Por Paul Krugman
¡El Dow está subiendo! ¡No, está bajando! ¡No, está subiendo! No, está?
Como sea. Mientras el maníaco-depresivo mercado de valores ocupa los titulares, la historia más importante transcurre en las sombrías noticias sobre la economía real. Ahora resulta claro que el rescate de los bancos no es más que el comienzo: la economía no-financiera también necesita ayuda desesperadamente.
Y para proporcionar esa ayuda, vamos a tener que dejar de lado algunos prejuicios. En lo político, está de moda echar pestes contra el gasto del gobierno y exigir responsabilidad fiscal. Pero en este preciso momento, un incremento del gasto gubernamental es justo lo que ha prescripto el médico, y habría que reprimir la preocupación por el déficit presupuestario.
Pero antes de abordar ese punto, hablemos de la situación económica. Justo esta semana nos enteramos de que las ventas minoristas se han despeñado en el abismo y lo mismo ocurre con la producción industrial.
Se estima que el desempleo está en niveles dignos de una recesión profunda y el índice de manufacturas de la Reserva Federal de Filadelfia cae al ritmo más rápido en casi 20 años. Todos esos signos revelan la existencia de una crisis económica que será cruel, brutal? y larga.
¿Cruel hasta qué punto? El índice de desempleo ya está por encima del 6%. Ya es prácticamente seguro que superará el 7%, y posiblemente llegará por encima del 8%, convirtiendo esta recesión en la peor de los últimos 25 años.
¿Y larga hasta qué punto? Podría ser realmente muy larga. Pensemos en lo que ocurrió durante la última recesión, que sucedió al estallido de la burbuja tecnológica a fines de la década del 90. Superficialmente, la respuesta política a esa recesión parece exitosa. Pero la verdad es que a la Reserva Federal le resultó difícil ganar impulso.
A pesar de las reiteradas reducciones de la tasa de interés, el índice de desempleo siguió en ascenso; pasaron más de dos años antes de que el panorama laboral empezara a mejorar. Y cuando finalmente se produjo una recuperación convincente, se debió tan sólo al hecho de que Alan Greenspan había conseguido reemplazar la burbuja tecnológica por una burbuja inmobiliaria.
El temor a otra burbuja
Ahora le ha llegado el turno de estallar a la burbuja inmobiliaria, dejando el paisaje financiero sembrado de ruinas. Aun cuando los esfuerzos destinados a rescatar el sistema bancario y a descongelar los mercados crediticios funcionaran -aunque los resultados iniciales han sido desalentadores-, resulta difícil imaginar que la vivienda pueda volver a inflar una burbuja en el futuro próximo. Y si hay otra burbuja en espera, no es para nada obvia.
Entonces a la Reserva Federal le resultará aún más difícil ganar impulso esta vez. En otras palabras, Ben Bernanke no puede hacer gran cosa por la economía.
Por otra parte, el gobierno puede hacer mucho por la economía. Puede proporcionar mayores beneficios a los desempleados, algo que ayudará a muchas familias en mala situación y pondrá dinero en manos de personas que probablemente lo gastará.
Puede dar ayuda de emergencia a gobiernos estatales y locales para que no se vean obligados a realizar grandes recortes presupuestarios que degradan los servicios públicos y destruyen empleos. Puede comprar hipotecas y reestructurar los términos para ayudar a las familias a quedarse en sus casas.
Y también es un buen momento para realizar algunos serios gastos en infraestructura, que el país necesita con urgencia. El argumento habitual en contra de las obras públicas como estímulo económico es que toman demasiado tiempo: para el momento en que se acaba de reparar aquel puente y de mejorar esa línea de ferrocarril, la recesión ya pasó y no hacen falta estímulos. Bien, ese argumento carece de fuerza ahora, ya que las posibilidades de que esta crisis acabe en un futuro próximo son prácticamente nulas. De manera que será mejor que pongamos en marcha esos proyectos.
¿La próxima administración hará lo necesario para enfrentar la recesión? No si John McCain consigue una victoria sorpresiva.
Cuando en uno de los debates le preguntaron cómo enfrentaría la crisis, contestó: "Bueno, lo primero que debemos hacer es controlar los gastos".
Si Barack Obama es Presidente, no tendremos la misma oposición inquebrantable al gasto.
Pero él deberá enfrentarse a un coro de personajes que le dirán que debe ser responsable, que si no el enorme déficit que tendrá el gobierno el año próximo es inaceptable. Obama debería ignorar ese coro.
La actitud responsable, en este momento, es darle a la economía la ayuda que necesita. Este no es el momento de preocuparse por el déficit.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario