Jorge Fernández Díaz, secretario de redacción de LA NACION Corazones Desatados (Sudamericana) en el bar Montecarlo, esa esquina de grandes ventanales en Palermo, búnker de sus tertulias políticas y literarias; testigo hasta ahora mudo de la urdimbre de Mamá y de Fernández , las últimas de sus cuatro novelas publicadas.
Con siete nuevas historias y una novela corta ( El amor es muy puto ) que se suman a los 13 relatos publicados el verano de 2006 en LA NACION Revista, Corazones Desatados se encumbró velozmente entre los best sellers. Es así como en ese ranking un hombre pelea codo a codo con dos mujeres: Isabel Allende y Angeles Mastretta.
-¿Qué aprendiste?
-Que el amor es peligrosísimo; puede ser una droga dura. Hay hasta asociaciones para los adictos al amor. Y hay otros tipos, los atletas de los sentimientos, que evitan la entrega y se aferran al amor propio. Porque cuando te entregás dejás de ser vos. El amor es maldito, caprichoso, no hay forma de agarrarlo. Su esencia es la insensatez y la imperfección. Y a su vez, hay infinidad de formas del amor que jamás integrarían los manuales tradicionales. Yo no cuento historias verídicas, pero sí historias verdaderas. A veces hay que mentir para contar la verdad.
-¿Por qué?
-Porque como narrador te libera del pudor de sentir que estás ventilando intimidades reales. Hemingway tuvo que crear por entero al personaje del El viejo y el mar, para contar lo que había visto en cientos de pescadores a lo largo de su vida. Quien ha vivido con los ojos, examinando, puede reconstruir el dolor, pero no haciendo periodismo con nombres cambiados. Sino construyendo personajes ficcionales que sean más verosímiles que la verdad. En ese sentido, creo que el truco literario funciona.
- El narcisismo exacerbado puede servir para escribir novelas pero no para la vida. Es vano y estúpido y en los periodistas no me lo banco. Y en cuanto al escepticismo, llegué a un punto en que me dije: No puedo seguir siendo un escéptico porque me destruyo; la vida así es un gran vacío. En ese sentido, hoy yo soy mejor de lo que era. No he perdido las ilusiones ni la pasión cuando muchos colegas las han asfaltado. Han asfaltado las ilusiones.
-¿Hubo entonces un cambio copernicano?
-Sí, la enfermedad de no creer en nada, como forma de protección, no sirve. Durante mi crisis de los 40, tuve que revisar. La cuenta regresiva lo cambia todo. Uno debe hurgar entre las cosas que no te hacen feliz, por más dolorosas que sean, y animarse a los re contratos. Es así como la vida se te planta entre lo que debemos aceptar de nosotros mismos y lo que debemos cambiar. El punto es descubrir qué es cada cosa. Y qué puede hacer uno con ese cambio.
Por Loreley Gaffoglio
De la Redacción de LA NACION
Con siete nuevas historias y una novela corta ( El amor es muy puto ) que se suman a los 13 relatos publicados el verano de 2006 en LA NACION Revista, Corazones Desatados se encumbró velozmente entre los best sellers. Es así como en ese ranking un hombre pelea codo a codo con dos mujeres: Isabel Allende y Angeles Mastretta.
-¿Qué aprendiste?
-Que el amor es peligrosísimo; puede ser una droga dura. Hay hasta asociaciones para los adictos al amor. Y hay otros tipos, los atletas de los sentimientos, que evitan la entrega y se aferran al amor propio. Porque cuando te entregás dejás de ser vos. El amor es maldito, caprichoso, no hay forma de agarrarlo. Su esencia es la insensatez y la imperfección. Y a su vez, hay infinidad de formas del amor que jamás integrarían los manuales tradicionales. Yo no cuento historias verídicas, pero sí historias verdaderas. A veces hay que mentir para contar la verdad.
-¿Por qué?
-Porque como narrador te libera del pudor de sentir que estás ventilando intimidades reales. Hemingway tuvo que crear por entero al personaje del El viejo y el mar, para contar lo que había visto en cientos de pescadores a lo largo de su vida. Quien ha vivido con los ojos, examinando, puede reconstruir el dolor, pero no haciendo periodismo con nombres cambiados. Sino construyendo personajes ficcionales que sean más verosímiles que la verdad. En ese sentido, creo que el truco literario funciona.
- El narcisismo exacerbado puede servir para escribir novelas pero no para la vida. Es vano y estúpido y en los periodistas no me lo banco. Y en cuanto al escepticismo, llegué a un punto en que me dije: No puedo seguir siendo un escéptico porque me destruyo; la vida así es un gran vacío. En ese sentido, hoy yo soy mejor de lo que era. No he perdido las ilusiones ni la pasión cuando muchos colegas las han asfaltado. Han asfaltado las ilusiones.
-¿Hubo entonces un cambio copernicano?
-Sí, la enfermedad de no creer en nada, como forma de protección, no sirve. Durante mi crisis de los 40, tuve que revisar. La cuenta regresiva lo cambia todo. Uno debe hurgar entre las cosas que no te hacen feliz, por más dolorosas que sean, y animarse a los re contratos. Es así como la vida se te planta entre lo que debemos aceptar de nosotros mismos y lo que debemos cambiar. El punto es descubrir qué es cada cosa. Y qué puede hacer uno con ese cambio.
Por Loreley Gaffoglio
De la Redacción de LA NACION
1 comentario:
Jorge Fernández Díaz es un vicionario de las historias que ocurren en la vida y solo el es capaz de contarlas tan perfectamente. yo me llamo Celeste y mi correo es : celestur33@yahoo.com.ar
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