lunes, octubre 15, 2007

Turquía, la aceptación del genocidio y la integridad territorial

Vista desde fuera, la postura turca con respecto al genocidio armenio puede resultar confusa. Si casi todo el resto del mundo afirma que el gobierno otomano trató de exterminar a su población armenia, ¿por qué Turquía está en desacuerdo?

La respuesta está profundamente oculta en la psiquis turca y, en gran medida, impresa en las páginas de los libros de historia turcos.

Pero con los cambios de los últimos años para promover la democracia en Turquía, las opiniones han empezado a cambiar lentamente.

Turquía empezó a ser una nación hace apenas 84 años, construida a partir de los restos del Imperio Otomano. Las potencias occidentales estaban dispuestas a dividir ese territorio. El Tratado de Sèvres así lo estableció, en 1920. Nunca fue ratificado, pero ese intento aún permanece profundamente arraigado en la memoria de los turcos, muchos de los cuales temen que ese trauma pueda repetirse.

Para protegerse de los poderes invasores, y para concretar la hercúlea tarea de forjar un nuevo Estado, los fundadores de Turquía, encabezados por Mustafa Kemal Ataturk, dejaron de lado diferencias étnicas y religiosas para crear una nueva identidad: la del ciudadano turco. Esa identidad era necesaria para poder convertirse en una nueva nación, pero eclipsó la riqueza cultural de la región.

"En muchos aspectos, la Turquía de hoy está compuesta por los restos de los otomanos", dijo Ali Bayramoglu, un escritor de Estambul. "No se ha convertido todavía en una verdadera sociedad. No está en paz con la diversidad que heredó de la era otomana. La identidad de un turco fue fabricada para poder formar una nación unificada", agregó.

Esa identidad fue construida sobre un cimiento doloroso. Además del genocidio armenio, que aniquiló a más de un millón y medio de armenios en el este de Turquía, hubo también deportaciones masivas de griegos y ejecuciones de líderes islámicos y de nacionalistas kurdos.

"El Estado y la sociedad turcas tienen un pasado traumático, que no es nada fácil enfrentar", dijo Ferhat Kentel, un sociólogo de la Universidad Bilgi de Estambul. Kentel comparó los comienzos de Turquía con un inquilino que advierte que la casa que acaba de alquilar no es nueva, sino que "por debajo tiene todo tipo de basura y suciedad".

"¿Acaso lo gritaría a los cuatro vientos, cuando corre el riesgo de sufrir vergüenza ante los vecinos? ¿O trataría de arreglárselas en silencio, para seguir viviendo en el único hogar que ha conseguido?", preguntó.

El Estado turco, fuertemente centralizado, ha elegido la segunda opción. Le pareció que hacer otra cosa sería provocar divisiones y alentar a las minorías que buscan su independencia. Los libros de texto hablan poco de los acontecimientos que empezaron en 1915, y ponen énfasis en la acción defensiva emprendida contra los armenios rebeldes que simpatizaban con Rusia, el enemigo de Turquía en ese momento.

"La palabra «genocidio», a pesar de toda su frialdad, provoca una intensa reacción en la sociedad turca", dijo Kentel. "Como la retórica del Estado le ha enseñado durante décadas que tiene un pasado glorioso e intachable, el pueblo siente que es imposible que hayan hecho algo tan terrible."

Fethiye Cetin, abogada y autora de un libro sobre la historia de su familia, dijo que se había enterado sólo a los 25 años de que su abuela era una armenia adoptada por una familia musulmana después de que la separaron de sus padres, en 1915. "Crecimos sin saber nada de nuestro pasado", dijo Cetin, que ahora representa a la familia de Hrant Dink, el editor de ascendencia armenia de un diario turco que fue asesinado de un balazo en enero.

"No se hablaba de eso en el entorno familiar", dijo Cetin. "No se enseñaba en las escuelas, y llegó el día en que de repente tuvimos que enfrentar el hecho de que había habido un genocidio armenio en esta tierra."

Pero aunque el Estado turco ha mantenido en secreto esta historia, un número cada vez mayor de intelectuales y escritores trabajan muy duramente para desenterrarla. Los cambios instrumentados por el gobierno turco para ingresar en la Unión Europea también han contribuido a difundir el debate en la sociedad.

Este año, el gobierno dio un paso más, al convocar a una comisión internacional para reexaminar los acontecimientos de esos años y poner a su disposición archivos estatales que se mantenían cerrados.

Declaraciones políticas

En una muestra del largo camino que el gobierno turco aún debe recorrer, el jueves pasado, en Estambul, un tribunal declaró culpables al hijo de Dink, ahora director del diario Agos , y al editor de ese periódico, acusados de insultar la identidad turca al publicar comentarios de Hrant Dink sobre el genocidio.

Medidas como la resolución sobre el genocidio del Congreso estadounidense sólo sirven para complicar la tarea de los que luchan por lograr la apertura de la sociedad, opinaron Centin y Kentel. Agregaron que no se trató de un sincero intento de remediar la situación, tal como afirmaron los legisladores que la aprobaron, sino una declaración política.

El libro de Cetin, Mi abuela , fue muy leído, dijo la autora, porque resultó atractivo como historia profundamente íntima y humana, no como declaración política. "Todos los cambios provocan dolor, y eso es lo que nos ocurre en este momento", dijo.

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