martes, junio 28, 2016

El cementerio de Facebook

Por Leandro Filozof

Tiene alrededor de 40 millones de usuarios muertos y se proyecta que a fin de siglo van a superar a los vivos. Cómo cambia el duelo. ¿Homenaje o morbo? Además, tumbas con código QR.


Si se miran las imágenes sin detalle, rápido, parece una ciudad. Cuando se detiene la mirada se ven las tumbas de distintos tamaños que conforman Wadi-us-Salaam, el cementerio más grande del mundo, en Irak, con 5 millones de cuerpos. Ahora, si se acepta que la línea que divide virtualidad y realidad es cada vez más difusa, esa afirmación pasa a ser falsa. Si se hace nuevamente el ejercicio de detener la mirada, en ese extraño ecosistema en el que conviven más de 1.600 millones de usuarios activos creado por Mark Zuckerberg hay una particularidad: se estima que 8 mil usuarios de Facebook mueren por día, que para el 2012 –8 años después de su lanzamiento– existían 30 millones de cuentas de usuarios fallecidos: más de 40 millones sería la cifra actualizada hoy. Y que –lo más sorprendente– para el 2098 existirán más usuarios muertos que vivos en la red social.

Pero antes de hacer futurología, vale detenerse en algo más inmediato: enterarse de una muerte por un posteo, despedirse con un comentario o una foto, recibir notificaciones en los cumpleaños, todo desde el perfil de una persona que falleció, en definitiva, relacionarnos virtualmente con aquellos que ya no están, ¿cambia el modo en que nos vinculamos con la muerte?



Saludos para un actor fallecido el día de su cumpleaños


El debate que se suscitó alrededor de las políticas de perfiles de Facebook ya quedó en el olvido. No solo se puede dar de baja un perfil enviando datos de usuario y una copia del certificado de defunción –o directamente con la clave– sino que la red permite nombrar un sucesor para que administre la cuenta, devenida en memorial, una vez que el dueño original ya no esté más. De todos modos, muchas personas deciden dejar los perfiles de sus familiares o amigos vigentes, convertirlos en mausoleos virtuales.


“Los perfiles se transformaron en lápidas virtuales. Hay algo místico en la era digital” (Ramiro San Honorio, guionista).



La doctora en Ciencias Sociales y antropóloga Marian Moya afirma que “existe una necesidad humana que atraviesa a todas las culturas y sociedades de sostener el ritual, el homenaje. El ‘santuario de FB’ recibe desde lacónicos ‘Te extraño’ hasta mensajes plagados de recuerdos compartidos, canciones, fotografías, descripciones detalladas del difunto hasta flores virtuales. Virtualidad y mortalidad comparten la no presencia del otro, su intangibilidad. Nada desaparece: ni aun los muertos. Pero en realidad, lo único que restituye FB es una puesta en escena, una performance social de la muerte, que visibiliza nuestro duelo. La muerte sigue su camino. La imagen de nuestro ser querido es lo único que nos devuelve la red social” (ver entrevista).




Laura, de 30 años, cuenta que “un día un primo segundo mío posteó un poema a su hermano, que parecía una despedida, muy poética. Lo hablé con mi hermano y no entendíamos nada. Siguió posteando hasta que nos dimos cuenta de que había muerto”. Pablo, de 28, asegura que le resultó “muy fuerte durante un tiempo, porque seguían apareciendo notificaciones de cumpleaños o la posibilidad de etiquetar fotos de un amigo que falleció en un accidente en auto”. Lautaro perdió a un “amigo de la vida” y se enteró por Facebook: “De chico le habían diagnosticado diabetes severa pero no se cuidaba. Por la vida, nos fuimos encontrando y desencontrando hasta que se fue a vivir a Europa. Después alguien me contó que murió en Alemania. Me metí en todo Face que pude: de sus hermanos, su viejo y amigos para enterarme mejor lo que había pasado. Sostuvieron su perfil y en el cumpleaños recibo la notificación y alguien sube un comentario o una foto, pero el muro quedó tal cual él lo dejó. Pensé muchas veces en borrar el contacto, ver su foto de perfil en el chat me resulta un poco invasivo, pero a la vez es la única manera de mantener su ‘testimonio virtual’”. En cambio, Daniel, de 32, optó por borrar a un amigo que falleció porque no soportaba ver cómo otros le escribían en el muro que lo extrañaban o le narraban sus días.



La aplicación If I Die graba un video que se publicará al morir en Facebook


Digital Beyond estima que morirán 975 mil usuarios de Facebook de Estados Unidos en el 2016. A su vez, estudios hechos por Dying Matters entre 2.085 ingleses de más de 18 años muestran que solo un 8 por ciento de usuarios borraría la cuenta de un amigo fallecido, mientras que un 40 mantendría el contacto.




“Cuando hace dos años falleció alguien de mi familia, yo fui el encargado de cerrar sus cuentas en redes sociales –cuenta Tomás Balmaceda, periodista especializado en tecnología–. En su momento fue una tarea difícil, tuvimos que conseguir la clave de su teléfono celular y decidimos dar de baja todo sin explicaciones. Pensado en retrospectiva, no sé si fue la mejor idea, porque durante muchos meses personas en común me preguntaban por qué no estaba más allí. En su momento creí que era la mejor opción para evitar que esos perfiles se vuelvan un sitio con mensajes para mi familiar. Hoy creo que quizás ese espacio es necesario y que hay personas que necesitan un lugar en donde despedirse”.




–¿Qué opinás de que las cuentas sigan estando activas y de la posibilidad de que eventualmente existan más usuarios muertos que vivos?
–Nuestros perfiles en redes sociales tienen nuestras opiniones, nuestras ideas y las cosas que nos gustan. Quizá sí puedan ser un legado para los demás, para que sepan quiénes fuimos y qué hicimos.
Este legado, en muchos casos, se ve en perfiles o páginas de personas famosas. Hace pocos días, el actor ruso-estadounidense de 27 años Anton Yelchin falleció, y hasta se creó una página no oficial en la que el guionista, escritor y profesor de transmedia Ramiro San Honorio subió unas fotos: “Hay una generación muy joven, que tanto con él como con la cantante youtuber Christina Grimmie, da todas las condolencias de forma virtual. Se transformaron los perfiles en lápidas virtuales. Hay algo místico en la era digital, en el ‘metaverso’, un sistema que sigue vivo. Filosóficamente son plataformas que hacen de nexo con aquel que no está, se lo ve en una cuenta activa, en algo todavía activo. Es como la vela, la llamita encendida, porque está encendido su twitter, facebook o blog. El mundo virtual existe porque existe el mundo real. La muerte encontró su realidad aumentada en redes sociales y en este tipo de comunicaciones”. A su vez, al preguntarle por sus posteos, San Honorio, que dicta la materia “Escribir en los medios del futuro” en Argentores, aclara que no es de postear pero “sí de recordar, y a mí me gusta que la cuenta de la persona que no está, esté vigente. Víctor Hugo Carrizo, actor con el que trabajé en El Paraíso, tuvo un cáncer fulminante de pulmones. Hace muy poco postearon fotos de la serie, estaba etiquetado y me daba ternura porque lo veía. Hice clic en la foto, fui al muro y un montón de gente, aun después de años, no sabía de su muerte y le dejaba mensajes por su buena actuación. Queda esa cuestión de la muerte también digitalizada. Hay una película, La memoria de los muertos, con Robin Williams, sobre un tipo que edita chips con los recuerdos e imágenes que tienen las personas en su vida. Como sucede en la película, de alguna manera se puede conocer o entender a la persona y su familia y tener una referencia de lo que hizo”.




Pero parte de ese futuro ya existe. En algunos cementerios de Dinamarca, las tumbas tienen Códigos QR que, después de ser escaneados con un celular, permiten ver información y fotos del difunto. Pero por lo general no es que la tecnología vaya al sitio, sino que modifica el ritual. Llevar una flor, hablarle a una lápida –ceremonias que datan de años– hoy cuentan con una nueva variable. Escribir mensajes en Facebook en conmemoración de un cumpleaños o en el aniversario de una muerte es moneda corriente. Se utilizan fotos, mensajes, comentarios, descripciones. También, por esto mismo, muchos consideran “chocante” ver la “cara” en el chat de una persona que falleció, recibir una notificación de un cumpleaños o encontrarse con una foto que pregunta si “deseas etiquetarlo/a”. Para el filósofo Darío Sztajnszrajber, “es una herramienta más que posibilita el duelo. Hay que dividir entre transformación radical y transformación incremental. Esta es una típica transformación tecnológica incremental: incrementa o amplía la posibilidad de seguir haciendo el duelo, pero no es radical porque no transforma esencialmente el duelo. Lo hará el día que desde ese muro siga hablando el muerto. Un muro en Facebook con tus recuerdos y un libro escrito con tus memorias es exactamente lo mismo: son casos donde no se visualiza el potencial revolucionario de la tecnología. La informática tiene potencial para modificar mucho más que eso, en la medida en que no sabemos, de aquí a cien años, cuál va a ser el límite entre la vida y la muerte”.




Un estudio hecho por Hachem Sadikki determinó que en 82 años va a haber más usuarios muertos que vivos en Facebook. El número se sostendría por una merma en el crecimiento de nuevos usuarios y en que casi un 50 por ciento de los usuarios de Estados Unidos tiene más de 40 años, y 16 millones de los 194 millones tienen más de 65. Lo cierto es que si uno pregunta a las nuevas generaciones, otras redes como Instagram o Snapchat están lentamente reemplazando a la popular plataforma de Zuckerberg. Cuando finalmente quede sin usuarios activos o sean más los perfiles de muertos que las cuentas de los vivos, todo indica que en algún futuro Facebook puede convertirse, aún más o en su totalidad, en un virtual cementerio gigante.



DE FRENTE Y DE PERFIL

30 millones de usuarios fallecidos tenía Facebook en 2012.

8 mil usuarios se estima que mueren por día.

1600 millones de usuarios activos hay en la red social.

2098 es el año en que va a haber más perfiles de muertos que de vivos.

975000 usuarios morirán en Estados Unidos en 2016.

50 por ciento de los usuarios de Estados Unidos tiene más de 40 años.

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