Por Mario Osava
La humanidad afronta otra vez una amenaza de hecatombe. Al terror de un gatillo fácil con arsenales nucleares le sucedió la inquietante posibilidad de pasar el punto crítico de recalentamiento de la Tierra, lo cual jaquea tradicionales coaliciones intergubernamentales y conceptos geopolíticos.
El juego internacional de poderes aún no asimiló como preponderante la crisis climática, pese a su gravedad y prioridad inmediata para la supervivencia humana, ya reconocidas en la retórica diplomática. Siguen las viejas divisiones y disputas establecidas por cuestiones estratégicas, económicas, comerciales e ideológicas.
Brasil, por ejemplo, debería aliarse con la Unión Europea (UE) para "formar una alianza virtuosa y responsable", y no seguir al lado de China, el país que más gases invernadero emite desde el año pasado y con una actitud "irresponsable" hacia el clima, dijo a IPS Eduardo Viola, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Brasilia.
En la opinión de este pionero en estudios de seguridad climática global en Brasil, sólo la cooperación entre los mayores emisores de gases invernadero podrá generar condiciones para evitar el cambio climático peligroso, con la temperatura planetaria subiendo más de dos grados en el correr de este siglo.
Eso dependerá, por ejemplo, de que en noviembre de 2008 los estadounidenses elijan un presidente que sea capaz de asumir el liderazgo en ese desafío.
Brasil, el sexto mayor emisor del mundo, después de China, Estados Unidos, Unión Europea, India y Rusia, podría acelerar ese proceso favorable al clima aliándose a los gobiernos europeos y a Japón por "una transición a una economía de baja intensidad de carbono", asumiendo fuertes compromisos y recuperando un cierto liderazgo ambiental ejercido en los años 90, según Viola.
La singularidad de que 60 por ciento de los gases que emite son derivados de la deforestación permite a Brasil reducirlos con menores costos en comparación con los grandes emisores, destacó.
Sus emisiones de 1.000 millones de toneladas de carbono en 2004 ya bajaron más de 30 por ciento, porque el área deforestada de la Amazonia cayó a menos de la mitad en los tres últimos años.
Pero la actitud ambigua del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva le impide incluso aprovechar ese resultado para fortalecerse en las negociaciones sobre clima, lamentó Rubens Born, coordinador del no gubernamental instituto Vitae Civilis.
"Un Brasil más independiente del Grupo de los 77 (G-77) más China podría hacer que fuera distinta la historia del cambio climático", comentó a IPS.
El G-77 fue organizado en 1964 para defender intereses económicos comunes de los países en desarrollo. Pero no es funcional para la cuestión climática, porque allí están, además del agregado de China, los países exportadores de petróleo con intereses discrepantes, observó el activista.
Born regresó "decepcionado" de la conferencia de las partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, realizada del 3 al 15 de este mes en Bali, Indonesia.
El "juego político" impidió explicitar la meta de reducción de 25 a 40 por ciento de las emisiones hasta 2020 y redujo las conclusiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) a una cita de pie de página, "debilitando el objetivo" del encuentro, criticó.
Los avances logrados, como incluir la deforestación en el régimen del clima, aclarar el fondo de adaptación y que el G-77 aliente acciones nacionales de mitigación "mensurables, comunicables y verificables" son insuficientes para impulsar negociaciones en el ritmo necesario. Y "sólo tenemos dos años" para un acuerdo difícil, opinó.
La nueva realidad exige "otras formas de agrupar países", con criterios distintos de los tradicionales económicos o militares, falta incorporar con fuerza las exigencias ambientales y climáticas en las políticas nacionales e internacionales, sostuvo.
Brasil lucha por un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, pero nada soluciona ampliar la composición de ese organismo sin actualizar "sus funciones, su agenda, incorporándole la seguridad alimentaria y climática", sentenció.
La diplomacia brasileña enfrenta un creciente movimiento que une ambientalistas y opositores políticos en la crítica al "rezago" en sus posiciones ambientales y comerciales. La causa es la opción "ideológica por el Tercer Mundo", apuntó Viola.
Es una opinión compartida con diplomáticos y empresarios que se oponen al acercamiento de Brasilia a África, Medio Oriente y Asia, en un esfuerzo comercial supuestamente en desmedro de los mercados ricos. Son alianzas que permitieron el protagonismo brasileño en las negociaciones de un nuevo acuerdo en la Organización Mundial del Comercio.
Pero son alianzas que, llevadas al campo climático, hacen que Brasil siga "sacándole las castañas del fuego a China", según José Goldemberg, quien ocupaba la Secretaría Nacional de Ambiente en 1992, cuando fue anfitrión de la Cumbre Mundial de Río de Janeiro que aprobó las convenciones del clima y de la biodiversidad.
Es un absurdo equiparar China, hoy una potencia económica y tecnológica, a países africanos como Burundi, en cuanto a los reclamos de ayuda financiera y transferencia de tecnologías para que los países en desarrollo mitiguen y se adapten a los cambios climáticos, ponderó el físico, experto en energía, en un debate por televisión.
La crisis requiere la cooperación de todos, porque sin eso el barco se hundirá de cualquier forma y no importará quienes fueron los responsables históricos de los agujeros, sentenció.
China emitió 5.700 millones de toneladas de dióxido de carbono en 2006, superando los 5.600 millones de Estados Unidos, pero la gran diferencia está en el crecimiento anual de las emisiones, de ocho y uno por ciento respectivamente, explicó Viola, basado en datos de varias instituciones oficiales e independientes.
Los dos suman 43 por ciento de las emisiones globales. China adoptó un crecimiento económico "de alto impacto ambiental y climático", advirtió, situando ambos en el "grupo de los irresponsables" por ahora.
La seguridad climática del mundo depende de un "Gran Acuerdo" entre los 13 grandes emisores, que emiten más de 1,5 por ciento del total mundial cada uno, para una sustancial reducción de las emisiones globales de carbono, indicó Viola.
Este académico diseñó otros dos escenarios futuros: el hobbesiano (donde las naciones-estados controlan a sus poblaciones mientras que en la arena internacional, la nación más poderosa controla el orden mundial), que sería catastrófico siguiendo el cuadro actual, y el Kyoto Profundizado, con más mitigación, pero insuficiente.
El Gran Acuerdo exige "una capacidad de cooperación profunda y por largo plazo", pero la adhesión de algunos países líderes favorecería la persuasión de otros, acotó. Ya cuenta con la Unión Europea y podría incorporar a Estados Unidos después de las elecciones.
El "primer círculo" se completa con China e India (casi 11 por ciento de emisiones), donde es difícil revertir el fuerte crecimiento de las emisiones, por la dependencia de fuentes fósiles de energía.
También en el "segundo círculo" de mayores emisores, con Rusia, Brasil, Japón e Indonesia, habría dificultades en el primero de esos países, gran exportadora de petróleo y gas y cuya elite espera ganar más tierras cultivables con el calentamiento.
Japón tiene la economía de menor intensidad de carbono, emitiendo sólo 0,15 toneladas por cada 1.000 dólares de producto bruto interno, frente a 0,4 toneladas de Estados Unidos. Pero no confronta a Estados Unidos en la cuestión climática por estar bajo protección militar de esa potencia, factor que ya no constriñe a Europa, desde la disolución de la Unión Soviética.
La ecuación enfrenta muchos obstáculos, pero una alianza entre Estados Unidos, Unión Europea y Japón, con la posible adhesión de Brasil, podría ganar fuerza de persuasión, ofreciendo una contribución mayor que los demás a la mitigación del cambio climático, resume Viola esperanzado.(FIN/2007)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario