En la segunda mitad del siglo II antes de Cristo un caudillo lusitano resiste mediante la guerra de guerrillas los avances de Roma.
Se llama Viriato. Invencible en el plano militar se recurre a la traición y el guerrero cae asesinado por sus tres lugartenientes.
Cuando éstos se presentaron a cobrar el precio de su felonía, habrían recibido del cónsul encargado del sucio asunto como toda respuesta el equivalente de la frase que atravesó los siglos: Roma no paga traidores.
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