Al presidente iraní, Mahmoud Ahmedinejad, le debe encantar el clima tropical: en los últimos doce meses, se ha pasado más tiempo en América latina que el presidente George W. Bush. La visita de Ahmadinejad a Venezuela y Bolivia la semana pasada fue su tercer viaje a la región desde 2006. Comparativamente, Bush sólo ha hecho una visita en el mismo período.
La semana pasada, horas después de que la canciller de Alemania, Angela Merkel, comparara en las Naciones Unidas a Ahmedinejad con Adolfo Hitler, el presidente iraní recibió una bienvenida de héroe del jefe del Estado de Bolivia, Evo Morales, en La Paz, y prometió 1100 millones de dólares en ayuda a Bolivia en los próximos cinco años. Poco después, en Venezuela, Ahmadinejad firmó un compromiso para crear un fondo de inversión conjunto de 2000 millones de dólares.
Además de abrir una embajada en Bolivia, Irán ha incrementado su personal diplomático en la región. ¿Qué está buscando Ahmadinejad en América latina?
En primer lugar, busca apoyo para defenderse de las demandas de Estados Unidos y Europa para que Irán detenga su programa nuclear o lo someta a observadores internacionales. Venezuela y Cuba fueron, junto con Siria, los únicos tres países que apoyaron el plan nuclear de Irán en un voto en el Organismo Internacional de Energía Atómica, en febrero de 2006.
En segundo lugar, Ahmedinejad quiere contraatacar a Estados Unidos en su propio continente, financia a grupos antinorteamericanos y amenaza con desestabilizar gobiernos afines a Washington, para poder negociar con la Casa Blanca desde una posición de mayor fuerza.
En tercer lugar, la popularidad de Ahmedinejad ha caído en Irán, y probablemente necesite que la televisión de su país muestre cómo es recibido como un héroe en otros países.
La creciente presencia de presuntos diplomáticos y empresarios iraníes en Venezuela, Nicaragua y otros países de la región trae aparejado el peligro de que agentes iraníes respaldados por su gobierno empiecen a infiltrar otras naciones para apoyar a grupos terroristas o totalitarios, como probablemente pasó en la Argentina en 1994
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