"A través del shock, se fuerza a la gente a ser obediente", comenta Naomi Klein, al tiempo que reseña cómo, en los años 50, el electroshock, atrajo la atención de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
La base de los experimentos que la CIA emprendió, y que más tarde fueron incorporados en un manual, era utilizar el shock como un método de reducir a los adultos a un estado infantil.
Klein se vale de esta metáfora para describir el efecto de la aplicación de algunas teorías económicas sobre sociedades convulsionadas.
"Un sistema económico que requiere constante crecimiento, al tiempo que elude cualquier serio intento de regulación ambiental, genera una constante corriente de desastres, sean militares, ecológicos o financieros", escribe.
"El apetito por ganancias rápidas y de corto término, resultantes de inversiones puramente especulativas, ha transformado a los mercados de valores, de divisas y de inmuebles en máquinas creadoras de crisis, como la crisis financiera asiática, la crisis del peso mexicano y el colapso de las puntocom lo demuestran."
Las ideas vinculadas a la responsabilidad social, no figuran en las agendas de los formadores de políticas, o el entender los procesos económicos como ciclos donde no siempre se gana, y donde es preciso y no esta mal tomar medidas anticíclicas, y aprovechar la recesión para acomodar algunas cosas, tampoco.
Naomi Klein es una periodista y activista canadiense nacida en Montreal.
"Milton Friedman entendió que la atmósfera creada por una crisis de gran escala proveía el necesario pretexto como para invalidar los deseos expresos de los votantes y entregarles la economía del país a los «tecnócratas»", escribe Klein.
Klein razona que "si bien el modelo económico de Friedman puede ser impuesto parcialmente en una democracia, requiere condiciones autoritarias para instrumentar su auténtica visión".
Agrega: "Para que la terapia de shock pueda ser aplicada sin reservas -como lo fue en Chile en los 70, en China en los 80, en Rusia en los 90 y en los Estados Unidos después del 11 de Septiembre-, es preciso que exista una suerte de trauma colectivo, uno que permita o bien suspender temporalmente la práctica democrática, o bien bloquearla completamente".
Lenin creía que eran necesarias condiciones catastróficas para que la humanidad progresara, los militares latinomericanos de la década del 70, Mussolini, Hitler y Khomeini pensaban lo mismo.
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