El desarrollo demográfico del área norteafricana alcanzó su cota más alta a finales de los años 60. Hasta el momento, la población ha seguido creciendo, reduciendo la diferencia demográfica que separaba a África de Europa.
Las implicaciones de este crecimiento son de orden económico y político, y corren el riesgo de provocar, a largo plazo, notables cambios en el equilibrio del Mediterráneo.
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