a los principios de la OMC, con el objetivo de estimular los intercambios bilaterales. Es allí en el comercio donde la crisis económica global encunetra su traducción mas fiel en el terreno. Sin embargo, no se pudo establecer una fecha para una reunión ministerial para terminar la Ronda de Doha . El proceso negociador iniciado en Qatar en 2001, desde hace años está en una situación de estancamiento por las diferencias entre países emergentes y los países ricos , basada esencialmente en cuestiones ligadas a las modalidades de los recortes en los aranceles y subsidios para los productos agrícolas e industriales. Los paises centrales no quieren recortar subsidios y los emergentes no quieren recortar aranceles.
Los conflictos podriamos situarlos en tres niveles y tienen a EE.UU como eje en todos los casos
Las diferencias acerca del tipo de cambio Yuan-Dólar, Washington acusa a Pekín de desarrollar intencionalmente una política de devaluación de la moneda local para favorecer sus exportaciones, y amenaza con la ley americana que garantiza a Washington la facultad de iniciar un procedimiento sancionador (aranceles sobre las importaciones), en el caso de que hubiese una manipulación del tipo de cambio .
El conflicto generado por la nuclearización de Irán, y las alternativas de disuasión económica, diplomatica y de canales de dialogo antes de llegar a la opción militar.
Advertencia por parte de la UE hacia Estados Unidos, presionando para un “no” categórico a cada forma de proteccionismo.
La sensación general es que China y Europa están preocupadas por las decisiones sobre política económica americana, situándolas como determinantes para el desarrollo de la situación económica global. Tanto Pekín como Bruselas son muy pesimistas. Una ley que prohíba la venta o compra de productos europeos en territorio estadounidense conllevaría una dura reacción europea. La misma “Buy America”, que limita las financiaciones a las obras públicas a las empresas que utilizan acero americano, está llevando a Europa hacia una iniciativa oficial recurriendo al OMC.
Los macro-objetivos
El encuentro de Davos ha hecho surgir la voluntad de tomar decisiones que garanticen soluciones comunes a la crisis mundial. El objetivo a corto plazo es el de acordar entre ellos las prioridades y las agendas económicas y climáticas durante 2009, con el fin de crear oportunidades.
Entre los puntos principales expresados en Davos:
La idea de utilizar los fondos anticiclicos para estimular la demanda, con el fin de generando empleos con la idea de reducir las emisiones de carbono y ya que se invierte hacerlo verde.
La petición a las industrias, gobiernos y a la sociedad en general de emprender proyectos que sean aplicables a la economía a corto plazo, así como para hacer frente al cambio climático a largo plazo.
Energía, agua, alimentación y clima
Según el informe presentado en Davos, a menos que se inviertan unos 515.000 millones de dólares al año en energía limpia hasta 2030, las emisiones de carbono alcanzarán un nivel considerado como insostenible por la comunidad científica. Más allá del énfasis impuesto en el problema del calentamiento global, cuestión aún debatida en la comunidad científica, la cuestión es la de elaborar un gran proceso de reconversión de la industria global, en concreto, la de las grandes potencias occidentales, de China y de otras economías emergentes, que deberán desvincularse de la dependencia del combustible fósil.
En el informe se identifican ocho sectores para invertir en energías alternativas: eólica terrestre, eólica marítima, solar fotovoltaica, generación de electricidad con energía solar térmica, energía con los desechos, etanol con remolacha de azúcar, biocombustibles y energía geotérmica. Adaptar cada una de las legislaciones nacionales a estos ocho sectores de desarrollo representaría el paso decisivo para impulsar la economía, con empresas listas para invertir y nuevos puestos de trabajo, muchos de ellos especializados.
El segundo informe presentado es el vinculado a los escenarios económicos y geopolíticos, ligados a los recursos hídricos. En los próximos veinte años, el agua será el eje entre alimentación, energía, clima, crecimiento económico y seguridad. En Estados Unidos, el 39% de los recursos hídricos es utilizado por el sector energético, mientras que en Europa se usa el 31%.
Para 2030 el consumo de agua en el sector energético americano crecerá en un 165%.
Sin agua no hay agro, la estimación de un aumento para 2025 de la demanda global de cereales en 828 millones de toneladas (+42% respecto a la actual), incrementará el consumo de agua principalmente en el sector agrícola. A esto se suma la seguridad interna ligada a la escasez de agua, tanto en el sentido de aprovisionamiento para el consumo doméstico como en términos sanitarios.
Este documento presentado en Davos está compuesto por 12 puntos que giran en torno a la necesidad de encontrar inversores privados o públicos que sostengan las previsiones hechas en el documento, abrir un proceso de esclarecimiento acerca del problema del agua, mostrando al mundo que la escasez del agua es un problema real y que tendrá repercusiones dramáticas sobre la economía y sobre la alimentación de muchas regiones del mundo.
El aumento de la población incrementará la presión sobre la agricultura que pedirá mas agua, y el crecimiento económico que el mundo retomara despues de esta crisis exigirá mayor cantidad de agua para las industrias y para las zonas urbanas.
El encuentro de Davos empuja a los gobiernos a modificar las legislaciones internas en materia agrícola e incrementar el comercio internacional, y les plantea a Estados Unidos y a Europa trabajar mas sobre la certidumbre energética, la cual tiene un impacto muy fuerte sobre el problema del agua y el agro.
Hacen falta inversiones en los paises centrales en infraestructuras hídricas para ganar eficacia, hacen falta creditos blandos del sector público o subsidios al sector financiero privado para que se involucren en estos temas como fondeadores.
Rubén Weinsteiner
jueves, noviembre 13, 2008
Islas Maldivas a punto de desaparecer por el cambio climático
Podrían relocalizar a la amenazada población de las islas Maldivas en la India o en Sri Lanka
El nuevo presidente de las islas Maldivas asumió ayer y anunció de inmediato que una de sus prioridades será buscar una nueva casa... para mudar allí a todo el país.
Razones no le faltan: si continúa el aumento del nivel del mar como consecuencia del calentamiento global, el archipiélago podría lisa y llanamente desaparecer.
Tras asumir el cargo, el mandatario Mohamed Nasheed hizo pública su intención de crear un fondo soberano de inversión para comprar tierras en otras partes de la región y reinstalar allí a toda la población. "Nada podemos hacer nosotros para detener el cambio climático, así que debemos comprar tierras en otro lugar", afirmó Nasheed, un ex preso político que ganó las primeras elecciones presidenciales democráticas en las islas.
Las Maldivas, un paraíso turístico en el océano Indico con playas de arena blanca y aguas transparentes, están constituidas por 1192 islas pequeñas, pero sólo 203 están habitadas. Casi el 80% de las tierras del archipiélago se encuentra a menos de un metro por encima del nivel del mar.
"No nos queremos marchar de las Maldivas, pero tampoco queremos ser unos refugiados climáticos instalados en tiendas durante decenas de años", agregó el presidente, quien dijo que va a empezar a poner de lado parte de las ganancias generadas por el turismo -que superan los 1000 millones de dólares anuales-, por el peligro real de que el país desaparezca del mapa.
El presidente precisó que habló del tema con varios mandatarios y detalló que la India y Sri Lanka serían las primeras opciones, debido a que tienen climas y culturas similares a los del archipiélago. Sin embargo, no se descartan otros destinos, como por ejemplo Australia.
El gobierno de la República de las Maldivas teme que en caso de no adoptar medidas urgentes, los descendientes de los 350.000 habitantes se conviertan en refugiados climáticos, uno de las grandes amenazas del siglo XXI.
Amenaza mundial
En marzo pasado, tras una propuesta de las islas Maldivas, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprobó una resolución que declara que el calentamiento global amenaza el bienestar de las personas y comunidades alrededor del mundo. La resolución, aprobada por unanimidad, reconoce que el cambio climático es una amenaza no sólo para el medio ambiente y la economía globales, sino también para la vida de aquellos que habitan zonas de alto riesgo.
La capital de las Maldivas, Malé, está rodeada por un muro de tres metros de altura, cuya construcción demoró 14 años y tuvo un costo de 63 millones de dólares.
Pero resulta impensable proteger con murallas a cada una de las islas del archipiélago, una obra faraónica que además de extremadamente costosa terminaría siendo inútil, porque este tipo de barreras sólo sirven de resguardo para las mareas altas y se revelan inútiles en caso de un aumento prolongado del nivel del mar.
El 26 de diciembre de 2004, las islas fueron devastadas por el fatídico tsunami, que dejó más de 220.000 muertos en la región. Casi todo el archipiélago quedó inundado, y por lo menos 75 personas murieron, entre ellos seis extranjeros. La infraestructura del país se destruyó por completo en 13 islas habitadas y 29 de las islas turísticas.
El nuevo presidente de las islas Maldivas asumió ayer y anunció de inmediato que una de sus prioridades será buscar una nueva casa... para mudar allí a todo el país.
Razones no le faltan: si continúa el aumento del nivel del mar como consecuencia del calentamiento global, el archipiélago podría lisa y llanamente desaparecer.
Tras asumir el cargo, el mandatario Mohamed Nasheed hizo pública su intención de crear un fondo soberano de inversión para comprar tierras en otras partes de la región y reinstalar allí a toda la población. "Nada podemos hacer nosotros para detener el cambio climático, así que debemos comprar tierras en otro lugar", afirmó Nasheed, un ex preso político que ganó las primeras elecciones presidenciales democráticas en las islas.
Las Maldivas, un paraíso turístico en el océano Indico con playas de arena blanca y aguas transparentes, están constituidas por 1192 islas pequeñas, pero sólo 203 están habitadas. Casi el 80% de las tierras del archipiélago se encuentra a menos de un metro por encima del nivel del mar.
"No nos queremos marchar de las Maldivas, pero tampoco queremos ser unos refugiados climáticos instalados en tiendas durante decenas de años", agregó el presidente, quien dijo que va a empezar a poner de lado parte de las ganancias generadas por el turismo -que superan los 1000 millones de dólares anuales-, por el peligro real de que el país desaparezca del mapa.
El presidente precisó que habló del tema con varios mandatarios y detalló que la India y Sri Lanka serían las primeras opciones, debido a que tienen climas y culturas similares a los del archipiélago. Sin embargo, no se descartan otros destinos, como por ejemplo Australia.
El gobierno de la República de las Maldivas teme que en caso de no adoptar medidas urgentes, los descendientes de los 350.000 habitantes se conviertan en refugiados climáticos, uno de las grandes amenazas del siglo XXI.
Amenaza mundial
En marzo pasado, tras una propuesta de las islas Maldivas, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprobó una resolución que declara que el calentamiento global amenaza el bienestar de las personas y comunidades alrededor del mundo. La resolución, aprobada por unanimidad, reconoce que el cambio climático es una amenaza no sólo para el medio ambiente y la economía globales, sino también para la vida de aquellos que habitan zonas de alto riesgo.
La capital de las Maldivas, Malé, está rodeada por un muro de tres metros de altura, cuya construcción demoró 14 años y tuvo un costo de 63 millones de dólares.
Pero resulta impensable proteger con murallas a cada una de las islas del archipiélago, una obra faraónica que además de extremadamente costosa terminaría siendo inútil, porque este tipo de barreras sólo sirven de resguardo para las mareas altas y se revelan inútiles en caso de un aumento prolongado del nivel del mar.
El 26 de diciembre de 2004, las islas fueron devastadas por el fatídico tsunami, que dejó más de 220.000 muertos en la región. Casi todo el archipiélago quedó inundado, y por lo menos 75 personas murieron, entre ellos seis extranjeros. La infraestructura del país se destruyó por completo en 13 islas habitadas y 29 de las islas turísticas.
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Calentamiento,
Cambio climático,
Medio ambiente
Islas Maldivas a punto de desaparecer por el cambio climático
Podrían relocalizar a la amenazada población de las islas Maldivas en la India o en Sri Lanka
El nuevo presidente de las islas Maldivas asumió ayer y anunció de inmediato que una de sus prioridades será buscar una nueva casa... para mudar allí a todo el país.
Razones no le faltan: si continúa el aumento del nivel del mar como consecuencia del calentamiento global, el archipiélago podría lisa y llanamente desaparecer.
Tras asumir el cargo, el mandatario Mohamed Nasheed hizo pública su intención de crear un fondo soberano de inversión para comprar tierras en otras partes de la región y reinstalar allí a toda la población. "Nada podemos hacer nosotros para detener el cambio climático, así que debemos comprar tierras en otro lugar", afirmó Nasheed, un ex preso político que ganó las primeras elecciones presidenciales democráticas en las islas.
Las Maldivas, un paraíso turístico en el océano Indico con playas de arena blanca y aguas transparentes, están constituidas por 1192 islas pequeñas, pero sólo 203 están habitadas. Casi el 80% de las tierras del archipiélago se encuentra a menos de un metro por encima del nivel del mar.
"No nos queremos marchar de las Maldivas, pero tampoco queremos ser unos refugiados climáticos instalados en tiendas durante decenas de años", agregó el presidente, quien dijo que va a empezar a poner de lado parte de las ganancias generadas por el turismo -que superan los 1000 millones de dólares anuales-, por el peligro real de que el país desaparezca del mapa.
El presidente precisó que habló del tema con varios mandatarios y detalló que la India y Sri Lanka serían las primeras opciones, debido a que tienen climas y culturas similares a los del archipiélago. Sin embargo, no se descartan otros destinos, como por ejemplo Australia.
El gobierno de la República de las Maldivas teme que en caso de no adoptar medidas urgentes, los descendientes de los 350.000 habitantes se conviertan en refugiados climáticos, uno de las grandes amenazas del siglo XXI.
Amenaza mundial
En marzo pasado, tras una propuesta de las islas Maldivas, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprobó una resolución que declara que el calentamiento global amenaza el bienestar de las personas y comunidades alrededor del mundo. La resolución, aprobada por unanimidad, reconoce que el cambio climático es una amenaza no sólo para el medio ambiente y la economía globales, sino también para la vida de aquellos que habitan zonas de alto riesgo.
La capital de las Maldivas, Malé, está rodeada por un muro de tres metros de altura, cuya construcción demoró 14 años y tuvo un costo de 63 millones de dólares.
Pero resulta impensable proteger con murallas a cada una de las islas del archipiélago, una obra faraónica que además de extremadamente costosa terminaría siendo inútil, porque este tipo de barreras sólo sirven de resguardo para las mareas altas y se revelan inútiles en caso de un aumento prolongado del nivel del mar.
El 26 de diciembre de 2004, las islas fueron devastadas por el fatídico tsunami, que dejó más de 220.000 muertos en la región. Casi todo el archipiélago quedó inundado, y por lo menos 75 personas murieron, entre ellos seis extranjeros. La infraestructura del país se destruyó por completo en 13 islas habitadas y 29 de las islas turísticas.
El nuevo presidente de las islas Maldivas asumió ayer y anunció de inmediato que una de sus prioridades será buscar una nueva casa... para mudar allí a todo el país.
Razones no le faltan: si continúa el aumento del nivel del mar como consecuencia del calentamiento global, el archipiélago podría lisa y llanamente desaparecer.
Tras asumir el cargo, el mandatario Mohamed Nasheed hizo pública su intención de crear un fondo soberano de inversión para comprar tierras en otras partes de la región y reinstalar allí a toda la población. "Nada podemos hacer nosotros para detener el cambio climático, así que debemos comprar tierras en otro lugar", afirmó Nasheed, un ex preso político que ganó las primeras elecciones presidenciales democráticas en las islas.
Las Maldivas, un paraíso turístico en el océano Indico con playas de arena blanca y aguas transparentes, están constituidas por 1192 islas pequeñas, pero sólo 203 están habitadas. Casi el 80% de las tierras del archipiélago se encuentra a menos de un metro por encima del nivel del mar.
"No nos queremos marchar de las Maldivas, pero tampoco queremos ser unos refugiados climáticos instalados en tiendas durante decenas de años", agregó el presidente, quien dijo que va a empezar a poner de lado parte de las ganancias generadas por el turismo -que superan los 1000 millones de dólares anuales-, por el peligro real de que el país desaparezca del mapa.
El presidente precisó que habló del tema con varios mandatarios y detalló que la India y Sri Lanka serían las primeras opciones, debido a que tienen climas y culturas similares a los del archipiélago. Sin embargo, no se descartan otros destinos, como por ejemplo Australia.
El gobierno de la República de las Maldivas teme que en caso de no adoptar medidas urgentes, los descendientes de los 350.000 habitantes se conviertan en refugiados climáticos, uno de las grandes amenazas del siglo XXI.
Amenaza mundial
En marzo pasado, tras una propuesta de las islas Maldivas, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprobó una resolución que declara que el calentamiento global amenaza el bienestar de las personas y comunidades alrededor del mundo. La resolución, aprobada por unanimidad, reconoce que el cambio climático es una amenaza no sólo para el medio ambiente y la economía globales, sino también para la vida de aquellos que habitan zonas de alto riesgo.
La capital de las Maldivas, Malé, está rodeada por un muro de tres metros de altura, cuya construcción demoró 14 años y tuvo un costo de 63 millones de dólares.
Pero resulta impensable proteger con murallas a cada una de las islas del archipiélago, una obra faraónica que además de extremadamente costosa terminaría siendo inútil, porque este tipo de barreras sólo sirven de resguardo para las mareas altas y se revelan inútiles en caso de un aumento prolongado del nivel del mar.
El 26 de diciembre de 2004, las islas fueron devastadas por el fatídico tsunami, que dejó más de 220.000 muertos en la región. Casi todo el archipiélago quedó inundado, y por lo menos 75 personas murieron, entre ellos seis extranjeros. La infraestructura del país se destruyó por completo en 13 islas habitadas y 29 de las islas turísticas.
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viernes, julio 18, 2008
El acuerdo sobre el clima en el G8 como un pequeño paso adelante
La cumbre del G8 se celebró este año en Japón entre el 7 y el 9 del julio pasado. Los Jefes de Estado de las principales potencias mundiales se reunieron para discutir los temas de mayor importancia en la coyuntura mundial: crisis alimentaria, ayudas al desarrollo y cambio climático. Este último punto se cerró con un importante acuerdo, que compromete a las naciones responsables de más del 60% de las emisiones de carbono a la atmósfera a una progresiva reducción de las mismas. La ambigüedad de dicho acuerdo ha suscitado protestas por parte del grupo de las naciones que se consideran “emergentes”, sobre todo de China e India, lo que ha puesto en evidencia que las decisiones sobre éste y otros temas no son más que una prerrogativa única de las grandes potencias tradicionales.
La resolución más importante de la cumbre anual de las 8 naciones más industrializadas del planeta probablemente ha sido el acuerdo sobre la reducción del 50% de las emisiones de CO2 antes de 2050. A este pacto no se le ha asignado un carácter vinculante, por lo que la importancia de las declaraciones residen en el hecho de que, por primera vez, Estados Unidos ha aceptado firmar un pacto de tal envergadura.
Estados Unidos todavía ocupa el primer puesto (con China, que le pisa los talones) en la lista de las naciones más contaminantes. Por ello siempre ha evitado unirse a acuerdos ambientales internacionales que pudiesen limitar su economía y perjudicar a sus empresas nacionales. Es bien conocido el rechazo de la actual Administración Republicana a firmar el Protocolo de Kyoto (que prevé la reducción del 5,2% de las emisiones para 2012 respecto a 1990) a pesar de que en el momento de la firma de este tratado, en 1997, Washington se había comprometido a reducir sus emisiones en un 6%. Hoy en día, sus emisiones de dióxido de carbono han aumentado en un 15% respecto a 1990.
Los objetivos de Estados Unidos y el rol de los “países emergentes”
El giro de 180 grados que ha dado Estados Unidos ante este tema -y, en menor medida, el resto de los miembros del G8– tras la reunión de Hokkaido, debe atribuirse a la importancia que ha alcanzado el problema del cambio climático, al que se une el impacto que está alcanzando la crisis energética actual en las principales economías mundiales. Washington y el resto de los Siete Grandes están tomando conciencia de la gravedad de la situación, en la que el aumento exponencial del coste del petróleo y la penuria alimentaria mundial son los primeros indicios.
La Administración Bush también debería tener en cuenta un factor importante en la política interna, las próximas elecciones presidenciales americanas. Como reflejaban los acuerdos sobre Oriente Medio propuestos por Bush a finales del 2007 en la Conferencia de Annapolis con el Gobierno de Israel, la Autoridad Palestina y los otros representantes principales de la región la Casa Blanca estaría intentado incluir el tema ambiental entre los resultados exitosos de la actual Administración. De hecho, así como el conflicto entre Israel y Palestina habría ocupado una importancia irrelevante en la gestión de George Bush en Oriente Medio, con la atención centrada en Irak, la llegada del nuevo inquilino a Washington no se ha correspondido con progresos en acuerdos climáticos. En 2002, cuando Bush se instaló en la Casa Blanca, la problemática desapareció de la agenda del G8 –que fue reemplazada por el terrorismo– para volver a incluirse tímidamente en 2005, en Gleaneagles (Escocia), mientras que en 2007, en Alemania, surgió la idea de un acuerdo sobre el clima, donde el tema se perfiló nuevamente.
El impulso de la UE, entre los partidarios más concienciados de la urgencia climática, ha sido fundamental para determinar el cambio estadounidense, ya que permitió dar un paso adelante durante la última Cumbre alemana en 2007 con la propuesta de reducción del 30% las emisiones para 2020. Bruselas también es responsable de la evolución del proyecto, ya que en la última reunión, en Heiligendamm, pasó de la consideración de “aconsejable” al de “necesario”, según establece el documento final de Hokkaido.
Además de la intervención europea, en del cambio estadounidense hay que tener en cuenta el sustancial aumento de las tasas de contaminación ambiental que han registrado los países en crecimiento en los últimos años, en concreto China e India. Una aportación que, aunque ambos se hayan unido al Protocolo de Kyoto, difícilmente pueden pasar desapercibidos. A pesar de que la India no haya publicado estadísticas oficiales hasta 2004, se estima que sólo en los años 90 sus emisiones de gas de efecto invernadero se duplicaron, situándose hoy día en el quinto puesto de los países con la tasa de contaminación más alta.
En esta clasificación, con más de 5 millones de toneladas de emisiones de CO2 y el 18,4% del total en el mundo (datos de la ONU en 2004), hoy China ocupa el segundo puesto, detrás de Estados Unidos. Considerando que este país reúne una quinta parte de la población mundial y que un chino registra un consumo energético de entre el 10 y el 15% más que un americano, con el crecimiento actual, los temores de que China se convierta en el principal responsable mundial de la emisión de gas contaminante parecen cada vez más probables.
Declarado internacionalmente, para Bush se trata de mostrar una actitud preocupada para evitar las críticas hacia una Administración que ha mostrado poco interés en este tema. Todavía más importante es la necesidad del G8 de ofrecer una imagen de consenso. Los países emergentes, cuyos impactos ambientales se derivan de su rápido desarrollo, preocupan todavía más que la efectiva adopción de restricciones por parte de países ya industrializados como Estados Unidos.
La respuesta de los “países emergentes”
Esta preocupación se deduce de la invitación a “considerar seriamente estas reducciones” incluido en el comunicado final del G8 a los principales países emergentes reunidos paralelamente en Japón en el G5, un grupo interregional que, además de los dos “grandes asiáticos”, reúne a Sudáfrica, Brasil y México.
Esta posibilidad ha sido firmemente rechazada por estos países, que desde hace tiempo reivindican el derecho al desarrollo, que hasta ahora se les ha impedido limitando su crecimiento, una responsabilidad que declaran que recae esencialmente en países ya desarrollados. Los participantes en el G5 acordaron que los países industrializados son los principales culpables del estado actual del planeta y que esta responsabilidad debe traducirse en compromisos. Además, critican la insuficiencia de los acuerdos realizados por los “8 grandes” en Hokkaido. En este sentido, su propuesta establece que los G8 deben abrir camino, reduciendo antes de 2020 de entre el 25 y el 40% del total de las emisiones de gas de efecto invernadero, aludiendo a que esta cifra debería aumentar entre un 80 y un 95% para 2020.
Esta respuesta negativa a las declaraciones de Hokkaido era previsible. El horizonte de 2050 representa una meta lo bastante vaga y lejana como para ser modificada ahora. Sobre todo, como han hecho saber las numerosas ONG presentes en Japón, el texto no fija una fecha de referencia para el cálculo de la reducción. Sobre este aspecto persiste la discrepancia entre la Unión Europea, que insiste en considerar que el punto de partida debería ser 1990, año reconocido como la formación de la ONU, y Canadá y Japón, que proponen como punto de partida el 2005, mientras Washington prefiere mantenerse al margen. La cuestión es crucial, ya que el año de referencia permite cuantificar el total de la reducción. Su indefinición deja invariable el escenario, según el cual cada reducción en las emisiones pertenece a cada sujeto, quien decidirá dar el primer paso, entre el G8 y los países emergentes.
Otros términos de la Cumbre
Además de las declaraciones sobre el cambio climático, la Cumbre ha ofrecido pocos avances en otros temas de la agenda: la crisis energética y alimentaria, y las promesas de ayudas al desarrollo de África. En 2005, el G8 había prometido duplicar estas ayudas para el 2010. Sin embargo, muchas ONG han denunciado que sólo un tercio de la cifra acordada (25.000 millones de dólares) habría estado destinada a este fin y que algunos países habrían reducido su contribución en los últimos tres años. La reacción de los Jefes de Estado en Hokkaido ha sido la firma de un nuevo acuerdo que llevaría a una cantidad total de 50.000 millones de dólares, para financiarla en 2010.
Respecto a la crisis energética, no hay duda de que este año las principales economías del mundo se han tenido que enfrentar a un contexto muy diferente del que existía hace 3 años (con un precio del petróleo tres veces inferior y una crisis alimentaria inimaginables en la época). La solución ofrecida por el G8 se ha evidenciado ambigua Han ofrecido una salida de la crisis aumentando las inversiones para la exploración y refinación del petróleo crudo. Una elección, discutible, ya que, además de que necesita de mucho tiempo para que surja efecto, se contradice con los propósitos sobre la reducción de las emisiones. Paralelamente, el gobierno estadounidense, asegurando la voluntad compartida por los otros Jefes de Estado, ha invitado a los países en vías de desarrollo a poner fin a las ayudas a la producción del crudo, responsable, según aquéllos, de que se haya triplicado el coste registrado en el último año.
Conclusiones
Las declaraciones de la Cumbre del G8 dejan entender que la contaminación ambiental y la reducción de las emisiones de gas que causan el efecto invernadero se están configurando en la agenda internacional y están destinados a llamar, cada vez más, la atención del gobierno. El desarrollo de los encuentros, no sólo en el seno de la G8 sino también en la cumbre alternativa de las economías denominadas “emergentes”, podrá tener un impacto devastador sobre el clima (si se confirmasen los actuales niveles de crecimiento) revelando que la solución a estos temas no sólo deberá ser global, sino que las decisiones que se tomen al respecto ya no serán una prerrogativa de las principales potencias mundiales.
Los países emergentes, como los reunidos en la G5, han desarrollado economías que hoy son más sólidas frente a las crisis internacionales y que, gracias a la producción de materias primas altamente cotizadas en el mercado internacional, dependen menos del crédito de las principales instituciones financieras mundiales. Por esta razón, reclaman un espacio en el núcleo de las decisiones, en un posible G13 o G16, como sugiere el encuentro de las Grandes Economías (Major Economies Meeting -MEM, por sus siglas en inglés) que se celebró el último día de la cumbre japonesa y que, además del G8 y el G5, comprende inclusoa Australia, Indonesia, Corea del Sur y Sudáfrica. En esta sede, todos los países emergentes han declarado su compromiso en la causa ambiental, haciendo hincapié en que los primeros de la fila deberían ser las naciones industrializadas, con objetivos y términos intermedios claramente definidos. Se trata de un compromiso que el G8 no ha podido asegurar. En lo que respecta a la ayuda destinada a los países en vías de desarrollo, el presidente chino, Hu Jintao, ha confirmado la necesidad de transferir tecnología a los países avanzados, con el objetivo de instaurar procesos productivos compatibles con el ecosistema.
La resolución más importante de la cumbre anual de las 8 naciones más industrializadas del planeta probablemente ha sido el acuerdo sobre la reducción del 50% de las emisiones de CO2 antes de 2050. A este pacto no se le ha asignado un carácter vinculante, por lo que la importancia de las declaraciones residen en el hecho de que, por primera vez, Estados Unidos ha aceptado firmar un pacto de tal envergadura.
Estados Unidos todavía ocupa el primer puesto (con China, que le pisa los talones) en la lista de las naciones más contaminantes. Por ello siempre ha evitado unirse a acuerdos ambientales internacionales que pudiesen limitar su economía y perjudicar a sus empresas nacionales. Es bien conocido el rechazo de la actual Administración Republicana a firmar el Protocolo de Kyoto (que prevé la reducción del 5,2% de las emisiones para 2012 respecto a 1990) a pesar de que en el momento de la firma de este tratado, en 1997, Washington se había comprometido a reducir sus emisiones en un 6%. Hoy en día, sus emisiones de dióxido de carbono han aumentado en un 15% respecto a 1990.
Los objetivos de Estados Unidos y el rol de los “países emergentes”
El giro de 180 grados que ha dado Estados Unidos ante este tema -y, en menor medida, el resto de los miembros del G8– tras la reunión de Hokkaido, debe atribuirse a la importancia que ha alcanzado el problema del cambio climático, al que se une el impacto que está alcanzando la crisis energética actual en las principales economías mundiales. Washington y el resto de los Siete Grandes están tomando conciencia de la gravedad de la situación, en la que el aumento exponencial del coste del petróleo y la penuria alimentaria mundial son los primeros indicios.
La Administración Bush también debería tener en cuenta un factor importante en la política interna, las próximas elecciones presidenciales americanas. Como reflejaban los acuerdos sobre Oriente Medio propuestos por Bush a finales del 2007 en la Conferencia de Annapolis con el Gobierno de Israel, la Autoridad Palestina y los otros representantes principales de la región la Casa Blanca estaría intentado incluir el tema ambiental entre los resultados exitosos de la actual Administración. De hecho, así como el conflicto entre Israel y Palestina habría ocupado una importancia irrelevante en la gestión de George Bush en Oriente Medio, con la atención centrada en Irak, la llegada del nuevo inquilino a Washington no se ha correspondido con progresos en acuerdos climáticos. En 2002, cuando Bush se instaló en la Casa Blanca, la problemática desapareció de la agenda del G8 –que fue reemplazada por el terrorismo– para volver a incluirse tímidamente en 2005, en Gleaneagles (Escocia), mientras que en 2007, en Alemania, surgió la idea de un acuerdo sobre el clima, donde el tema se perfiló nuevamente.
El impulso de la UE, entre los partidarios más concienciados de la urgencia climática, ha sido fundamental para determinar el cambio estadounidense, ya que permitió dar un paso adelante durante la última Cumbre alemana en 2007 con la propuesta de reducción del 30% las emisiones para 2020. Bruselas también es responsable de la evolución del proyecto, ya que en la última reunión, en Heiligendamm, pasó de la consideración de “aconsejable” al de “necesario”, según establece el documento final de Hokkaido.
Además de la intervención europea, en del cambio estadounidense hay que tener en cuenta el sustancial aumento de las tasas de contaminación ambiental que han registrado los países en crecimiento en los últimos años, en concreto China e India. Una aportación que, aunque ambos se hayan unido al Protocolo de Kyoto, difícilmente pueden pasar desapercibidos. A pesar de que la India no haya publicado estadísticas oficiales hasta 2004, se estima que sólo en los años 90 sus emisiones de gas de efecto invernadero se duplicaron, situándose hoy día en el quinto puesto de los países con la tasa de contaminación más alta.
En esta clasificación, con más de 5 millones de toneladas de emisiones de CO2 y el 18,4% del total en el mundo (datos de la ONU en 2004), hoy China ocupa el segundo puesto, detrás de Estados Unidos. Considerando que este país reúne una quinta parte de la población mundial y que un chino registra un consumo energético de entre el 10 y el 15% más que un americano, con el crecimiento actual, los temores de que China se convierta en el principal responsable mundial de la emisión de gas contaminante parecen cada vez más probables.
Declarado internacionalmente, para Bush se trata de mostrar una actitud preocupada para evitar las críticas hacia una Administración que ha mostrado poco interés en este tema. Todavía más importante es la necesidad del G8 de ofrecer una imagen de consenso. Los países emergentes, cuyos impactos ambientales se derivan de su rápido desarrollo, preocupan todavía más que la efectiva adopción de restricciones por parte de países ya industrializados como Estados Unidos.
La respuesta de los “países emergentes”
Esta preocupación se deduce de la invitación a “considerar seriamente estas reducciones” incluido en el comunicado final del G8 a los principales países emergentes reunidos paralelamente en Japón en el G5, un grupo interregional que, además de los dos “grandes asiáticos”, reúne a Sudáfrica, Brasil y México.
Esta posibilidad ha sido firmemente rechazada por estos países, que desde hace tiempo reivindican el derecho al desarrollo, que hasta ahora se les ha impedido limitando su crecimiento, una responsabilidad que declaran que recae esencialmente en países ya desarrollados. Los participantes en el G5 acordaron que los países industrializados son los principales culpables del estado actual del planeta y que esta responsabilidad debe traducirse en compromisos. Además, critican la insuficiencia de los acuerdos realizados por los “8 grandes” en Hokkaido. En este sentido, su propuesta establece que los G8 deben abrir camino, reduciendo antes de 2020 de entre el 25 y el 40% del total de las emisiones de gas de efecto invernadero, aludiendo a que esta cifra debería aumentar entre un 80 y un 95% para 2020.
Esta respuesta negativa a las declaraciones de Hokkaido era previsible. El horizonte de 2050 representa una meta lo bastante vaga y lejana como para ser modificada ahora. Sobre todo, como han hecho saber las numerosas ONG presentes en Japón, el texto no fija una fecha de referencia para el cálculo de la reducción. Sobre este aspecto persiste la discrepancia entre la Unión Europea, que insiste en considerar que el punto de partida debería ser 1990, año reconocido como la formación de la ONU, y Canadá y Japón, que proponen como punto de partida el 2005, mientras Washington prefiere mantenerse al margen. La cuestión es crucial, ya que el año de referencia permite cuantificar el total de la reducción. Su indefinición deja invariable el escenario, según el cual cada reducción en las emisiones pertenece a cada sujeto, quien decidirá dar el primer paso, entre el G8 y los países emergentes.
Otros términos de la Cumbre
Además de las declaraciones sobre el cambio climático, la Cumbre ha ofrecido pocos avances en otros temas de la agenda: la crisis energética y alimentaria, y las promesas de ayudas al desarrollo de África. En 2005, el G8 había prometido duplicar estas ayudas para el 2010. Sin embargo, muchas ONG han denunciado que sólo un tercio de la cifra acordada (25.000 millones de dólares) habría estado destinada a este fin y que algunos países habrían reducido su contribución en los últimos tres años. La reacción de los Jefes de Estado en Hokkaido ha sido la firma de un nuevo acuerdo que llevaría a una cantidad total de 50.000 millones de dólares, para financiarla en 2010.
Respecto a la crisis energética, no hay duda de que este año las principales economías del mundo se han tenido que enfrentar a un contexto muy diferente del que existía hace 3 años (con un precio del petróleo tres veces inferior y una crisis alimentaria inimaginables en la época). La solución ofrecida por el G8 se ha evidenciado ambigua Han ofrecido una salida de la crisis aumentando las inversiones para la exploración y refinación del petróleo crudo. Una elección, discutible, ya que, además de que necesita de mucho tiempo para que surja efecto, se contradice con los propósitos sobre la reducción de las emisiones. Paralelamente, el gobierno estadounidense, asegurando la voluntad compartida por los otros Jefes de Estado, ha invitado a los países en vías de desarrollo a poner fin a las ayudas a la producción del crudo, responsable, según aquéllos, de que se haya triplicado el coste registrado en el último año.
Conclusiones
Las declaraciones de la Cumbre del G8 dejan entender que la contaminación ambiental y la reducción de las emisiones de gas que causan el efecto invernadero se están configurando en la agenda internacional y están destinados a llamar, cada vez más, la atención del gobierno. El desarrollo de los encuentros, no sólo en el seno de la G8 sino también en la cumbre alternativa de las economías denominadas “emergentes”, podrá tener un impacto devastador sobre el clima (si se confirmasen los actuales niveles de crecimiento) revelando que la solución a estos temas no sólo deberá ser global, sino que las decisiones que se tomen al respecto ya no serán una prerrogativa de las principales potencias mundiales.
Los países emergentes, como los reunidos en la G5, han desarrollado economías que hoy son más sólidas frente a las crisis internacionales y que, gracias a la producción de materias primas altamente cotizadas en el mercado internacional, dependen menos del crédito de las principales instituciones financieras mundiales. Por esta razón, reclaman un espacio en el núcleo de las decisiones, en un posible G13 o G16, como sugiere el encuentro de las Grandes Economías (Major Economies Meeting -MEM, por sus siglas en inglés) que se celebró el último día de la cumbre japonesa y que, además del G8 y el G5, comprende inclusoa Australia, Indonesia, Corea del Sur y Sudáfrica. En esta sede, todos los países emergentes han declarado su compromiso en la causa ambiental, haciendo hincapié en que los primeros de la fila deberían ser las naciones industrializadas, con objetivos y términos intermedios claramente definidos. Se trata de un compromiso que el G8 no ha podido asegurar. En lo que respecta a la ayuda destinada a los países en vías de desarrollo, el presidente chino, Hu Jintao, ha confirmado la necesidad de transferir tecnología a los países avanzados, con el objetivo de instaurar procesos productivos compatibles con el ecosistema.
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domingo, junio 15, 2008
El cambio climático golpea a los mas pobres
El problema del Cambio Climático afecta a todo el planeta, pero los grados de vulnerabilidad son muy diferentes según la riqueza de los países. Lo paradójico es que los países ricos son los principales productores de gases invernadero, y los más pobres quienes sufren las peores consecuencias.
Por Bernardo Kliksberg
EL NUEVO INFORME DEL PANEL INTERGUBERNAMENTAL DE NACIONES UNIDAS SOBRE CAMBIO CLIMÁTICO, había generado gran expectativa. El informe, preparado por dos mil científicos de más de cien países, predice que el calentamiento global puede tener claros impactos sobre la salud pública y señala que puede provocar un aumento de las muertes y las enfermedades debido a las olas de calor, las inundaciones, las tormentas, los incendios y las sequías.
Jonathan Patz, de la Universidad de Wisconsin, señala que se puede esperar un aumento de la malaria en África. La enfermedad mata de uno a dos millones de personas anualmente. Resalta Patz: El cambio climático es una de las más desafiantes amenazas a la salud pública del milenio.
EL PUNTO DE NO RETORNO
Thomas Lovejoy, presidente del prestigioso Centro Ambiental Heinz (Washington), dice que el informe es una triste confirmación de lo que hemos venido siguiendo los últimos 20 años. La naturaleza es muy sensible al cambio climático, y estamos viendo desequilibrios en ecosistemas en todo el planeta. David Ignatius (The Washington Post) llama la atención sobre los escenarios que traza el futurólogo Peter Schwartz, que parte de la misma premisa. Señala que el cambio climático está empujando a los sistemas en todos lados hacia puntos de no retorno.
Ejemplifica con Haití y Bangladesh. Haití se ha convertido, por la deforestación y la pérdida de abono de la tierra, en un ecosistema en el borde. Algunos de los riesgos comunes del cambio climático, como una sequía prolongada o un huracán devastador, podrían hacer explotar el sistema y producir una crisis de refugiados gravísima. En Bangladesh, millones de personas viven al lado del agua. Si el deshielo continúa y los mares crecen, se puede producir una catástrofe, pues entre 60 y 100 millones de personas tendrían que escapar. Por otro lado, el informe previene que en las regiones áridas y semiáridas, donde viven 700 millones, el calentamiento puede agravar la escasez de agua. Millones deberían irse.
UN PROBLEMA GRAVE Y EN CRECIMIENTO
El aumento de las temperaturas, el mayor en 10.000 años, puede amenazar en 2020 la supervivencia de entre el 20 y el 30 por ciento de las especies conocidas. Una ONG ambiental, WWF, indica que entre las especies en riesgo se hallan las tortugas marinas en América latina. Sus nidos pueden ser destruidos por los niveles crecientes de agua. Los bosques de alerces en Chile y la Argentina se hallarían en alto riesgo por los extensos períodos de sequía y el posible aumento de los incendios forestales.
El calentamiento global es, en un 90 por ciento, producto de la acción humana. Está directamente ligado a las emisiones de gases invernadero. Hace 10.000 años había 160 partes de dióxido de carbono por millón en la atmósfera. Ahora se estima que son 380. En los últimos 20 años, la concentración atmosférica de estos gases ha aumentado a la cifra sin precedente de 1,5 partes por año. El secretario general de la ONU, Ban-ki Moon, que ha puesto el tema en el centro de su gestión, asegura que es un problema grave, y en crecimiento.
MÁS POBRES, MÁS VULNERABLES
El problema afecta a todo el planeta, pero los grados de vulnerabilidad son totalmente diferentes según la riqueza de los países. El informe destaca especialmente la desigualdad en los impactos. Expresa: Las comunidades pobres son especialmente vulnerables porque tienden a concentrarse en áreas de riesgo, tienen menos capacidades para enfrentar el problema y son más dependientes de recursos muy sensibles al clima, como el agua y las fuentes de alimentos.
Ello genera una situación paradójica. Según los estimados, los países más ricos son los principales productores de los gases invernadero. Se calcula que Estados Unidos es responsable del 29 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono y Europa Occidental, del 27 por ciento. Los países pobres no tienen incidencia mayor. Sin embargo, ellos son los que pueden sufrir las consecuencias más graves. Según la ONU, en 2020 las penurias de agua podrían estar afectando a 250 millones de personas en África y la producción agrícola en ciertas áreas podría caer en un 50 por ciento. En Asia, la falta de agua fresca puede afectar a 1000 millones de personas en 2050. Señala un economista, Jacob Mendelsohn (Yale): La idea original era que estuviéramos todos juntos en esto, y ésa es una idea más fácil para vender. Pero la investigación no la avala: no estamos todos juntos.
La presión pública por medidas inmediatas está creciendo en el mundo desarrollado. En Estados Unidos, el Congreso creó un nuevo comité dedicado al tema. La Corte Suprema termina de producir un fallo histórico. Ante la demanda interpuesta por 12 estados y 13 ONG ambientales, decidió que la Agencia de Protección del Ambiente Federal tiene la autoridad para regular los gases tóxicos de los automóviles y que no puede no ejercerla, salvo que muestre razones científicas. Diversos estados y 400 intendentes han anunciado metas de reducción de emisiones. The Washington Post dice que la mayor cuestión moral de nuestro tiempo es nuestra responsabilidad con el planeta y sus habitantes. The New York Times comenta: Los riesgos de la inacción son grandes. El tiempo para la acción es cada vez más corto.
FORJAR UN PACTO DE RESPONSABILIDAD
La Unión Europea acordó reducir las emisiones de gases invernadero en un 20 por ciento para 2020. Gran Bretaña fijó metas aún mayores: de un 26 a un 32 por ciento de reducción, y se propone dictar leyes firmes en tal sentido.
América Latina, que sólo contribuye con el 3,8 por ciento de los gases invernadero, aparece en el nuevo informe de la ONU con pronósticos preocupantes. Se dice que la reducción de los glaciares pone en riesgo de no tener suficiente agua a millones de personas. Junto a ello están los efectos de los huracanes y las inundaciones sobre las poblaciones más vulnerables, los impactos destructivos sobre la agricultura y los efectivos regresivos sobre la salud de los más pobres.
En una región tan desigual, se está sumando a las asimetrías en ingresos, capital, educación y otras, la vulnerabilidad mucho mayor de los más humildes frente al cambio climático.
Se impone, en la región como en el mundo, diseñar políticas públicas muy activas en este campo y forjar un gran pacto de responsabilidad entre gobiernos, empresas privadas ambiental y socialmente responsables y una sociedad civil movilizada.
Urge pasar del asombro y la alarma a la acción concreta.
Por Bernardo Kliksberg
EL NUEVO INFORME DEL PANEL INTERGUBERNAMENTAL DE NACIONES UNIDAS SOBRE CAMBIO CLIMÁTICO, había generado gran expectativa. El informe, preparado por dos mil científicos de más de cien países, predice que el calentamiento global puede tener claros impactos sobre la salud pública y señala que puede provocar un aumento de las muertes y las enfermedades debido a las olas de calor, las inundaciones, las tormentas, los incendios y las sequías.
Jonathan Patz, de la Universidad de Wisconsin, señala que se puede esperar un aumento de la malaria en África. La enfermedad mata de uno a dos millones de personas anualmente. Resalta Patz: El cambio climático es una de las más desafiantes amenazas a la salud pública del milenio.
EL PUNTO DE NO RETORNO
Thomas Lovejoy, presidente del prestigioso Centro Ambiental Heinz (Washington), dice que el informe es una triste confirmación de lo que hemos venido siguiendo los últimos 20 años. La naturaleza es muy sensible al cambio climático, y estamos viendo desequilibrios en ecosistemas en todo el planeta. David Ignatius (The Washington Post) llama la atención sobre los escenarios que traza el futurólogo Peter Schwartz, que parte de la misma premisa. Señala que el cambio climático está empujando a los sistemas en todos lados hacia puntos de no retorno.
Ejemplifica con Haití y Bangladesh. Haití se ha convertido, por la deforestación y la pérdida de abono de la tierra, en un ecosistema en el borde. Algunos de los riesgos comunes del cambio climático, como una sequía prolongada o un huracán devastador, podrían hacer explotar el sistema y producir una crisis de refugiados gravísima. En Bangladesh, millones de personas viven al lado del agua. Si el deshielo continúa y los mares crecen, se puede producir una catástrofe, pues entre 60 y 100 millones de personas tendrían que escapar. Por otro lado, el informe previene que en las regiones áridas y semiáridas, donde viven 700 millones, el calentamiento puede agravar la escasez de agua. Millones deberían irse.
UN PROBLEMA GRAVE Y EN CRECIMIENTO
El aumento de las temperaturas, el mayor en 10.000 años, puede amenazar en 2020 la supervivencia de entre el 20 y el 30 por ciento de las especies conocidas. Una ONG ambiental, WWF, indica que entre las especies en riesgo se hallan las tortugas marinas en América latina. Sus nidos pueden ser destruidos por los niveles crecientes de agua. Los bosques de alerces en Chile y la Argentina se hallarían en alto riesgo por los extensos períodos de sequía y el posible aumento de los incendios forestales.
El calentamiento global es, en un 90 por ciento, producto de la acción humana. Está directamente ligado a las emisiones de gases invernadero. Hace 10.000 años había 160 partes de dióxido de carbono por millón en la atmósfera. Ahora se estima que son 380. En los últimos 20 años, la concentración atmosférica de estos gases ha aumentado a la cifra sin precedente de 1,5 partes por año. El secretario general de la ONU, Ban-ki Moon, que ha puesto el tema en el centro de su gestión, asegura que es un problema grave, y en crecimiento.
MÁS POBRES, MÁS VULNERABLES
El problema afecta a todo el planeta, pero los grados de vulnerabilidad son totalmente diferentes según la riqueza de los países. El informe destaca especialmente la desigualdad en los impactos. Expresa: Las comunidades pobres son especialmente vulnerables porque tienden a concentrarse en áreas de riesgo, tienen menos capacidades para enfrentar el problema y son más dependientes de recursos muy sensibles al clima, como el agua y las fuentes de alimentos.
Ello genera una situación paradójica. Según los estimados, los países más ricos son los principales productores de los gases invernadero. Se calcula que Estados Unidos es responsable del 29 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono y Europa Occidental, del 27 por ciento. Los países pobres no tienen incidencia mayor. Sin embargo, ellos son los que pueden sufrir las consecuencias más graves. Según la ONU, en 2020 las penurias de agua podrían estar afectando a 250 millones de personas en África y la producción agrícola en ciertas áreas podría caer en un 50 por ciento. En Asia, la falta de agua fresca puede afectar a 1000 millones de personas en 2050. Señala un economista, Jacob Mendelsohn (Yale): La idea original era que estuviéramos todos juntos en esto, y ésa es una idea más fácil para vender. Pero la investigación no la avala: no estamos todos juntos.
La presión pública por medidas inmediatas está creciendo en el mundo desarrollado. En Estados Unidos, el Congreso creó un nuevo comité dedicado al tema. La Corte Suprema termina de producir un fallo histórico. Ante la demanda interpuesta por 12 estados y 13 ONG ambientales, decidió que la Agencia de Protección del Ambiente Federal tiene la autoridad para regular los gases tóxicos de los automóviles y que no puede no ejercerla, salvo que muestre razones científicas. Diversos estados y 400 intendentes han anunciado metas de reducción de emisiones. The Washington Post dice que la mayor cuestión moral de nuestro tiempo es nuestra responsabilidad con el planeta y sus habitantes. The New York Times comenta: Los riesgos de la inacción son grandes. El tiempo para la acción es cada vez más corto.
FORJAR UN PACTO DE RESPONSABILIDAD
La Unión Europea acordó reducir las emisiones de gases invernadero en un 20 por ciento para 2020. Gran Bretaña fijó metas aún mayores: de un 26 a un 32 por ciento de reducción, y se propone dictar leyes firmes en tal sentido.
América Latina, que sólo contribuye con el 3,8 por ciento de los gases invernadero, aparece en el nuevo informe de la ONU con pronósticos preocupantes. Se dice que la reducción de los glaciares pone en riesgo de no tener suficiente agua a millones de personas. Junto a ello están los efectos de los huracanes y las inundaciones sobre las poblaciones más vulnerables, los impactos destructivos sobre la agricultura y los efectivos regresivos sobre la salud de los más pobres.
En una región tan desigual, se está sumando a las asimetrías en ingresos, capital, educación y otras, la vulnerabilidad mucho mayor de los más humildes frente al cambio climático.
Se impone, en la región como en el mundo, diseñar políticas públicas muy activas en este campo y forjar un gran pacto de responsabilidad entre gobiernos, empresas privadas ambiental y socialmente responsables y una sociedad civil movilizada.
Urge pasar del asombro y la alarma a la acción concreta.
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Economía 2.0,
Medio ambiente
El cambio climático golpea a los mas pobres
El problema del Cambio Climático afecta a todo el planeta, pero los grados de vulnerabilidad son muy diferentes según la riqueza de los países. Lo paradójico es que los países ricos son los principales productores de gases invernadero, y los más pobres quienes sufren las peores consecuencias.
Por Bernardo Kliksberg
EL NUEVO INFORME DEL PANEL INTERGUBERNAMENTAL DE NACIONES UNIDAS SOBRE CAMBIO CLIMÁTICO, había generado gran expectativa. El informe, preparado por dos mil científicos de más de cien países, predice que el calentamiento global puede tener claros impactos sobre la salud pública y señala que puede provocar un aumento de las muertes y las enfermedades debido a las olas de calor, las inundaciones, las tormentas, los incendios y las sequías.
Jonathan Patz, de la Universidad de Wisconsin, señala que se puede esperar un aumento de la malaria en África. La enfermedad mata de uno a dos millones de personas anualmente. Resalta Patz: El cambio climático es una de las más desafiantes amenazas a la salud pública del milenio.
EL PUNTO DE NO RETORNO
Thomas Lovejoy, presidente del prestigioso Centro Ambiental Heinz (Washington), dice que el informe es una triste confirmación de lo que hemos venido siguiendo los últimos 20 años. La naturaleza es muy sensible al cambio climático, y estamos viendo desequilibrios en ecosistemas en todo el planeta. David Ignatius (The Washington Post) llama la atención sobre los escenarios que traza el futurólogo Peter Schwartz, que parte de la misma premisa. Señala que el cambio climático está empujando a los sistemas en todos lados hacia puntos de no retorno.
Ejemplifica con Haití y Bangladesh. Haití se ha convertido, por la deforestación y la pérdida de abono de la tierra, en un ecosistema en el borde. Algunos de los riesgos comunes del cambio climático, como una sequía prolongada o un huracán devastador, podrían hacer explotar el sistema y producir una crisis de refugiados gravísima. En Bangladesh, millones de personas viven al lado del agua. Si el deshielo continúa y los mares crecen, se puede producir una catástrofe, pues entre 60 y 100 millones de personas tendrían que escapar. Por otro lado, el informe previene que en las regiones áridas y semiáridas, donde viven 700 millones, el calentamiento puede agravar la escasez de agua. Millones deberían irse.
UN PROBLEMA GRAVE Y EN CRECIMIENTO
El aumento de las temperaturas, el mayor en 10.000 años, puede amenazar en 2020 la supervivencia de entre el 20 y el 30 por ciento de las especies conocidas. Una ONG ambiental, WWF, indica que entre las especies en riesgo se hallan las tortugas marinas en América latina. Sus nidos pueden ser destruidos por los niveles crecientes de agua. Los bosques de alerces en Chile y la Argentina se hallarían en alto riesgo por los extensos períodos de sequía y el posible aumento de los incendios forestales.
El calentamiento global es, en un 90 por ciento, producto de la acción humana. Está directamente ligado a las emisiones de gases invernadero. Hace 10.000 años había 160 partes de dióxido de carbono por millón en la atmósfera. Ahora se estima que son 380. En los últimos 20 años, la concentración atmosférica de estos gases ha aumentado a la cifra sin precedente de 1,5 partes por año. El secretario general de la ONU, Ban-ki Moon, que ha puesto el tema en el centro de su gestión, asegura que es un problema grave, y en crecimiento.
MÁS POBRES, MÁS VULNERABLES
El problema afecta a todo el planeta, pero los grados de vulnerabilidad son totalmente diferentes según la riqueza de los países. El informe destaca especialmente la desigualdad en los impactos. Expresa: Las comunidades pobres son especialmente vulnerables porque tienden a concentrarse en áreas de riesgo, tienen menos capacidades para enfrentar el problema y son más dependientes de recursos muy sensibles al clima, como el agua y las fuentes de alimentos.
Ello genera una situación paradójica. Según los estimados, los países más ricos son los principales productores de los gases invernadero. Se calcula que Estados Unidos es responsable del 29 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono y Europa Occidental, del 27 por ciento. Los países pobres no tienen incidencia mayor. Sin embargo, ellos son los que pueden sufrir las consecuencias más graves. Según la ONU, en 2020 las penurias de agua podrían estar afectando a 250 millones de personas en África y la producción agrícola en ciertas áreas podría caer en un 50 por ciento. En Asia, la falta de agua fresca puede afectar a 1000 millones de personas en 2050. Señala un economista, Jacob Mendelsohn (Yale): La idea original era que estuviéramos todos juntos en esto, y ésa es una idea más fácil para vender. Pero la investigación no la avala: no estamos todos juntos.
La presión pública por medidas inmediatas está creciendo en el mundo desarrollado. En Estados Unidos, el Congreso creó un nuevo comité dedicado al tema. La Corte Suprema termina de producir un fallo histórico. Ante la demanda interpuesta por 12 estados y 13 ONG ambientales, decidió que la Agencia de Protección del Ambiente Federal tiene la autoridad para regular los gases tóxicos de los automóviles y que no puede no ejercerla, salvo que muestre razones científicas. Diversos estados y 400 intendentes han anunciado metas de reducción de emisiones. The Washington Post dice que la mayor cuestión moral de nuestro tiempo es nuestra responsabilidad con el planeta y sus habitantes. The New York Times comenta: Los riesgos de la inacción son grandes. El tiempo para la acción es cada vez más corto.
FORJAR UN PACTO DE RESPONSABILIDAD
La Unión Europea acordó reducir las emisiones de gases invernadero en un 20 por ciento para 2020. Gran Bretaña fijó metas aún mayores: de un 26 a un 32 por ciento de reducción, y se propone dictar leyes firmes en tal sentido.
América Latina, que sólo contribuye con el 3,8 por ciento de los gases invernadero, aparece en el nuevo informe de la ONU con pronósticos preocupantes. Se dice que la reducción de los glaciares pone en riesgo de no tener suficiente agua a millones de personas. Junto a ello están los efectos de los huracanes y las inundaciones sobre las poblaciones más vulnerables, los impactos destructivos sobre la agricultura y los efectivos regresivos sobre la salud de los más pobres.
En una región tan desigual, se está sumando a las asimetrías en ingresos, capital, educación y otras, la vulnerabilidad mucho mayor de los más humildes frente al cambio climático.
Se impone, en la región como en el mundo, diseñar políticas públicas muy activas en este campo y forjar un gran pacto de responsabilidad entre gobiernos, empresas privadas ambiental y socialmente responsables y una sociedad civil movilizada.
Urge pasar del asombro y la alarma a la acción concreta.
Por Bernardo Kliksberg
EL NUEVO INFORME DEL PANEL INTERGUBERNAMENTAL DE NACIONES UNIDAS SOBRE CAMBIO CLIMÁTICO, había generado gran expectativa. El informe, preparado por dos mil científicos de más de cien países, predice que el calentamiento global puede tener claros impactos sobre la salud pública y señala que puede provocar un aumento de las muertes y las enfermedades debido a las olas de calor, las inundaciones, las tormentas, los incendios y las sequías.
Jonathan Patz, de la Universidad de Wisconsin, señala que se puede esperar un aumento de la malaria en África. La enfermedad mata de uno a dos millones de personas anualmente. Resalta Patz: El cambio climático es una de las más desafiantes amenazas a la salud pública del milenio.
EL PUNTO DE NO RETORNO
Thomas Lovejoy, presidente del prestigioso Centro Ambiental Heinz (Washington), dice que el informe es una triste confirmación de lo que hemos venido siguiendo los últimos 20 años. La naturaleza es muy sensible al cambio climático, y estamos viendo desequilibrios en ecosistemas en todo el planeta. David Ignatius (The Washington Post) llama la atención sobre los escenarios que traza el futurólogo Peter Schwartz, que parte de la misma premisa. Señala que el cambio climático está empujando a los sistemas en todos lados hacia puntos de no retorno.
Ejemplifica con Haití y Bangladesh. Haití se ha convertido, por la deforestación y la pérdida de abono de la tierra, en un ecosistema en el borde. Algunos de los riesgos comunes del cambio climático, como una sequía prolongada o un huracán devastador, podrían hacer explotar el sistema y producir una crisis de refugiados gravísima. En Bangladesh, millones de personas viven al lado del agua. Si el deshielo continúa y los mares crecen, se puede producir una catástrofe, pues entre 60 y 100 millones de personas tendrían que escapar. Por otro lado, el informe previene que en las regiones áridas y semiáridas, donde viven 700 millones, el calentamiento puede agravar la escasez de agua. Millones deberían irse.
UN PROBLEMA GRAVE Y EN CRECIMIENTO
El aumento de las temperaturas, el mayor en 10.000 años, puede amenazar en 2020 la supervivencia de entre el 20 y el 30 por ciento de las especies conocidas. Una ONG ambiental, WWF, indica que entre las especies en riesgo se hallan las tortugas marinas en América latina. Sus nidos pueden ser destruidos por los niveles crecientes de agua. Los bosques de alerces en Chile y la Argentina se hallarían en alto riesgo por los extensos períodos de sequía y el posible aumento de los incendios forestales.
El calentamiento global es, en un 90 por ciento, producto de la acción humana. Está directamente ligado a las emisiones de gases invernadero. Hace 10.000 años había 160 partes de dióxido de carbono por millón en la atmósfera. Ahora se estima que son 380. En los últimos 20 años, la concentración atmosférica de estos gases ha aumentado a la cifra sin precedente de 1,5 partes por año. El secretario general de la ONU, Ban-ki Moon, que ha puesto el tema en el centro de su gestión, asegura que es un problema grave, y en crecimiento.
MÁS POBRES, MÁS VULNERABLES
El problema afecta a todo el planeta, pero los grados de vulnerabilidad son totalmente diferentes según la riqueza de los países. El informe destaca especialmente la desigualdad en los impactos. Expresa: Las comunidades pobres son especialmente vulnerables porque tienden a concentrarse en áreas de riesgo, tienen menos capacidades para enfrentar el problema y son más dependientes de recursos muy sensibles al clima, como el agua y las fuentes de alimentos.
Ello genera una situación paradójica. Según los estimados, los países más ricos son los principales productores de los gases invernadero. Se calcula que Estados Unidos es responsable del 29 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono y Europa Occidental, del 27 por ciento. Los países pobres no tienen incidencia mayor. Sin embargo, ellos son los que pueden sufrir las consecuencias más graves. Según la ONU, en 2020 las penurias de agua podrían estar afectando a 250 millones de personas en África y la producción agrícola en ciertas áreas podría caer en un 50 por ciento. En Asia, la falta de agua fresca puede afectar a 1000 millones de personas en 2050. Señala un economista, Jacob Mendelsohn (Yale): La idea original era que estuviéramos todos juntos en esto, y ésa es una idea más fácil para vender. Pero la investigación no la avala: no estamos todos juntos.
La presión pública por medidas inmediatas está creciendo en el mundo desarrollado. En Estados Unidos, el Congreso creó un nuevo comité dedicado al tema. La Corte Suprema termina de producir un fallo histórico. Ante la demanda interpuesta por 12 estados y 13 ONG ambientales, decidió que la Agencia de Protección del Ambiente Federal tiene la autoridad para regular los gases tóxicos de los automóviles y que no puede no ejercerla, salvo que muestre razones científicas. Diversos estados y 400 intendentes han anunciado metas de reducción de emisiones. The Washington Post dice que la mayor cuestión moral de nuestro tiempo es nuestra responsabilidad con el planeta y sus habitantes. The New York Times comenta: Los riesgos de la inacción son grandes. El tiempo para la acción es cada vez más corto.
FORJAR UN PACTO DE RESPONSABILIDAD
La Unión Europea acordó reducir las emisiones de gases invernadero en un 20 por ciento para 2020. Gran Bretaña fijó metas aún mayores: de un 26 a un 32 por ciento de reducción, y se propone dictar leyes firmes en tal sentido.
América Latina, que sólo contribuye con el 3,8 por ciento de los gases invernadero, aparece en el nuevo informe de la ONU con pronósticos preocupantes. Se dice que la reducción de los glaciares pone en riesgo de no tener suficiente agua a millones de personas. Junto a ello están los efectos de los huracanes y las inundaciones sobre las poblaciones más vulnerables, los impactos destructivos sobre la agricultura y los efectivos regresivos sobre la salud de los más pobres.
En una región tan desigual, se está sumando a las asimetrías en ingresos, capital, educación y otras, la vulnerabilidad mucho mayor de los más humildes frente al cambio climático.
Se impone, en la región como en el mundo, diseñar políticas públicas muy activas en este campo y forjar un gran pacto de responsabilidad entre gobiernos, empresas privadas ambiental y socialmente responsables y una sociedad civil movilizada.
Urge pasar del asombro y la alarma a la acción concreta.
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Cambio climatico causa de conflictos armados
La fragilidad del Estado y el impacto medioambiental, una combinación explosiva
Si no se frenan los efectos del cambio climático, y la sequía avanza en amplias zonas del mundo, factores como el hambre, los desplazamientos de población, el desequilibrio y los conflictos se agudizarán. Los países más pobres sufrirán las peores consecuencias, dice la autora. Los países desarrollados deben afrontar y abordar sus responsabilidades al respecto, señala.
Por Mabel González Bustelo
EN EL AÑO 2007 el cambio climático logró por fin situarse en la agenda política global como uno de los grandes problemas que afronta la humanidad. Así lo reflejaron las conclusiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), y su importancia también quedó constatada en la concesión del premio Nobel de la Paz al citado organismo y al ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore.
“Los efectos del cambio climático junto a problemas socioeconómicos y políticos pueden agravar tensiones ya existentes y dar lugar a conflictos armados” Pero además, cobró fuerza y visibilidad una dimensión hasta ahora poco estudiada del fenómeno: el cambio climático como posible fuente de tensiones y conflictos. Una muestra de ello es que el año pasado, por primera vez, el Consejo de Seguridad de la ONU debatió sobre el cambio climático como amenaza para la paz y la seguridad global.
Los efectos del cambio climático amenazan la paz y estabilidad en amplias regiones del mundo, especialmente en aquellas donde vienen a sumarse a una situación de fragilidad estatal, gobiernos débiles, problemas económicos e inestabilidad. Su combinación con los problemas socioeconómicos y políticos pueden agravar tensiones ya existentes y dar lugar a la escalada de las mismas e incluso a conflictos armados.
COMPETENCIA POR RECURSOS CADA VEZ MÁS ESCASOS
Según la organización International Alert, 46 países (en los que viven 2.700 millones de personas) “El cambio en los patrones pluviométricos pueden provocar el agotamiento de las cosechas y aumentar la inseguridad alimentaria” están en claro riesgo de sufrir conflictos violentos, mientras en otros 56 las instituciones tendrán serios problemas para gestionar los efectos de este fenómeno, ya que éste se sumará a los retos ya presentes.
Las regiones más afectadas serían África, el centro y sur de Asia y zonas de América Latina como la región andina. Se trata de algunas de las regiones más pobres del mundo.
Hay varias formas en las que el cambio climático puede generar tensión e incluso conflictos. Una de ellas es la competencia por recursos cada vez más escasos. “Con la desertización, se dificulta la coexistencia entre poblaciones agrícolas sedentarias y pastores nómadas que solían compartir los recursos” El avance de la desertificación y el cambio en los patrones pluviométricos pueden provocar el agotamiento de las cosechas y en último término aumentar la inseguridad alimentaria. 430 millones de personas ya viven actualmente con escasez de agua, y todas las predicciones del IPCC indican que este número aumentará.
Un ejemplo de ello podría ser la guerra en Darfur (Sudán), que se ha calificado como el primer conflicto del cambio climático. Aunque las interpretaciones más frecuentes lo explican como un enfrentamiento de raíces étnicas entre árabes y africanos, la realidad es más compleja.
OTRA LAMENTABLE RAZÓN PARA EL DESPLAZAMIENTO DE PERSONAS
Hay que tener en cuenta el enfrentamiento por la tierra y las fuentes de agua entre poblaciones agrícolas sedentarias y pastores nómadas que tradicionalmente habían compartido los recursos, pero que ahora tienen más difícil hacerlo por el avance del desierto. “Para el año 2050, habrá más desplazados y refugiados por el cambio climático que por los conflictos”
Otros elementos que han contribuido a la violencia son el abandono de la región por parte del gobierno central, la debilidad estatal, la proliferación de armas ligeras o la intervención de actores externos, entre otros.
Asimismo, otro factor de inestabilidad pueden ser los grandes movimientos de población. Las formas de vida de cientos de millones de personas van a resultar afectadas por las consecuencias del cambio climático, y son previsibles grandes movimientos de población, dentro de los países (hacia otras zonas rurales o hacia las ciudades) y cruzando fronteras.
“Las zonas donde se dan las condiciones climáticas favorables para la proliferación de enfermedades como la malaria aumentarán” Tanto desde la ONU como desde numerosas ONG se afirma que, para el año 2050, habrá más desplazados y refugiados por el cambio climático que por los conflictos. Este movimiento, por sí mismo, no tiene por qué generar inestabilidad, pero lo hará si los recursos en el lugar de llegada también son escasos y esto genera fricciones con las comunidades locales. Por ejemplo, además de las consecuencias internas, el conflicto de Darfur ha llevado a 300.000 personas a huir al país vecino, Chad. Esto ha extendido el conflicto a este país, y se ha sumado a la violencia interétnica y al enfrentamiento entre Gobierno y rebeldes. El resultado es que casi 200.000 personas en Chad también han tenido que abandonar sus hogares.
LOS ESTADOS FRÁGILES, LOS MÁS AMENAZADOS
La salud pública también puede resultar afectada. Las zonas donde se dan las condiciones climáticas favorables para la proliferación de enfermedades como el cólera o la malaria aumentarán. “La fragilidad estatal es importante: hacer frente a los impactos del cambio climático requerirá unos recursos, eficacia y legitimidad de los que muchos Estados carecen” Esto es grave porque se producirá en países que en muchos casos no disponen de los recursos sanitarios suficientes como para hacer frente a estas epidemias. Y la falta de acción de los Estados frente a estos problemas es uno de los grandes factores que minan su legitimidad.
Los países que resultarán más afectados serán aquellos donde las nuevas condiciones vengan a sumarse a un contexto de guerras recientes o inestabilidad política, pobreza y desigualdad y mal gobierno.
La cuestión de la fragilidad estatal es importante: hacer frente a los impactos del cambio climático requerirá unos recursos, eficacia y legitimidad de los que muchos de estos Estados carecen. En estos casos, es más probable que los ciudadanos se sientan desprotegidos y rompan el contrato social con el Estado, llegando a adoptar conductas violentas en busca de una forma de vida.
“Los países desarrollados tienen sólo un 15 por ciento de la población mundial y son los mayores emisores de gases de efecto invernadero” Es evidente que ésta no es ni será la única fuente de violencia en el mundo. El año pasado había activos 28 conflictos y 70 situaciones de tensión. Cada uno de ellos tiene raíces locales y motivaciones específicas, aunque pueden rastrearse rasgos comunes en la fragilidad estatal, la ubicación en regiones periféricas del sistema internacional, su exclusión del modelo actual de globalización, etc. Tras todos ellos hay también motivaciones políticas que probablemente seguirán existiendo en el futuro y que es necesario tener presente para comprender el origen y evolución de los conflictos violentos. Lo que el cambio climático puede hacer es exacerbar y extender las situaciones de tensión, poner aún más en entredicho la eficacia estatal y colocar en situación de vulnerabilidad a más millones de personas.
LA RESPONSABILIDAD DE LOS PAÍSES RICOS
Una cuestión importante que no puede obviarse es la extrema injusticia que supone todo esto. Los países desarrollados tienen sólo un 15 por ciento de la población mundial y son los mayores emisores de gases de efecto invernadero (aunque ahora se han sumado a ellos China e India, entre otras potencias emergentes).
Frente a esto, los efectos los sufrirán los países y poblaciones más pobres, que son los que menos han contribuido a esta situación.
Los países ricos tienen importantes responsabilidades hacia el resto del mundo y ésta debería ser una de ellas: por un lado cambiar su conducta para frenar el avance del cambio climático; por otro, una creciente y decidida cooperación internacional para ayudar a los países que no lo han generado a paliar sus impactos.
Si no se frenan los efectos del cambio climático, y la sequía avanza en amplias zonas del mundo, factores como el hambre, los desplazamientos de población, el desequilibrio y los conflictos se agudizarán. Los países más pobres sufrirán las peores consecuencias, dice la autora. Los países desarrollados deben afrontar y abordar sus responsabilidades al respecto, señala.
Por Mabel González Bustelo
EN EL AÑO 2007 el cambio climático logró por fin situarse en la agenda política global como uno de los grandes problemas que afronta la humanidad. Así lo reflejaron las conclusiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), y su importancia también quedó constatada en la concesión del premio Nobel de la Paz al citado organismo y al ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore.
“Los efectos del cambio climático junto a problemas socioeconómicos y políticos pueden agravar tensiones ya existentes y dar lugar a conflictos armados” Pero además, cobró fuerza y visibilidad una dimensión hasta ahora poco estudiada del fenómeno: el cambio climático como posible fuente de tensiones y conflictos. Una muestra de ello es que el año pasado, por primera vez, el Consejo de Seguridad de la ONU debatió sobre el cambio climático como amenaza para la paz y la seguridad global.
Los efectos del cambio climático amenazan la paz y estabilidad en amplias regiones del mundo, especialmente en aquellas donde vienen a sumarse a una situación de fragilidad estatal, gobiernos débiles, problemas económicos e inestabilidad. Su combinación con los problemas socioeconómicos y políticos pueden agravar tensiones ya existentes y dar lugar a la escalada de las mismas e incluso a conflictos armados.
COMPETENCIA POR RECURSOS CADA VEZ MÁS ESCASOS
Según la organización International Alert, 46 países (en los que viven 2.700 millones de personas) “El cambio en los patrones pluviométricos pueden provocar el agotamiento de las cosechas y aumentar la inseguridad alimentaria” están en claro riesgo de sufrir conflictos violentos, mientras en otros 56 las instituciones tendrán serios problemas para gestionar los efectos de este fenómeno, ya que éste se sumará a los retos ya presentes.
Las regiones más afectadas serían África, el centro y sur de Asia y zonas de América Latina como la región andina. Se trata de algunas de las regiones más pobres del mundo.
Hay varias formas en las que el cambio climático puede generar tensión e incluso conflictos. Una de ellas es la competencia por recursos cada vez más escasos. “Con la desertización, se dificulta la coexistencia entre poblaciones agrícolas sedentarias y pastores nómadas que solían compartir los recursos” El avance de la desertificación y el cambio en los patrones pluviométricos pueden provocar el agotamiento de las cosechas y en último término aumentar la inseguridad alimentaria. 430 millones de personas ya viven actualmente con escasez de agua, y todas las predicciones del IPCC indican que este número aumentará.
Un ejemplo de ello podría ser la guerra en Darfur (Sudán), que se ha calificado como el primer conflicto del cambio climático. Aunque las interpretaciones más frecuentes lo explican como un enfrentamiento de raíces étnicas entre árabes y africanos, la realidad es más compleja.
OTRA LAMENTABLE RAZÓN PARA EL DESPLAZAMIENTO DE PERSONAS
Hay que tener en cuenta el enfrentamiento por la tierra y las fuentes de agua entre poblaciones agrícolas sedentarias y pastores nómadas que tradicionalmente habían compartido los recursos, pero que ahora tienen más difícil hacerlo por el avance del desierto. “Para el año 2050, habrá más desplazados y refugiados por el cambio climático que por los conflictos”
Otros elementos que han contribuido a la violencia son el abandono de la región por parte del gobierno central, la debilidad estatal, la proliferación de armas ligeras o la intervención de actores externos, entre otros.
Asimismo, otro factor de inestabilidad pueden ser los grandes movimientos de población. Las formas de vida de cientos de millones de personas van a resultar afectadas por las consecuencias del cambio climático, y son previsibles grandes movimientos de población, dentro de los países (hacia otras zonas rurales o hacia las ciudades) y cruzando fronteras.
“Las zonas donde se dan las condiciones climáticas favorables para la proliferación de enfermedades como la malaria aumentarán” Tanto desde la ONU como desde numerosas ONG se afirma que, para el año 2050, habrá más desplazados y refugiados por el cambio climático que por los conflictos. Este movimiento, por sí mismo, no tiene por qué generar inestabilidad, pero lo hará si los recursos en el lugar de llegada también son escasos y esto genera fricciones con las comunidades locales. Por ejemplo, además de las consecuencias internas, el conflicto de Darfur ha llevado a 300.000 personas a huir al país vecino, Chad. Esto ha extendido el conflicto a este país, y se ha sumado a la violencia interétnica y al enfrentamiento entre Gobierno y rebeldes. El resultado es que casi 200.000 personas en Chad también han tenido que abandonar sus hogares.
LOS ESTADOS FRÁGILES, LOS MÁS AMENAZADOS
La salud pública también puede resultar afectada. Las zonas donde se dan las condiciones climáticas favorables para la proliferación de enfermedades como el cólera o la malaria aumentarán. “La fragilidad estatal es importante: hacer frente a los impactos del cambio climático requerirá unos recursos, eficacia y legitimidad de los que muchos Estados carecen” Esto es grave porque se producirá en países que en muchos casos no disponen de los recursos sanitarios suficientes como para hacer frente a estas epidemias. Y la falta de acción de los Estados frente a estos problemas es uno de los grandes factores que minan su legitimidad.
Los países que resultarán más afectados serán aquellos donde las nuevas condiciones vengan a sumarse a un contexto de guerras recientes o inestabilidad política, pobreza y desigualdad y mal gobierno.
La cuestión de la fragilidad estatal es importante: hacer frente a los impactos del cambio climático requerirá unos recursos, eficacia y legitimidad de los que muchos de estos Estados carecen. En estos casos, es más probable que los ciudadanos se sientan desprotegidos y rompan el contrato social con el Estado, llegando a adoptar conductas violentas en busca de una forma de vida.
“Los países desarrollados tienen sólo un 15 por ciento de la población mundial y son los mayores emisores de gases de efecto invernadero” Es evidente que ésta no es ni será la única fuente de violencia en el mundo. El año pasado había activos 28 conflictos y 70 situaciones de tensión. Cada uno de ellos tiene raíces locales y motivaciones específicas, aunque pueden rastrearse rasgos comunes en la fragilidad estatal, la ubicación en regiones periféricas del sistema internacional, su exclusión del modelo actual de globalización, etc. Tras todos ellos hay también motivaciones políticas que probablemente seguirán existiendo en el futuro y que es necesario tener presente para comprender el origen y evolución de los conflictos violentos. Lo que el cambio climático puede hacer es exacerbar y extender las situaciones de tensión, poner aún más en entredicho la eficacia estatal y colocar en situación de vulnerabilidad a más millones de personas.
LA RESPONSABILIDAD DE LOS PAÍSES RICOS
Una cuestión importante que no puede obviarse es la extrema injusticia que supone todo esto. Los países desarrollados tienen sólo un 15 por ciento de la población mundial y son los mayores emisores de gases de efecto invernadero (aunque ahora se han sumado a ellos China e India, entre otras potencias emergentes).
Frente a esto, los efectos los sufrirán los países y poblaciones más pobres, que son los que menos han contribuido a esta situación.
Los países ricos tienen importantes responsabilidades hacia el resto del mundo y ésta debería ser una de ellas: por un lado cambiar su conducta para frenar el avance del cambio climático; por otro, una creciente y decidida cooperación internacional para ayudar a los países que no lo han generado a paliar sus impactos.
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Cambio climático,
Medio ambiente
Cambio climatico causa de conflictos armados
La fragilidad del Estado y el impacto medioambiental, una combinación explosiva
Si no se frenan los efectos del cambio climático, y la sequía avanza en amplias zonas del mundo, factores como el hambre, los desplazamientos de población, el desequilibrio y los conflictos se agudizarán. Los países más pobres sufrirán las peores consecuencias, dice la autora. Los países desarrollados deben afrontar y abordar sus responsabilidades al respecto, señala.
Por Mabel González Bustelo
EN EL AÑO 2007 el cambio climático logró por fin situarse en la agenda política global como uno de los grandes problemas que afronta la humanidad. Así lo reflejaron las conclusiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), y su importancia también quedó constatada en la concesión del premio Nobel de la Paz al citado organismo y al ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore.
“Los efectos del cambio climático junto a problemas socioeconómicos y políticos pueden agravar tensiones ya existentes y dar lugar a conflictos armados” Pero además, cobró fuerza y visibilidad una dimensión hasta ahora poco estudiada del fenómeno: el cambio climático como posible fuente de tensiones y conflictos. Una muestra de ello es que el año pasado, por primera vez, el Consejo de Seguridad de la ONU debatió sobre el cambio climático como amenaza para la paz y la seguridad global.
Los efectos del cambio climático amenazan la paz y estabilidad en amplias regiones del mundo, especialmente en aquellas donde vienen a sumarse a una situación de fragilidad estatal, gobiernos débiles, problemas económicos e inestabilidad. Su combinación con los problemas socioeconómicos y políticos pueden agravar tensiones ya existentes y dar lugar a la escalada de las mismas e incluso a conflictos armados.
COMPETENCIA POR RECURSOS CADA VEZ MÁS ESCASOS
Según la organización International Alert, 46 países (en los que viven 2.700 millones de personas) “El cambio en los patrones pluviométricos pueden provocar el agotamiento de las cosechas y aumentar la inseguridad alimentaria” están en claro riesgo de sufrir conflictos violentos, mientras en otros 56 las instituciones tendrán serios problemas para gestionar los efectos de este fenómeno, ya que éste se sumará a los retos ya presentes.
Las regiones más afectadas serían África, el centro y sur de Asia y zonas de América Latina como la región andina. Se trata de algunas de las regiones más pobres del mundo.
Hay varias formas en las que el cambio climático puede generar tensión e incluso conflictos. Una de ellas es la competencia por recursos cada vez más escasos. “Con la desertización, se dificulta la coexistencia entre poblaciones agrícolas sedentarias y pastores nómadas que solían compartir los recursos” El avance de la desertificación y el cambio en los patrones pluviométricos pueden provocar el agotamiento de las cosechas y en último término aumentar la inseguridad alimentaria. 430 millones de personas ya viven actualmente con escasez de agua, y todas las predicciones del IPCC indican que este número aumentará.
Un ejemplo de ello podría ser la guerra en Darfur (Sudán), que se ha calificado como el primer conflicto del cambio climático. Aunque las interpretaciones más frecuentes lo explican como un enfrentamiento de raíces étnicas entre árabes y africanos, la realidad es más compleja.
OTRA LAMENTABLE RAZÓN PARA EL DESPLAZAMIENTO DE PERSONAS
Hay que tener en cuenta el enfrentamiento por la tierra y las fuentes de agua entre poblaciones agrícolas sedentarias y pastores nómadas que tradicionalmente habían compartido los recursos, pero que ahora tienen más difícil hacerlo por el avance del desierto. “Para el año 2050, habrá más desplazados y refugiados por el cambio climático que por los conflictos”
Otros elementos que han contribuido a la violencia son el abandono de la región por parte del gobierno central, la debilidad estatal, la proliferación de armas ligeras o la intervención de actores externos, entre otros.
Asimismo, otro factor de inestabilidad pueden ser los grandes movimientos de población. Las formas de vida de cientos de millones de personas van a resultar afectadas por las consecuencias del cambio climático, y son previsibles grandes movimientos de población, dentro de los países (hacia otras zonas rurales o hacia las ciudades) y cruzando fronteras.
“Las zonas donde se dan las condiciones climáticas favorables para la proliferación de enfermedades como la malaria aumentarán” Tanto desde la ONU como desde numerosas ONG se afirma que, para el año 2050, habrá más desplazados y refugiados por el cambio climático que por los conflictos. Este movimiento, por sí mismo, no tiene por qué generar inestabilidad, pero lo hará si los recursos en el lugar de llegada también son escasos y esto genera fricciones con las comunidades locales. Por ejemplo, además de las consecuencias internas, el conflicto de Darfur ha llevado a 300.000 personas a huir al país vecino, Chad. Esto ha extendido el conflicto a este país, y se ha sumado a la violencia interétnica y al enfrentamiento entre Gobierno y rebeldes. El resultado es que casi 200.000 personas en Chad también han tenido que abandonar sus hogares.
LOS ESTADOS FRÁGILES, LOS MÁS AMENAZADOS
La salud pública también puede resultar afectada. Las zonas donde se dan las condiciones climáticas favorables para la proliferación de enfermedades como el cólera o la malaria aumentarán. “La fragilidad estatal es importante: hacer frente a los impactos del cambio climático requerirá unos recursos, eficacia y legitimidad de los que muchos Estados carecen” Esto es grave porque se producirá en países que en muchos casos no disponen de los recursos sanitarios suficientes como para hacer frente a estas epidemias. Y la falta de acción de los Estados frente a estos problemas es uno de los grandes factores que minan su legitimidad.
Los países que resultarán más afectados serán aquellos donde las nuevas condiciones vengan a sumarse a un contexto de guerras recientes o inestabilidad política, pobreza y desigualdad y mal gobierno.
La cuestión de la fragilidad estatal es importante: hacer frente a los impactos del cambio climático requerirá unos recursos, eficacia y legitimidad de los que muchos de estos Estados carecen. En estos casos, es más probable que los ciudadanos se sientan desprotegidos y rompan el contrato social con el Estado, llegando a adoptar conductas violentas en busca de una forma de vida.
“Los países desarrollados tienen sólo un 15 por ciento de la población mundial y son los mayores emisores de gases de efecto invernadero” Es evidente que ésta no es ni será la única fuente de violencia en el mundo. El año pasado había activos 28 conflictos y 70 situaciones de tensión. Cada uno de ellos tiene raíces locales y motivaciones específicas, aunque pueden rastrearse rasgos comunes en la fragilidad estatal, la ubicación en regiones periféricas del sistema internacional, su exclusión del modelo actual de globalización, etc. Tras todos ellos hay también motivaciones políticas que probablemente seguirán existiendo en el futuro y que es necesario tener presente para comprender el origen y evolución de los conflictos violentos. Lo que el cambio climático puede hacer es exacerbar y extender las situaciones de tensión, poner aún más en entredicho la eficacia estatal y colocar en situación de vulnerabilidad a más millones de personas.
LA RESPONSABILIDAD DE LOS PAÍSES RICOS
Una cuestión importante que no puede obviarse es la extrema injusticia que supone todo esto. Los países desarrollados tienen sólo un 15 por ciento de la población mundial y son los mayores emisores de gases de efecto invernadero (aunque ahora se han sumado a ellos China e India, entre otras potencias emergentes).
Frente a esto, los efectos los sufrirán los países y poblaciones más pobres, que son los que menos han contribuido a esta situación.
Los países ricos tienen importantes responsabilidades hacia el resto del mundo y ésta debería ser una de ellas: por un lado cambiar su conducta para frenar el avance del cambio climático; por otro, una creciente y decidida cooperación internacional para ayudar a los países que no lo han generado a paliar sus impactos.
Si no se frenan los efectos del cambio climático, y la sequía avanza en amplias zonas del mundo, factores como el hambre, los desplazamientos de población, el desequilibrio y los conflictos se agudizarán. Los países más pobres sufrirán las peores consecuencias, dice la autora. Los países desarrollados deben afrontar y abordar sus responsabilidades al respecto, señala.
Por Mabel González Bustelo
EN EL AÑO 2007 el cambio climático logró por fin situarse en la agenda política global como uno de los grandes problemas que afronta la humanidad. Así lo reflejaron las conclusiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), y su importancia también quedó constatada en la concesión del premio Nobel de la Paz al citado organismo y al ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore.
“Los efectos del cambio climático junto a problemas socioeconómicos y políticos pueden agravar tensiones ya existentes y dar lugar a conflictos armados” Pero además, cobró fuerza y visibilidad una dimensión hasta ahora poco estudiada del fenómeno: el cambio climático como posible fuente de tensiones y conflictos. Una muestra de ello es que el año pasado, por primera vez, el Consejo de Seguridad de la ONU debatió sobre el cambio climático como amenaza para la paz y la seguridad global.
Los efectos del cambio climático amenazan la paz y estabilidad en amplias regiones del mundo, especialmente en aquellas donde vienen a sumarse a una situación de fragilidad estatal, gobiernos débiles, problemas económicos e inestabilidad. Su combinación con los problemas socioeconómicos y políticos pueden agravar tensiones ya existentes y dar lugar a la escalada de las mismas e incluso a conflictos armados.
COMPETENCIA POR RECURSOS CADA VEZ MÁS ESCASOS
Según la organización International Alert, 46 países (en los que viven 2.700 millones de personas) “El cambio en los patrones pluviométricos pueden provocar el agotamiento de las cosechas y aumentar la inseguridad alimentaria” están en claro riesgo de sufrir conflictos violentos, mientras en otros 56 las instituciones tendrán serios problemas para gestionar los efectos de este fenómeno, ya que éste se sumará a los retos ya presentes.
Las regiones más afectadas serían África, el centro y sur de Asia y zonas de América Latina como la región andina. Se trata de algunas de las regiones más pobres del mundo.
Hay varias formas en las que el cambio climático puede generar tensión e incluso conflictos. Una de ellas es la competencia por recursos cada vez más escasos. “Con la desertización, se dificulta la coexistencia entre poblaciones agrícolas sedentarias y pastores nómadas que solían compartir los recursos” El avance de la desertificación y el cambio en los patrones pluviométricos pueden provocar el agotamiento de las cosechas y en último término aumentar la inseguridad alimentaria. 430 millones de personas ya viven actualmente con escasez de agua, y todas las predicciones del IPCC indican que este número aumentará.
Un ejemplo de ello podría ser la guerra en Darfur (Sudán), que se ha calificado como el primer conflicto del cambio climático. Aunque las interpretaciones más frecuentes lo explican como un enfrentamiento de raíces étnicas entre árabes y africanos, la realidad es más compleja.
OTRA LAMENTABLE RAZÓN PARA EL DESPLAZAMIENTO DE PERSONAS
Hay que tener en cuenta el enfrentamiento por la tierra y las fuentes de agua entre poblaciones agrícolas sedentarias y pastores nómadas que tradicionalmente habían compartido los recursos, pero que ahora tienen más difícil hacerlo por el avance del desierto. “Para el año 2050, habrá más desplazados y refugiados por el cambio climático que por los conflictos”
Otros elementos que han contribuido a la violencia son el abandono de la región por parte del gobierno central, la debilidad estatal, la proliferación de armas ligeras o la intervención de actores externos, entre otros.
Asimismo, otro factor de inestabilidad pueden ser los grandes movimientos de población. Las formas de vida de cientos de millones de personas van a resultar afectadas por las consecuencias del cambio climático, y son previsibles grandes movimientos de población, dentro de los países (hacia otras zonas rurales o hacia las ciudades) y cruzando fronteras.
“Las zonas donde se dan las condiciones climáticas favorables para la proliferación de enfermedades como la malaria aumentarán” Tanto desde la ONU como desde numerosas ONG se afirma que, para el año 2050, habrá más desplazados y refugiados por el cambio climático que por los conflictos. Este movimiento, por sí mismo, no tiene por qué generar inestabilidad, pero lo hará si los recursos en el lugar de llegada también son escasos y esto genera fricciones con las comunidades locales. Por ejemplo, además de las consecuencias internas, el conflicto de Darfur ha llevado a 300.000 personas a huir al país vecino, Chad. Esto ha extendido el conflicto a este país, y se ha sumado a la violencia interétnica y al enfrentamiento entre Gobierno y rebeldes. El resultado es que casi 200.000 personas en Chad también han tenido que abandonar sus hogares.
LOS ESTADOS FRÁGILES, LOS MÁS AMENAZADOS
La salud pública también puede resultar afectada. Las zonas donde se dan las condiciones climáticas favorables para la proliferación de enfermedades como el cólera o la malaria aumentarán. “La fragilidad estatal es importante: hacer frente a los impactos del cambio climático requerirá unos recursos, eficacia y legitimidad de los que muchos Estados carecen” Esto es grave porque se producirá en países que en muchos casos no disponen de los recursos sanitarios suficientes como para hacer frente a estas epidemias. Y la falta de acción de los Estados frente a estos problemas es uno de los grandes factores que minan su legitimidad.
Los países que resultarán más afectados serán aquellos donde las nuevas condiciones vengan a sumarse a un contexto de guerras recientes o inestabilidad política, pobreza y desigualdad y mal gobierno.
La cuestión de la fragilidad estatal es importante: hacer frente a los impactos del cambio climático requerirá unos recursos, eficacia y legitimidad de los que muchos de estos Estados carecen. En estos casos, es más probable que los ciudadanos se sientan desprotegidos y rompan el contrato social con el Estado, llegando a adoptar conductas violentas en busca de una forma de vida.
“Los países desarrollados tienen sólo un 15 por ciento de la población mundial y son los mayores emisores de gases de efecto invernadero” Es evidente que ésta no es ni será la única fuente de violencia en el mundo. El año pasado había activos 28 conflictos y 70 situaciones de tensión. Cada uno de ellos tiene raíces locales y motivaciones específicas, aunque pueden rastrearse rasgos comunes en la fragilidad estatal, la ubicación en regiones periféricas del sistema internacional, su exclusión del modelo actual de globalización, etc. Tras todos ellos hay también motivaciones políticas que probablemente seguirán existiendo en el futuro y que es necesario tener presente para comprender el origen y evolución de los conflictos violentos. Lo que el cambio climático puede hacer es exacerbar y extender las situaciones de tensión, poner aún más en entredicho la eficacia estatal y colocar en situación de vulnerabilidad a más millones de personas.
LA RESPONSABILIDAD DE LOS PAÍSES RICOS
Una cuestión importante que no puede obviarse es la extrema injusticia que supone todo esto. Los países desarrollados tienen sólo un 15 por ciento de la población mundial y son los mayores emisores de gases de efecto invernadero (aunque ahora se han sumado a ellos China e India, entre otras potencias emergentes).
Frente a esto, los efectos los sufrirán los países y poblaciones más pobres, que son los que menos han contribuido a esta situación.
Los países ricos tienen importantes responsabilidades hacia el resto del mundo y ésta debería ser una de ellas: por un lado cambiar su conducta para frenar el avance del cambio climático; por otro, una creciente y decidida cooperación internacional para ayudar a los países que no lo han generado a paliar sus impactos.
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sábado, junio 07, 2008
US$ 45 billones se necesitan para reducir las emisiones de CO2
El reemplazo de las fuentes energéticas convencionales, no renovables, por la energía limpia y renovable puede iniciar un proceso de inversión que rescate a los países del peligro de recesión. Es para tener en cuenta.
Lograr reducir a la mitad las emisiones de CO2 de 2010 a 2050 es un reto difícil pero no imposible para la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Pero sí costoso. Para lograrlo se precisará una inversión de al menos US$ 45 billones (€ 28 billones) y la combinación de las distintas energías existentes.
Al incremento del uso de fuentes renovables para la generación de electricidad, este organismo de la OCDE propone, entre otras cosas, la construcción de 32 plantas nucleares anuales de 2010 a 2050, es decir, unas 1.280 centrales nuevas. Algo que, aseguran, supondría un ahorro de CO2 de un 6%. Actualmente hay 435 reactores en operación y 30 en construcción en todo el mundo.
"Es posible lograr un futuro energético sostenible", dice la AIE en el informe presentado ayer en Tokio. El estudio Perspectivas sobre tecnología energética 2008 asegura que la clave está en la tecnología.
"Lo principal es una mayor eficiencia energética, la captura y almacenamiento de CO2, las fuentes renovables y la energía nuclear", sostiene. En este análisis, que traza posibles escenarios y estrategias hasta 2050 para reducir las emisiones, sostiene que la economía energética precisará "una revolución".
La AIE, formada por 27 países, estima que para lograr que en 2050 las emisiones sean las mismas que hoy sería necesario invertir US$ 17 millones al año (€ 10,8 millones). Pero este organismo asegura que esa reducción puede no ser suficiente.
Los líderes del G8 acordaron en 2007 considerar reducir las emisiones de CO2 en un 50% hasta 2050. Y la AIE lo toma como escenario. Para llegar a él la inversión debería ser US$ 1,1 billones (€ 700.000).
En ese escenario un 36% de la reducción se conseguiría con una mayor eficiencia del uso de la energía, un 21% con la utilización de energías renovables, el 19% con secuestro de CO2 y el 24% con la eficiencia en la generación de la energía.
"Las mejoras de la eficiencia energética en los edificios, los electrodomésticos, el transporte, la industria y la generación de electricidad representan los mayores ahorros y menos costosos", aseguran. Pero fundamentalmente habría que "descarbonizar" la generación de electricidad. A la creación de nucleares este organismo suma la construcción de 17.500 turbinas eólicas.
La AIE sostiene que "el paso más difícil y costoso" es reducir las emisiones del transporte. "Se espera que los biocombustibles bajos en carbono desempeñen una función significativa".
Lograr reducir a la mitad las emisiones de CO2 de 2010 a 2050 es un reto difícil pero no imposible para la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Pero sí costoso. Para lograrlo se precisará una inversión de al menos US$ 45 billones (€ 28 billones) y la combinación de las distintas energías existentes.
Al incremento del uso de fuentes renovables para la generación de electricidad, este organismo de la OCDE propone, entre otras cosas, la construcción de 32 plantas nucleares anuales de 2010 a 2050, es decir, unas 1.280 centrales nuevas. Algo que, aseguran, supondría un ahorro de CO2 de un 6%. Actualmente hay 435 reactores en operación y 30 en construcción en todo el mundo.
"Es posible lograr un futuro energético sostenible", dice la AIE en el informe presentado ayer en Tokio. El estudio Perspectivas sobre tecnología energética 2008 asegura que la clave está en la tecnología.
"Lo principal es una mayor eficiencia energética, la captura y almacenamiento de CO2, las fuentes renovables y la energía nuclear", sostiene. En este análisis, que traza posibles escenarios y estrategias hasta 2050 para reducir las emisiones, sostiene que la economía energética precisará "una revolución".
La AIE, formada por 27 países, estima que para lograr que en 2050 las emisiones sean las mismas que hoy sería necesario invertir US$ 17 millones al año (€ 10,8 millones). Pero este organismo asegura que esa reducción puede no ser suficiente.
Los líderes del G8 acordaron en 2007 considerar reducir las emisiones de CO2 en un 50% hasta 2050. Y la AIE lo toma como escenario. Para llegar a él la inversión debería ser US$ 1,1 billones (€ 700.000).
En ese escenario un 36% de la reducción se conseguiría con una mayor eficiencia del uso de la energía, un 21% con la utilización de energías renovables, el 19% con secuestro de CO2 y el 24% con la eficiencia en la generación de la energía.
"Las mejoras de la eficiencia energética en los edificios, los electrodomésticos, el transporte, la industria y la generación de electricidad representan los mayores ahorros y menos costosos", aseguran. Pero fundamentalmente habría que "descarbonizar" la generación de electricidad. A la creación de nucleares este organismo suma la construcción de 17.500 turbinas eólicas.
La AIE sostiene que "el paso más difícil y costoso" es reducir las emisiones del transporte. "Se espera que los biocombustibles bajos en carbono desempeñen una función significativa".
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US$ 45 billones se necesitan para reducir las emisiones de CO2
El reemplazo de las fuentes energéticas convencionales, no renovables, por la energía limpia y renovable puede iniciar un proceso de inversión que rescate a los países del peligro de recesión. Es para tener en cuenta.
Lograr reducir a la mitad las emisiones de CO2 de 2010 a 2050 es un reto difícil pero no imposible para la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Pero sí costoso. Para lograrlo se precisará una inversión de al menos US$ 45 billones (€ 28 billones) y la combinación de las distintas energías existentes.
Al incremento del uso de fuentes renovables para la generación de electricidad, este organismo de la OCDE propone, entre otras cosas, la construcción de 32 plantas nucleares anuales de 2010 a 2050, es decir, unas 1.280 centrales nuevas. Algo que, aseguran, supondría un ahorro de CO2 de un 6%. Actualmente hay 435 reactores en operación y 30 en construcción en todo el mundo.
"Es posible lograr un futuro energético sostenible", dice la AIE en el informe presentado ayer en Tokio. El estudio Perspectivas sobre tecnología energética 2008 asegura que la clave está en la tecnología.
"Lo principal es una mayor eficiencia energética, la captura y almacenamiento de CO2, las fuentes renovables y la energía nuclear", sostiene. En este análisis, que traza posibles escenarios y estrategias hasta 2050 para reducir las emisiones, sostiene que la economía energética precisará "una revolución".
La AIE, formada por 27 países, estima que para lograr que en 2050 las emisiones sean las mismas que hoy sería necesario invertir US$ 17 millones al año (€ 10,8 millones). Pero este organismo asegura que esa reducción puede no ser suficiente.
Los líderes del G8 acordaron en 2007 considerar reducir las emisiones de CO2 en un 50% hasta 2050. Y la AIE lo toma como escenario. Para llegar a él la inversión debería ser US$ 1,1 billones (€ 700.000).
En ese escenario un 36% de la reducción se conseguiría con una mayor eficiencia del uso de la energía, un 21% con la utilización de energías renovables, el 19% con secuestro de CO2 y el 24% con la eficiencia en la generación de la energía.
"Las mejoras de la eficiencia energética en los edificios, los electrodomésticos, el transporte, la industria y la generación de electricidad representan los mayores ahorros y menos costosos", aseguran. Pero fundamentalmente habría que "descarbonizar" la generación de electricidad. A la creación de nucleares este organismo suma la construcción de 17.500 turbinas eólicas.
La AIE sostiene que "el paso más difícil y costoso" es reducir las emisiones del transporte. "Se espera que los biocombustibles bajos en carbono desempeñen una función significativa".
Lograr reducir a la mitad las emisiones de CO2 de 2010 a 2050 es un reto difícil pero no imposible para la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Pero sí costoso. Para lograrlo se precisará una inversión de al menos US$ 45 billones (€ 28 billones) y la combinación de las distintas energías existentes.
Al incremento del uso de fuentes renovables para la generación de electricidad, este organismo de la OCDE propone, entre otras cosas, la construcción de 32 plantas nucleares anuales de 2010 a 2050, es decir, unas 1.280 centrales nuevas. Algo que, aseguran, supondría un ahorro de CO2 de un 6%. Actualmente hay 435 reactores en operación y 30 en construcción en todo el mundo.
"Es posible lograr un futuro energético sostenible", dice la AIE en el informe presentado ayer en Tokio. El estudio Perspectivas sobre tecnología energética 2008 asegura que la clave está en la tecnología.
"Lo principal es una mayor eficiencia energética, la captura y almacenamiento de CO2, las fuentes renovables y la energía nuclear", sostiene. En este análisis, que traza posibles escenarios y estrategias hasta 2050 para reducir las emisiones, sostiene que la economía energética precisará "una revolución".
La AIE, formada por 27 países, estima que para lograr que en 2050 las emisiones sean las mismas que hoy sería necesario invertir US$ 17 millones al año (€ 10,8 millones). Pero este organismo asegura que esa reducción puede no ser suficiente.
Los líderes del G8 acordaron en 2007 considerar reducir las emisiones de CO2 en un 50% hasta 2050. Y la AIE lo toma como escenario. Para llegar a él la inversión debería ser US$ 1,1 billones (€ 700.000).
En ese escenario un 36% de la reducción se conseguiría con una mayor eficiencia del uso de la energía, un 21% con la utilización de energías renovables, el 19% con secuestro de CO2 y el 24% con la eficiencia en la generación de la energía.
"Las mejoras de la eficiencia energética en los edificios, los electrodomésticos, el transporte, la industria y la generación de electricidad representan los mayores ahorros y menos costosos", aseguran. Pero fundamentalmente habría que "descarbonizar" la generación de electricidad. A la creación de nucleares este organismo suma la construcción de 17.500 turbinas eólicas.
La AIE sostiene que "el paso más difícil y costoso" es reducir las emisiones del transporte. "Se espera que los biocombustibles bajos en carbono desempeñen una función significativa".
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G8: El debate sobre el cambio climático
Con la próxima cumbre, que tendrá lugar entre el 7 y el 9 de julio en Hokkaido (Japón), el cambio climático volverá a ocupar los primeros puestos en la agenda de los ocho grandes.
Entre las distintas posiciones, se buscará llegar a un compromiso compartido, sobre todo en vista del 2012, año en que caducan los acuerdos de Kyoto y será necesario pensar en nuevas pautas para clima y medioambiente.
Entre las distintas posiciones, se buscará llegar a un compromiso compartido, sobre todo en vista del 2012, año en que caducan los acuerdos de Kyoto y será necesario pensar en nuevas pautas para clima y medioambiente.
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Medio ambiente
G8: El debate sobre el cambio climático
Con la próxima cumbre, que tendrá lugar entre el 7 y el 9 de julio en Hokkaido (Japón), el cambio climático volverá a ocupar los primeros puestos en la agenda de los ocho grandes.
Entre las distintas posiciones, se buscará llegar a un compromiso compartido, sobre todo en vista del 2012, año en que caducan los acuerdos de Kyoto y será necesario pensar en nuevas pautas para clima y medioambiente.
Entre las distintas posiciones, se buscará llegar a un compromiso compartido, sobre todo en vista del 2012, año en que caducan los acuerdos de Kyoto y será necesario pensar en nuevas pautas para clima y medioambiente.
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viernes, marzo 14, 2008
Indígenas, los más amenazados por el cambio climático
Las minorías y grupos indígenas del mundo son los más amenazados por los efectos del cambio climático y los que menos ayuda reciben. Así lo indica un informe divulgado recientemente en Londres.
El Grupo Internacional sobre los Derechos de las Minorías (MRG según sus siglas en inglés) indica que las consecuencias del cambio climático ocurren con tal rapidez que a muchas comunidades les cuesta adaptarse y sobrevivir. Por otro lado, la ayuda internacional a estas poblaciones vulnerables es escasa o no llega a tiempo.
Emma Eastwood, directiva del MRG, en entrevista a Radio Nederland cita varios ejemplos. "En una región de la india, en 2007, se registraron inundaciones. Por lo menos, el 70 por ciento de los muertos pertenecía a la comunidad Dalit, esa población jamás recibió la visita de representantes del Gobierno y en ese sentido, sufrieron una forma de discriminación tras un desastre relacionado con el cambio climático".
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Indígenas, los más amenazados por el cambio climático
Las minorías y grupos indígenas del mundo son los más amenazados por los efectos del cambio climático y los que menos ayuda reciben. Así lo indica un informe divulgado recientemente en Londres.
El Grupo Internacional sobre los Derechos de las Minorías (MRG según sus siglas en inglés) indica que las consecuencias del cambio climático ocurren con tal rapidez que a muchas comunidades les cuesta adaptarse y sobrevivir. Por otro lado, la ayuda internacional a estas poblaciones vulnerables es escasa o no llega a tiempo.
Emma Eastwood, directiva del MRG, en entrevista a Radio Nederland cita varios ejemplos. "En una región de la india, en 2007, se registraron inundaciones. Por lo menos, el 70 por ciento de los muertos pertenecía a la comunidad Dalit, esa población jamás recibió la visita de representantes del Gobierno y en ese sentido, sufrieron una forma de discriminación tras un desastre relacionado con el cambio climático".
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viernes, enero 25, 2008
Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización
Por Stephen Leahy
TORONTO, ene (IPS) - Imagine que se encuentra en una nueva y gloriosa era, en la que todo lo que hace en un día normal es ayudar a estabilizar el clima y la población global, erradicar la pobreza y restaurar el dañado ecosistema del planeta. ¿Suena irreal? Mejor sería que no.
Es que eso es exactamente lo que se requiere para prevenir el fin de la sociedad humana tal como la conocemos, según el nuevo libro "Plan B 3.0: Mobilizing to Save Civilization", ("Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización").
La crisis es extremadamente seria y urgente y requiere un esfuerzo de movilización de las naciones similar al realizado durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), argumenta el autor, Lester Brown, presidente del centro de estudios Instituto para Políticas de la Tierra, con sede en Washington.
El cambio climático ocurre mucho más rápido de lo previsto por los científicos y el planeta sufrirá inevitablemente un incremento de la temperatura de por lo menos dos grados, dijo Brown a IPS, lo cual "nos colocará decididamente en la zona de peligro".
"Ninguno de los precandidatos presidenciales para las elecciones en Estados Unidos", que se realizarán el primer martes de noviembre, "plantea la urgencia del problema del cambio climático", agregó.
En su opinión, las emisiones de gases invernadero, parcialmente responsables del recalentamiento global, deben reducirse en 80 por ciento para 2020.
Se trata de una meta mucho más ambiciosa que la planteada por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que recibió en 2007 el premio Nobel de la Paz junto con el ex vicepresidente estadounidense Al Gore (1993-2001), quien recomendó un recorte de entre 25 y 40 por ciento respecto de los niveles de emisión de 1990.
Brown estima que los datos utilizados por el IPCC están desactualizados, ya que serían de hace dos años. Estudios más recientes indican que el cambio climático se está acelerando, dijo.
Aunque confía en que el IPCC modificará esa recomendación en su próximo informe, señaló que recién se difundirá en cinco o seis años. "Demasiado tarde, tenemos que actuar ya", aseguró.
El Plan B 3.0 de Brown recomienda medidas para llegar a 80 por ciento de reducción en las emisiones, que se basan fuertemente en el uso eficiente de la energía, las fuentes renovables y la expansión del "escudo" de árboles del planeta.
La energía eólica puede cubrir 40 por ciento de la demanda mundial con la instalación de 1,5 millones de nuevas turbinas de viento de dos megavatios. Aunque el número parece elevado, señaló Brown, se producen cada año 65 millones de automóviles en Estados Unidos.
Además, hay muchas líneas de montaje de vehículos inactivas en América del Norte y otras regiones, que podrían reconvertirse para producir turbinas de viento, agregó.
El meridional estado estadounidense de Texas planifica dotarse de 23.000 megavatios generados por energía eólica. Es el equivalente a la producción de 23 usinas que emplean carbón y suficiente para proveer energía eléctrica a 11 millones de personas, la mitad de la población de ese territorio, indicó Brown.
Estima que un alumbrado más eficiente puede reducir el uso mundial de electricidad en 12 por ciento, que permitiría cerrar 705 de las existentes 2.370 usinas alimentadas con carbón.
En Estados Unidos, los edificios comerciales y residenciales son responsables por 40 por ciento de las emisiones de carbono. El siguiente paso debe apuntar a generar electricidad de forma no contaminante para la calefacción, refrigerar y alumbrar las viviendas, afirmó.
Brown señaló que otra medida que debe adoptarse es cambiar el "combustible" humano de una dieta basada en la carne a otra vegetariana, porque esta última requiere un 25 por ciento de la energía que demanda la crianza y faena de animales.
Asimismo, cuestiona duramente el empleo de biocombustibles que se producen empleando granos como el maíz y la soja, ya que empujan al alza los precios de estos alimentos y pueden provocar una escasez de comida desastrosa para los pobres del mundo.
El crecimiento demográfico ejerce una enorme presión sobre los países en desarrollo. La adición anual de 70 millones de personas a la población mundial, señaló Brown, se concentra en naciones donde las reservas de agua se están agotando y los pozos se secan, las área boscosas se reducen, los suelos se degradan y los campos de pastura de vuelven desiertos.
Paralelamente, en sintonía con el agravamiento de estos problemas, gobiernos débiles como los de Haití, Pakistán, República Democrática de Congo, Somalia y Sudán comenzaron a desmoronarse, agregó.
Año tras año aumenta el número de "Estados inviables", que constituyen un "alerta temprana de la caída de una civilización", comentó Brown.
El aumento en el precio del petróleo debe añadirse a la lista de problemas. Los países ricos tendrán todo el que necesiten, mientras que los pobres deberán reducir su consumo.
"El crecimiento poblacional y la pobreza demandan una atención especial del mundo desarrollado. Por primera vez en la historia tenemos los recursos para encarar adecuadamente esos desafíos", aseguró Brown.
Asimismo, propone un impuesto mundial a los combustibles fósiles, que se incrementaría 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, hasta llegar a los 240 dólares por tonelada. Esta "tasa al carbono" sería compensada con una reducción en el impuesto a las ganancias.
Así se desalentaría el consumo de combustibles fósiles y se estimularía el uso de fuentes renovables de energía, argumentó.
Aunque las soluciones están al alcance de la mano, no existe una toma de conciencia sobre los riesgos que amenazan a la civilización ni la voluntad para tomar medidas.
"Salvar a la civilización no es un deporte para espectadores", dijo Brown. "Hemos llegado a un punto en el que la deteriorada relación entre nosotros y los sistemas naturales del planeta nos convierte a todos en activistas", agregó.
La velocidad es esencial. "Podemos cambiar nuestro estilo de vida, pero si no reestructuramos rápidamente la economía vamos a fracasar. El tiempo es nuestro recurso más escaso", concluyó.
TORONTO, ene (IPS) - Imagine que se encuentra en una nueva y gloriosa era, en la que todo lo que hace en un día normal es ayudar a estabilizar el clima y la población global, erradicar la pobreza y restaurar el dañado ecosistema del planeta. ¿Suena irreal? Mejor sería que no.
Es que eso es exactamente lo que se requiere para prevenir el fin de la sociedad humana tal como la conocemos, según el nuevo libro "Plan B 3.0: Mobilizing to Save Civilization", ("Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización").
La crisis es extremadamente seria y urgente y requiere un esfuerzo de movilización de las naciones similar al realizado durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), argumenta el autor, Lester Brown, presidente del centro de estudios Instituto para Políticas de la Tierra, con sede en Washington.
El cambio climático ocurre mucho más rápido de lo previsto por los científicos y el planeta sufrirá inevitablemente un incremento de la temperatura de por lo menos dos grados, dijo Brown a IPS, lo cual "nos colocará decididamente en la zona de peligro".
"Ninguno de los precandidatos presidenciales para las elecciones en Estados Unidos", que se realizarán el primer martes de noviembre, "plantea la urgencia del problema del cambio climático", agregó.
En su opinión, las emisiones de gases invernadero, parcialmente responsables del recalentamiento global, deben reducirse en 80 por ciento para 2020.
Se trata de una meta mucho más ambiciosa que la planteada por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que recibió en 2007 el premio Nobel de la Paz junto con el ex vicepresidente estadounidense Al Gore (1993-2001), quien recomendó un recorte de entre 25 y 40 por ciento respecto de los niveles de emisión de 1990.
Brown estima que los datos utilizados por el IPCC están desactualizados, ya que serían de hace dos años. Estudios más recientes indican que el cambio climático se está acelerando, dijo.
Aunque confía en que el IPCC modificará esa recomendación en su próximo informe, señaló que recién se difundirá en cinco o seis años. "Demasiado tarde, tenemos que actuar ya", aseguró.
El Plan B 3.0 de Brown recomienda medidas para llegar a 80 por ciento de reducción en las emisiones, que se basan fuertemente en el uso eficiente de la energía, las fuentes renovables y la expansión del "escudo" de árboles del planeta.
La energía eólica puede cubrir 40 por ciento de la demanda mundial con la instalación de 1,5 millones de nuevas turbinas de viento de dos megavatios. Aunque el número parece elevado, señaló Brown, se producen cada año 65 millones de automóviles en Estados Unidos.
Además, hay muchas líneas de montaje de vehículos inactivas en América del Norte y otras regiones, que podrían reconvertirse para producir turbinas de viento, agregó.
El meridional estado estadounidense de Texas planifica dotarse de 23.000 megavatios generados por energía eólica. Es el equivalente a la producción de 23 usinas que emplean carbón y suficiente para proveer energía eléctrica a 11 millones de personas, la mitad de la población de ese territorio, indicó Brown.
Estima que un alumbrado más eficiente puede reducir el uso mundial de electricidad en 12 por ciento, que permitiría cerrar 705 de las existentes 2.370 usinas alimentadas con carbón.
En Estados Unidos, los edificios comerciales y residenciales son responsables por 40 por ciento de las emisiones de carbono. El siguiente paso debe apuntar a generar electricidad de forma no contaminante para la calefacción, refrigerar y alumbrar las viviendas, afirmó.
Brown señaló que otra medida que debe adoptarse es cambiar el "combustible" humano de una dieta basada en la carne a otra vegetariana, porque esta última requiere un 25 por ciento de la energía que demanda la crianza y faena de animales.
Asimismo, cuestiona duramente el empleo de biocombustibles que se producen empleando granos como el maíz y la soja, ya que empujan al alza los precios de estos alimentos y pueden provocar una escasez de comida desastrosa para los pobres del mundo.
El crecimiento demográfico ejerce una enorme presión sobre los países en desarrollo. La adición anual de 70 millones de personas a la población mundial, señaló Brown, se concentra en naciones donde las reservas de agua se están agotando y los pozos se secan, las área boscosas se reducen, los suelos se degradan y los campos de pastura de vuelven desiertos.
Paralelamente, en sintonía con el agravamiento de estos problemas, gobiernos débiles como los de Haití, Pakistán, República Democrática de Congo, Somalia y Sudán comenzaron a desmoronarse, agregó.
Año tras año aumenta el número de "Estados inviables", que constituyen un "alerta temprana de la caída de una civilización", comentó Brown.
El aumento en el precio del petróleo debe añadirse a la lista de problemas. Los países ricos tendrán todo el que necesiten, mientras que los pobres deberán reducir su consumo.
"El crecimiento poblacional y la pobreza demandan una atención especial del mundo desarrollado. Por primera vez en la historia tenemos los recursos para encarar adecuadamente esos desafíos", aseguró Brown.
Asimismo, propone un impuesto mundial a los combustibles fósiles, que se incrementaría 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, hasta llegar a los 240 dólares por tonelada. Esta "tasa al carbono" sería compensada con una reducción en el impuesto a las ganancias.
Así se desalentaría el consumo de combustibles fósiles y se estimularía el uso de fuentes renovables de energía, argumentó.
Aunque las soluciones están al alcance de la mano, no existe una toma de conciencia sobre los riesgos que amenazan a la civilización ni la voluntad para tomar medidas.
"Salvar a la civilización no es un deporte para espectadores", dijo Brown. "Hemos llegado a un punto en el que la deteriorada relación entre nosotros y los sistemas naturales del planeta nos convierte a todos en activistas", agregó.
La velocidad es esencial. "Podemos cambiar nuestro estilo de vida, pero si no reestructuramos rápidamente la economía vamos a fracasar. El tiempo es nuestro recurso más escaso", concluyó.
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Cambio climático,
Medio ambiente,
Mercado de Carbono
Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización
Por Stephen Leahy
TORONTO, ene (IPS) - Imagine que se encuentra en una nueva y gloriosa era, en la que todo lo que hace en un día normal es ayudar a estabilizar el clima y la población global, erradicar la pobreza y restaurar el dañado ecosistema del planeta. ¿Suena irreal? Mejor sería que no.
Es que eso es exactamente lo que se requiere para prevenir el fin de la sociedad humana tal como la conocemos, según el nuevo libro "Plan B 3.0: Mobilizing to Save Civilization", ("Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización").
La crisis es extremadamente seria y urgente y requiere un esfuerzo de movilización de las naciones similar al realizado durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), argumenta el autor, Lester Brown, presidente del centro de estudios Instituto para Políticas de la Tierra, con sede en Washington.
El cambio climático ocurre mucho más rápido de lo previsto por los científicos y el planeta sufrirá inevitablemente un incremento de la temperatura de por lo menos dos grados, dijo Brown a IPS, lo cual "nos colocará decididamente en la zona de peligro".
"Ninguno de los precandidatos presidenciales para las elecciones en Estados Unidos", que se realizarán el primer martes de noviembre, "plantea la urgencia del problema del cambio climático", agregó.
En su opinión, las emisiones de gases invernadero, parcialmente responsables del recalentamiento global, deben reducirse en 80 por ciento para 2020.
Se trata de una meta mucho más ambiciosa que la planteada por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que recibió en 2007 el premio Nobel de la Paz junto con el ex vicepresidente estadounidense Al Gore (1993-2001), quien recomendó un recorte de entre 25 y 40 por ciento respecto de los niveles de emisión de 1990.
Brown estima que los datos utilizados por el IPCC están desactualizados, ya que serían de hace dos años. Estudios más recientes indican que el cambio climático se está acelerando, dijo.
Aunque confía en que el IPCC modificará esa recomendación en su próximo informe, señaló que recién se difundirá en cinco o seis años. "Demasiado tarde, tenemos que actuar ya", aseguró.
El Plan B 3.0 de Brown recomienda medidas para llegar a 80 por ciento de reducción en las emisiones, que se basan fuertemente en el uso eficiente de la energía, las fuentes renovables y la expansión del "escudo" de árboles del planeta.
La energía eólica puede cubrir 40 por ciento de la demanda mundial con la instalación de 1,5 millones de nuevas turbinas de viento de dos megavatios. Aunque el número parece elevado, señaló Brown, se producen cada año 65 millones de automóviles en Estados Unidos.
Además, hay muchas líneas de montaje de vehículos inactivas en América del Norte y otras regiones, que podrían reconvertirse para producir turbinas de viento, agregó.
El meridional estado estadounidense de Texas planifica dotarse de 23.000 megavatios generados por energía eólica. Es el equivalente a la producción de 23 usinas que emplean carbón y suficiente para proveer energía eléctrica a 11 millones de personas, la mitad de la población de ese territorio, indicó Brown.
Estima que un alumbrado más eficiente puede reducir el uso mundial de electricidad en 12 por ciento, que permitiría cerrar 705 de las existentes 2.370 usinas alimentadas con carbón.
En Estados Unidos, los edificios comerciales y residenciales son responsables por 40 por ciento de las emisiones de carbono. El siguiente paso debe apuntar a generar electricidad de forma no contaminante para la calefacción, refrigerar y alumbrar las viviendas, afirmó.
Brown señaló que otra medida que debe adoptarse es cambiar el "combustible" humano de una dieta basada en la carne a otra vegetariana, porque esta última requiere un 25 por ciento de la energía que demanda la crianza y faena de animales.
Asimismo, cuestiona duramente el empleo de biocombustibles que se producen empleando granos como el maíz y la soja, ya que empujan al alza los precios de estos alimentos y pueden provocar una escasez de comida desastrosa para los pobres del mundo.
El crecimiento demográfico ejerce una enorme presión sobre los países en desarrollo. La adición anual de 70 millones de personas a la población mundial, señaló Brown, se concentra en naciones donde las reservas de agua se están agotando y los pozos se secan, las área boscosas se reducen, los suelos se degradan y los campos de pastura de vuelven desiertos.
Paralelamente, en sintonía con el agravamiento de estos problemas, gobiernos débiles como los de Haití, Pakistán, República Democrática de Congo, Somalia y Sudán comenzaron a desmoronarse, agregó.
Año tras año aumenta el número de "Estados inviables", que constituyen un "alerta temprana de la caída de una civilización", comentó Brown.
El aumento en el precio del petróleo debe añadirse a la lista de problemas. Los países ricos tendrán todo el que necesiten, mientras que los pobres deberán reducir su consumo.
"El crecimiento poblacional y la pobreza demandan una atención especial del mundo desarrollado. Por primera vez en la historia tenemos los recursos para encarar adecuadamente esos desafíos", aseguró Brown.
Asimismo, propone un impuesto mundial a los combustibles fósiles, que se incrementaría 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, hasta llegar a los 240 dólares por tonelada. Esta "tasa al carbono" sería compensada con una reducción en el impuesto a las ganancias.
Así se desalentaría el consumo de combustibles fósiles y se estimularía el uso de fuentes renovables de energía, argumentó.
Aunque las soluciones están al alcance de la mano, no existe una toma de conciencia sobre los riesgos que amenazan a la civilización ni la voluntad para tomar medidas.
"Salvar a la civilización no es un deporte para espectadores", dijo Brown. "Hemos llegado a un punto en el que la deteriorada relación entre nosotros y los sistemas naturales del planeta nos convierte a todos en activistas", agregó.
La velocidad es esencial. "Podemos cambiar nuestro estilo de vida, pero si no reestructuramos rápidamente la economía vamos a fracasar. El tiempo es nuestro recurso más escaso", concluyó.
TORONTO, ene (IPS) - Imagine que se encuentra en una nueva y gloriosa era, en la que todo lo que hace en un día normal es ayudar a estabilizar el clima y la población global, erradicar la pobreza y restaurar el dañado ecosistema del planeta. ¿Suena irreal? Mejor sería que no.
Es que eso es exactamente lo que se requiere para prevenir el fin de la sociedad humana tal como la conocemos, según el nuevo libro "Plan B 3.0: Mobilizing to Save Civilization", ("Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización").
La crisis es extremadamente seria y urgente y requiere un esfuerzo de movilización de las naciones similar al realizado durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), argumenta el autor, Lester Brown, presidente del centro de estudios Instituto para Políticas de la Tierra, con sede en Washington.
El cambio climático ocurre mucho más rápido de lo previsto por los científicos y el planeta sufrirá inevitablemente un incremento de la temperatura de por lo menos dos grados, dijo Brown a IPS, lo cual "nos colocará decididamente en la zona de peligro".
"Ninguno de los precandidatos presidenciales para las elecciones en Estados Unidos", que se realizarán el primer martes de noviembre, "plantea la urgencia del problema del cambio climático", agregó.
En su opinión, las emisiones de gases invernadero, parcialmente responsables del recalentamiento global, deben reducirse en 80 por ciento para 2020.
Se trata de una meta mucho más ambiciosa que la planteada por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que recibió en 2007 el premio Nobel de la Paz junto con el ex vicepresidente estadounidense Al Gore (1993-2001), quien recomendó un recorte de entre 25 y 40 por ciento respecto de los niveles de emisión de 1990.
Brown estima que los datos utilizados por el IPCC están desactualizados, ya que serían de hace dos años. Estudios más recientes indican que el cambio climático se está acelerando, dijo.
Aunque confía en que el IPCC modificará esa recomendación en su próximo informe, señaló que recién se difundirá en cinco o seis años. "Demasiado tarde, tenemos que actuar ya", aseguró.
El Plan B 3.0 de Brown recomienda medidas para llegar a 80 por ciento de reducción en las emisiones, que se basan fuertemente en el uso eficiente de la energía, las fuentes renovables y la expansión del "escudo" de árboles del planeta.
La energía eólica puede cubrir 40 por ciento de la demanda mundial con la instalación de 1,5 millones de nuevas turbinas de viento de dos megavatios. Aunque el número parece elevado, señaló Brown, se producen cada año 65 millones de automóviles en Estados Unidos.
Además, hay muchas líneas de montaje de vehículos inactivas en América del Norte y otras regiones, que podrían reconvertirse para producir turbinas de viento, agregó.
El meridional estado estadounidense de Texas planifica dotarse de 23.000 megavatios generados por energía eólica. Es el equivalente a la producción de 23 usinas que emplean carbón y suficiente para proveer energía eléctrica a 11 millones de personas, la mitad de la población de ese territorio, indicó Brown.
Estima que un alumbrado más eficiente puede reducir el uso mundial de electricidad en 12 por ciento, que permitiría cerrar 705 de las existentes 2.370 usinas alimentadas con carbón.
En Estados Unidos, los edificios comerciales y residenciales son responsables por 40 por ciento de las emisiones de carbono. El siguiente paso debe apuntar a generar electricidad de forma no contaminante para la calefacción, refrigerar y alumbrar las viviendas, afirmó.
Brown señaló que otra medida que debe adoptarse es cambiar el "combustible" humano de una dieta basada en la carne a otra vegetariana, porque esta última requiere un 25 por ciento de la energía que demanda la crianza y faena de animales.
Asimismo, cuestiona duramente el empleo de biocombustibles que se producen empleando granos como el maíz y la soja, ya que empujan al alza los precios de estos alimentos y pueden provocar una escasez de comida desastrosa para los pobres del mundo.
El crecimiento demográfico ejerce una enorme presión sobre los países en desarrollo. La adición anual de 70 millones de personas a la población mundial, señaló Brown, se concentra en naciones donde las reservas de agua se están agotando y los pozos se secan, las área boscosas se reducen, los suelos se degradan y los campos de pastura de vuelven desiertos.
Paralelamente, en sintonía con el agravamiento de estos problemas, gobiernos débiles como los de Haití, Pakistán, República Democrática de Congo, Somalia y Sudán comenzaron a desmoronarse, agregó.
Año tras año aumenta el número de "Estados inviables", que constituyen un "alerta temprana de la caída de una civilización", comentó Brown.
El aumento en el precio del petróleo debe añadirse a la lista de problemas. Los países ricos tendrán todo el que necesiten, mientras que los pobres deberán reducir su consumo.
"El crecimiento poblacional y la pobreza demandan una atención especial del mundo desarrollado. Por primera vez en la historia tenemos los recursos para encarar adecuadamente esos desafíos", aseguró Brown.
Asimismo, propone un impuesto mundial a los combustibles fósiles, que se incrementaría 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, hasta llegar a los 240 dólares por tonelada. Esta "tasa al carbono" sería compensada con una reducción en el impuesto a las ganancias.
Así se desalentaría el consumo de combustibles fósiles y se estimularía el uso de fuentes renovables de energía, argumentó.
Aunque las soluciones están al alcance de la mano, no existe una toma de conciencia sobre los riesgos que amenazan a la civilización ni la voluntad para tomar medidas.
"Salvar a la civilización no es un deporte para espectadores", dijo Brown. "Hemos llegado a un punto en el que la deteriorada relación entre nosotros y los sistemas naturales del planeta nos convierte a todos en activistas", agregó.
La velocidad es esencial. "Podemos cambiar nuestro estilo de vida, pero si no reestructuramos rápidamente la economía vamos a fracasar. El tiempo es nuestro recurso más escaso", concluyó.
Etiquetas:
Calentamiento,
Cambio climático,
Medio ambiente,
Mercado de Carbono
Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización
Por Stephen Leahy
TORONTO, ene (IPS) - Imagine que se encuentra en una nueva y gloriosa era, en la que todo lo que hace en un día normal es ayudar a estabilizar el clima y la población global, erradicar la pobreza y restaurar el dañado ecosistema del planeta. ¿Suena irreal? Mejor sería que no.
Es que eso es exactamente lo que se requiere para prevenir el fin de la sociedad humana tal como la conocemos, según el nuevo libro "Plan B 3.0: Mobilizing to Save Civilization", ("Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización").
La crisis es extremadamente seria y urgente y requiere un esfuerzo de movilización de las naciones similar al realizado durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), argumenta el autor, Lester Brown, presidente del centro de estudios Instituto para Políticas de la Tierra, con sede en Washington.
El cambio climático ocurre mucho más rápido de lo previsto por los científicos y el planeta sufrirá inevitablemente un incremento de la temperatura de por lo menos dos grados, dijo Brown a IPS, lo cual "nos colocará decididamente en la zona de peligro".
"Ninguno de los precandidatos presidenciales para las elecciones en Estados Unidos", que se realizarán el primer martes de noviembre, "plantea la urgencia del problema del cambio climático", agregó.
En su opinión, las emisiones de gases invernadero, parcialmente responsables del recalentamiento global, deben reducirse en 80 por ciento para 2020.
Se trata de una meta mucho más ambiciosa que la planteada por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que recibió en 2007 el premio Nobel de la Paz junto con el ex vicepresidente estadounidense Al Gore (1993-2001), quien recomendó un recorte de entre 25 y 40 por ciento respecto de los niveles de emisión de 1990.
Brown estima que los datos utilizados por el IPCC están desactualizados, ya que serían de hace dos años. Estudios más recientes indican que el cambio climático se está acelerando, dijo.
Aunque confía en que el IPCC modificará esa recomendación en su próximo informe, señaló que recién se difundirá en cinco o seis años. "Demasiado tarde, tenemos que actuar ya", aseguró.
El Plan B 3.0 de Brown recomienda medidas para llegar a 80 por ciento de reducción en las emisiones, que se basan fuertemente en el uso eficiente de la energía, las fuentes renovables y la expansión del "escudo" de árboles del planeta.
La energía eólica puede cubrir 40 por ciento de la demanda mundial con la instalación de 1,5 millones de nuevas turbinas de viento de dos megavatios. Aunque el número parece elevado, señaló Brown, se producen cada año 65 millones de automóviles en Estados Unidos.
Además, hay muchas líneas de montaje de vehículos inactivas en América del Norte y otras regiones, que podrían reconvertirse para producir turbinas de viento, agregó.
El meridional estado estadounidense de Texas planifica dotarse de 23.000 megavatios generados por energía eólica. Es el equivalente a la producción de 23 usinas que emplean carbón y suficiente para proveer energía eléctrica a 11 millones de personas, la mitad de la población de ese territorio, indicó Brown.
Estima que un alumbrado más eficiente puede reducir el uso mundial de electricidad en 12 por ciento, que permitiría cerrar 705 de las existentes 2.370 usinas alimentadas con carbón.
En Estados Unidos, los edificios comerciales y residenciales son responsables por 40 por ciento de las emisiones de carbono. El siguiente paso debe apuntar a generar electricidad de forma no contaminante para la calefacción, refrigerar y alumbrar las viviendas, afirmó.
Brown señaló que otra medida que debe adoptarse es cambiar el "combustible" humano de una dieta basada en la carne a otra vegetariana, porque esta última requiere un 25 por ciento de la energía que demanda la crianza y faena de animales.
Asimismo, cuestiona duramente el empleo de biocombustibles que se producen empleando granos como el maíz y la soja, ya que empujan al alza los precios de estos alimentos y pueden provocar una escasez de comida desastrosa para los pobres del mundo.
El crecimiento demográfico ejerce una enorme presión sobre los países en desarrollo. La adición anual de 70 millones de personas a la población mundial, señaló Brown, se concentra en naciones donde las reservas de agua se están agotando y los pozos se secan, las área boscosas se reducen, los suelos se degradan y los campos de pastura de vuelven desiertos.
Paralelamente, en sintonía con el agravamiento de estos problemas, gobiernos débiles como los de Haití, Pakistán, República Democrática de Congo, Somalia y Sudán comenzaron a desmoronarse, agregó.
Año tras año aumenta el número de "Estados inviables", que constituyen un "alerta temprana de la caída de una civilización", comentó Brown.
El aumento en el precio del petróleo debe añadirse a la lista de problemas. Los países ricos tendrán todo el que necesiten, mientras que los pobres deberán reducir su consumo.
"El crecimiento poblacional y la pobreza demandan una atención especial del mundo desarrollado. Por primera vez en la historia tenemos los recursos para encarar adecuadamente esos desafíos", aseguró Brown.
Asimismo, propone un impuesto mundial a los combustibles fósiles, que se incrementaría 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, hasta llegar a los 240 dólares por tonelada. Esta "tasa al carbono" sería compensada con una reducción en el impuesto a las ganancias.
Así se desalentaría el consumo de combustibles fósiles y se estimularía el uso de fuentes renovables de energía, argumentó.
Aunque las soluciones están al alcance de la mano, no existe una toma de conciencia sobre los riesgos que amenazan a la civilización ni la voluntad para tomar medidas.
"Salvar a la civilización no es un deporte para espectadores", dijo Brown. "Hemos llegado a un punto en el que la deteriorada relación entre nosotros y los sistemas naturales del planeta nos convierte a todos en activistas", agregó.
La velocidad es esencial. "Podemos cambiar nuestro estilo de vida, pero si no reestructuramos rápidamente la economía vamos a fracasar. El tiempo es nuestro recurso más escaso", concluyó.
TORONTO, ene (IPS) - Imagine que se encuentra en una nueva y gloriosa era, en la que todo lo que hace en un día normal es ayudar a estabilizar el clima y la población global, erradicar la pobreza y restaurar el dañado ecosistema del planeta. ¿Suena irreal? Mejor sería que no.
Es que eso es exactamente lo que se requiere para prevenir el fin de la sociedad humana tal como la conocemos, según el nuevo libro "Plan B 3.0: Mobilizing to Save Civilization", ("Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización").
La crisis es extremadamente seria y urgente y requiere un esfuerzo de movilización de las naciones similar al realizado durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), argumenta el autor, Lester Brown, presidente del centro de estudios Instituto para Políticas de la Tierra, con sede en Washington.
El cambio climático ocurre mucho más rápido de lo previsto por los científicos y el planeta sufrirá inevitablemente un incremento de la temperatura de por lo menos dos grados, dijo Brown a IPS, lo cual "nos colocará decididamente en la zona de peligro".
"Ninguno de los precandidatos presidenciales para las elecciones en Estados Unidos", que se realizarán el primer martes de noviembre, "plantea la urgencia del problema del cambio climático", agregó.
En su opinión, las emisiones de gases invernadero, parcialmente responsables del recalentamiento global, deben reducirse en 80 por ciento para 2020.
Se trata de una meta mucho más ambiciosa que la planteada por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que recibió en 2007 el premio Nobel de la Paz junto con el ex vicepresidente estadounidense Al Gore (1993-2001), quien recomendó un recorte de entre 25 y 40 por ciento respecto de los niveles de emisión de 1990.
Brown estima que los datos utilizados por el IPCC están desactualizados, ya que serían de hace dos años. Estudios más recientes indican que el cambio climático se está acelerando, dijo.
Aunque confía en que el IPCC modificará esa recomendación en su próximo informe, señaló que recién se difundirá en cinco o seis años. "Demasiado tarde, tenemos que actuar ya", aseguró.
El Plan B 3.0 de Brown recomienda medidas para llegar a 80 por ciento de reducción en las emisiones, que se basan fuertemente en el uso eficiente de la energía, las fuentes renovables y la expansión del "escudo" de árboles del planeta.
La energía eólica puede cubrir 40 por ciento de la demanda mundial con la instalación de 1,5 millones de nuevas turbinas de viento de dos megavatios. Aunque el número parece elevado, señaló Brown, se producen cada año 65 millones de automóviles en Estados Unidos.
Además, hay muchas líneas de montaje de vehículos inactivas en América del Norte y otras regiones, que podrían reconvertirse para producir turbinas de viento, agregó.
El meridional estado estadounidense de Texas planifica dotarse de 23.000 megavatios generados por energía eólica. Es el equivalente a la producción de 23 usinas que emplean carbón y suficiente para proveer energía eléctrica a 11 millones de personas, la mitad de la población de ese territorio, indicó Brown.
Estima que un alumbrado más eficiente puede reducir el uso mundial de electricidad en 12 por ciento, que permitiría cerrar 705 de las existentes 2.370 usinas alimentadas con carbón.
En Estados Unidos, los edificios comerciales y residenciales son responsables por 40 por ciento de las emisiones de carbono. El siguiente paso debe apuntar a generar electricidad de forma no contaminante para la calefacción, refrigerar y alumbrar las viviendas, afirmó.
Brown señaló que otra medida que debe adoptarse es cambiar el "combustible" humano de una dieta basada en la carne a otra vegetariana, porque esta última requiere un 25 por ciento de la energía que demanda la crianza y faena de animales.
Asimismo, cuestiona duramente el empleo de biocombustibles que se producen empleando granos como el maíz y la soja, ya que empujan al alza los precios de estos alimentos y pueden provocar una escasez de comida desastrosa para los pobres del mundo.
El crecimiento demográfico ejerce una enorme presión sobre los países en desarrollo. La adición anual de 70 millones de personas a la población mundial, señaló Brown, se concentra en naciones donde las reservas de agua se están agotando y los pozos se secan, las área boscosas se reducen, los suelos se degradan y los campos de pastura de vuelven desiertos.
Paralelamente, en sintonía con el agravamiento de estos problemas, gobiernos débiles como los de Haití, Pakistán, República Democrática de Congo, Somalia y Sudán comenzaron a desmoronarse, agregó.
Año tras año aumenta el número de "Estados inviables", que constituyen un "alerta temprana de la caída de una civilización", comentó Brown.
El aumento en el precio del petróleo debe añadirse a la lista de problemas. Los países ricos tendrán todo el que necesiten, mientras que los pobres deberán reducir su consumo.
"El crecimiento poblacional y la pobreza demandan una atención especial del mundo desarrollado. Por primera vez en la historia tenemos los recursos para encarar adecuadamente esos desafíos", aseguró Brown.
Asimismo, propone un impuesto mundial a los combustibles fósiles, que se incrementaría 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, hasta llegar a los 240 dólares por tonelada. Esta "tasa al carbono" sería compensada con una reducción en el impuesto a las ganancias.
Así se desalentaría el consumo de combustibles fósiles y se estimularía el uso de fuentes renovables de energía, argumentó.
Aunque las soluciones están al alcance de la mano, no existe una toma de conciencia sobre los riesgos que amenazan a la civilización ni la voluntad para tomar medidas.
"Salvar a la civilización no es un deporte para espectadores", dijo Brown. "Hemos llegado a un punto en el que la deteriorada relación entre nosotros y los sistemas naturales del planeta nos convierte a todos en activistas", agregó.
La velocidad es esencial. "Podemos cambiar nuestro estilo de vida, pero si no reestructuramos rápidamente la economía vamos a fracasar. El tiempo es nuestro recurso más escaso", concluyó.
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Calentamiento,
Cambio climático,
Medio ambiente,
Mercado de Carbono
CAMBIO CLIMÁTICO: Grandes negocios se nutren de poco carbono
Por Stephen Leahy
Al parecer inevitable un impuesto sobre las emisiones de carbono, algunas de las corporaciones más grandes del mundo pedirán a sus proveedores que informen sobre sus emisiones como parte de futuros esfuerzos de reducción.
"Los inversores demandan que las compañías sepan cuáles son sus emisiones de carbono y los consumidores quieren que las compañías sean verdes", dijo Paul Dickinson, presidente del Proyecto de Revelación de Carbono (CDP, por sus siglas en inglés), una organización independiente sin fines de lucro en Gran Bretaña que está coordinando el esfuerzo.
"Se avecina un precio global para el carbono, y estamos ayudando a las empresas a prepararse para operar en un mundo limitado por el carbono", dijo Dickinson a IPS.
Las emisiones generadas por la quema de combustibles fósiles como el carbón, el gas y el petróleo están causando el cambio climático, que resulta en daños y pérdidas de miles de millones de dólares debido a tormentas más intensas, temperaturas más elevadas y más inundaciones, entre otros factores.
Muchos economistas y expertos en política reconocen que, a menos que quienes generan emisiones de carbono sean obligados a pagar un alto precio por ellas, la mayoría no cambiará su modo de operar.
En su nuevo libro, "Plan B 3.0: Mobilising to Save Civilisation" ("Plan B 3.0: Movilizándose para salvar a la civilización"), Lester Brown, presidente del Instituto para las Políticas de la Tierra, con sede en Washington, recomendó un aumento de los impuestos al carbono de 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, estabilizándose en 240 dólares por tonelada.
Ese impuesto se compensará en cada etapa con una reducción en los impuestos a los ingresos para desalentar el uso de combustibles fósiles y estimular las inversiones en fuentes renovables de energía.
Pero pocas firmas saben cuáles son sus emisiones de carbono, porque no hay ninguna razón que los obligue a medirlas, observó Dickinson.
"Estamos intentando cambiar eso porque, si las compañías no miden sus emisiones, no pueden manejarlas", dijo.
Cada una de las 11 corporaciones que participan en la Colaboración del Liderazgo de la Cadena de Suministro (SCLC, por sus siglas en inglés) le pedirá a hasta 50 proveedores que completen una solicitud de información estandarizada que sea probada en el primer trimestre de 2008.
El objetivo del Proyecto de Revelación de Carbono es ampliar la SCLC y terminar involucrando a decenas de miles de compañías de la cadena de suministro, así como ayudar a las grandes empresas y proveedores a desarrollar estrategias para reducir sus emisiones de carbono.
El Proyecto de Revelación de Carbono está creando un enfoque único y estandarizado para proporcionar un intercambio clave de información climática a través de sus cadenas de suministro.
"Ésta es la fase uno de un esfuerzo mayor que se concretará luego para medir las emisiones de todos los proveedores", señaló Dickinson.
Los participantes de este primer proyecto piloto incluyen a Dell, Hewlett Packard, L'Oreal, PepsiCo, Cadbury Schweppes, Nestlé, Procter & Gamble, Tesco, Imperial Tobacco y Unilever.
"Nuestra asociación con el Proyecto de Revelación de Carbono en la SCLC nos dará una oportunidad tremenda de ayudar a reducir no sólo nuestras propias emisiones de carbono sino, en última instancia, las de nuestra cadena de suministro", expresó en una declaración escrita Tod Arbogast, director de empresas sustentables en Dell.
Los resultados del proyecto piloto refinarán el proceso y posibilitarán que grandes empresas trabajen para manejar sus emisiones totales de carbono, dado que el primer paso para reducir las emisiones totales es medir su tamaño. Luego, tanto las grandes compañías como sus proveedores pueden trabajar juntos para desarrollar esas estrategias con el fin de reducir sus emisiones.
"Muchos de los participantes se dan cuenta de que reducir las emisiones siendo más eficientes desde el punto de vista energético disminuye los costos de la energía", destacó Dickinson.
Los inversores institucionales se encuentran entre quienes respaldan al Proyecto de Revelación de Carbono porque saben que el cambio climático está modificando la manera en cómo operan las empresas. Aunque muchas firmas europeas se dan cuenta de esto, menos de la mitad de las más grandes de Estados Unidos se toman muy en serio el cambio climático, según un estudio realizado hace un año por Ceres y el Calvert Group.
Y la mayoría de los bancos del mundo no lograron hacer que sus mentes colectivas se adaptaran a la nueva realidad del siglo XXI y continuaran invirtiendo en centrales alimentadas a carbón, o el desarrollo de arenas alquitranadas canadienses, dos importantes fuentes de gases de efecto invernadero.
"Cada vez más bancos se dan cuenta de que el cambio climático es un asunto de grandes empresas, pero sus respuestas hasta ahora son la punta del iceberg de lo que se necesita para hacer frente a este colosal desafío global", dijo Mindy Lubber, presidenta de Ceres, que este mes publicó un nuevo informe sobre el sector bancario.
El informe, "Gobernanza corporativa y cambio climático: El sector bancario", que estudió los casos de 40 bancos y empresas de servicios financieros del mundo, reveló que alrededor de la mitad ofrecían fondos específicos para el clima y productos similares.
La clave para hacer que los bancos dejen de invertir en combustibles fósiles y proyectos que generan grandes emisiones de carbono es ponerles un precio a esas emisiones, enfatizó Lubber.
"Si el carbono no tiene un precio, es la señal equivocada. Y los bancos y los fondos de pensión necesitan señales adecuadas del mercado", opinó.
Al parecer inevitable un impuesto sobre las emisiones de carbono, algunas de las corporaciones más grandes del mundo pedirán a sus proveedores que informen sobre sus emisiones como parte de futuros esfuerzos de reducción.
"Los inversores demandan que las compañías sepan cuáles son sus emisiones de carbono y los consumidores quieren que las compañías sean verdes", dijo Paul Dickinson, presidente del Proyecto de Revelación de Carbono (CDP, por sus siglas en inglés), una organización independiente sin fines de lucro en Gran Bretaña que está coordinando el esfuerzo.
"Se avecina un precio global para el carbono, y estamos ayudando a las empresas a prepararse para operar en un mundo limitado por el carbono", dijo Dickinson a IPS.
Las emisiones generadas por la quema de combustibles fósiles como el carbón, el gas y el petróleo están causando el cambio climático, que resulta en daños y pérdidas de miles de millones de dólares debido a tormentas más intensas, temperaturas más elevadas y más inundaciones, entre otros factores.
Muchos economistas y expertos en política reconocen que, a menos que quienes generan emisiones de carbono sean obligados a pagar un alto precio por ellas, la mayoría no cambiará su modo de operar.
En su nuevo libro, "Plan B 3.0: Mobilising to Save Civilisation" ("Plan B 3.0: Movilizándose para salvar a la civilización"), Lester Brown, presidente del Instituto para las Políticas de la Tierra, con sede en Washington, recomendó un aumento de los impuestos al carbono de 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, estabilizándose en 240 dólares por tonelada.
Ese impuesto se compensará en cada etapa con una reducción en los impuestos a los ingresos para desalentar el uso de combustibles fósiles y estimular las inversiones en fuentes renovables de energía.
Pero pocas firmas saben cuáles son sus emisiones de carbono, porque no hay ninguna razón que los obligue a medirlas, observó Dickinson.
"Estamos intentando cambiar eso porque, si las compañías no miden sus emisiones, no pueden manejarlas", dijo.
Cada una de las 11 corporaciones que participan en la Colaboración del Liderazgo de la Cadena de Suministro (SCLC, por sus siglas en inglés) le pedirá a hasta 50 proveedores que completen una solicitud de información estandarizada que sea probada en el primer trimestre de 2008.
El objetivo del Proyecto de Revelación de Carbono es ampliar la SCLC y terminar involucrando a decenas de miles de compañías de la cadena de suministro, así como ayudar a las grandes empresas y proveedores a desarrollar estrategias para reducir sus emisiones de carbono.
El Proyecto de Revelación de Carbono está creando un enfoque único y estandarizado para proporcionar un intercambio clave de información climática a través de sus cadenas de suministro.
"Ésta es la fase uno de un esfuerzo mayor que se concretará luego para medir las emisiones de todos los proveedores", señaló Dickinson.
Los participantes de este primer proyecto piloto incluyen a Dell, Hewlett Packard, L'Oreal, PepsiCo, Cadbury Schweppes, Nestlé, Procter & Gamble, Tesco, Imperial Tobacco y Unilever.
"Nuestra asociación con el Proyecto de Revelación de Carbono en la SCLC nos dará una oportunidad tremenda de ayudar a reducir no sólo nuestras propias emisiones de carbono sino, en última instancia, las de nuestra cadena de suministro", expresó en una declaración escrita Tod Arbogast, director de empresas sustentables en Dell.
Los resultados del proyecto piloto refinarán el proceso y posibilitarán que grandes empresas trabajen para manejar sus emisiones totales de carbono, dado que el primer paso para reducir las emisiones totales es medir su tamaño. Luego, tanto las grandes compañías como sus proveedores pueden trabajar juntos para desarrollar esas estrategias con el fin de reducir sus emisiones.
"Muchos de los participantes se dan cuenta de que reducir las emisiones siendo más eficientes desde el punto de vista energético disminuye los costos de la energía", destacó Dickinson.
Los inversores institucionales se encuentran entre quienes respaldan al Proyecto de Revelación de Carbono porque saben que el cambio climático está modificando la manera en cómo operan las empresas. Aunque muchas firmas europeas se dan cuenta de esto, menos de la mitad de las más grandes de Estados Unidos se toman muy en serio el cambio climático, según un estudio realizado hace un año por Ceres y el Calvert Group.
Y la mayoría de los bancos del mundo no lograron hacer que sus mentes colectivas se adaptaran a la nueva realidad del siglo XXI y continuaran invirtiendo en centrales alimentadas a carbón, o el desarrollo de arenas alquitranadas canadienses, dos importantes fuentes de gases de efecto invernadero.
"Cada vez más bancos se dan cuenta de que el cambio climático es un asunto de grandes empresas, pero sus respuestas hasta ahora son la punta del iceberg de lo que se necesita para hacer frente a este colosal desafío global", dijo Mindy Lubber, presidenta de Ceres, que este mes publicó un nuevo informe sobre el sector bancario.
El informe, "Gobernanza corporativa y cambio climático: El sector bancario", que estudió los casos de 40 bancos y empresas de servicios financieros del mundo, reveló que alrededor de la mitad ofrecían fondos específicos para el clima y productos similares.
La clave para hacer que los bancos dejen de invertir en combustibles fósiles y proyectos que generan grandes emisiones de carbono es ponerles un precio a esas emisiones, enfatizó Lubber.
"Si el carbono no tiene un precio, es la señal equivocada. Y los bancos y los fondos de pensión necesitan señales adecuadas del mercado", opinó.
Etiquetas:
Calentamiento,
Cambio climático,
Medio ambiente,
Mercado de Carbono
CAMBIO CLIMÁTICO: Grandes negocios se nutren de poco carbono
Por Stephen Leahy
Al parecer inevitable un impuesto sobre las emisiones de carbono, algunas de las corporaciones más grandes del mundo pedirán a sus proveedores que informen sobre sus emisiones como parte de futuros esfuerzos de reducción.
"Los inversores demandan que las compañías sepan cuáles son sus emisiones de carbono y los consumidores quieren que las compañías sean verdes", dijo Paul Dickinson, presidente del Proyecto de Revelación de Carbono (CDP, por sus siglas en inglés), una organización independiente sin fines de lucro en Gran Bretaña que está coordinando el esfuerzo.
"Se avecina un precio global para el carbono, y estamos ayudando a las empresas a prepararse para operar en un mundo limitado por el carbono", dijo Dickinson a IPS.
Las emisiones generadas por la quema de combustibles fósiles como el carbón, el gas y el petróleo están causando el cambio climático, que resulta en daños y pérdidas de miles de millones de dólares debido a tormentas más intensas, temperaturas más elevadas y más inundaciones, entre otros factores.
Muchos economistas y expertos en política reconocen que, a menos que quienes generan emisiones de carbono sean obligados a pagar un alto precio por ellas, la mayoría no cambiará su modo de operar.
En su nuevo libro, "Plan B 3.0: Mobilising to Save Civilisation" ("Plan B 3.0: Movilizándose para salvar a la civilización"), Lester Brown, presidente del Instituto para las Políticas de la Tierra, con sede en Washington, recomendó un aumento de los impuestos al carbono de 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, estabilizándose en 240 dólares por tonelada.
Ese impuesto se compensará en cada etapa con una reducción en los impuestos a los ingresos para desalentar el uso de combustibles fósiles y estimular las inversiones en fuentes renovables de energía.
Pero pocas firmas saben cuáles son sus emisiones de carbono, porque no hay ninguna razón que los obligue a medirlas, observó Dickinson.
"Estamos intentando cambiar eso porque, si las compañías no miden sus emisiones, no pueden manejarlas", dijo.
Cada una de las 11 corporaciones que participan en la Colaboración del Liderazgo de la Cadena de Suministro (SCLC, por sus siglas en inglés) le pedirá a hasta 50 proveedores que completen una solicitud de información estandarizada que sea probada en el primer trimestre de 2008.
El objetivo del Proyecto de Revelación de Carbono es ampliar la SCLC y terminar involucrando a decenas de miles de compañías de la cadena de suministro, así como ayudar a las grandes empresas y proveedores a desarrollar estrategias para reducir sus emisiones de carbono.
El Proyecto de Revelación de Carbono está creando un enfoque único y estandarizado para proporcionar un intercambio clave de información climática a través de sus cadenas de suministro.
"Ésta es la fase uno de un esfuerzo mayor que se concretará luego para medir las emisiones de todos los proveedores", señaló Dickinson.
Los participantes de este primer proyecto piloto incluyen a Dell, Hewlett Packard, L'Oreal, PepsiCo, Cadbury Schweppes, Nestlé, Procter & Gamble, Tesco, Imperial Tobacco y Unilever.
"Nuestra asociación con el Proyecto de Revelación de Carbono en la SCLC nos dará una oportunidad tremenda de ayudar a reducir no sólo nuestras propias emisiones de carbono sino, en última instancia, las de nuestra cadena de suministro", expresó en una declaración escrita Tod Arbogast, director de empresas sustentables en Dell.
Los resultados del proyecto piloto refinarán el proceso y posibilitarán que grandes empresas trabajen para manejar sus emisiones totales de carbono, dado que el primer paso para reducir las emisiones totales es medir su tamaño. Luego, tanto las grandes compañías como sus proveedores pueden trabajar juntos para desarrollar esas estrategias con el fin de reducir sus emisiones.
"Muchos de los participantes se dan cuenta de que reducir las emisiones siendo más eficientes desde el punto de vista energético disminuye los costos de la energía", destacó Dickinson.
Los inversores institucionales se encuentran entre quienes respaldan al Proyecto de Revelación de Carbono porque saben que el cambio climático está modificando la manera en cómo operan las empresas. Aunque muchas firmas europeas se dan cuenta de esto, menos de la mitad de las más grandes de Estados Unidos se toman muy en serio el cambio climático, según un estudio realizado hace un año por Ceres y el Calvert Group.
Y la mayoría de los bancos del mundo no lograron hacer que sus mentes colectivas se adaptaran a la nueva realidad del siglo XXI y continuaran invirtiendo en centrales alimentadas a carbón, o el desarrollo de arenas alquitranadas canadienses, dos importantes fuentes de gases de efecto invernadero.
"Cada vez más bancos se dan cuenta de que el cambio climático es un asunto de grandes empresas, pero sus respuestas hasta ahora son la punta del iceberg de lo que se necesita para hacer frente a este colosal desafío global", dijo Mindy Lubber, presidenta de Ceres, que este mes publicó un nuevo informe sobre el sector bancario.
El informe, "Gobernanza corporativa y cambio climático: El sector bancario", que estudió los casos de 40 bancos y empresas de servicios financieros del mundo, reveló que alrededor de la mitad ofrecían fondos específicos para el clima y productos similares.
La clave para hacer que los bancos dejen de invertir en combustibles fósiles y proyectos que generan grandes emisiones de carbono es ponerles un precio a esas emisiones, enfatizó Lubber.
"Si el carbono no tiene un precio, es la señal equivocada. Y los bancos y los fondos de pensión necesitan señales adecuadas del mercado", opinó.
Al parecer inevitable un impuesto sobre las emisiones de carbono, algunas de las corporaciones más grandes del mundo pedirán a sus proveedores que informen sobre sus emisiones como parte de futuros esfuerzos de reducción.
"Los inversores demandan que las compañías sepan cuáles son sus emisiones de carbono y los consumidores quieren que las compañías sean verdes", dijo Paul Dickinson, presidente del Proyecto de Revelación de Carbono (CDP, por sus siglas en inglés), una organización independiente sin fines de lucro en Gran Bretaña que está coordinando el esfuerzo.
"Se avecina un precio global para el carbono, y estamos ayudando a las empresas a prepararse para operar en un mundo limitado por el carbono", dijo Dickinson a IPS.
Las emisiones generadas por la quema de combustibles fósiles como el carbón, el gas y el petróleo están causando el cambio climático, que resulta en daños y pérdidas de miles de millones de dólares debido a tormentas más intensas, temperaturas más elevadas y más inundaciones, entre otros factores.
Muchos economistas y expertos en política reconocen que, a menos que quienes generan emisiones de carbono sean obligados a pagar un alto precio por ellas, la mayoría no cambiará su modo de operar.
En su nuevo libro, "Plan B 3.0: Mobilising to Save Civilisation" ("Plan B 3.0: Movilizándose para salvar a la civilización"), Lester Brown, presidente del Instituto para las Políticas de la Tierra, con sede en Washington, recomendó un aumento de los impuestos al carbono de 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, estabilizándose en 240 dólares por tonelada.
Ese impuesto se compensará en cada etapa con una reducción en los impuestos a los ingresos para desalentar el uso de combustibles fósiles y estimular las inversiones en fuentes renovables de energía.
Pero pocas firmas saben cuáles son sus emisiones de carbono, porque no hay ninguna razón que los obligue a medirlas, observó Dickinson.
"Estamos intentando cambiar eso porque, si las compañías no miden sus emisiones, no pueden manejarlas", dijo.
Cada una de las 11 corporaciones que participan en la Colaboración del Liderazgo de la Cadena de Suministro (SCLC, por sus siglas en inglés) le pedirá a hasta 50 proveedores que completen una solicitud de información estandarizada que sea probada en el primer trimestre de 2008.
El objetivo del Proyecto de Revelación de Carbono es ampliar la SCLC y terminar involucrando a decenas de miles de compañías de la cadena de suministro, así como ayudar a las grandes empresas y proveedores a desarrollar estrategias para reducir sus emisiones de carbono.
El Proyecto de Revelación de Carbono está creando un enfoque único y estandarizado para proporcionar un intercambio clave de información climática a través de sus cadenas de suministro.
"Ésta es la fase uno de un esfuerzo mayor que se concretará luego para medir las emisiones de todos los proveedores", señaló Dickinson.
Los participantes de este primer proyecto piloto incluyen a Dell, Hewlett Packard, L'Oreal, PepsiCo, Cadbury Schweppes, Nestlé, Procter & Gamble, Tesco, Imperial Tobacco y Unilever.
"Nuestra asociación con el Proyecto de Revelación de Carbono en la SCLC nos dará una oportunidad tremenda de ayudar a reducir no sólo nuestras propias emisiones de carbono sino, en última instancia, las de nuestra cadena de suministro", expresó en una declaración escrita Tod Arbogast, director de empresas sustentables en Dell.
Los resultados del proyecto piloto refinarán el proceso y posibilitarán que grandes empresas trabajen para manejar sus emisiones totales de carbono, dado que el primer paso para reducir las emisiones totales es medir su tamaño. Luego, tanto las grandes compañías como sus proveedores pueden trabajar juntos para desarrollar esas estrategias con el fin de reducir sus emisiones.
"Muchos de los participantes se dan cuenta de que reducir las emisiones siendo más eficientes desde el punto de vista energético disminuye los costos de la energía", destacó Dickinson.
Los inversores institucionales se encuentran entre quienes respaldan al Proyecto de Revelación de Carbono porque saben que el cambio climático está modificando la manera en cómo operan las empresas. Aunque muchas firmas europeas se dan cuenta de esto, menos de la mitad de las más grandes de Estados Unidos se toman muy en serio el cambio climático, según un estudio realizado hace un año por Ceres y el Calvert Group.
Y la mayoría de los bancos del mundo no lograron hacer que sus mentes colectivas se adaptaran a la nueva realidad del siglo XXI y continuaran invirtiendo en centrales alimentadas a carbón, o el desarrollo de arenas alquitranadas canadienses, dos importantes fuentes de gases de efecto invernadero.
"Cada vez más bancos se dan cuenta de que el cambio climático es un asunto de grandes empresas, pero sus respuestas hasta ahora son la punta del iceberg de lo que se necesita para hacer frente a este colosal desafío global", dijo Mindy Lubber, presidenta de Ceres, que este mes publicó un nuevo informe sobre el sector bancario.
El informe, "Gobernanza corporativa y cambio climático: El sector bancario", que estudió los casos de 40 bancos y empresas de servicios financieros del mundo, reveló que alrededor de la mitad ofrecían fondos específicos para el clima y productos similares.
La clave para hacer que los bancos dejen de invertir en combustibles fósiles y proyectos que generan grandes emisiones de carbono es ponerles un precio a esas emisiones, enfatizó Lubber.
"Si el carbono no tiene un precio, es la señal equivocada. Y los bancos y los fondos de pensión necesitan señales adecuadas del mercado", opinó.
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