Los expertos ya comienzan a advertir sobre los riesgos de que las inversiones en energías no contaminantes terminen sobredimimensionando el sector, como pasó con las tecnologías en los '90. Así, la sustentabilidad futura de este negocio ya está siendo puesta en duda por los especialistas.
El alto precio del petróleo, los temores sobre la seguridad energética y el calentamiento global han contribuido para que hoy la producción de biocombustibles sea considerada como la fiebre del oro de este siglo. De hecho, sólo para este año se proyectan inversiones en energías alternativas por u$s63.000 millones en todo el mundo, según New Energy Finance, una empresa de investigación energética con sede en Londres.
Sin embargo, muchos analistas locales y extranjeros, compañías energéticas, gobiernos y grupos ambientalistas han comenzado a encender luces de alerta sobre el proceso de inversiones que envuelve al mercado de las energías alternativas.
De hecho hay quienes empiezan a comparar esta euforia con el boom que protagonizaron las inversiones tecnológicas en la década del ’90 cuando las puntocom crecieron de manera artificial, sin un equilibrio adecuado y sustentable y terminaron generando una burbuja cuya explosión dejó miles de víctimas en el camino.
En el caso de la producción de energías alternativas del petróleo, un alerta pasa por el veloz crecimiento del negocio. Los expertos advierten que la carrera por construir plantas de biocombustibles generará una sobrecapacidad que, tarde o temprano, derivará en un proceso de depuración como el que ocurrió con las puntocom.
También ponen en duda que haya suficiente capacidad de cultivo de cereales, oleaginosas y azúcares para que el negocio pueda ser rentable cuando también será necesario atender la mayor demanda de alimentos que se registrará en los próximos diez años.
“Desafortunadamente, la gran apuesta en biocombustibles de Latinoamérica, por ejemplo, difícilmente aportará dividendos para cualquiera que inyecte capital”, advirtió Roberto Rodrigues, ex ministro de Agricultura de Brasil en el 2004.
“Es cierto que está llegando mucho capital y que en diez años contaremos con una gran cantidad de etanol. Pero si los inversores desarrollan proyectos en tierras de bajo rendimiento, podrían ir a la quiebra”, agregó.
En esa línea, Loek Boonekamp, director de Mercados y Comercio Agrícola de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), el planteo pasa por el precio de los combustibles.“Si el 10% actual de naftas fuera cubierto por biocombustibles, implicaría usar 30% del cultivo total de cereales, oleaginosas y azúcares en los Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y Brasil”, sostuvo.
Para el directivo existe una “burbuja” sobre las ventajas de producir etanol y recomendó a países como la Argentina que no se dejen llevar por “la euforia”. También se preguntó acerca de “la sustentabilidad” de la expansión de este tipo de combustibles cuando “se requiere tanta superficie”, y destacó que se debe analizar cuáles son las “políticas gubernamentales” para sostener la producción.
DesconfianzaEn tanto, el director ejecutivo de FirstForce, Sociedad de Desarrollo de Biocombustibles S.A., Pedro de Sampaio Nunes, identificó otro problema para la producción de biocombustibles al sostener que “el aumento de precios de las materias primas será una amenaza para la producción del biodiésel”.
“Entonces, para favorecer el desarrollo de biocombustibles se debe estimular la demanda de estos fluidos, actuar en provecho del medio ambiente, ampliar el suministro de materias primas, potenciar las oportunidades comerciales, apoyar a los países en desarrollo y fomentar la investigación y la innovación en esa materia”, agregó.
En la Argentina también se suman voces de alerta como la de Martín Fraguío, director ejecutivo de Maizar, que agrupa a los integrantes de la cadena productiva, comercial, industrial, alimentaria y exportadora del maíz. “Cuando una industria arranca de cero es probable que termine sobredimensionada. Y el descalce entre la oferta y la demanda puede terminar siendo muy perjudicial si se crece de manera desordenada”, aseguró.
Además recomendó tomar conciencia de estos posibles riesgos a la vez que reclamó un mayor trabajo conjunto entre los sectores privado y público “para comprender el verdadero potencial”.
Productores reclaman incentivosLa Argentina tiene potencial para transformarse en uno de los principales jugadores del mercado de los biocombustibles, pero corre con desventaja frente a países como Brasil y los Estados Unidos porque la ley que impulsa su producción restringe la participación de las inversiones extranjeras.
Ésa es la preocupación del empresario argentino Julio Gutiérrez, presidente de la Fundación Campo en Acción y uno de los organizadores del I Congreso Americano de Biocombustibles que traerá a la Argentina al ex vicepresidente de los Estados Unidos Al Gore.
“La Argentina tiene una gran posibilidad frente al biocombustible, pero para agregarle valor a la materia prima hacen falta inversiones y hoy en el país no hay capitales suficientes para atender los desembolsos que se requieren para el desarrollo”, señaló Gutiérrez en diálogo con BAE.
Para este empresario, que abandonó los medios de comunicación para invertir en la producción granaria, ése es el principal déficit de la Ley de Biocombustibles aprobada el año pasado.
La misma lectura tiene Gustavo Grobocopatel, uno de los precursores de la aplicación de tecnología en la siembra de soja, quien propone “estimular las inversiones privadas mediante beneficios impositivos”.
“En el mercado mundial los grandes fondos de inversión tienen capitales destinados a energías limpias, pero nosotros no hemos encontrado cómo seducir a esos capitales”, agregó Gutiérrez.
En tren de sacar cuentas, una planta de biocombustibles para producir 200.000 toneladas cuesta u$s60 M y una de etanol requiere cerca de u$s100 millones.
La carrera por el biocombustible en la región se largó luego de un acuerdo que firmaron los Estados Unidos y Brasil para crear un foro internacional que también incluye a China, India, Sudáfrica y la Unión Europea.
“La Argentina, lamentablemente, en esta etapa está afuera, pero como por naturaleza es un jugador importante en materias primas, se va a poder incorporar; ojalá que no lo hagamos demasiado tarde”, alertó Gutiérrez. Grobocopatel sostiene que la Argentina “no está llegando primera”, pero considera que “irá acompañando la ola”.
Desde el 2001 se vienen instalando pequeñas plantas en el país y ya hay unas quince elaboradoras en funcionamiento. Sin embargo, en su mayoría la producción no es comercial y se destina al abastecimiento de los propios productores para sus maquinarias.
A eso se agrega el ingreso de grandes actores y la llegada de millonarias inversiones. La aceitera Vicentín invertirá u$s40 M en una planta en San Lorenzo con capacidad para 240.000 toneladas anuales de biodiésel. Y la Terminal Puerto Rosario invertirá u$s40 M en una planta que producirá 200.000 toneladas al año.
Ya a fines del año pasado, Repsol YPF anunció una inversión de u$s30 M para construir una planta con capacidad para 100.000 toneladas anuales, que comenzará a funcionar a fines del 2007.
Europa y los Estados Unidos se presentan a priori como los principales destinos de la producción. Sin embargo, Gutiérrez avizora otras alternativas. “México va a producir biocombustible, pero también va a necesitar importarlos para bajar los niveles de contaminación y mejorar la calidad de vida. Lo mismo sucederá con Chile, y ésos pueden ser mercados interesantes para la Argentina”.
La fiebre por los biocombustibles está en su máximo desarrollo. Sólo para este año se proyectan inversiones en el sector por u$s63.000 M en todo el mundo.
Sin embargo, expertos ya comienzan a advertir sobre los riesgos de que los capitales terminen sobredimensionando el sector.
Así, y si bien el escenario mundial propone a nuestro país ocupar un papel relevante en la comercialización, la sustentabilidad futura de este negocio basado en nuevas fuentes energéticas está en duda.
En ese marco, especialistas reclaman que para favorecer el desarrollo de biocombustibles se debe estimular la demanda de estos fluidos.
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