viernes, enero 31, 2014

D'Onofrio y su historia con el peronismo, Montoneros y el Padre Mugica

La faceta menos conocida del presidente de River: su juventud en el Nacional Buenos Aires, su relación con Fernando Abal Medina, Carlos Ramus y Mario Firmenich, y su devoción espiritual por el cura villero

Por: Ezequiel Scher e Ignacio Sbaraglia

-¿Se acuerda del día en que mataron a Fernando Abal Medina y a Carlos Ramus?
–Sí. Fue una tristeza enorme. Fui al entierro en la Chacarita. Recuerdo que habíamos puesto una bandera argentina que envolvía el cajón, pero la policía nos paró y nos las hizo sacar.
Rodolfo D’Onofrio no niega quién es. A los 12 años, salió de su casa en tren, se tomó el subte, llegó al colegio y un compañero le habló de Karl Marx. Él no sabía si era el wing izquierdo de Platense o quién, pero supo que el Nacional Buenos Aires le iba a cambiar la vida. Ahí conoció al Padre Mugica, a Mario Firmenich, a Abal Medina y a Ramus. Ahora, en un despacho del Monumental que le hace sentir las mismas adrenalinas de aquellas épocas de militancia en las villas, lanza el relato.
–¿Cómo era el Nacional Buenos Aires?
–Fue un colegio –y creo que sigue siendo así– donde se privilegiaba la meritocracia. No la elite. La clave estaba en que vos tuvieras fuerza, tesón, energía y perseverancia. Ahí aprendí a tener compromiso con la vida, con los pares, con la sociedad. A mí me tocó una época muy fuerte. Yo estaba con el Padre Mugica. Íbamos a la Villa 31.
–¿Militaba en alguna agrupación?
–Participaba de una línea independiente que se llamaba Juventud Unida Católica, donde era compañero de Firmenich, Ramus y Abal Medina. Fernando era un año mayor que yo. Ramus y Firmenich uno más chico. Trabajábamos e íbamos mucho a esa villa. El colegio nos formaba para eso.
–La década del ’60 fue especial.
–Fue muy fuerte. Por eso fue el Mayo Francés en el año 1968. Creíamos que individualmente podíamos cambiar el mundo. Después nos dimos cuenta que al mundo no lo cambiás porque hay muchos poderes que lo hacen imposible. Hicimos muchas cosas juntos, pero ellos después eligieron un camino distinto al mío.
–¿Cuándo dejó de militar con los que terminaron formando Montoneros?
–En la facultad fui compañero de Abal Medina, estudiábamos economía. Después pasaron dos años que no los vi. Yo no compartía el camino que eligieron. Creí que no había que llegar al extremo de matar a nadie, pero es respetable que pensaran así.
–¿Cómo era la relación con ellos?
–Ramus, Abal Medina y Firmenich eran muy buenas personas. Con Firmenich viajábamos desde Ramos Mejía en tren. Era una persona muy buena, incapaz de matar una mosca. Él es hincha de Racing y yo de River. En aquella época, River no salía campeón y Racing salió campeón de América cuando terminamos el colegio. Hablábamos de eso. Con Mugica, que también era de Racing, jugábamos al fútbol. Con Fernando éramos muy amigos, era un hombre que tenía muchas inquietudes sociales. De los tres, el más rebelde de todos era Ramus.
–¿Le sorprendió cómo siguió su futuro?
–Cuando ocurrió lo del asesinato de Aramburu, durante mucho tiempo pensé que no habían sido ellos, que les habían tirado el muerto.
–¿Qué los había acercado antes?
–Habíamos compartido y discutido de política mil veces. Siempre desde el evangelio, desde que hay que estar cerca del que menos tiene. Desde la concepción que tiene hoy el Papa: que la Iglesia es para los pobres. El Papa Francisco tiene la concepción de Mugica. Yo me confesaba con el padre Mugica porque para mí representaba la verdad. Era el amor al prójimo. El sacrificio de estar con el que menos tiene. Pero no de ir a hacer una colecta y poner unos pesos sino de estar con los pobres.
–¿Y en qué quedó aquel militante?
–El 26 de diciembre del año pasado estuve ahí en la Villa 31 con el padre Eduardo. Fui con el Beto Alonso, con el Chamaco Rodríguez y con cinco más. Caminamos por la villa y después fuimos a la misa, donde están los restos de Mugica. Para mí fue muy fuerte. Hacía más de  15 años que no me confesaba. Y al lado de donde están los restos de Mugica, el padre Eduardo me confesó. Volví a sentirme cerca de la fe. Era una misa de 15 personas. Y desde afuera empecé a escuchar: “Vamos D’Onofrio”. Cuando salí, habría 150 jóvenes con la camiseta de River esperándonos. No sólo para la foto sino para charlar. Yo ni me doy cuenta todavía que soy presidente de River, pero la gente sí. Cuando estuve ahí, vi la felicidad de los vecinos de estar charlando conmigo. Ahí en la villa hacen un trabajo extraordinario los sacerdotes. Recuperan a los chicos del paco. Poder estar ayudando me pareció una de las cosas más lindas que viví como presidente de River.
–¿Y desde River se puede generar un espacio para transformar a la sociedad?
–River llega a donde no llega ningún credo ni ningún partido político. Cuando se solucione todo el bollo financiero que hay en este club, iremos por eso.
–¿Recuerda el asesinato del Padre Mugica?
–Yo venía manejando desde Luján. Cuando escuché la noticia por la radio, frené el auto y me mató. Me dolió muchísimo. Mugica murió en su ley. Él siempre decía que iba a dar la vida por el más humilde.

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