La conclusión de la conferencia de Anápolis trajo consigo múltiples interrogantes sobre la finalidad real del encuentro entre los jefes de Estado de los países interesados en el proceso de paz en Oriente Medio y el presidente estadounidense George W. Bush. Ya antes de la conclusión de las labores y de la declaración conjunta israelí-palestina, muchos analistas sospechaban de que la conferencia de Maryland haya sido, en realidad, organizada para consolidar el frente anti-iraní constituido en Oriente Medio por obra de los estados islámicos de fe sunita, que recelan y temen la posibilidad de que Teherán se convierta, en el futuro, en la capital más fuerte de la zona medioriental. La creciente influencia de la República de los ayatolás en Irak y el programa nuclear sostenido por Ahmadinejad y mal visto en Washington, ¿podría favorecer la creación de una alianza ad hoc para apoyar una posible intervención estadounidense en Irán?
La conferencia de paz de Anápolis
Pocas horas después de la clausura de los encuentros sostenidos en Anápolis, en Maryland, para tratar la situación israelí-palestina, todos los participantes en la conferencia se han declarados convencidos de que la paz en Palestina es un objetivo posible, así como la convivencia de un Estado Palestino con Israel. Los presidentes Ehud Olmert y Abu Mazen se han mostrado satisfechos con los acuerdos alcanzados durante la negociación y se han declarado preparados para poner en marcha todo lo acordado sin demoras, para pacificar una zona atormentada por guerras intestinas e interestatales. El presidente estadounidense Bush ha asegurado a los dos líderes que Washington apoyará con toda su fuerza e influencia las decisiones que permitan la creación de un Estado Palestino colindante con Israel. La creación del Estado de Palestina y de sus poderes ha sido, junto a otros temas fundamentales, el tema central de la Conferencia.
Los líderes también se han enfrentado a cuestiones como el trazado de las fronteras palestinas y las colonias, el Estado de Jerusalén, el destino de los refugiados, el control de los recursos hídricos, el reconocimiento del carácter “hebreo” del Estado de Israel y un calendario programático que prevea una fecha límite para la conclusión de un Tratado de paz.
Al término de los encuentros, la Secretaria de Estado norteamericana Condoleezza Rice se ha declarado convencida de que la paz entre Israel y Palestina podrá llegar en el 2009, año en que termina el mandato del Presidente Bush, y el mismo presidente americano se ha declarado convencido de que se pueda llegar de manera rápida a una pacificación de los territorios palestinos. Para evitar que el despertar de nuevas violencias en Palestina haga caer prematuramente el proceso de paz, la Casa Blanca además ha encargado a James Jones, general jubilado del cuerpo de los marines y ex-comandante jefe de la OTAN, estudiar los problemas de la seguridad en el área y de apoyar al general Keith Dayton, actual coordinador de EEUU en las cuestiones entre israelíes y palestinos. Los próximos encuentros entre el Primer Ministro palestino Abu Mazen y el israelí Olmert, tendrán lugar en Moscú; mientras, el 12 de diciembre se reunirá por primera vez la comisión conjunta israelí-palestina encargada de coordinar y preparar sucesivas negociaciones entre los dos Estados. Los dos presidentes continuarán, sin embargo, encontrándose con una periodicidad quincenal, para discutir sobre varios aspectos y cuestiones que se presentarán en el curso de los próximos meses.
Ambas partes han mostrado señales de distensión: el Estado hebreo, de hecho, ha liberado a 400 prisioneros palestinos pertenecientes a Al Fatah y una incursión aérea ha eliminado a presuntos terroristas palestinos durante un ataque con misiles dirigidos contra una colonia israelí sin que desde Gaza se protestara oficialmente por la intervención en territorio palestino.
Las relaciones internacionales
La conferencia de Anápolis y los sucesivos empeños tomados por los Jefes de Estado para intentar llevar a cabo progresos por la vía de la pacificación de Palestina, han venido acompañados del escepticismo de buena parte de la comunidad internacional. Siria, participante en la Conferencia, ya que está directamente interesada en la cuestión, ha hecho saber a través de declaraciones oficiales que, aún habiendo realizado un paso hacia delante en la vía de la paz, se está todavía lejos de la completa resolución de los problemas en la zona, entre los cuales el más importante es la presencia de fuerzas de ocupación israelíes en tierras árabes, aunque también la cuestión de los Altos del Golán, arrebatadas a Damasco en 1967.
Los encuentros de Anápolis también se han puesto en duda en el seno de Israel y Palestina: el jefe del Partido Likud, Benjamin Nethanyau, en la oposición en Israel, inmediatamente ha pedido a los partidos que apoyan a la mayoría en el Gobierno de retirar la confianza en Olmert, acusado de estar malvendiendo el país a los americanos y palestinos. En Palestina, por el contrario, Hamás ha organizado manifestaciones de protesta contra los acuerdos de Anápolis y los jefes del movimiento han hecho saber que no consideran vinculantes los compromisos tomados por Abu Mazen en Estados Unidos y que continuarán con su lucha de liberación del Estado de Israel. También Irán ha intervenido en la cuestión y en una declaración a la prensa, Ahmadinejad ha declarado que el Estado de Israel no sobrevivirá a largo plazo.
¿Nacimiento de un nuevo frente anti-Irán?
Muchos analistas sospechan que la Conferencia de Anápolis haya sido organizada como pretexto para reunir a los jefes de Estado de la zona medioriental que podrían ser aliados de Washington en el caso de que Estados Unidos decidiera llevar a cabo una intervención militar para parar el desarrollo del programa nuclear iraní, mal vistos por los americanos así como por buena parte de la comunidad internacional. La decisión de Teherán de dotarse de tecnología nuclear civil y militar es considerada, según la mayoría, como la respuesta al armamento nuclear pakistaní e indio, este último de proveniencia estadounidense, y como voluntad por parte iraní de asumir el liderazgo en la zona medioriental. Los proyectos iraníes preocupan a todos los países islámicos de mayoría sunita, de los que el líder es Arabia Saudí, que verían a un país chiita poner en duda las relaciones de fuerza en la zona ya sea en el ámbito político-militar o en el económico.
Los encuentros a puerta cerrada entre el presidente Bush y el Primer Ministro israelí Olmert, por otra parte, parecen indicar la posibilidad de que Estados Unidos e Israel estén buscando unir a los Estados árabes sunitas en una coalición, ante un posible ataque contra las estructuras nucleares iraníes. Al finalizar el encuentro, Olmert declaró, de hecho, que es posible afrontar la cuestión nuclear iraní con medios militares y afrontar las consecuencias de un ataque contra el país de los ayatolás. La cuestión del armamento nuclear iraní concierne también al Estado de Israel, que se encuentra en la difícil posición de tener que elegir si intervenir militarmente en clave preventiva o esperar que Irán se dote realmente de mecanismos nucleares.
La cuestión del equilibrio de potencia entre Irán e Israel parece ser fundamental, aún mayor que el enfrentamiento abierto entre Israel y Palestina. El futuro de la región podría depender más de la resolución de la cuestión iraní que de la capacidad o posibilidad de pacificar los territorios palestinos. Según una opinión compartida por la mayoría de los analistas, el futuro de Oriente Medio dependerá además de cómo será resuelto el conflicto en el mundo árabe entre la clase dirigente sunita y la nueva fuerza emergente representada por los chiitas, con Arabia Saudí e Irán como principales protagonistas de eventuales disputas por el control de la región. El crecimiento constante de la influencia chiita en el área del Golfo Pérsico y medioriental en general, tiene de repente un fuerte estímulo por la caída de la dictadura sunita de Saddam Hussein en Irak, y puede contar con la estrecha relación entre la elite iraní y la de Hezbolá en Líbano.
A modo de clave de lectura de la creación de un frente moderado de signo anti-Irán, son consideradas también las relaciones entre Washington, Jerusalén y Damasco, y la intención estadounidense de alejar a Siria de la influencia iraní. En Anápolis, ya sea Estados Unidos o Israel, se han declarado preparados para afrontar la cuestión de los Altos del Golán y escuchar las peticiones provenientes de Damasco. La participación de Siria en los encuentros de Maryland también ha sido interpretado por muchos como una reacción del Gobierno sirio a los ataques israelíes del 6 de septiembre, incursiones en las que han sido destruidas estructuras bélicas y se han inutilizado radares de las fuerzas armadas de Damasco.
Conclusiones
Si bien la Conferencia de Anápolis pueda ser interpretada en clave anti-Irán, y una posible incursión estadounidense sobre el país de los ayatolás se ve como cada vez más cercana, la situación es en realidad más fluida de lo que parece. Los tres líderes que se encontraron en Maryland, y posteriormente en Washington, han experimentado problemas de liderazgo en sus frentes internos. La popularidad del presidente estadounidense ha caído en los últimos meses, y Bush ha sido puesto en duda incluso por los congresistas del Partido Republicano en el Congreso. La cuestión iraquí continúa sin solución, y la presencia de las tropas estadounidenses en Bagdad es vista cada vez peor por parte de la opinión pública norteamericana, que tras el escándalo de los falsos informes sobre las armas de destrucción masiva de Irak, no apoyará nuevas intervenciones militares a no ser que se trate de una causa seria que afecte a la seguridad nacional.
Ehud Olmert se encuentra bajo el constante ataque de la oposición, y en el último período -tras confesar su enfermedad- , ha visto crecer el peso político de su vicepresidente Tzipi Livni. El líder palestino, Abuu Mazen, es probablemente el personaje que sufre la mayor crisis de credibilidad, con un poder de iniciativa limitado, dada la difícil convivencia con los dirigentes de hamás y la intransigencia que ésta ha mostrado en sus relaciones con Israel.
Existe un cierto escepticismo sobre la posibilidad de que Estados Unidos e Israel logren construir y mantener compactada una coalición moderada anti-iraní, apoyándose en los Países Árabes. Muchos de los líderes de estos países están fuertemente condicionados por las políticas internas y por las nuevas y viejas rivalidades recíprocas: dos factores que hacen pensar que será difícil aproximar y hacer converger los diferentes intereses sobre una estrategia compartida, en lugar de sobre una amenaza real común.
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