La objetividad periodística decreta la muerte de los contenidos periodísticos. Es falso que la objetividad no exista. Existe, sí, pero es letal si se absolutiza. El puro reflejo de los hechos acontece y es factible. Véase un ejemplo claro de enunciado objetivo: “Argentina venció a Croacia en la Copa Davis”.
Es así, así fue. Ganó 3 a 2 . Pero el enunciado objetivo -si se valora a la objetividad como al máximo valor enunciativo-, es la reducción de las noticias a los titulares. La objetividad es la fase cablegráfica del periodismo. No es la objetividad una cualidad de los objetos -como suele afirmarse-, sino de los enunciados.Hay enunciados que emergen como irrefutables mas allá de los sujetos que los enuncien. “La Argentina le ganó 3 a 2 a Croacia”. Se podrá luego opinar respecto de los merecimientos o no de tal triunfo, del escenario futuro de la Copa Davis o de lo que fuera, pero hay un punto de objetividad que es un punto de partida y no de llegada. Llegar a la objetividad es llegar a la indigencia discursiva. Y además, la objetividad es una construcción humana. Para seguir con el mismo ejemplo: la Copa Davis es un conjunto de reglas artificiales, es un montaje, un diseño urdido para competir.Los jugadores asumen esas reglas, que son filosóficamente una ficción, y a partir de ellas generan “hechos” y resultados objetivos. Se es objetivo sobre las construccciones.
Si se afirma que esa piedra pesa 22 kilos, y esa piedra efectivamente los pesa, se instaura un dato objetivo porque el sistema de medición aludido es también una construcción. “Uno no encuentra en la naturaleza lo que hay en ella, sino lo que nosotros mismos depositamos en ella”, afirmaba Kant. Para ser objetiva una construcción debe ser lógica y no ilógica, porque sin lógica adviene la locura. Pero aún en el contexto de la lógica, la mera objetividad es pobre en sí misma. Es a partir de ella que comienza lo interesante. A partir de ella comienza la libertad.Alguien por ejemplo puede concebir que esa piedra es una piedra en el camino y que habrá de detenerlo, y otro que la misma piedra es un interesante desafío a superar. Lo interesante es el conflicto de las interpretaciones sobre los enunciados objetivos mismos, la diversificación de miradas, los puntos de vista argumentales.El espacio público se vuelve un espacio de conversación pública racional. La comunicación masiva requiere de racionalidad. Es un término fuerte.¿Qué es la racionalidad? Conviene acotar el campo de la pregunta: ¿Qué es la racionalidad comunicativa? Es muchas cosas, pero en principio, es argumentar y es dejar argumentar. Es argumentar y es convocar a la contra-argumentación: al pensamiento. La argumentación no es una virtud de los convencidos, sino de los que metódicamente prefieren dudar para generar nuevos interrogantes frente a viejas respuestas.Son los que exponen sus puntos de vista al debate con los otros. Argumentar es abrir el juego a la controversia.
Las deliberaciones más interesantes no serán puras e inocentes. No se interpreta nada con inocencia si se está interpretando de verdad.Se interpreta desde el epicentro hirviente de los intereses creados, eso es lo que vuelve real y fascinante al conflicto de las interpretaciones. Hoy la argumentación ya no está cartelizada ni concentrada en los emisores de noticias. La interacción avanza, y los medios en general y los nuevos medios en particular establecen con sus audiencias cada vez mas una conversación permanente. Esa es la revolución y la utopía: la conversación permanente.
Miguel Wiñazki
No hay comentarios.:
Publicar un comentario