A la espera de la refundación del capitalismo prometida por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, cabe hacer un primer balance político de la hecatombe, no ya de ganadores y perdedores, porque todos pierden, pero unos más y de forma distinta que otros.
El primer perdedor, catastrófico, El neoliberalismo Republicano, que recoge ahora la siembra económica monetarista, no solo de los 2000, sino que se arrastra desde Reagan en los 80. La dirección estaba en la pared; un ciclón que devastó Nueva Orleans, desprotegida de un Estado que no había considerado necesario el mantenimiento de sus diques; o en Gran Bretaña, un sistema ferroviario privatizado que probablemente es el peor de Europa, . El eterno debate entre la presunta eficacia, pero egoísta, de la iniciativa privada y la garantía de una cierta justicia, pero sin calidad asegurada, del servicio público, se ha definido hoy rotundamente a favor de la segunda.
Otro perdedor, Rodríguez Zapatero, que tiene la mala suerte de gobernar cuando se produce una gravísima quiebra de la prosperidad nacional. Carlos Solchaga dijo hace un tiempo que los españoles "habían sufrido un ataque de riqueza", y el despertar de lo que algunos podrán temer que sólo haya sido un sueño es tan duro que alguien tiene que pagarlo.
Perdedores muy matizados tendrían que ser los responsables chinos y rusos, Hu Jintao y la dupla Putin-Medvedev, porque ambos poseen reservas billonarias para capear la crisis.
El caso de Hugo Chávez en Venezuela es contradictorio porque, al igual que Lula en Brasil, se beneficia del fracaso intelectual en América latina del neoliberalismo norteamericano, pero como señala The Economist , por cada 10 dólares que baja el crudo, a Caracas dejan de ingresar 5000 millones al año, y por debajo de los 75 dólares el barril -ronda los 60- no alcanza para sostener el ritmo de importaciones, ni mucho menos financiar a los activistas pro Chávez fuera de Venezuela.
Para Sarkozi, como buen francés gran acuñador de palabras, la crisis no hará sino devolverlo a su verdadera nacionalidad. El presunto liberal a la americana de su primer año de mandato ha dado paso a la socialdemocracia corporativo-galicana de toda la vida.
El estado natural de las cosas seguramente es el sistema capitalista: la búsqueda del beneficio personal sin miramientos, mientras que el socialismo es una impostura del instinto, que en ocasiones se fabrica, avergonzado, el ser humano. Pero ese grado mínimo de socialismo que por sí sólo encarna la existencia de un Estado democrático interventor es todo lo que separa a la sociedad de la selva. Ese es el socialismo del siglo XXI.
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