Tras el undécimo aplazamiento de las votaciones para la elección del nuevo Presidente de la República, la iniciativa puesta en marcha con la mediación de la Liga Árabe a través de su enviado especial Amr Moussa ha roto por fin el estancamiento de la política libanesa hasta el punto de que el impasse que desde hace algunos meses paralizaba la vida constitucional del país parece destinado a terminar. Lo que aún no está claro es qué habrá al final del túnel, ya que algunos de los otros actores que constantemente interactúan en los asuntos del país no han dejado de hacer oír su voz; algunos ejemplos son el lanzamiento de cohetes katyusha desde el sur del Líbano hacia Galilea o el artefacto que explosionó ante una patrulla de la UNIFIL en la zona de Sidón.
La propuesta de mediación de Amr Moussa
El enviado de la Liga Árabe, según revela el diario An-Nahar, ha propuesto un plan basado en tres puntos principales:
1) Elección a la Presidencia de la República del general Michel Suleiman, nombre para el que no hay vetos relevantes, pero que se ha convertido en moneda de cambio para la formación del nuevo Gobierno, que es el asunto más importante;2) creación de un nuevo Gobierno de unidad nacional;3) elaboración de una nueva ley electoral
En principio, tanto los partidos de signo anti-sirio del Movimiento del 14 de Marzo, como la oposición organizada en torno a las posiciones del general Michel Aoun y de Hassan Nasrallah, líder de Hezbolá, se han mostrado propicios al esbozo de acuerdo propuesto por Moussa, así como el representante sirio en la Liga Árabe, Walid al-Muallin. Efectivamente, la propuesta de Moussa parece ir en la dirección de la voluntad de la oposición de hacer caer al Gobierno de Siniora para poder elegir un Gobierno de coalición con la fórmula “10+10+10”, es decir, un tercio de los ministros para la actual coalición mayoritaria de Saad Hariri, un tercio para la oposición pro-siria y un tercio nombrados por el nuevo Presidente de la República.
Las únicas críticas relevantes a la propuesta de la Liga Árabe han llegado desde la sede patriarcal de Bkerké, a través del cardenal Nasrallah Sfeir. El patriarca de los maronitas se ha mostrado contrario a que el acuerdo que prevea la elección de Suleiman como presidente esté vinculado a la creación de un Gobierno de gran coalición. ¿Qué sentido tiene –se ha preguntado Sfeir- elegir a un Jefe del Estado si aquello que debería decidir y hacer, es decir, nombrar en el cargo a un Primer Ministro y dar la confianza a sus ministros, ya se ha decidido de antemano?
La posición de Bkerké y la división en el campo cristiano
Desde el momento de su elección en 1986 hasta hoy, el cardenal Nasrallah Sfeir ha perseguido principalmente dos objetivos: detener la diáspora cristiana en el Líbano y mantener inalterados los equilibrios garantizados por la constitución libanesa de 1926 y que conceden la predominancia política a los cristianos maronitas. Los acuerdos de Ta’if de 1989, que pusieron fin a quince años de guerra civil, representaron la primera ocasión en que el cardenal Sfeir tuvo que aceptar las primeras modificaciones significativas a aquellas disposiciones constitucionales que con tanto celo defiende. En aquella época de lo que se trataba era de poner fin rápidamente a la guerra civil, a pesar de que ello pudiera amenazar con la desaparición de los cristianos del Líbano, mientras que hoy el yugo de Siria se ha debilitado y Sfeir no tiene intención de volver a ceder.
Los acuerdos de Ta’if supusieron la división de los cristianos. El general Aoun, que en aquella época se encontraba aislado en su batalla por sacar a los sirios del país, no encontró el apoyo del patriarca Sfier ni de la Santa Sede y tuvo que huir a Francia. Se cuenta que durante el asedio sirio a Beirut en el que resistía Aoun, los partidarios del general asaltaron la sede patriarcal de Bkerké en protesta contra la postura de Sfeir. Hoy Aoun, tras regresar del exilio francés, está aliado con Hezbolá, es decir, más o menos directamente con los sirios.
Las opiniones de los “terceros actores” en la crisis libanesa
Aún no está claro a quién se debe atribuir el atentado contra la UNIFIL y el lanzamiento de cohetes hacia Galilea. Tampoco está claro si hay alguna relación entre ambos hechos. El lanzamiento de cohetes parece una acción típica de Hezbolá, orquestada de acuerdo con Teherán, pero el Partido de Dios la ha desmentido. El ataque contra la UNIFIL, en cambio, tuvo lugar en los alrededores de un campo palestino infiltrado por Al Qaeda y, además, en esos mismos días, se volvió a hacer oír la voz del jefe de Fatah al-Islam, Shaker Absi, que amenazaba con represalias contra el ejército libanés, a quien se consideraba responsable de los hechos de Nahr-el-Bared. Por lo demás, también el asesinato del general François al-Hajj, considerado el sucesor natural de Suleiman como jefe del Ejército, no tiene aún una autoría conocida, aunque parece descartado que haya sido orquestado por los servicios secretos sirios, que no tienen ningún interés en perjudicar el proyecto que pueda llevar a Suleiman a la presidencia.
Del mismo modo, tampoco Hezbolá, ni, en consecuencia, tampoco Irán, tenían interés en el caso al-Hajj, ya que durante el último conflicto contra Israel el ejército quedó al margen e incluso reconoció el derecho de los milicianos de Hezbolá a defenderse de los ataques del Tsahal. Por ahora, la única certeza es que la penetración de Al Qaeda en el Líbano representa la única novedad relevante en el ya complejo escenario del país. Sin embargo, la identificación Fatah al-Islam igual a Al Qaeda no es del todo correcta, desde el momento en que el grupo salafista palestino parece haber sido, al menos en sus orígenes, una creación de la familia Hariri, que lo habría financiado con el objetivo de crear una milicia sunnita capaz de contener y compensar a Hezbolá.
Conclusiones
A la hora de trazar conclusiones que puedan describir posibles escenarios, es necesario basarse en las pocas certezas disponibles. La primera es que Hezbolá va camino de completar su rearme y la bomba contra la UNIFIL podría ser una advertencia para que no se obstaculice demasiado el reposicionamiento de sus milicianos en el sur del Líbano. Parece además que se ha reconstruido la red de bunkers y galerías al norte del Litani. El 31 de enero de 2007, el líder de Hezbolá, Nasrallah, en un acto en la periferia de Beirut, declaró que “el futuro de Israel es la muerte”. Se trata de propaganda, por supuesto, pero la renovada agresividad de los chiítas libaneses respecto al vecino sionista es el signo más evidente de que se ha producido ese rearme. Sin embargo, ello no significa que la opción militar esté entre las prioridades en la agenda de Nasrallah, ya que sus primeras prioridades están en el Gobierno de coalición que, al subdividirse en la fórmula de los tres tercios, permitiría que pudieran vetar cualquier iniciativa que no fuera de su agrado, todo ello en vista de unas elecciones anticipadas en las que el Partido de Dios tendría mucho a ganar. La posición de Hezbolá refleja, a su vez, la de Teherán.
Otro hecho cierto es el peso del “no” del patriarca Sfeir a las actuales mediaciones, postura que se debe al miedo a que en un futuro se vuelvan a cuestionar los equilibrios constitucionales. La verdadera pesadilla del patriarca Sfeir es un nuevo censo que, inevitablemente, pondría de manifiesto el boom demográfico chiíta y la significativa reducción de la comunidad cristiana. A pesar de las divisiones en las filas cristianas, los políticos maronitas difícilmente podrán ignorar las tesis de Sfeir, quien para muchos libaneses cristianos representa la más alta autoridad moral. Damasco tiene todo el interés en que la mediación de Moussa prospere, ya que, en la práctica, un Gobierno de coalición disminuiría el peso político de la familia Hariri y disuadiría la creación del tribunal de la ONU que debería juzgar el asesinato de Rafia Hariri.
La verdadera amenaza es la aparición de Al Qaeda en el país del Cedro que, de confirmarse, tendría todo el interés en desestabilizar lo máximo posible el país, saboteando cualquier posibilidad de acuerdo entre mayoría y oposición. Ante estos temores -según la versión libanesa del Daily Star- la mayor autoridad del clero musulmán libanés, el ayatolá Sayyed Hussein Fadlallah, ha elevado un llamamiento a la unidad de los musulmanes, con ocasión de la celebración del Año Nuevo islámico. El ayatolá Fadlallah se formó en Nayaf y está próximo a las tesis del ayatolá Khamenei, que no es ciertamente un moderado establecido en posiciones inmovilistas como, por ejemplo, las de Sistani. Evidentemente, también en Líbano, se teme el hipotético enfrentamiento armado entre chiítas y sunnitas, como el que tiene lugar en Irak. En la visión de Al Qaeda, Hezbolá es un adversario al que hay que hacer frente, y sería su primer objetivo, antes que un enfrentamiento a nivel más general entre cristianos y musulmanes en el Líbano.
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