Cuando en 2008 estalló la crisis internacional que algunos gurúes llamaron financiera, con el epicentro situado en EEUU, se llegó a pensar que los emergentes no sólo se podrían mantener al margen del ajuste económico y financiero de los grandes países, sino que además podrían servir de contrapeso a la caída de la demanda en EEUU o la UE. Pero esta teoría del “decoupling” pronto se comprobó que era una ilusión, el consumo empezó a bajar en EEUU y en la UE, los efectos fueron fuertes sobre las exportaciones y la producción industrial de la mayoría de países en vías de desarrollo, sin una demanda interna suficientemente potente para compensar el descenso de las ventas externas.
En Asia, en estos momentos, la producción industrial está reduciéndose a ritmos del 20%, mientras la baja en las exportaciones se acerca al 40%. Todo esto se agrava por la liquidación de posiciones en este tipo de países por parte de los grandes inversores internacionales a partir de verano de 2008, lo que ha terminado presionando los tipos de cambios de aquellas economías más dependientes del ahorro externo. Y, la baja de los precios de las materias primas a partir de agosto de 2008 supuso otro duro golpe para los exportadores de petróleo, cobre, soja, etc.
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