Por Cecilia Absatz
Son dos mujeres jóvenes y bellas en los puntos más altos del poder; eso ya es tener bastante en común. Claro que Cristina es Presidenta y Evita ni siquiera pudo ser vice, pero en cambio inauguró un lugar político que antes no existía; se convirtió en un ícono de toda latitud y objeto de una devoción popular imperecedera: podríamos llamar a eso un punto muy alto de poder.
Las dos ignoran, detestan, el concepto de “primera dama”: tienen mucho que hacer como para perder el tiempo con protocolos. Y las dos comparten un estilo colérico, pero la naturaleza de su cólera es diferente. Esto nos lleva a su origen, una de las diferencias claras entre las dos. Evita viene del desamparo, y Cristina ha tenido el privilegio de la educación. Su cólera, precisamente, está atravesada por la especial conciencia del mundo que da una formación académica y, en su caso, una temprana inclinación por la política.
Las dos han sabido despertar la admiración indisimulada de los hombres más encumbrados del planeta. Pero, aun con sus pieles y sus magníficas joyas, había algo en Evita que era austero, algo que en Cristina es sensual. Evita tenía un mandato, un imperativo categórico; Cristina está haciendo exactamente lo que siempre quiso hacer.
Las dos están ahí de la mano de un hombre, pero en direcciones diferentes. Eva encuentra su lugar en la historia a través del amor a Perón. Cristina apunta primero al lugar que desea, y en ese camino encuentra a Néstor Kirchner, su marido y su socio.
Eva ya tiene su leyenda; Cristina todavía la tiene que construir.
Son dos mujeres jóvenes y bellas en los puntos más altos del poder; eso ya es tener bastante en común. Claro que Cristina es Presidenta y Evita ni siquiera pudo ser vice, pero en cambio inauguró un lugar político que antes no existía; se convirtió en un ícono de toda latitud y objeto de una devoción popular imperecedera: podríamos llamar a eso un punto muy alto de poder.
Las dos ignoran, detestan, el concepto de “primera dama”: tienen mucho que hacer como para perder el tiempo con protocolos. Y las dos comparten un estilo colérico, pero la naturaleza de su cólera es diferente. Esto nos lleva a su origen, una de las diferencias claras entre las dos. Evita viene del desamparo, y Cristina ha tenido el privilegio de la educación. Su cólera, precisamente, está atravesada por la especial conciencia del mundo que da una formación académica y, en su caso, una temprana inclinación por la política.
Las dos han sabido despertar la admiración indisimulada de los hombres más encumbrados del planeta. Pero, aun con sus pieles y sus magníficas joyas, había algo en Evita que era austero, algo que en Cristina es sensual. Evita tenía un mandato, un imperativo categórico; Cristina está haciendo exactamente lo que siempre quiso hacer.
Las dos están ahí de la mano de un hombre, pero en direcciones diferentes. Eva encuentra su lugar en la historia a través del amor a Perón. Cristina apunta primero al lugar que desea, y en ese camino encuentra a Néstor Kirchner, su marido y su socio.
Eva ya tiene su leyenda; Cristina todavía la tiene que construir.
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