Con el recordatorio adecuado, la memoria vuelve a ser lábil
Un antiguo adagio afirma que “el recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados”. Algo similar aseguraba el dogma que presidió el último siglo: que una vez consolidada, la memoria se hacía prácticamente indestructible y vitalicia. Sin embargo, un equipo de investigadores argentinos acaba de demostrar lo contrario. El trabajo, que se publicará el domingo en la revista Learning and Memory, agrega leña al fuego de la apasionada búsqueda por desentrañar los engranajes íntimos de la que tal vez sea la más preciada de nuestras facultades. Mostró en seres humanos que, si se busca el recordatorio apropiado, una memoria declarativa puede hacerse nuevamente lábil (frágil, inestable) e, interrumpida por otro tipo de aprendizaje, se borra. “Hace tiempo que estudiamos un aspecto de los procesos de memoria conocido como «reconsolidación» –cuenta el doctor Héctor Maldonado, jefe del Laboratorio de Neurobiología de la Memoria de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales-.
En las últimas décadas se fue aceptando que un recuerdo consolidado, cuando luego de un tiempo se presentaba un recordatorio, es decir elementos que eran propios de la situación experimental inicial, durante un tiempo relativamente breve podía borrarse. Eso se había mostrado en animales, pero había una materia pendiente: averiguar qué pasaba con los seres humanos."
Para contestar esta pregunta, Maldonado, la doctora María Eugenia Pedreira y la licenciada Cecilia Forcato se lanzaron a una aventura diferente de todo lo que habían hecho hasta el momento y que fue posible gracias a la colaboración del doctor Victor Molina, de la Universidad de Córdoba, y del doctor Pablo Argibay, director del Instituto de Ciencias Básicas y Medicina Experimental del Hospital Italiano, y su equipo. "Me animaría a decir que es el primer trabajo de este tipo que se hace en el país -destaca Maldonado-. Tuvimos que convocar y organizar a 400 voluntarios sanos de entre 20 y 30 años que debían atravesar tres jornadas de tests. Lo hicimos relativamente rápido, en un año y medio."
El esquema del experimento utilizado es clásico y fue desarrollado en 1900 por Müller y Pielzecker. Los sujetos tenían que recordar listas de sílabas de tres letras (sin sentido) y escribir otras que habían aprendido primero. En un momento dado, la frustración provocada por la no ocurrencia de un suceso esperado fue responsable de la destrucción de la memoria evocada. Secuencias de la memoria "El voluntario se entrenaba en un contexto muy particular en el que se presentaba primero una luz, después una imagen y luego una melodía -explica Maldonado-. La lista de sílabas aparecía siempre que se daba una determinada secuencia de luz, imagen y sonido. Es decir, que durante el entrenamiento aprendían dos cosas: que solamente con una determinada secuencia iban a empezar a aparecer las listas de sílabas (y ahí tenían que apretar por «sí» o por «no») y el orden en que aparecían las letras." En una habitación especialmente acondicionada, el primer día, los voluntarios recordaban la lista y el contexto en que aparecía. En el segundo, se les presentaba otra lista con otro contexto de luz, imagen y sonido; en el tercero se les tomaba una prueba. Pero había un hecho fundamental: en el segundo día, a uno de los grupos se le presentaba el contexto que anunciaba la presentación de la primera lista de sílabas, y cuando se disponía a escribir aparecía un cartel en la pantalla que anunciaba que se interrumpía el experimento por un inconveniente. El resultado de los tests mostró que quienes habían sufrido la interrupción habían olvidado en gran medida lo aprendido. "Cualquier memoria implica una predicción -dice Maldonado-. El voluntario, al presentársele la secuencia de luz, imagen y sonido, se disponía a escribir, y es en ese momento que empezaba a labilizarse el recuerdo. Nosotros pensamos que no es sólo la evocación lo que provoca la labilización, sino la frustración. Vimos que todos los que habían tenido esa frustración presentaban un número de errores significativamente mayor que los que comete una persona por interferencia de memorias relacionadas." Utilidad terapéutica Aunque tradicionalmente el equipo que dirige Maldonado se había centrado en temas estrictamente biológicos, este estudio parece abrir la puerta a una nueva serie de cuestiones científicas trascendentes desde el punto de vista terapéutico. "Siempre ha sido una aspiración de los médicos contar con un método para borrar ciertos recuerdos en las personas -afirma-, especialmente en lo que se refiere a las memorias ligadas con la drogadicción o con ciertas psicopatologías. Nosotros demostramos que esa memoria consolidada puede volver a ser lábil por un agente de tipo amnésico." Para Argibay, el trabajo no sólo adquiere importancia por ser un hallazgo original de nivel internacional, sino porque fue posible gracias a una colaboración infrecuente entre investigadores básicos y clínicos que abre nuevas perspectivas en el panorama científico local. "Nosotros estudiábamos fenómenos parecidos en la Unidad de Ciencias Cognitivas, como trastornos de memoria en números y acalculias [incapacidad de reconocer números o realizar operaciones matemáticas] en seres humanos -afirma-, y cuando Maldonado nos propuso este experimento nos sumamos con gran entusiasmo.
Hubo que resolver una cantidad de problemas logísticos, pero creo que el resultado fue inmejorable." Ahora, Maldonado y su equipo se proponen investigar el fenómeno opuesto, si cabe, aún más interesante: "La memoria expuesta no solamente se puede destruir, sino que se puede mejorar -afirma-. Precisamente, nos proponemos iniciar un trabajo que tratará de probar en humanos la posibilidad de mejorar recuerdos." Si eso se confirma, al contrario de lo que ocurría en la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, en la que ambos protagonistas se hacían eliminar recuerdos románticos dolorosos, tal vez comenzaremos a soñar con procedimientos que puedan apuntalar el tenue tejido de la memoria...
Por Nora Bär
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