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domingo, junio 01, 2008

Somos ciegos, ecológicamente

Por: Edward O. Wilson
En cierto sentido, sabemos mucho menos de la Tierra que de Marte. Aún no se ha descubierto la gran mayoría de las formas de vida de nuestro planeta, y todavía no se sabe cuál es su importancia para nuestra propia especie. Esa brecha de conocimiento es algo serio: nunca entenderemos del todo ni lograremos preservar el mundo que nos rodea con nuestro actual grado de ignorancia. Volamos a ciegas hacia nuestro futuro medioambiental.

Desde que el naturalista sueco Carl Linneo inauguró el sistema de clasificación moderno hace dos siglos y medio, los biólogos descubrieron y bautizaron con nombres latinos casi dos millones de especies vegetales, animales y de microorganismos; un cifra impresionante pero que probablemente constituya menos del 10% del total. Las estimaciones aproximadas del número de especies que aún no se descubrieron oscilan entre diez y más de cien millones.

Sin embargo, un nuevo proyecto biológico, un ambicioso intento de crear una enorme base de datos electrónica nueva de especies conocidas, haría posible descubrir el restante 90% de las especies en mucho menos de 250 años, tal vez en sólo la décima parte de ese tiempo, en apenas una generación humana. El 9 de mayo de este año (2007), un grupo de instituciones que comprende desde Harvard y el Smithsonian hasta The Atlas of Living Australia empezó a compilar "La enciclopedia de la vida", que un día brindará un acceso unificado a todo el conocimiento sobre los organismos vivos.

¿Por qué molestarse en semejante empresa? Porque cada especie, desde una bacteria hasta una ballena, es una obra maestra de evolución. Cada una de las mismas perduró entre miles y millones de años, durante los cuales su combinación de genes fue evolucionando lentamente. Cada una de ellas se adapta de forma exquisita a su medio y se relaciona con una legión de otras especies, formando los ecosistemas de los que en última instancia depende nuestra vida.

Los últimos avances de la ciencia y la tecnología hicieron posible compilar y aumentar "La enciclopedia de la vida". El ritmo cada vez más rápido de las secuencias de ácido nucleico permite a los científicos leer el código genético completo de cualquier organismo. Puede decodificarse una especie viral o bacteriana en cuestión de horas, lo que hace que el inmenso mundo de los microorganismos –"la materia oscura de la biosfera"– se abra por fin a la exploración veloz. "La enciclopedia de la vida" contendrá una página infinitamente expandible para cada especie –con los links necesarios- y ofrecerá todo lo que se sabe de las especies, desde su ADN hasta el lugar que ocupan en el medio y su importancia para la humanidad. Asegurará que todos tengan libre acceso, en todo lugar y momento, al conocimiento existente.

Eso tendrá ventajas prácticas inmediatas. El descubrimiento de especies vegetales silvestres adaptables a la agricultura, la medicina y otros usos, por ejemplo, se acelerará, mientras que podrán descubrirse y controlarse virus y bacterias que provocan enfermedades antes de que puedan causar muchos daños.

Es esencial que actuemos con rapidez, ya que desaparecen ecosistemas y especies como consecuencia de la destrucción del hábitat, la contaminación, la superpoblación y el abuso de la caza y la pesca, así como de especies invasivas como las hormigas coloradas, el mejillón cebra, bacterias y virus. Tan sólo el cambio climático producto de la actividad humana podría eliminar la cuarta parte de las especies en el transcurso de los próximos cincuenta años.

¿Qué perderemos nosotros y las generaciones futuras si gran parte del medio ambiente sigue desapareciendo? Nunca habrá un gran almacenamiento de información científica. Se desperdiciarán nuevas clases de plantas. Habrá menos servicios ecológicos como purificación del agua, renovación del suelo y polinización, que equivalen aproximadamente al producto bruto interno global y constituyen un aporte de los ecosistemas naturales. Será más difícil lograr una estabilidad ecológica.

"La enciclopedia de la vida" es ciencia con plazo. Nos fijamos el objetivo de organizar e incorporar toda la información básica sobre los casi dos millones de especies conocidas en el transcurso de diez años. Es un cronograma ambicioso, pero es importante que el proyecto se afirme como una gran empresa científica, a la par del proyecto del genoma humano, una prioridad de la biología que con financiamiento gubernamental y privado y con la participación de científicos del mundo entero.

Somos ciegos, ecológicamente

Por: Edward O. Wilson
En cierto sentido, sabemos mucho menos de la Tierra que de Marte. Aún no se ha descubierto la gran mayoría de las formas de vida de nuestro planeta, y todavía no se sabe cuál es su importancia para nuestra propia especie. Esa brecha de conocimiento es algo serio: nunca entenderemos del todo ni lograremos preservar el mundo que nos rodea con nuestro actual grado de ignorancia. Volamos a ciegas hacia nuestro futuro medioambiental.

Desde que el naturalista sueco Carl Linneo inauguró el sistema de clasificación moderno hace dos siglos y medio, los biólogos descubrieron y bautizaron con nombres latinos casi dos millones de especies vegetales, animales y de microorganismos; un cifra impresionante pero que probablemente constituya menos del 10% del total. Las estimaciones aproximadas del número de especies que aún no se descubrieron oscilan entre diez y más de cien millones.

Sin embargo, un nuevo proyecto biológico, un ambicioso intento de crear una enorme base de datos electrónica nueva de especies conocidas, haría posible descubrir el restante 90% de las especies en mucho menos de 250 años, tal vez en sólo la décima parte de ese tiempo, en apenas una generación humana. El 9 de mayo de este año (2007), un grupo de instituciones que comprende desde Harvard y el Smithsonian hasta The Atlas of Living Australia empezó a compilar "La enciclopedia de la vida", que un día brindará un acceso unificado a todo el conocimiento sobre los organismos vivos.

¿Por qué molestarse en semejante empresa? Porque cada especie, desde una bacteria hasta una ballena, es una obra maestra de evolución. Cada una de las mismas perduró entre miles y millones de años, durante los cuales su combinación de genes fue evolucionando lentamente. Cada una de ellas se adapta de forma exquisita a su medio y se relaciona con una legión de otras especies, formando los ecosistemas de los que en última instancia depende nuestra vida.

Los últimos avances de la ciencia y la tecnología hicieron posible compilar y aumentar "La enciclopedia de la vida". El ritmo cada vez más rápido de las secuencias de ácido nucleico permite a los científicos leer el código genético completo de cualquier organismo. Puede decodificarse una especie viral o bacteriana en cuestión de horas, lo que hace que el inmenso mundo de los microorganismos –"la materia oscura de la biosfera"– se abra por fin a la exploración veloz. "La enciclopedia de la vida" contendrá una página infinitamente expandible para cada especie –con los links necesarios- y ofrecerá todo lo que se sabe de las especies, desde su ADN hasta el lugar que ocupan en el medio y su importancia para la humanidad. Asegurará que todos tengan libre acceso, en todo lugar y momento, al conocimiento existente.

Eso tendrá ventajas prácticas inmediatas. El descubrimiento de especies vegetales silvestres adaptables a la agricultura, la medicina y otros usos, por ejemplo, se acelerará, mientras que podrán descubrirse y controlarse virus y bacterias que provocan enfermedades antes de que puedan causar muchos daños.

Es esencial que actuemos con rapidez, ya que desaparecen ecosistemas y especies como consecuencia de la destrucción del hábitat, la contaminación, la superpoblación y el abuso de la caza y la pesca, así como de especies invasivas como las hormigas coloradas, el mejillón cebra, bacterias y virus. Tan sólo el cambio climático producto de la actividad humana podría eliminar la cuarta parte de las especies en el transcurso de los próximos cincuenta años.

¿Qué perderemos nosotros y las generaciones futuras si gran parte del medio ambiente sigue desapareciendo? Nunca habrá un gran almacenamiento de información científica. Se desperdiciarán nuevas clases de plantas. Habrá menos servicios ecológicos como purificación del agua, renovación del suelo y polinización, que equivalen aproximadamente al producto bruto interno global y constituyen un aporte de los ecosistemas naturales. Será más difícil lograr una estabilidad ecológica.

"La enciclopedia de la vida" es ciencia con plazo. Nos fijamos el objetivo de organizar e incorporar toda la información básica sobre los casi dos millones de especies conocidas en el transcurso de diez años. Es un cronograma ambicioso, pero es importante que el proyecto se afirme como una gran empresa científica, a la par del proyecto del genoma humano, una prioridad de la biología que con financiamiento gubernamental y privado y con la participación de científicos del mundo entero.

La ecología cambió la visión del mundo


Desde hace por lo menos diez años, los problemas del medio ambiente son patrimonio de las agendas gubernativas, de la vida diaria, de los movimientos sociales. Constituyen un nueva cultura. Acompañan este informe una entrevista al filósofo Gianni Vattimo y la opinión del prestigioso biólogo Edward Wilson.

Por: Héctor Pavón

"La 'contaminación' está de moda hoy en día..." Esa moda intolerable, era la que denunciaba Guy Debord ya en 1971. En nuestro presente la contaminación traspasó los límites de la moda y se instaló como uno de los pilares fundamentales de la problemática ecológica global. El título del ensayo de Debord era El planeta enfermo. Eso no ha cambiado, el paciente sigue con diagnóstico reservado, pero ya no es posible ser indiferente. Sigue Debord: "La época que posee todos los medios técnicos para alterar totalmente las condiciones de vida sobre la Tierra es también la época que, en virtud del mismo desarrollo técnico y científico separado, dispone de todos los medios de control y previsión matemáticamente indudable para medir por adelantado adónde lleva –y hacia qué fecha– el crecimiento automático de las fuerzas productivas alienadas de la sociedad de clases: es decir, para medir el rápido deterioro de las condiciones mismas de la superviviencia, en el sentido más general y más trivial de la palabra".

Muestras. El Protocolo de Kyoto se ha transformado en un tema de conversación que puede instalarse en cualquier mesa de bar. Pocos sabrán lo que implican esas tres palabras, pero todos alguna vez habrán oído esa expresión que se enlaza directamente con una palabra que tampoco nadie desconoce: ecología. Por supuesto, sabemos que la Tierra se está calentando, y que por consiguiente el cambio climático está transformando nuestras vidas. Y este nuevo estilo de vida se evidencia con la aparición de tsunamis, terremotos, huracanes, inundaciones, pero también sequías, escasez de agua. Allí, el hombre actúa indirectamente, pero en otros casos lo hace con todo el peso de su protagonismo como cuando dinamita montañas en busca de metales o elige semillas modificadas genéticamente que alteran la alimentación de toda la humanidad, por ejemplo.

La ecología, el estudio de la relación entre los seres vivos y su ambiente, del planeta, ya dejó de ser una bandera defendida solamente por pioneros, y también por esnobs, partidos "verdes" y biólogos, especialistas, para convertirse en una parte importante de la educación, un paquete de medidas propuesto por casi todos los partidos políticos, un lugar importante en la organización del Estado, y en algunas empresas, y un espacio definido en las agendas de negociaciones internacionales. Las iglesias se preocupan por el futuro del mundo, las maestras tratan de concientizar a sus alumnos del cuidado del agua, las advertencias circulan en cadenas interminables por Internet para advertir que una gran extinción de especies está en marcha. Olores, humos, esmog, olas desorbitadas, temperaturas insólitas, enfermedades, escasez de agua, inundaciones, sequías... Los males producidos por el calentamiento global están asolando el planeta y son muy pocos los que desarrollan políticas concretas para detener o cambiar esta situación.

"El precio de la civilización fue la traición a la naturaleza" dice el biólogo estadounidense Edward Wilson en su libro La creación y agrega que la revolución neolítica, caracterizada por la aparición de la agricultura y de las primeras aldeas, se nutrió de la prodigalidad de la naturaleza. Esa revolución del neolítico abonó la ilusión de que una pequeña proporción de plantas y animales domesticados podía sustentar indefinidamente la expansión humana. Hasta no hace muchos siglos, el empobrecimiento de la fauna y la flora parecía un precio aceptable, pero borrar la naturaleza es una estrategia muy peligrosa. "Tenemos por delante un largo camino que habrá que recorrer para hacer las paces con el planeta y entre nosotros. Equivocamos el rumbo cuando nos lanzamos a la revolución neolítica. Desde entonces, siempre seguimos una dirección ascendente desde la naturaleza, en lugar de elevarnos hacia ella", advierte el biólogo.

Cuento japonés

El Protocolo de Kyoto fue firmado en 1997 y exige que 37 naciones industrializadas reduzcan sus emisiones de gas de invernadero entre 2008 y 2012 en un promedio de 5% por debajo de los niveles de 1990. La intención es lograr que el próximo tratado genere mayores reducciones a partir de 2013. La Unión Europea ha propuesto que para 2020, los países industrializados reduzcan sus emisiones entre 25% y 40% por debajo de los niveles de 1990. En tanto, Estados Unidos ha rechazado las metas nacionales obligatorias de reducción de contaminantes, como las que fueron convenidas durante el Protocolo de Kyoto. Esta semana el presidente brasileño Lula da Silva dijo: "El Protocolo de Kyoto fracasó, fue bonito firmar. Todo el mundo firmó, pero quien tenía que tomar medidas para cumplir el Protocolo no lo refrendó, somos nosotros quienes refrendamos".

De este modo, Lula se refería al uso de etanol de caña de azúcar con que Brasil redujo en 800 millones de toneladas sus emisiones de CO2. No ocurrió lo mismo con la actitud de Estados Unidos, o el resto de los países del llamado Primer Mundo.

El medio ambiente se transformó en un peligroso ring donde se enfrentan el mundo desarrollado contra el subdesarrollado y donde, consecuencia de la globalización, los humos que se emiten en Estados Unidos, el calor de las fábricas chinas, la radiación de los arsenales nucleares soviéticos, los basurales de Nápoles, los ríos contaminados de la India, expanden hedores por todo el planeta, elevan su temperatura y son capaces de torcer el rumbo y la intensidad de los fenómenos naturales.

Hacia el año 2001, el programa de Medio Ambiente de la ONU sostenía que algunos de los cambios climáticos se podían atribuir a la interferencia del hombre. Seis años después los especialistas concluyeron que existen muchas más evidencias de que el hombre es el responsable por la emisión de los gases de carbono que aumentan el natural "efecto invernadero" en la atmósfera. "Se acerca el día en que el calentamiento climático escapará de todo control: estamos en las puertas de lo irreversible en un límite donde no se puede dar marcha atrás", dijo Jacques Chirac, ex presidente de Francia. "Este siglo puede ser el siglo final de la civilización como la conocemos. La civilización deberá adaptarse a vivir en un ciclo distinto de alimentos, tormentas, altas temperaturas, desertificación y disminución drástica de los estándares de confort a los que se había habituado gran parte de ella", opinó el antropólogo español Juan Reinoso.

La globalización no trae buenas noticias, sino los humos y la basura del vecino. "Los peligros medioambientales y técnicos provienen ante todo de las victorias imparables de una industrialización lineal y ciega a sus consecuencias que devora sus propios fundamentos naturales y culturales", dice el sociólogo alemán Ulrich Beck en su último libro La sociedad del riesgo mundial. También sostiene que los peligros medioambientales son, por lo tanto, constructos de "consecuencias directas latentes de decisiones industriales" (de las empresas y de los Estados y evidentemente, también de los consumidores y los individuos particulares). En la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX la atención de los estados se dirigió a problemas cotidianos "visibles" como el esmog que provocaban las chimeneas y los escapes de los autos. De forma lenta se fueron incorporando otros temas a la agenda de discusión. Las empresas se concentraron primero en los riesgos de seguridad de sus propias fábricas y trabajadores y con el tiempo empezaron a percibir los problemas del ambiente exterior como propios, es decir los efectos a largo plazo que las llamadas infracciones de las normas sanitarias tenía sobre poblaciones lejanas. En cuestión de peligros ecológicos globales –explica Beck–, vuelve a ser sobre todo el progreso científico el que coloca en el campo visual de la percepción colectiva la invisibilidad y el (des)acoplamiento espaciotemporal de decisiones y consecuencias. "Cuanto más nuevos, más inabarcables son los problemas y globales los peligros que plantean, caracterizados por: la complejidad de las interacciones entre Estados nacionales, el alcance especialmente difícil de concebir de las causas, las dinámicas y los efectos, la gran distancia temporal entre actividad y transformación del contexto global de la energía y las materias primas, la separación geográfica entre las regiones que causan los problemas y aquellas donde se manifiestan las consecuencias, la complejidad de los efectos recíprocos entre sistemas humanos y físicos o la lenta acumulación de alteraciones y daños materiales". Probablemente, dice el sociólogo alemán, las crisis del futuro –y la dinámica política de su superación– se deberán menos a los peligros locales que a estos peligros globales. Por esto último, ya existen proyectos que hablan de un "derecho cosmopolita del riesgo" para referirse a acuerdos y pactos entre estados que sometan a denuncia y penalización, por encima de las fronteras, a los causantes de lesiones y destrozos. El riesgo es mundial.

¿Cómo puede llamarse la atención global sobre esos problemas, especialmente la atención del mundo en vías de desarrollo?, se pregunta Beck y dice: en lo que respecta al papel más bien irrelevante de las ciencias sociales, no podrá consistir ni en analizar comparativamente las diversas constelaciones de riesgos transnacionalregionales así como su dependencia inmanente de la posición que ocupan en la sociedad del riesgo mundial; es decir, en institucionalizar una mirada cosmopolita sobre la dinámica de conflicto y desigualdad que se despliega a la par que los riesgos globales.

¿Sin futuro?

"Es verdad que la tala de bosques o la transformación de bosques naturales en monocultivos de pino y eucalipto para materia prima industrial generan ingresos y crecimiento. Pero ese crecimiento se fundamenta en robar a los bosques su biodiversidad y su capacidad para conservar suelos y agua. Ese crecimiento se basa en el robo de las fuentes de alimento, forraje, combustible, fibra textil, medicinas y protección contra las inundaciones y la sequía que tienen las comunidades forestales. " La argumentación es de la ecologista y física india Vandana Shiva quien se ha puesto al frente de la lucha contra los alimentos y cultivos transgénicos, como los de la soja, productos de una agricultura globalizada e industrial que se basa en el uso de semillas modificadas genéticamente y los cambios que esto ha implicado en la vida de los campesinos de todo el mundo y consiguientemente con el medio ambiente.

Los defensores de las semillas transgénicas sostienen que "preocuparse por el hambre de las generaciones venideras no les dará de comer. La biotecnología de los alimentos, sí. Habrá que labrar tierrras como las de las selvas tropicales. El empleo de fertilizantes, insecticidas y herbicidas aumentará a escala mundial". Shiva acusa y dice que la agricultura industrial no ha producido más comida, que ha destruido fuentes de comida diversas y ha robado alimentos de otras especies para aportar mayores cantidades de productos específicos al mercado, utilizando en el proceso enormes cantidades de combustibles fósiles, de agua y de productos químicos tóxicos.

La ecología cambió la visión del mundo


Desde hace por lo menos diez años, los problemas del medio ambiente son patrimonio de las agendas gubernativas, de la vida diaria, de los movimientos sociales. Constituyen un nueva cultura. Acompañan este informe una entrevista al filósofo Gianni Vattimo y la opinión del prestigioso biólogo Edward Wilson.

Por: Héctor Pavón

"La 'contaminación' está de moda hoy en día..." Esa moda intolerable, era la que denunciaba Guy Debord ya en 1971. En nuestro presente la contaminación traspasó los límites de la moda y se instaló como uno de los pilares fundamentales de la problemática ecológica global. El título del ensayo de Debord era El planeta enfermo. Eso no ha cambiado, el paciente sigue con diagnóstico reservado, pero ya no es posible ser indiferente. Sigue Debord: "La época que posee todos los medios técnicos para alterar totalmente las condiciones de vida sobre la Tierra es también la época que, en virtud del mismo desarrollo técnico y científico separado, dispone de todos los medios de control y previsión matemáticamente indudable para medir por adelantado adónde lleva –y hacia qué fecha– el crecimiento automático de las fuerzas productivas alienadas de la sociedad de clases: es decir, para medir el rápido deterioro de las condiciones mismas de la superviviencia, en el sentido más general y más trivial de la palabra".

Muestras. El Protocolo de Kyoto se ha transformado en un tema de conversación que puede instalarse en cualquier mesa de bar. Pocos sabrán lo que implican esas tres palabras, pero todos alguna vez habrán oído esa expresión que se enlaza directamente con una palabra que tampoco nadie desconoce: ecología. Por supuesto, sabemos que la Tierra se está calentando, y que por consiguiente el cambio climático está transformando nuestras vidas. Y este nuevo estilo de vida se evidencia con la aparición de tsunamis, terremotos, huracanes, inundaciones, pero también sequías, escasez de agua. Allí, el hombre actúa indirectamente, pero en otros casos lo hace con todo el peso de su protagonismo como cuando dinamita montañas en busca de metales o elige semillas modificadas genéticamente que alteran la alimentación de toda la humanidad, por ejemplo.

La ecología, el estudio de la relación entre los seres vivos y su ambiente, del planeta, ya dejó de ser una bandera defendida solamente por pioneros, y también por esnobs, partidos "verdes" y biólogos, especialistas, para convertirse en una parte importante de la educación, un paquete de medidas propuesto por casi todos los partidos políticos, un lugar importante en la organización del Estado, y en algunas empresas, y un espacio definido en las agendas de negociaciones internacionales. Las iglesias se preocupan por el futuro del mundo, las maestras tratan de concientizar a sus alumnos del cuidado del agua, las advertencias circulan en cadenas interminables por Internet para advertir que una gran extinción de especies está en marcha. Olores, humos, esmog, olas desorbitadas, temperaturas insólitas, enfermedades, escasez de agua, inundaciones, sequías... Los males producidos por el calentamiento global están asolando el planeta y son muy pocos los que desarrollan políticas concretas para detener o cambiar esta situación.

"El precio de la civilización fue la traición a la naturaleza" dice el biólogo estadounidense Edward Wilson en su libro La creación y agrega que la revolución neolítica, caracterizada por la aparición de la agricultura y de las primeras aldeas, se nutrió de la prodigalidad de la naturaleza. Esa revolución del neolítico abonó la ilusión de que una pequeña proporción de plantas y animales domesticados podía sustentar indefinidamente la expansión humana. Hasta no hace muchos siglos, el empobrecimiento de la fauna y la flora parecía un precio aceptable, pero borrar la naturaleza es una estrategia muy peligrosa. "Tenemos por delante un largo camino que habrá que recorrer para hacer las paces con el planeta y entre nosotros. Equivocamos el rumbo cuando nos lanzamos a la revolución neolítica. Desde entonces, siempre seguimos una dirección ascendente desde la naturaleza, en lugar de elevarnos hacia ella", advierte el biólogo.

Cuento japonés

El Protocolo de Kyoto fue firmado en 1997 y exige que 37 naciones industrializadas reduzcan sus emisiones de gas de invernadero entre 2008 y 2012 en un promedio de 5% por debajo de los niveles de 1990. La intención es lograr que el próximo tratado genere mayores reducciones a partir de 2013. La Unión Europea ha propuesto que para 2020, los países industrializados reduzcan sus emisiones entre 25% y 40% por debajo de los niveles de 1990. En tanto, Estados Unidos ha rechazado las metas nacionales obligatorias de reducción de contaminantes, como las que fueron convenidas durante el Protocolo de Kyoto. Esta semana el presidente brasileño Lula da Silva dijo: "El Protocolo de Kyoto fracasó, fue bonito firmar. Todo el mundo firmó, pero quien tenía que tomar medidas para cumplir el Protocolo no lo refrendó, somos nosotros quienes refrendamos".

De este modo, Lula se refería al uso de etanol de caña de azúcar con que Brasil redujo en 800 millones de toneladas sus emisiones de CO2. No ocurrió lo mismo con la actitud de Estados Unidos, o el resto de los países del llamado Primer Mundo.

El medio ambiente se transformó en un peligroso ring donde se enfrentan el mundo desarrollado contra el subdesarrollado y donde, consecuencia de la globalización, los humos que se emiten en Estados Unidos, el calor de las fábricas chinas, la radiación de los arsenales nucleares soviéticos, los basurales de Nápoles, los ríos contaminados de la India, expanden hedores por todo el planeta, elevan su temperatura y son capaces de torcer el rumbo y la intensidad de los fenómenos naturales.

Hacia el año 2001, el programa de Medio Ambiente de la ONU sostenía que algunos de los cambios climáticos se podían atribuir a la interferencia del hombre. Seis años después los especialistas concluyeron que existen muchas más evidencias de que el hombre es el responsable por la emisión de los gases de carbono que aumentan el natural "efecto invernadero" en la atmósfera. "Se acerca el día en que el calentamiento climático escapará de todo control: estamos en las puertas de lo irreversible en un límite donde no se puede dar marcha atrás", dijo Jacques Chirac, ex presidente de Francia. "Este siglo puede ser el siglo final de la civilización como la conocemos. La civilización deberá adaptarse a vivir en un ciclo distinto de alimentos, tormentas, altas temperaturas, desertificación y disminución drástica de los estándares de confort a los que se había habituado gran parte de ella", opinó el antropólogo español Juan Reinoso.

La globalización no trae buenas noticias, sino los humos y la basura del vecino. "Los peligros medioambientales y técnicos provienen ante todo de las victorias imparables de una industrialización lineal y ciega a sus consecuencias que devora sus propios fundamentos naturales y culturales", dice el sociólogo alemán Ulrich Beck en su último libro La sociedad del riesgo mundial. También sostiene que los peligros medioambientales son, por lo tanto, constructos de "consecuencias directas latentes de decisiones industriales" (de las empresas y de los Estados y evidentemente, también de los consumidores y los individuos particulares). En la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX la atención de los estados se dirigió a problemas cotidianos "visibles" como el esmog que provocaban las chimeneas y los escapes de los autos. De forma lenta se fueron incorporando otros temas a la agenda de discusión. Las empresas se concentraron primero en los riesgos de seguridad de sus propias fábricas y trabajadores y con el tiempo empezaron a percibir los problemas del ambiente exterior como propios, es decir los efectos a largo plazo que las llamadas infracciones de las normas sanitarias tenía sobre poblaciones lejanas. En cuestión de peligros ecológicos globales –explica Beck–, vuelve a ser sobre todo el progreso científico el que coloca en el campo visual de la percepción colectiva la invisibilidad y el (des)acoplamiento espaciotemporal de decisiones y consecuencias. "Cuanto más nuevos, más inabarcables son los problemas y globales los peligros que plantean, caracterizados por: la complejidad de las interacciones entre Estados nacionales, el alcance especialmente difícil de concebir de las causas, las dinámicas y los efectos, la gran distancia temporal entre actividad y transformación del contexto global de la energía y las materias primas, la separación geográfica entre las regiones que causan los problemas y aquellas donde se manifiestan las consecuencias, la complejidad de los efectos recíprocos entre sistemas humanos y físicos o la lenta acumulación de alteraciones y daños materiales". Probablemente, dice el sociólogo alemán, las crisis del futuro –y la dinámica política de su superación– se deberán menos a los peligros locales que a estos peligros globales. Por esto último, ya existen proyectos que hablan de un "derecho cosmopolita del riesgo" para referirse a acuerdos y pactos entre estados que sometan a denuncia y penalización, por encima de las fronteras, a los causantes de lesiones y destrozos. El riesgo es mundial.

¿Cómo puede llamarse la atención global sobre esos problemas, especialmente la atención del mundo en vías de desarrollo?, se pregunta Beck y dice: en lo que respecta al papel más bien irrelevante de las ciencias sociales, no podrá consistir ni en analizar comparativamente las diversas constelaciones de riesgos transnacionalregionales así como su dependencia inmanente de la posición que ocupan en la sociedad del riesgo mundial; es decir, en institucionalizar una mirada cosmopolita sobre la dinámica de conflicto y desigualdad que se despliega a la par que los riesgos globales.

¿Sin futuro?

"Es verdad que la tala de bosques o la transformación de bosques naturales en monocultivos de pino y eucalipto para materia prima industrial generan ingresos y crecimiento. Pero ese crecimiento se fundamenta en robar a los bosques su biodiversidad y su capacidad para conservar suelos y agua. Ese crecimiento se basa en el robo de las fuentes de alimento, forraje, combustible, fibra textil, medicinas y protección contra las inundaciones y la sequía que tienen las comunidades forestales. " La argumentación es de la ecologista y física india Vandana Shiva quien se ha puesto al frente de la lucha contra los alimentos y cultivos transgénicos, como los de la soja, productos de una agricultura globalizada e industrial que se basa en el uso de semillas modificadas genéticamente y los cambios que esto ha implicado en la vida de los campesinos de todo el mundo y consiguientemente con el medio ambiente.

Los defensores de las semillas transgénicas sostienen que "preocuparse por el hambre de las generaciones venideras no les dará de comer. La biotecnología de los alimentos, sí. Habrá que labrar tierrras como las de las selvas tropicales. El empleo de fertilizantes, insecticidas y herbicidas aumentará a escala mundial". Shiva acusa y dice que la agricultura industrial no ha producido más comida, que ha destruido fuentes de comida diversas y ha robado alimentos de otras especies para aportar mayores cantidades de productos específicos al mercado, utilizando en el proceso enormes cantidades de combustibles fósiles, de agua y de productos químicos tóxicos.

viernes, enero 25, 2008

Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización

Por Stephen Leahy
TORONTO, ene (IPS) - Imagine que se encuentra en una nueva y gloriosa era, en la que todo lo que hace en un día normal es ayudar a estabilizar el clima y la población global, erradicar la pobreza y restaurar el dañado ecosistema del planeta. ¿Suena irreal? Mejor sería que no.

Es que eso es exactamente lo que se requiere para prevenir el fin de la sociedad humana tal como la conocemos, según el nuevo libro "Plan B 3.0: Mobilizing to Save Civilization", ("Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización").

La crisis es extremadamente seria y urgente y requiere un esfuerzo de movilización de las naciones similar al realizado durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), argumenta el autor, Lester Brown, presidente del centro de estudios Instituto para Políticas de la Tierra, con sede en Washington.

El cambio climático ocurre mucho más rápido de lo previsto por los científicos y el planeta sufrirá inevitablemente un incremento de la temperatura de por lo menos dos grados, dijo Brown a IPS, lo cual "nos colocará decididamente en la zona de peligro".

"Ninguno de los precandidatos presidenciales para las elecciones en Estados Unidos", que se realizarán el primer martes de noviembre, "plantea la urgencia del problema del cambio climático", agregó.

En su opinión, las emisiones de gases invernadero, parcialmente responsables del recalentamiento global, deben reducirse en 80 por ciento para 2020.

Se trata de una meta mucho más ambiciosa que la planteada por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que recibió en 2007 el premio Nobel de la Paz junto con el ex vicepresidente estadounidense Al Gore (1993-2001), quien recomendó un recorte de entre 25 y 40 por ciento respecto de los niveles de emisión de 1990.

Brown estima que los datos utilizados por el IPCC están desactualizados, ya que serían de hace dos años. Estudios más recientes indican que el cambio climático se está acelerando, dijo.

Aunque confía en que el IPCC modificará esa recomendación en su próximo informe, señaló que recién se difundirá en cinco o seis años. "Demasiado tarde, tenemos que actuar ya", aseguró.

El Plan B 3.0 de Brown recomienda medidas para llegar a 80 por ciento de reducción en las emisiones, que se basan fuertemente en el uso eficiente de la energía, las fuentes renovables y la expansión del "escudo" de árboles del planeta.

La energía eólica puede cubrir 40 por ciento de la demanda mundial con la instalación de 1,5 millones de nuevas turbinas de viento de dos megavatios. Aunque el número parece elevado, señaló Brown, se producen cada año 65 millones de automóviles en Estados Unidos.

Además, hay muchas líneas de montaje de vehículos inactivas en América del Norte y otras regiones, que podrían reconvertirse para producir turbinas de viento, agregó.

El meridional estado estadounidense de Texas planifica dotarse de 23.000 megavatios generados por energía eólica. Es el equivalente a la producción de 23 usinas que emplean carbón y suficiente para proveer energía eléctrica a 11 millones de personas, la mitad de la población de ese territorio, indicó Brown.

Estima que un alumbrado más eficiente puede reducir el uso mundial de electricidad en 12 por ciento, que permitiría cerrar 705 de las existentes 2.370 usinas alimentadas con carbón.

En Estados Unidos, los edificios comerciales y residenciales son responsables por 40 por ciento de las emisiones de carbono. El siguiente paso debe apuntar a generar electricidad de forma no contaminante para la calefacción, refrigerar y alumbrar las viviendas, afirmó.

Brown señaló que otra medida que debe adoptarse es cambiar el "combustible" humano de una dieta basada en la carne a otra vegetariana, porque esta última requiere un 25 por ciento de la energía que demanda la crianza y faena de animales.

Asimismo, cuestiona duramente el empleo de biocombustibles que se producen empleando granos como el maíz y la soja, ya que empujan al alza los precios de estos alimentos y pueden provocar una escasez de comida desastrosa para los pobres del mundo.

El crecimiento demográfico ejerce una enorme presión sobre los países en desarrollo. La adición anual de 70 millones de personas a la población mundial, señaló Brown, se concentra en naciones donde las reservas de agua se están agotando y los pozos se secan, las área boscosas se reducen, los suelos se degradan y los campos de pastura de vuelven desiertos.

Paralelamente, en sintonía con el agravamiento de estos problemas, gobiernos débiles como los de Haití, Pakistán, República Democrática de Congo, Somalia y Sudán comenzaron a desmoronarse, agregó.

Año tras año aumenta el número de "Estados inviables", que constituyen un "alerta temprana de la caída de una civilización", comentó Brown.

El aumento en el precio del petróleo debe añadirse a la lista de problemas. Los países ricos tendrán todo el que necesiten, mientras que los pobres deberán reducir su consumo.

"El crecimiento poblacional y la pobreza demandan una atención especial del mundo desarrollado. Por primera vez en la historia tenemos los recursos para encarar adecuadamente esos desafíos", aseguró Brown.

Asimismo, propone un impuesto mundial a los combustibles fósiles, que se incrementaría 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, hasta llegar a los 240 dólares por tonelada. Esta "tasa al carbono" sería compensada con una reducción en el impuesto a las ganancias.

Así se desalentaría el consumo de combustibles fósiles y se estimularía el uso de fuentes renovables de energía, argumentó.

Aunque las soluciones están al alcance de la mano, no existe una toma de conciencia sobre los riesgos que amenazan a la civilización ni la voluntad para tomar medidas.

"Salvar a la civilización no es un deporte para espectadores", dijo Brown. "Hemos llegado a un punto en el que la deteriorada relación entre nosotros y los sistemas naturales del planeta nos convierte a todos en activistas", agregó.

La velocidad es esencial. "Podemos cambiar nuestro estilo de vida, pero si no reestructuramos rápidamente la economía vamos a fracasar. El tiempo es nuestro recurso más escaso", concluyó.

Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización

Por Stephen Leahy
TORONTO, ene (IPS) - Imagine que se encuentra en una nueva y gloriosa era, en la que todo lo que hace en un día normal es ayudar a estabilizar el clima y la población global, erradicar la pobreza y restaurar el dañado ecosistema del planeta. ¿Suena irreal? Mejor sería que no.

Es que eso es exactamente lo que se requiere para prevenir el fin de la sociedad humana tal como la conocemos, según el nuevo libro "Plan B 3.0: Mobilizing to Save Civilization", ("Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización").

La crisis es extremadamente seria y urgente y requiere un esfuerzo de movilización de las naciones similar al realizado durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), argumenta el autor, Lester Brown, presidente del centro de estudios Instituto para Políticas de la Tierra, con sede en Washington.

El cambio climático ocurre mucho más rápido de lo previsto por los científicos y el planeta sufrirá inevitablemente un incremento de la temperatura de por lo menos dos grados, dijo Brown a IPS, lo cual "nos colocará decididamente en la zona de peligro".

"Ninguno de los precandidatos presidenciales para las elecciones en Estados Unidos", que se realizarán el primer martes de noviembre, "plantea la urgencia del problema del cambio climático", agregó.

En su opinión, las emisiones de gases invernadero, parcialmente responsables del recalentamiento global, deben reducirse en 80 por ciento para 2020.

Se trata de una meta mucho más ambiciosa que la planteada por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que recibió en 2007 el premio Nobel de la Paz junto con el ex vicepresidente estadounidense Al Gore (1993-2001), quien recomendó un recorte de entre 25 y 40 por ciento respecto de los niveles de emisión de 1990.

Brown estima que los datos utilizados por el IPCC están desactualizados, ya que serían de hace dos años. Estudios más recientes indican que el cambio climático se está acelerando, dijo.

Aunque confía en que el IPCC modificará esa recomendación en su próximo informe, señaló que recién se difundirá en cinco o seis años. "Demasiado tarde, tenemos que actuar ya", aseguró.

El Plan B 3.0 de Brown recomienda medidas para llegar a 80 por ciento de reducción en las emisiones, que se basan fuertemente en el uso eficiente de la energía, las fuentes renovables y la expansión del "escudo" de árboles del planeta.

La energía eólica puede cubrir 40 por ciento de la demanda mundial con la instalación de 1,5 millones de nuevas turbinas de viento de dos megavatios. Aunque el número parece elevado, señaló Brown, se producen cada año 65 millones de automóviles en Estados Unidos.

Además, hay muchas líneas de montaje de vehículos inactivas en América del Norte y otras regiones, que podrían reconvertirse para producir turbinas de viento, agregó.

El meridional estado estadounidense de Texas planifica dotarse de 23.000 megavatios generados por energía eólica. Es el equivalente a la producción de 23 usinas que emplean carbón y suficiente para proveer energía eléctrica a 11 millones de personas, la mitad de la población de ese territorio, indicó Brown.

Estima que un alumbrado más eficiente puede reducir el uso mundial de electricidad en 12 por ciento, que permitiría cerrar 705 de las existentes 2.370 usinas alimentadas con carbón.

En Estados Unidos, los edificios comerciales y residenciales son responsables por 40 por ciento de las emisiones de carbono. El siguiente paso debe apuntar a generar electricidad de forma no contaminante para la calefacción, refrigerar y alumbrar las viviendas, afirmó.

Brown señaló que otra medida que debe adoptarse es cambiar el "combustible" humano de una dieta basada en la carne a otra vegetariana, porque esta última requiere un 25 por ciento de la energía que demanda la crianza y faena de animales.

Asimismo, cuestiona duramente el empleo de biocombustibles que se producen empleando granos como el maíz y la soja, ya que empujan al alza los precios de estos alimentos y pueden provocar una escasez de comida desastrosa para los pobres del mundo.

El crecimiento demográfico ejerce una enorme presión sobre los países en desarrollo. La adición anual de 70 millones de personas a la población mundial, señaló Brown, se concentra en naciones donde las reservas de agua se están agotando y los pozos se secan, las área boscosas se reducen, los suelos se degradan y los campos de pastura de vuelven desiertos.

Paralelamente, en sintonía con el agravamiento de estos problemas, gobiernos débiles como los de Haití, Pakistán, República Democrática de Congo, Somalia y Sudán comenzaron a desmoronarse, agregó.

Año tras año aumenta el número de "Estados inviables", que constituyen un "alerta temprana de la caída de una civilización", comentó Brown.

El aumento en el precio del petróleo debe añadirse a la lista de problemas. Los países ricos tendrán todo el que necesiten, mientras que los pobres deberán reducir su consumo.

"El crecimiento poblacional y la pobreza demandan una atención especial del mundo desarrollado. Por primera vez en la historia tenemos los recursos para encarar adecuadamente esos desafíos", aseguró Brown.

Asimismo, propone un impuesto mundial a los combustibles fósiles, que se incrementaría 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, hasta llegar a los 240 dólares por tonelada. Esta "tasa al carbono" sería compensada con una reducción en el impuesto a las ganancias.

Así se desalentaría el consumo de combustibles fósiles y se estimularía el uso de fuentes renovables de energía, argumentó.

Aunque las soluciones están al alcance de la mano, no existe una toma de conciencia sobre los riesgos que amenazan a la civilización ni la voluntad para tomar medidas.

"Salvar a la civilización no es un deporte para espectadores", dijo Brown. "Hemos llegado a un punto en el que la deteriorada relación entre nosotros y los sistemas naturales del planeta nos convierte a todos en activistas", agregó.

La velocidad es esencial. "Podemos cambiar nuestro estilo de vida, pero si no reestructuramos rápidamente la economía vamos a fracasar. El tiempo es nuestro recurso más escaso", concluyó.

Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización

Por Stephen Leahy
TORONTO, ene (IPS) - Imagine que se encuentra en una nueva y gloriosa era, en la que todo lo que hace en un día normal es ayudar a estabilizar el clima y la población global, erradicar la pobreza y restaurar el dañado ecosistema del planeta. ¿Suena irreal? Mejor sería que no.

Es que eso es exactamente lo que se requiere para prevenir el fin de la sociedad humana tal como la conocemos, según el nuevo libro "Plan B 3.0: Mobilizing to Save Civilization", ("Plan B 3.0: Movilizarse para Salvar la Civilización").

La crisis es extremadamente seria y urgente y requiere un esfuerzo de movilización de las naciones similar al realizado durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), argumenta el autor, Lester Brown, presidente del centro de estudios Instituto para Políticas de la Tierra, con sede en Washington.

El cambio climático ocurre mucho más rápido de lo previsto por los científicos y el planeta sufrirá inevitablemente un incremento de la temperatura de por lo menos dos grados, dijo Brown a IPS, lo cual "nos colocará decididamente en la zona de peligro".

"Ninguno de los precandidatos presidenciales para las elecciones en Estados Unidos", que se realizarán el primer martes de noviembre, "plantea la urgencia del problema del cambio climático", agregó.

En su opinión, las emisiones de gases invernadero, parcialmente responsables del recalentamiento global, deben reducirse en 80 por ciento para 2020.

Se trata de una meta mucho más ambiciosa que la planteada por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que recibió en 2007 el premio Nobel de la Paz junto con el ex vicepresidente estadounidense Al Gore (1993-2001), quien recomendó un recorte de entre 25 y 40 por ciento respecto de los niveles de emisión de 1990.

Brown estima que los datos utilizados por el IPCC están desactualizados, ya que serían de hace dos años. Estudios más recientes indican que el cambio climático se está acelerando, dijo.

Aunque confía en que el IPCC modificará esa recomendación en su próximo informe, señaló que recién se difundirá en cinco o seis años. "Demasiado tarde, tenemos que actuar ya", aseguró.

El Plan B 3.0 de Brown recomienda medidas para llegar a 80 por ciento de reducción en las emisiones, que se basan fuertemente en el uso eficiente de la energía, las fuentes renovables y la expansión del "escudo" de árboles del planeta.

La energía eólica puede cubrir 40 por ciento de la demanda mundial con la instalación de 1,5 millones de nuevas turbinas de viento de dos megavatios. Aunque el número parece elevado, señaló Brown, se producen cada año 65 millones de automóviles en Estados Unidos.

Además, hay muchas líneas de montaje de vehículos inactivas en América del Norte y otras regiones, que podrían reconvertirse para producir turbinas de viento, agregó.

El meridional estado estadounidense de Texas planifica dotarse de 23.000 megavatios generados por energía eólica. Es el equivalente a la producción de 23 usinas que emplean carbón y suficiente para proveer energía eléctrica a 11 millones de personas, la mitad de la población de ese territorio, indicó Brown.

Estima que un alumbrado más eficiente puede reducir el uso mundial de electricidad en 12 por ciento, que permitiría cerrar 705 de las existentes 2.370 usinas alimentadas con carbón.

En Estados Unidos, los edificios comerciales y residenciales son responsables por 40 por ciento de las emisiones de carbono. El siguiente paso debe apuntar a generar electricidad de forma no contaminante para la calefacción, refrigerar y alumbrar las viviendas, afirmó.

Brown señaló que otra medida que debe adoptarse es cambiar el "combustible" humano de una dieta basada en la carne a otra vegetariana, porque esta última requiere un 25 por ciento de la energía que demanda la crianza y faena de animales.

Asimismo, cuestiona duramente el empleo de biocombustibles que se producen empleando granos como el maíz y la soja, ya que empujan al alza los precios de estos alimentos y pueden provocar una escasez de comida desastrosa para los pobres del mundo.

El crecimiento demográfico ejerce una enorme presión sobre los países en desarrollo. La adición anual de 70 millones de personas a la población mundial, señaló Brown, se concentra en naciones donde las reservas de agua se están agotando y los pozos se secan, las área boscosas se reducen, los suelos se degradan y los campos de pastura de vuelven desiertos.

Paralelamente, en sintonía con el agravamiento de estos problemas, gobiernos débiles como los de Haití, Pakistán, República Democrática de Congo, Somalia y Sudán comenzaron a desmoronarse, agregó.

Año tras año aumenta el número de "Estados inviables", que constituyen un "alerta temprana de la caída de una civilización", comentó Brown.

El aumento en el precio del petróleo debe añadirse a la lista de problemas. Los países ricos tendrán todo el que necesiten, mientras que los pobres deberán reducir su consumo.

"El crecimiento poblacional y la pobreza demandan una atención especial del mundo desarrollado. Por primera vez en la historia tenemos los recursos para encarar adecuadamente esos desafíos", aseguró Brown.

Asimismo, propone un impuesto mundial a los combustibles fósiles, que se incrementaría 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, hasta llegar a los 240 dólares por tonelada. Esta "tasa al carbono" sería compensada con una reducción en el impuesto a las ganancias.

Así se desalentaría el consumo de combustibles fósiles y se estimularía el uso de fuentes renovables de energía, argumentó.

Aunque las soluciones están al alcance de la mano, no existe una toma de conciencia sobre los riesgos que amenazan a la civilización ni la voluntad para tomar medidas.

"Salvar a la civilización no es un deporte para espectadores", dijo Brown. "Hemos llegado a un punto en el que la deteriorada relación entre nosotros y los sistemas naturales del planeta nos convierte a todos en activistas", agregó.

La velocidad es esencial. "Podemos cambiar nuestro estilo de vida, pero si no reestructuramos rápidamente la economía vamos a fracasar. El tiempo es nuestro recurso más escaso", concluyó.

CAMBIO CLIMÁTICO: Grandes negocios se nutren de poco carbono

Por Stephen Leahy


Al parecer inevitable un impuesto sobre las emisiones de carbono, algunas de las corporaciones más grandes del mundo pedirán a sus proveedores que informen sobre sus emisiones como parte de futuros esfuerzos de reducción.

"Los inversores demandan que las compañías sepan cuáles son sus emisiones de carbono y los consumidores quieren que las compañías sean verdes", dijo Paul Dickinson, presidente del Proyecto de Revelación de Carbono (CDP, por sus siglas en inglés), una organización independiente sin fines de lucro en Gran Bretaña que está coordinando el esfuerzo.

"Se avecina un precio global para el carbono, y estamos ayudando a las empresas a prepararse para operar en un mundo limitado por el carbono", dijo Dickinson a IPS.

Las emisiones generadas por la quema de combustibles fósiles como el carbón, el gas y el petróleo están causando el cambio climático, que resulta en daños y pérdidas de miles de millones de dólares debido a tormentas más intensas, temperaturas más elevadas y más inundaciones, entre otros factores.

Muchos economistas y expertos en política reconocen que, a menos que quienes generan emisiones de carbono sean obligados a pagar un alto precio por ellas, la mayoría no cambiará su modo de operar.

En su nuevo libro, "Plan B 3.0: Mobilising to Save Civilisation" ("Plan B 3.0: Movilizándose para salvar a la civilización"), Lester Brown, presidente del Instituto para las Políticas de la Tierra, con sede en Washington, recomendó un aumento de los impuestos al carbono de 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, estabilizándose en 240 dólares por tonelada.

Ese impuesto se compensará en cada etapa con una reducción en los impuestos a los ingresos para desalentar el uso de combustibles fósiles y estimular las inversiones en fuentes renovables de energía.

Pero pocas firmas saben cuáles son sus emisiones de carbono, porque no hay ninguna razón que los obligue a medirlas, observó Dickinson.

"Estamos intentando cambiar eso porque, si las compañías no miden sus emisiones, no pueden manejarlas", dijo.

Cada una de las 11 corporaciones que participan en la Colaboración del Liderazgo de la Cadena de Suministro (SCLC, por sus siglas en inglés) le pedirá a hasta 50 proveedores que completen una solicitud de información estandarizada que sea probada en el primer trimestre de 2008.

El objetivo del Proyecto de Revelación de Carbono es ampliar la SCLC y terminar involucrando a decenas de miles de compañías de la cadena de suministro, así como ayudar a las grandes empresas y proveedores a desarrollar estrategias para reducir sus emisiones de carbono.

El Proyecto de Revelación de Carbono está creando un enfoque único y estandarizado para proporcionar un intercambio clave de información climática a través de sus cadenas de suministro.

"Ésta es la fase uno de un esfuerzo mayor que se concretará luego para medir las emisiones de todos los proveedores", señaló Dickinson.

Los participantes de este primer proyecto piloto incluyen a Dell, Hewlett Packard, L'Oreal, PepsiCo, Cadbury Schweppes, Nestlé, Procter & Gamble, Tesco, Imperial Tobacco y Unilever.

"Nuestra asociación con el Proyecto de Revelación de Carbono en la SCLC nos dará una oportunidad tremenda de ayudar a reducir no sólo nuestras propias emisiones de carbono sino, en última instancia, las de nuestra cadena de suministro", expresó en una declaración escrita Tod Arbogast, director de empresas sustentables en Dell.

Los resultados del proyecto piloto refinarán el proceso y posibilitarán que grandes empresas trabajen para manejar sus emisiones totales de carbono, dado que el primer paso para reducir las emisiones totales es medir su tamaño. Luego, tanto las grandes compañías como sus proveedores pueden trabajar juntos para desarrollar esas estrategias con el fin de reducir sus emisiones.

"Muchos de los participantes se dan cuenta de que reducir las emisiones siendo más eficientes desde el punto de vista energético disminuye los costos de la energía", destacó Dickinson.

Los inversores institucionales se encuentran entre quienes respaldan al Proyecto de Revelación de Carbono porque saben que el cambio climático está modificando la manera en cómo operan las empresas. Aunque muchas firmas europeas se dan cuenta de esto, menos de la mitad de las más grandes de Estados Unidos se toman muy en serio el cambio climático, según un estudio realizado hace un año por Ceres y el Calvert Group.

Y la mayoría de los bancos del mundo no lograron hacer que sus mentes colectivas se adaptaran a la nueva realidad del siglo XXI y continuaran invirtiendo en centrales alimentadas a carbón, o el desarrollo de arenas alquitranadas canadienses, dos importantes fuentes de gases de efecto invernadero.

"Cada vez más bancos se dan cuenta de que el cambio climático es un asunto de grandes empresas, pero sus respuestas hasta ahora son la punta del iceberg de lo que se necesita para hacer frente a este colosal desafío global", dijo Mindy Lubber, presidenta de Ceres, que este mes publicó un nuevo informe sobre el sector bancario.

El informe, "Gobernanza corporativa y cambio climático: El sector bancario", que estudió los casos de 40 bancos y empresas de servicios financieros del mundo, reveló que alrededor de la mitad ofrecían fondos específicos para el clima y productos similares.

La clave para hacer que los bancos dejen de invertir en combustibles fósiles y proyectos que generan grandes emisiones de carbono es ponerles un precio a esas emisiones, enfatizó Lubber.

"Si el carbono no tiene un precio, es la señal equivocada. Y los bancos y los fondos de pensión necesitan señales adecuadas del mercado", opinó.

CAMBIO CLIMÁTICO: Grandes negocios se nutren de poco carbono

Por Stephen Leahy


Al parecer inevitable un impuesto sobre las emisiones de carbono, algunas de las corporaciones más grandes del mundo pedirán a sus proveedores que informen sobre sus emisiones como parte de futuros esfuerzos de reducción.

"Los inversores demandan que las compañías sepan cuáles son sus emisiones de carbono y los consumidores quieren que las compañías sean verdes", dijo Paul Dickinson, presidente del Proyecto de Revelación de Carbono (CDP, por sus siglas en inglés), una organización independiente sin fines de lucro en Gran Bretaña que está coordinando el esfuerzo.

"Se avecina un precio global para el carbono, y estamos ayudando a las empresas a prepararse para operar en un mundo limitado por el carbono", dijo Dickinson a IPS.

Las emisiones generadas por la quema de combustibles fósiles como el carbón, el gas y el petróleo están causando el cambio climático, que resulta en daños y pérdidas de miles de millones de dólares debido a tormentas más intensas, temperaturas más elevadas y más inundaciones, entre otros factores.

Muchos economistas y expertos en política reconocen que, a menos que quienes generan emisiones de carbono sean obligados a pagar un alto precio por ellas, la mayoría no cambiará su modo de operar.

En su nuevo libro, "Plan B 3.0: Mobilising to Save Civilisation" ("Plan B 3.0: Movilizándose para salvar a la civilización"), Lester Brown, presidente del Instituto para las Políticas de la Tierra, con sede en Washington, recomendó un aumento de los impuestos al carbono de 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, estabilizándose en 240 dólares por tonelada.

Ese impuesto se compensará en cada etapa con una reducción en los impuestos a los ingresos para desalentar el uso de combustibles fósiles y estimular las inversiones en fuentes renovables de energía.

Pero pocas firmas saben cuáles son sus emisiones de carbono, porque no hay ninguna razón que los obligue a medirlas, observó Dickinson.

"Estamos intentando cambiar eso porque, si las compañías no miden sus emisiones, no pueden manejarlas", dijo.

Cada una de las 11 corporaciones que participan en la Colaboración del Liderazgo de la Cadena de Suministro (SCLC, por sus siglas en inglés) le pedirá a hasta 50 proveedores que completen una solicitud de información estandarizada que sea probada en el primer trimestre de 2008.

El objetivo del Proyecto de Revelación de Carbono es ampliar la SCLC y terminar involucrando a decenas de miles de compañías de la cadena de suministro, así como ayudar a las grandes empresas y proveedores a desarrollar estrategias para reducir sus emisiones de carbono.

El Proyecto de Revelación de Carbono está creando un enfoque único y estandarizado para proporcionar un intercambio clave de información climática a través de sus cadenas de suministro.

"Ésta es la fase uno de un esfuerzo mayor que se concretará luego para medir las emisiones de todos los proveedores", señaló Dickinson.

Los participantes de este primer proyecto piloto incluyen a Dell, Hewlett Packard, L'Oreal, PepsiCo, Cadbury Schweppes, Nestlé, Procter & Gamble, Tesco, Imperial Tobacco y Unilever.

"Nuestra asociación con el Proyecto de Revelación de Carbono en la SCLC nos dará una oportunidad tremenda de ayudar a reducir no sólo nuestras propias emisiones de carbono sino, en última instancia, las de nuestra cadena de suministro", expresó en una declaración escrita Tod Arbogast, director de empresas sustentables en Dell.

Los resultados del proyecto piloto refinarán el proceso y posibilitarán que grandes empresas trabajen para manejar sus emisiones totales de carbono, dado que el primer paso para reducir las emisiones totales es medir su tamaño. Luego, tanto las grandes compañías como sus proveedores pueden trabajar juntos para desarrollar esas estrategias con el fin de reducir sus emisiones.

"Muchos de los participantes se dan cuenta de que reducir las emisiones siendo más eficientes desde el punto de vista energético disminuye los costos de la energía", destacó Dickinson.

Los inversores institucionales se encuentran entre quienes respaldan al Proyecto de Revelación de Carbono porque saben que el cambio climático está modificando la manera en cómo operan las empresas. Aunque muchas firmas europeas se dan cuenta de esto, menos de la mitad de las más grandes de Estados Unidos se toman muy en serio el cambio climático, según un estudio realizado hace un año por Ceres y el Calvert Group.

Y la mayoría de los bancos del mundo no lograron hacer que sus mentes colectivas se adaptaran a la nueva realidad del siglo XXI y continuaran invirtiendo en centrales alimentadas a carbón, o el desarrollo de arenas alquitranadas canadienses, dos importantes fuentes de gases de efecto invernadero.

"Cada vez más bancos se dan cuenta de que el cambio climático es un asunto de grandes empresas, pero sus respuestas hasta ahora son la punta del iceberg de lo que se necesita para hacer frente a este colosal desafío global", dijo Mindy Lubber, presidenta de Ceres, que este mes publicó un nuevo informe sobre el sector bancario.

El informe, "Gobernanza corporativa y cambio climático: El sector bancario", que estudió los casos de 40 bancos y empresas de servicios financieros del mundo, reveló que alrededor de la mitad ofrecían fondos específicos para el clima y productos similares.

La clave para hacer que los bancos dejen de invertir en combustibles fósiles y proyectos que generan grandes emisiones de carbono es ponerles un precio a esas emisiones, enfatizó Lubber.

"Si el carbono no tiene un precio, es la señal equivocada. Y los bancos y los fondos de pensión necesitan señales adecuadas del mercado", opinó.

CAMBIO CLIMÁTICO: Grandes negocios se nutren de poco carbono

Por Stephen Leahy


Al parecer inevitable un impuesto sobre las emisiones de carbono, algunas de las corporaciones más grandes del mundo pedirán a sus proveedores que informen sobre sus emisiones como parte de futuros esfuerzos de reducción.

"Los inversores demandan que las compañías sepan cuáles son sus emisiones de carbono y los consumidores quieren que las compañías sean verdes", dijo Paul Dickinson, presidente del Proyecto de Revelación de Carbono (CDP, por sus siglas en inglés), una organización independiente sin fines de lucro en Gran Bretaña que está coordinando el esfuerzo.

"Se avecina un precio global para el carbono, y estamos ayudando a las empresas a prepararse para operar en un mundo limitado por el carbono", dijo Dickinson a IPS.

Las emisiones generadas por la quema de combustibles fósiles como el carbón, el gas y el petróleo están causando el cambio climático, que resulta en daños y pérdidas de miles de millones de dólares debido a tormentas más intensas, temperaturas más elevadas y más inundaciones, entre otros factores.

Muchos economistas y expertos en política reconocen que, a menos que quienes generan emisiones de carbono sean obligados a pagar un alto precio por ellas, la mayoría no cambiará su modo de operar.

En su nuevo libro, "Plan B 3.0: Mobilising to Save Civilisation" ("Plan B 3.0: Movilizándose para salvar a la civilización"), Lester Brown, presidente del Instituto para las Políticas de la Tierra, con sede en Washington, recomendó un aumento de los impuestos al carbono de 20 dólares por tonelada cada año entre 2008 y 2020, estabilizándose en 240 dólares por tonelada.

Ese impuesto se compensará en cada etapa con una reducción en los impuestos a los ingresos para desalentar el uso de combustibles fósiles y estimular las inversiones en fuentes renovables de energía.

Pero pocas firmas saben cuáles son sus emisiones de carbono, porque no hay ninguna razón que los obligue a medirlas, observó Dickinson.

"Estamos intentando cambiar eso porque, si las compañías no miden sus emisiones, no pueden manejarlas", dijo.

Cada una de las 11 corporaciones que participan en la Colaboración del Liderazgo de la Cadena de Suministro (SCLC, por sus siglas en inglés) le pedirá a hasta 50 proveedores que completen una solicitud de información estandarizada que sea probada en el primer trimestre de 2008.

El objetivo del Proyecto de Revelación de Carbono es ampliar la SCLC y terminar involucrando a decenas de miles de compañías de la cadena de suministro, así como ayudar a las grandes empresas y proveedores a desarrollar estrategias para reducir sus emisiones de carbono.

El Proyecto de Revelación de Carbono está creando un enfoque único y estandarizado para proporcionar un intercambio clave de información climática a través de sus cadenas de suministro.

"Ésta es la fase uno de un esfuerzo mayor que se concretará luego para medir las emisiones de todos los proveedores", señaló Dickinson.

Los participantes de este primer proyecto piloto incluyen a Dell, Hewlett Packard, L'Oreal, PepsiCo, Cadbury Schweppes, Nestlé, Procter & Gamble, Tesco, Imperial Tobacco y Unilever.

"Nuestra asociación con el Proyecto de Revelación de Carbono en la SCLC nos dará una oportunidad tremenda de ayudar a reducir no sólo nuestras propias emisiones de carbono sino, en última instancia, las de nuestra cadena de suministro", expresó en una declaración escrita Tod Arbogast, director de empresas sustentables en Dell.

Los resultados del proyecto piloto refinarán el proceso y posibilitarán que grandes empresas trabajen para manejar sus emisiones totales de carbono, dado que el primer paso para reducir las emisiones totales es medir su tamaño. Luego, tanto las grandes compañías como sus proveedores pueden trabajar juntos para desarrollar esas estrategias con el fin de reducir sus emisiones.

"Muchos de los participantes se dan cuenta de que reducir las emisiones siendo más eficientes desde el punto de vista energético disminuye los costos de la energía", destacó Dickinson.

Los inversores institucionales se encuentran entre quienes respaldan al Proyecto de Revelación de Carbono porque saben que el cambio climático está modificando la manera en cómo operan las empresas. Aunque muchas firmas europeas se dan cuenta de esto, menos de la mitad de las más grandes de Estados Unidos se toman muy en serio el cambio climático, según un estudio realizado hace un año por Ceres y el Calvert Group.

Y la mayoría de los bancos del mundo no lograron hacer que sus mentes colectivas se adaptaran a la nueva realidad del siglo XXI y continuaran invirtiendo en centrales alimentadas a carbón, o el desarrollo de arenas alquitranadas canadienses, dos importantes fuentes de gases de efecto invernadero.

"Cada vez más bancos se dan cuenta de que el cambio climático es un asunto de grandes empresas, pero sus respuestas hasta ahora son la punta del iceberg de lo que se necesita para hacer frente a este colosal desafío global", dijo Mindy Lubber, presidenta de Ceres, que este mes publicó un nuevo informe sobre el sector bancario.

El informe, "Gobernanza corporativa y cambio climático: El sector bancario", que estudió los casos de 40 bancos y empresas de servicios financieros del mundo, reveló que alrededor de la mitad ofrecían fondos específicos para el clima y productos similares.

La clave para hacer que los bancos dejen de invertir en combustibles fósiles y proyectos que generan grandes emisiones de carbono es ponerles un precio a esas emisiones, enfatizó Lubber.

"Si el carbono no tiene un precio, es la señal equivocada. Y los bancos y los fondos de pensión necesitan señales adecuadas del mercado", opinó.

domingo, septiembre 02, 2007

Hacia Kyoto II para reducir hasta un 40% las emisiones


Los representantes de 158 países participantes en una conferencia de la ONU sobre el clima llegaron ayer a un acuerdo básico para limitar la emisión de gases que producen el llamado efecto invernadero, en un pequeño avance hacia un pacto climático para reemplazar al vigente Protocolo de Kyoto, que expira en 2012.

Después de largos debates en la conferencia celebrada en Viena, los países participantes reconocieron oficialmente la necesidad de recortar antes de 2020 entre un 25 un 40 por ciento las emisiones contaminantes en los países industrializados antes con respecto a 1990.

Según el documento elaborado por los participantes, ese rango, que había sido propuesto por científicos expertos en cambio climático, "ofrecerá parámetros iniciales útiles para el nivel conjunto de búsqueda de mayores reducciones de emisiones".

Sin embargo, no se acordó, tal como querían la Unión Europea y los países en vías de desarrollo, que la reducción de entre el 25 y el 40 por ciento fuera considerada una guía indicativa más fuerte para un pacto climático futuro.

"Esto es un pequeño paso", dijo Arthur Runge-Metzerm jefe de la delegación de la Unión Europea. "Queremos pasos más grandes. Pero creo que el rango del 25 al 40 por ciento será visto como un punto de partida, una base para el trabajo posterior."

Países como Japón, Suiza, Nueva Zelanda, Canadá y Rusia objetaron la idea de fijar un valor concreto de reducción de emisión de gases, considerando que ésta podría terminar obligándolos a hacer radicales cambios en sus economías.

De todos modos, aunque los objetivos fijados por el acuerdo de ayer no son obligatorios, se los considera una señal importante de que las naciones industrializadas se proponen seriamente reducir la cantidad de gases peligrosos, en un esfuerzo por evitar las consecuencias más catastróficas del calentamiento terrestre.

El acuerdo deja en claro que las emisiones deben ser reducidas a "niveles muy bajos" para prevenir devastadoras inundaciones, sequías y otros fenómenos extremos.

El congreso de Viena, que tuvo lugar entre el 27 y el 31 de agosto, tenía como objetivo preparar la conferencia de diciembre de Bali, que definirá qué pasará con los compromisos frente al calentamiento global una vez que expire el Protocolo de Kyoto, en 2012. La ONU ha subrayado que para que pueda aplicarse un pacto posterior a Kyoto es necesario que, como máximo, se alcance un acuerdo en 2009.

En ese sentido, el recorte del 25 al 40 por ciento por debajo de los niveles de emisión de 1990 es un objetivo ambicioso, si se tiene en cuenta que el acuerdo de Kyoto establecía una disminución del 5 por ciento con respecto al mismo año.

Además, la ONU está haciendo esfuerzos para que un nuevo acuerdo climático incluya a grandes contaminantes que no firmaron el Protocolo de Kyoto, como Estados Unidos, Australia, China y la India.