Cuando se mide a un competidor en el mercado o a un adversario en la política, suele confundirse: Intenciones con capacidad.
A veces nos encontramos con expresiones en términos de intenciones, que están apalancadas en el deseo, pero que el que las articula carece de poder de fuego. No hace daño el que quiere, sino el que puede.
Con el fin de la guerra fría un sovietólogo de los EE.UU escribió: “la URSS era mucho mas malvada de lo que pensábamos, pero también mucho mas inofesiva de lo que calculábamos”.
Al poner en el mismo nivel las intenciones y la capacidad de concretarlas, construimos un mapa que diferirá mucho del territorio, agrandando a adversarios sin envergadura o subestimando factores con poder para lastimar, pero que no revelan intenciones de hacerlo.
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