Postergó para febrero su partida. Armó una oficina en Buenos Aires para alternar con sus días en Roma. Atiende a su madre y teme una crisis. Se queja: “¿Para esto me sacaron?”
En otro momento, los días de tensión que atravesó el Gobierno sobre el cierre de 2013 lo hubieran tenido hostigando a las empresas eléctricas por los cortes de luz que caldearon el humor social. Pero no: el ex hombre fuerte del oficialismo, Guillermo Moreno, hoy está fuera del poder, masculla bronca por el rumbo económico e intenta postergar todo lo que pueda su partida a Italia, el destino diplomático que le asignó la presidenta Cristina Kirchner cuando lo eyectó de la Secretaría de Comercio Interior, tras la derrota en las elecciones de octubre.
Es como una metáfora de esta etapa del kirchnerismo, que está obligado a corregir el modelo pero no termina de asumirlo. Moreno sabe que es formalmente el nuevo agregado económico de la embajada argentina en Roma, pero no tiene ánimo de irse. Tenía previsto partir tras las Fiestas. Luego su entorno dejó trascender que lo haría “a mediados de enero”, y la última información es que recién cruzará el Atlántico hacia el 15 de febrero, según confirman fuentes cercanas. Su esposa, Marta Cascales, está saliendo rumbo a Europa para ver lugares de alojamiento. Es ella la que hace más fuerza por ir. Dice conservar una relación “cercana con el Papa, Jorge Bergoglio, desde los setenta”, contaron allegados.
Por ahora, el ex funcionario se mueve entre su casa, en Salta al 900, y la escribanía familiar, en Piedras al 1000, donde recibe dirigentes y militantes. Allí también escribe un libro con su versión de la historia reciente. Registró en 2009 la marca El relato del modelo. Pero desde su salida mantiene también una oficina, con sus secretarias históricas, a quienes prometió conservarles el empleo, en Diagonal Sur al 600, frente a donde ahora lo reemplaza Augusto Costa. Esos domicilios, junto con la parroquia Inmaculada Concepción, de Independencia y Tacuarí, donde va a misa los domingos por la tarde, conforman el radio de la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires por el que transita hace años y del que preferiría no despegarse. Todo lo vuelve a sus días de supersecretario: anda en un Volkswagen Vento propiedad de Central Servicios Sociedad del Estado, una empresa que provee servicios públicos al Mercado Central, que fue su base de operaciones.
Moreno procura armar un esquema para alternar como máximo tres semanas en Italia y una en Buenos Aires. Tiene dos motivos centrales para hacerlo. Está muy abocado a cuidar a su madre, de 86 años, por lo que prefiere no estar lejos del país. Pero también hay una razón política. Entiende que tiene que estar “en la trinchera” porque avizora “tiempos difíciles” para este año. Mientras la inflación roza el 4% mensual, en parte por aumentos que habilitó antes de dejar el Gobierno, está preocupado por una eventual espiral de precios y salarios. A algunos interlocutores les suelta lamentos sobre el momento económico, del tipo “¿para esto me sacaron?”. No ahorra insultos para parte del equipo que lo reemplaza y que acaba de debutar con un acuerdo de precios al que insisten en mostrar como “científico” y “metodológico”, para diferenciarlo de su versión más bizarra. También despotrica contra los últimos traspiés veraniegos del jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray, eterno rival en el Gobierno.
Militante y ferretero. “Desde hoy vuelvo a ser un militante de la Capital Federal”, había dicho el 29 de noviembre, cuando se despidió de la función pública. Hoy en parte también se dedica a promover la afiliación al justicialismo porteño. Sólo se aleja del barrio de Constitución para fogonear, desde la Unidad Básica Pueblo Peronista, en Núñez, el crecimiento del peronismo en la Ciudad de Buenos Aires. “Afiliate de la mano de Guillermo Moreno”, dice un afiche que circula por internet.
“Va a ser un gran agregado comercial, le va a poner todo y va a potenciar el comercio con Europa”, arenga su álter ego, Ider Peretti, titular de la Confederación General Económica (CGE), quien inspiró el nombre del último perro que le regalaron a Moreno cuando era un hombre todoterreno en el gabinete. Antes de probar sus dotes diplomáticas, tiene otros asuntos que cerrar, como encaminar la transición de su ferretería mayorista, Distribuidora América, su negocio de toda la vida.
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