Los líderes de los países adscriptos a la Asociación de las Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) firmaron una carta por la cual la asociación se transforma en un organismo jurídico, buscando de esta forma acelerar el proceso de integración económica regional y promover la democracia y los derechos humanos entre los miembros. Pero la ausencia de normas vinculantes confirma su ineficacia y refleja la pésima conciencia de los gobiernos, que no pretenden cambiar realmente su política.
El pasado 20 de noviembre, los líderes de los diez países miembros de la ASEAN se reunieron en Singapur para celebrar el cuadragésimo aniversario de la fundación, aprovechando la ocasión para firmar una nueva carta que convierte al bloque en un organismo jurídico. El objetivo es promocionar el proceso de integración económica, así como los valores democráticos, la legalidad y los derechos humanos. La firma fue calificada por los miembros como un momento histórico. Éstos consideran su organización una de las mejores del mundo, al mismo nivel incluso que la Unión Europea a la hora de promocionar la estabilidad regional, alimentando el favorable crecimiento económico. La cumbre, sin embargo, se vio ensombrecida por la cuestión birmana – la junta militar no ha contado todavía con el pleno apoyo de la ASEAN - y por la represión cruenta por parte de la junta de un movimiento pacífico de protesta encabezado por los monjes budistas. El Senado americano pidió unánimemente que el primer ministro birmano, el general Thein Shein, no fuese invitado a la cumbre y que Myanmar fuera expulsada de la organización. Sin embargo, este país no sólo participó como “miembro de la familia”, sino que el enviado de la ONU Ibrahim Gambari fue excluido de la reunión en el último momento, cuando tenía programada una intervención en la cumbre. La ASEAN ha declarado que el régimen debe gestionar de manera autónoma su crisis política, aunque ha añadido que espera progresos que permitan una “reconciliación nacional” y una reforma democrática.
Susan Schwab, representante americana del comercio, advirtió a los miembros de la ASEAN que si ésta no mantiene una posición clara en sus relaciones con la junta militar, su credibilidad internacional podría verse amenazada y que podría poner en peligro el tratado comercial programado con Estados Unidos. En realidad, los líderes asiáticos corren el riesgo de que la carta constitutiva no vea nunca la luz, ya que la presidenta filipina Gloria Macapagal Arroyo declaró que su parlamento no ratificará el documento hasta que Myanmar ponga rumbo a la democracia, comenzando con la liberación de la líder de la oposición, Aung San Suu Kyi. La carta deberá ser aprobada antes de entrar en vigor por los diez miembros de la organización. Sin embargo, es muy posible que el propio Myanmar no la ratifique, sobre todo si se siente acorralado por el resto de los miembros.
Una carta sin vinculación
Una de las razones que ha obligado al grupo de países asiáticos (Tailandia, Malasia, Singapur, Filipinas, Indonesia, Myanmar, Laos, Vietnam, Camboya y Brunei) a formalizar su unión ha sido la necesidad de dotarse de instrumentos que hagan más eficaz la relación entre los miembros, y crear las condiciones adecuadas para una comunidad económica en la que puedan circular libremente mercancías, servicios y capitales. Ésta debería estar plenamente operativa en 2015. Este esfuerzo también se vio motivado por el retraso en la ayuda americana hacia los países afectados por la crisis financiera de 1997 y, sobre todo, por la enorme competitividad de China e India, los gigantes regionales. Sin embargo, la ambición de la ASEAN de convertirse en algo más que la suma de sus partes choca con la carta fundacional que ha guiado hasta ahora la actuación de la organización, que se limita a otorgar los poderes necesarios para llevar a cabo políticas supranacionales pero sin interferencia recíproca en los asuntos internos de los estados miembros. En efecto, el borrador de la carta incluía medidas disciplinarias en caso de violación grave de los principios fundamentales, que podían ir desde la suspensión de los privilegios previstos para los miembros hasta, en casos extremos, la expulsión del país de la organización. Otro punto importante consistía en la introducción del voto mayoritario en caso de tener que resolver un hipotético caso de bloqueo por el veto de uno de los miembros. Sin embargo, en la versión final del documento, estos aspectos fueron eliminados y lo único que queda del primer borrador es que, en caso de una seria violación, el asunto tendrá que resolverse en una Cumbre de la ASEAN, auténtico comité político conjunto cuyo proceso decisorio y de resolución de las disputas se basa en la “consulta y el consenso”. Es evidente la reducción de la eficacia de la carta en términos de política económica y lo poco que se puede hacer ante un caso como el de Myanmar, donde el punto de vista de “choque constructivo” adoptado durante años - al que consideran más constructivo que las sanciones económicas planteadas desde Occidente -, no ha tenido ningún resultado práctico. Por otra parte, Myanmar se ha convertido en el centro de las críticas por el alcance internacional y la turbación que ha ocasionado el caso a nivel global, cuyas implicaciones tienen un valor mayor en un contexto de debilidad democrática, sobre todo si tenemos en cuenta que entre los otros países miembros encontramos a una Tailandia, aún bajo el yugo de un reciente golpe de estado militar, unos sistemas comunistas de partido único como los de Vietnam y Laos, y una monarquía absoluta como la de Brunei. La constitución prevista de un organismo pro derechos humanos, cuyos poderes no han sido precisados, confirma la precariedad de la carta en donde sólo aparecen una serie de términos y afirmaciones de principio que no poseen ningún tipo de capacidad vinculante.
La futura integración se concentrará por tanto en la liberalización del comercio en el ámbito de una ASEAN Free Trade Area. Los países miembros ya se están beneficiando de una sustancial reducción de las tarifas, pero aún queda mucho trabajo por hacer para armonizar los protocolos y los estándares necesarios para los que hacen inversiones en la región. Martin Hutagalung, del US-ASEAN Business Council, representante de más de cien grandes empresas americanas, sostiene que las compañías que invierten en el sudeste asiático aún lo consideran como diez mercados separados, cada uno con su propio código regulador. El objetivo marcado para el 2015 de crear un mercado integrado parece más inalcanzable que nunca, sobre todo si se considera que sólo el 30% de los acuerdos hasta ahora firmados han sido aplicados por los miembros. Un ex-secretario general de la ASEAN, Rodolfo Severino, ha afirmado desilusionado que no se ha afrontado el problema del pobre balance central de la organización ya que la nueva carta ha mantenido el principio de contribución igualitaria entre los países, que no respeta las enormes diferencias económicas entre Laos (o Myanmar) y Singapur, por ejemplo. No se han adoptado mecanismos de traspaso de recursos de los países ricos a los pobres, lo que sí sucede en el modelo europeo, tal y como ha sugerido la comisión para lograr acelerar la integración. A pesar de todo ello, los líderes asiáticos siguen confiando en la capacidad de la organización para adaptarse y reciclarse para afrontar los retos.
¿Hacia la madurez o hacia la irrelevancia?
Los más escépticos y críticos ven en la ASEAN a una organización cada vez más irrelevante en el nuevo contexto tras la guerra fría, incapaz de afrontar los complejos problemas de un mundo globalizado (epidemias, grupos terroristas, especulaciones financieras). Se trataría sólo de un grupo de naciones periféricas anquilosadas en una visión dieciochesca de la soberanía nacional que trabajan conjuntamente para construir una identidad común. Sin embargo, la ASEAN es uno de los ejemplos claros de multilaterismo regional, en torno al cual giran los principales foros de Asia Oriental, en donde participan todos los actores más influyentes del continente, empezando por China, India, Japón y Estados Unidos.
En estos cuarenta años de existencia, la organización puede estar orgullosa de haber alcanzado tres resultados relevantes. Ante todo, sus miembros no se han enfrentado abiertamente entre sí en un conflicto, exceptuando alguna que otra polémica en las fronteras y algunas disputas territoriales. En segundo lugar, consiguió que en 1989 Vietnam y Camboya se sentaran a negociar un armisticio tras diez años de conflicto, consiguiendo su firma en 1991 (estos países entraron a formar parte activa de la ASEAN en 1995 y 1999 respectivamente). En este caso, resultó eficaz el método de gestión de conflictos, el denominado “ASEAN Way”, criticado por su política de no interferencia, pero que sería más bien definido por la toma de medidas directas e indirectas de moderación, presión, diplomacia, compensación e introducción de la comunidad internacional. A pesar de no poder contar con el uso de la fuerza, como otras organizaciones multilaterales (basta pensar en la gestión que hizo la Organización de los Estados Americanos en el conflicto de Haití en 1991), el papel de la ASEAN resultó ser también decisivo.En tercer lugar, se ha convertido en una plataforma para la construcción de instituciones regionales más amplias que han involucrado a las potencias regionales, sobre todo a China. Esto ha sido posible tras la reactivación de la diplomacia de Pekín, a finales de los años 90, preocupada por garantizar condiciones de estabilidad internacional para su crecimiento económico (su auténtica prioridad), intentando apaciguar a los países fronterizos promoviendo la cooperación a diferentes niveles. China firmó con la ASEAN un acuerdo de libre comercio en 2001, y un Tratado de Amistad y Cooperación en 2003, además de colaborar con la organización en el plano de la seguridad y de abandonar, por el momento, la contienda territorial sobre las Islas Spratly, en el Mar de China Meridional. Si por un lado se puede decir que estos elementos son optimistas, por otro demuestra de manera aún más clara sus límites, cristalizados en la nueva carta, sobre todo frente al dinamismo económico y político de India y China.
Conclusiones
El próximo secretario general de la ASEAN, el tailandés Surin Pitsuwa, ha afirmado que la fuerza de la organización radica, paradójicamente, en su debilidad. Nosotros añadimos que también radica en el haber mantenido una relación equidistante entre las potencias regionales. Sin embargo, sin instrumentos jurídicos más fuertes y nuevos recursos, hablar de una identidad asiática común, junto a la nacional, para casi 570 millones de habitantes, de religiones diversas y de las fuertes disparidades económicas, corre el riesgo de ser sólo un mero ejercicio retórico. El proceso de integración político, económico y de seguridad requiere de una clase dirigente más responsable, que sea juzgada por los resultados. Lo contrario sería perder importancia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario