Por Thomas L. Friedman
Estaba haciendo zapping el lunes mientras seguía el derrumbe de casi 800 puntos de las acciones, cuando un comentarista de CNBC me llamó la atención. Le pedían que asesorara a los televidentes acerca de cuáles eran las mejores posiciones para capear la tormenta del mercado. Impertérrito, sin vacilaciones, respondió: "Dinero en efectivo y posición fetal".
Yo estoy en ambas posiciones? Pocas veces he tenido miedo por mi país: en 1962, cuando era un niño de 9 años y seguía el desarrollo de la crisis misilística cubana; en 1963, con el asesinato de John Fitzgerald Kennedy; el 11 de septiembre de 2001, y este lunes, cuando los republicanos rechazaron el rescate en el Congreso.
Este momento es el que más me asusta, porque los anteriores fueron causados por potenciales ataques externos. Esta vez, los agresores somos nosotros mismos. Esta vez, lo que nos amenaza es nuestro propio fracaso en la regulación del sistema financiero y en la legislación del remedio adecuado.
Siempre creí que el gobierno de Estados Unidos era un sistema político único: un sistema ideado por genios para que pudiera ser manejado por idiotas. Me equivoqué. Ningún sistema puede ser suficientemente inteligente como para sobrevivir a este nivel de incompetencia y de imprudencia por parte de la gente a cargo.
Esto es peligroso. Tenemos miembros de la Cámara de Representantes que rechazan un complejo paquete de rescate porque algunos votantes los inundaron de llamadas. Entiendo la furia popular contra Wall Street, pero no se puede enfrentar así esta crisis.
Es una crisis crediticia. Se trata de la confianza. Lo que no se entiende es por qué el banco A ya no le presta a la empresa B o no acepta la hipoteca de la empresa C. Eso pasa porque nadie está seguro de cuánto valen los activos y las garantías del otro, y por eso el gobierno debe acudir para poner un piso firme debajo de todo.
De otra manera, el sistema se asfixiará por falta de crédito, como un cuerpo al que se le niega el oxígeno.
Bien, usted dirá: "Yo no tengo acciones que sufran esos monstruos codiciosos de Wall Street". Tal vez usted no tiene acciones, pero su fondo de retiro sí tenía algunas acciones de Lehman Brothers y su banco tenía bonos de las hipotecas subprime , y por eso usted pudo refinanciar su casa hace dos años.
Y su aeropuerto estaba asegurado por AIG; y su municipalidad vendió bonos para financiar el desagüe de su calle, y su empresa de automóviles dependía de los mercados para financiar el préstamo de su auto y ahora que el crédito se ha secado, el Wachovia quebró y su vecina perdió su trabajo allí.
Todos estamos conectados. No se puede salvar al ciudadano común y castigar a Wall Street, así como no se puede estar en un bote con alguien que uno odia y pensar que la filtración en el fondo de la embarcación que el otro tiene bajo los pies no hará que usted se hunda con él. El mundo es en realidad plano. Todos estamos conectados. "Desacoplarse" es pura fantasía.
Vivir en Marte
Entiendo el resentimiento contra los titanes de Wall Street que se llevan 60 millones de dólares en bonificaciones. Pero cuando el sistema crediticio está en peligro, es necesario concentrarse en salvarlo, aun cuando eso signifique rescatar a personas que no lo merecen. De otra manera es como decir: contendré la respiración hasta que ese gordo gato de Wall Street se ponga azul. Pero no será él quien se ponga azul: será usted, o más bien todos nosotros.
Mi rabino contó esta historia anteayer: una frágil madre de 80 años celebra su cumpleaños, y cada uno de sus hijos le hace un regalo. Harry le regala una casa nueva. Harvey le regala un auto y un chofer. Y Bernie le regala un loro enorme que puede recitar la Torá.
Una semana más tarde, la madre reúne a sus hijos y les dice: "Harry, gracias por la hermosa casa, pero yo vivo en una sola habitación. Harvey, gracias por el hermoso auto, pero no soporto al chofer. Bernie, gracias por regalarle a tu madre algo que ella realmente podía disfrutar. Ese pollo estaba delicioso".
Mensaje al Congreso: no sean astutos. No nos den algo que no necesitamos. No nos den algo destinado a resolver sus propios problemas. Sí, Paulson y Bernanke deben aceptar supervisión y se les debe garantizar a los contribuyentes parte de las ganancias de los bancos rescatados. Pero, aparte de eso, denles el capital y la flexibilidad para apagar este incendio.
Siempre me digo: nuestro gobierno está tan quebrado que sólo puede funcionar en respuesta a una enorme crisis. Pero hemos tenido una enorme crisis y el sistema no parece funcionar. Nuestros líderes están tan desacostumbrados a trabajar juntos que incluso ante la amenaza de un derrumbe no pueden ponerse de acuerdo, como si vivieran en Marte y estuvieran aquí de visita, y fueran completamente ajenos a las consecuencias. La historia no puede terminar así. Si lo hace, mejor asuma la posición fetal.
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