Numerosos polacos están descubriendo ahora su pasado judío, después de que sus antepasados borraran cualquier huella de identidad por miedo a ser perseguidos, primero por los nazis y después por los comunistas, en un país tradicionalmente católico.
“Jamás hablamos de nuestros antepasados”, recordó Agnieszka Kwasniewska, una reciente reconvertida de 37 años, en el Centro Cultural Judío de Varsovia, durante la celebración de Jánuca, la llamada “Fiesta de las Luminarias”.
Kwasniewska explicó que, cuando tenía 12 años, su abuela le contó que durante la Segunda Guerra Mundial tuvo que esconderse “por parecerse a una judía”.
“Sabía que había algo de falso en esa historia. Ella lloraba mucho. No volvimos a hablar. Más tarde, pregunte a mi padre y me dijo: es una vieja historia y no debemos volver a ella. Somos católicos”, explicó.
Sus preguntas causaron tensiones en la familia, pero ella no se reprocha nada. “Cuando vine a la sinagoga fue como volver a mi casa”, añadió.
Según los cálculos, en Polonia quedan entre 3.500 y 15.000 judíos, sobre una población de 38 millones de personas. Sin embargo, es casi imposible cifrar el número de polacos que descienden de judíos.
Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, en el país había 3,5 millones de judíos y Varsovia era la ciudad europea con más judíos y la segunda en el mundo, por detrás de Nueva York, con casi 400.000 judíos.
Los nazis, que ocuparon Polonia en 1939, mataron al 90% de los judíos polacos, es decir, unos tres millones. Tras la guerra, en 1945, sólo quedaban 280.000 judíos en Polonia.
Muchos de ellos emigraron a Israel o a Estados Unidos apenas acabó el conflicto o durante las campañas antisemitas del régimen comunista en los años 50 o en 1968.
Los que se quedaron, prefirieron esconder su identidad para proteger a sus hijos.
“Tenía 13 años cuando me interesé por el origen de mi apellido”, relató el joven Maciej Krasniewski, de 20 años. “Los apellidos polacos que acaban en ’ski’ pueden tener un origen aristocrático.
Pregunté a mi padre y me dijo: ‘Nuestro verdadero apellido es Kirschenbaum’”.
Su abuelo paterno era un superviviente del Holocausto que cambió el nombre de la familia en 1954.
Este joven tardó cinco años en decidir reconvertirse al judaísmo. Lo mismo hizo su hermano gemelo. Todavía duda en salir a la calle con la kipá, pero está dispuesto a “salir del armario”.
“Estamos aquí, no nos iremos y deberán habituarse” es el mensaje que quiere lanzar con ello. “Si no lo hacemos, nadie sabrá que existen judíos en Polonia”, justificó.
A los nuevos judíos polacos les gustaría que los otros judíos, en particular los que viven en Israel y Estados Unidos y que visitan a menudo los antiguos campos de concentración polacos, dejaran de ver Polonia como un gran cementerio.
“Deben ver que existe una realizad judía en Polonia”, reclamó Anna Janot-Szymanska, cuya hermana, Malgorzata, dirige el Centro Cultural Judío.
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