Las fotografías divulgadas días atrás, ilustran la despreocupada vida cotidiana de quienes estaban a cargo del campo de concentración de Auschwitz.
Ahora sabemos que hiceron Eva de Mannheim y Ángela de Dortmund e Irmgard de Dresden durante los años de la guerra: cantaban con un acordeón, vestidas con polleras tableadas, o se llenaban la boca de arándanos relajadas en sillas playeras a la sombra de los crematorios de Auschwitz-Birkenau.
Qué frescas y juguetonas se ven las mujeres de la SS en las 116 fotografías que, 62 años después de la liberación del campo nazi, llegaron por una tortuosa vía al Museo del Holocausto de Estados Unidos.
Al pensar en el Holocausto nos hemos acostumbrado a las imágenes de las víctimas de los nazis: figuras desnudas en las sombras, al borde de fosas, a punto de ser despachadas por los SS-Einsatzgruppen ; niños apretujados y de ojos muy abiertos; esqueléticos simulacros humanos; pilas de huesos. Es más difícil imaginar a los perpetradores. Pero aquí, revelados por estas fotografías redescubiertas, están los asesinos alemanes en su humanidad bruta, flirteando y bromeando y encendiendo las luces de un árbol de Navidad, como si después de la diversión los esperara el ómnibus a un trabajo aburrido en la oficina de un dentista y no la supervisión de la máquina industrial de asesinar de Auschwitz.
¿Les llegaba alguna vez el olor de la muerte mientras se divertían? ¿Las imágenes de los cuerpos amontonados alguna vez le dieron mal sabor a algún bocado de comida? ¿Tuvieron alguna vez alguna duda?
Los alemanes, a través de etapas claramente definidas de la posguerra, han hecho un agonizante examen de quiénes eran las personas que daban tales órdenes y cómo, en palabras de Günter Grass, "toda una nación crédula creyó, tanto vale la fe, en papá Noel. Pero papá Noel era en realidad el que manejaba la cámara de gas".
Ahora sabemos que hiceron Eva de Mannheim y Ángela de Dortmund e Irmgard de Dresden durante los años de la guerra: cantaban con un acordeón, vestidas con polleras tableadas, o se llenaban la boca de arándanos relajadas en sillas playeras a la sombra de los crematorios de Auschwitz-Birkenau.
Qué frescas y juguetonas se ven las mujeres de la SS en las 116 fotografías que, 62 años después de la liberación del campo nazi, llegaron por una tortuosa vía al Museo del Holocausto de Estados Unidos.
Al pensar en el Holocausto nos hemos acostumbrado a las imágenes de las víctimas de los nazis: figuras desnudas en las sombras, al borde de fosas, a punto de ser despachadas por los SS-Einsatzgruppen ; niños apretujados y de ojos muy abiertos; esqueléticos simulacros humanos; pilas de huesos. Es más difícil imaginar a los perpetradores. Pero aquí, revelados por estas fotografías redescubiertas, están los asesinos alemanes en su humanidad bruta, flirteando y bromeando y encendiendo las luces de un árbol de Navidad, como si después de la diversión los esperara el ómnibus a un trabajo aburrido en la oficina de un dentista y no la supervisión de la máquina industrial de asesinar de Auschwitz.
¿Les llegaba alguna vez el olor de la muerte mientras se divertían? ¿Las imágenes de los cuerpos amontonados alguna vez le dieron mal sabor a algún bocado de comida? ¿Tuvieron alguna vez alguna duda?
Los alemanes, a través de etapas claramente definidas de la posguerra, han hecho un agonizante examen de quiénes eran las personas que daban tales órdenes y cómo, en palabras de Günter Grass, "toda una nación crédula creyó, tanto vale la fe, en papá Noel. Pero papá Noel era en realidad el que manejaba la cámara de gas".
Bajo el terror la mayoría de la gente cede, pero algunos no.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario