A esta altura de la historia, en Europa ya nadie parece poner en duda los beneficios del libre comercio, pero a la hora de hablar sobre la globalización, son pocos los académicos que se animan a alzar la voz en defensa de la liberalización de las migraciones.
Entre ellos se encuentra Blanca Sánchez Alonso, experta en la materia y profesora de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid, que estuvo de paso en Buenos Aires invitada por el Instituto Universitario Eseade y la Fundación Ortega y Gasset.
En un dialogo con LA NACION, defendió con convicción la necesidad de liberalizar las migraciones, una idea que causa polémica en Europa, donde el apoyo a propuestas que prometen combatir la inmigración parece cobrar fuerza cada día.
-¿Piensa que los países más desarrollados aceptarían liberalizar las migraciones?
-Lo sorprendente es que desde el final de la Segunda Guerra hay todo un movimiento de organismos en favor de la liberalización del comercio, como la OMC, el Banco Mundial y el FMI. Y nadie discute sus beneficios. Pero no se ha planteado el escenario, no digo de liberalizar completamente las migraciones, pero de abrir algo más las puertas de los países avanzados al movimiento del trabajo. Los bienes se mueven, los capitales se mueven, todo esta globalizado excepto el trabajo.
-¿Piensa que el rechazo a los inmigrantes en Europa se basa más en el temor que en la realidad?
- No, es curioso. Las encuestas muestran que los mismos grupos, por ejemplo los individuos con menos ingresos, son tan opuestos a la liberalización del comercio como de las migraciones. Y ahí volvería a la paradoja de por qué los gobiernos han intentado convencer a la opinión publica de que el comercio es bueno pero lo otro no.
-¿Pero los países expulsores no podrían salir perdiendo? Perderían mano de obra joven, calificada...
-Hay todo tipo de propuestas que empiezan a plantearse cómo hacer para que regresen. Yo lo veo desde los países receptores y ahí se genera una paradoja: hay una retórica de ayuda al subdesarrollo, pero al mismo tiempo nos llevamos a los mejores. Pero captar a esta gente con movimientos de ida y vuelta sí puede contribuir. El caso de los médicos en Europa es espectacular, en lugar de invertir en la formación de sus propios médicos, se captan médicos de terceros países.
-Eso hace recordar al grupo de médicos islámicos que planearon un atentado en Gran Bretaña. ¿El choque de culturas no puede atentar contra la liberalización?
-Ese es un problema a posteriori , con el que indudablemente se debe contar, porque la integración no ha salido bien en casi ningún sitio excepto en Estados Unidos. En la situación actual, el costo de evitar que vengan más se centra en muros y barreras. A lo mejor habría que asumir otro tipo de costo, y volcarse mucho mas en la integración y en la asimilación.
-¿Qué tipo de políticas se podrían plantear en ese sentido?
-La primera obvia es la educación. Claro que alguien puede decir "eso en Inglaterra ya se hizo", pero allí se generaron escuelas en las que todo el alumnado era paquistaní, o sea, se terminó guetificando. A veces en Europa por ser excesivamente tolerantes generamos el efecto contrario, que es aislar a un grupo en vez de tratarlo como a uno más.
Por Juan Landaburu
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