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martes, julio 11, 2017
La ciencia de las vacaciones perfectas: con ocho días es suficiente
¿Mejor un mes entero o partirlas en semanas?¿Playa o montaña?¿Cómo alargar los efectos del descanso?
La ciencia zanja (de una vez) estos viejos debates estivales. Una pista: hacer fotos ayuda
Marta está sentada frente al calendario. Resopla. En su trabajo le dejan absoluta libertad para escoger la fecha de sus vacaciones. Sin embargo, cada año se las ve negras para decidir. ¿Es mejor parar todo el mes de agosto? ¿O dosificarlas en varias semanas?
Para su consuelo y el de otros muchos que se encuentran en la misma disyuntiva, la ciencia ya ofrece algunos datos contundentes que ayudan a elegir (y acertar). «Existen evidencias empíricas de que las vacaciones favorecen la salud y de que, tras un tiempo prolongado sin darnos un respiro, somos más vulnerables a las enfermedades cardiovasculares y aumenta el riesgo de muerte prematura», explica a PAPEL la investigadora Jessica de Bloom.
Junto con su equipo de la Universidad de Tampere (Finlandia), demostró hace poco que, a partir del segundo día de descanso, la salud mejora y aumentan los niveles de energía. Y que el pico de bienestar máximo se alcanza el octavo día de vacaciones. A partir de ahí, que sumemos más tiempo de ocio nos afecta poco. «Las pruebas reunidas hasta ahora indican que el efecto saludable de las vacaciones es idéntico si duran ocho días que si duran quince», aclara De Bloom, cuyos estudios indican que es más lógico acortar las vacaciones y optar por varios períodos de asueto a lo largo del año.
Una vez escogidas las fechas y la duración, planificar el descanso también tiene su intríngulis. Por ejemplo, si tenemos que elegir entre tumbarnos a la bartola o mantenernos activos, es preferible la segunda opción. Sobre todo si implica contacto social y entretenimiento pasivo, dos ingredientes que fomentan el bienestar durante y después.
Si en vez de descansar cerca de casa optas por salir de tu zona de confort, tus jefes te lo agradecerán. Sobre todo porque se te ocurrirán mejores ideas. Varios estudios indican que los viajes internacionales catapultan la flexibilidad cognitiva de la sesera, un componente clave de la creatividad. Es más: cuanto más tiempo pasa una persona fuera de su país, más capacidad de innovación desarrolla.
Tiene el mismo efecto un descanso de ocho días que uno de quince
¿Playa o montaña? Sobre gustos no hay nada escrito, pero sobre cómo afectan estas opciones a la salud sí. De acuerdo con una investigación de la Universidad de Edimburgo, las vacaciones al sol aumentan los niveles de vitamina D, una molécula que reduce la presión arterial, disminuye de las cardiopatías y aumenta las opciones de sobrevivir en caso de padecer cáncer. Pero pasar un tiempo en las cumbres también tiene sus ventajas: cada vez hay más pruebas que vinculan vivir a cierta altitud con perder peso y tener el corazón tan sano como un roble. A lo que se suma que pasear por un tupido bosque reduce el estrés, la hostilidad y la depresión, a la vez que mejora la salud mental.
¿Crees que dormir mucho en vacaciones es una pérdida de tiempo? Piénsatelo mejor. Se ha comprobado que planchar la oreja más de siete horas cada noche tiene efectos beneficiosos que duran hasta dos semanas.
Una táctica infalible para dar en el clavo es dejar lo mejor para el final: la regla del peak end. Según el premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, no falla porque se basa en el funcionamiento básico de nuestra memoria. Resulta que la sesera humana no suma el disfrute de los distintos momentos y hace la media, sino que está configurada de manera que lo que ocurre al final de un período se recuerda mejor que lo que sucede al principio. Por tanto, cuanto más intenso sea el cierre vacacional mejor sabor de boca nos deja, además de que el efecto positivo del descanso al reincorporarnos a la rutina dura más tiempo.
Lo que a estas alturas resulta indiscutible es que, hagas lo que hagas, en los días de descanso, tu ADN lo notará. Investigadores estadounidenses de las universidades de California y Harvard demostraron hace poco que basta con seis días alejados de la rutina para que se modifiquen ciertos genes clave relacionados con la respuesta al estrés, la actividad del sistema inmune, a longevidad y la curación de heridas. Lo llaman efecto vacaciones y se traduce en que, durante un mes, nuestro cuerpo está mejor preparado para enfrentar lesiones y ataques de virus. Incluso se reducen los niveles de ciertas proteínas relacionadas con la demencia y la depresión.
Si aún tienes que esperar un poco para empezar a disfrutar de las vacaciones, no te impacientes. Concéntrate en los preparativos. Mientras planificamos un viaje, las expectativas de placer que supone cada destino libera en la sesera ingentes cantidades de dopamina, un neurotransmisor también conocido como hormona de la felicidad. Tanto es así que, en ocasiones, el mayor gustazo del viaje es organizarlo.
¿Y después qué? Asegúrate de revisar cada cierto tiempo tus fotos y déjale sitio a la nostalgia. Por increíble que parezca, la añoranza no solo no contribuye al bajón postvacacional sino que incluso puede pararle los pies. La clave, una vez más, está en tu coco. Cuando entra en acción la memoria autobiográfica para evocar recuerdos positivos, se activan circuitos neuronales en la corteza y en el núcleo estriado del cerebro que coinciden con los que se encienden con las recompensas económicas, según un estudio de la Universidad de Rutgers (EEUU). Es más, para la sesera la nostalgia suele resultar mucho más placentera que ganar ciertas sumas de dinero.
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