La delincuencia juvenil, que supone una de las grandes preocupaciones de la sociedad latinoamericana, debe afrontarse desde un enfoque integrado que, al tiempo que profesionaliza y mejora la calidad de la policía, pone el énfasis en la mayor inversión en educación, la protección de la familia, y asegura un primer empleo decente para los jóvenes excluidos.
Por Bernardo Kliksberg
LA PREOCUPACIÓN MÁS IMPORTANTE de los latinoamericanos después de la desocupación, es la criminalidad. En los últimos 25 años se duplicó, pasó de 12 homicidios cada 100.000 habitantes por año, a 25 homicidios. La región se ha convertido en una de las más inseguras del planeta.
Frente a los legítimos reclamos de la ciudadanía por más seguridad, han ido ganando terreno algunos sectores que propugnan que la solución está en la mano dura. Prometen un alivio fácil encarcelando menores, aumentando la discreción policial, subiendo las penas. Sin embargo, la mano dura ha terminado en todos lados en grandes fracasos.
“Un informe sobre El Salvador, Honduras y Guatemala muestra que las cárceles se hacinaron de jóvenes en su gran mayoría pobres, pero el delito no disminuyó”
Un informe de la Agencia de Desarrollo de Estados Unidos sobre tres países donde se aplicó (El Salvador, Honduras y Guatemala) muestra que las cárceles se hacinaron de jóvenes en su gran mayoría pobres, pero el delito no disminuyó. El estudio encontró que la única relación con el Estado de esos jóvenes era la policía. Ello tendía a arrojarlos más fuera todavía de la sociedad.
UNO DE CADA CUATRO ESTÁ EXCLUÍDO
El informe llega a la conclusión de que la mano dura está motivada políticamente… es más fácil golpear a los integrantes de las bandas de jóvenes delincuentes que encarar los problemas sociales más complicados que se hallan detrás de su existencia, como la desigualdad en los ingresos y la pobreza.
“La ola de delitos menores está ligada a la alta desocupación juvenil, la baja educación, y el hecho de provenir de familias pobres”Por otro lado, es imprescindible diferenciar el crimen organizado, las mafias de la droga, los secuestros, la trata de mujeres y niños, a las que se debe desarmar aplicándoles todo el peso de la ley, de la delincuencia de jóvenes que empiezan con delitos menores, y después pueden llegar a ser mano de obra reclutable por las mafias.
Los datos muestran que la ola de delitos menores, está profundamente ligada a la alta desocupación juvenil, la baja educación, y el hecho de provenir de familias desarticuladas por la pobreza. Uno de cuatro jóvenes latinoamericanos está fuera del sistema educativo, del mercado laboral, y en muchos casos su familia es muy débil.
Son más de 50 millones de jóvenes que están fuera de todo, y por tanto se sienten acorralados por la sociedad.
MÁS ALLÁ DE LA MANO DURA
Los países que han derrotado la criminalidad no practican la mano dura. Son líderes mundiales: Noruega (menos de 1 homicidio cada 100.000 habitantes por año), Dinamarca (1,1), Suecia (1,2). Todos ellos tienen un número de policías muy pequeño respecto a la población. No tienen delitos debido a su tan reconocido modelo social que asegura educación, salud, y empleo a todos.
“La mano dura que da resultados, es antiética, y agrava el problema” La delincuencia juvenil puede enfrentarse en América Latina. La respuesta real está en trabajar desde un enfoque integrado que al mismo tiempo que profesionaliza y mejora la calidad de la policía, pone el énfasis en la mayor inversión en educación, proteger a la familia, y asegurar un primer empleo decente para los jóvenes excluidos.
Lula ha destacado que es más costoso construir una celda que un aula, y Kirchner ha resaltado que la seguridad no se construye con un palo en la mano.
Debe haber un amplia concertación social entre políticas públicas afirmativas orientadas a la inclusión social de los jóvenes marginados, empresas privadas socialmente responsables, que colaboren con ellas facilitando empleos, una sociedad civil que ayude activamente a integrarlos.
El desafío es rescatar e incluir a los millones de jóvenes hoy sin lugar en la sociedad, construyendo la mano amiga en lugar de sólo reprimir a través de la mano dura que no da resultados, es antiética, y agrava el problema.
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