Durante la última década, Sudáfrica ha experimentado un fuerte crecimiento económico, explicado por un difuso desarrollo industrial y un fuerte aumento de la demanda energética agregada.
A pesar de los intentos de diversificar las fuentes energéticas, la oferta no ha sido capaz de alcanzar los niveles de demanda provocando la crisis que estalló el pasado enero y que todavía no parece haberse resuelto.
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