Por Mariano de Vedia
¿Qué le sugieren los nombres que representarán al país en Francfort?
-Carlos Gardel es el cantor nacional, del pueblo, pero al mismo tiempo es el lumpen, el gigoló. Evita es la mujer consagrada a los pobres, la abanderada de los humildes, pero también la perseguida y la perseguidora, la mujer del látigo. El Che Guevara es el hombre que luchaba por un mundo mejor, pero el que llevó a la muerte a miles de jóvenes por una aventura absurda. Y Maradona es el gran jugador, el mejor del mundo. Y también el drogado, el tramposo, el vivo. No es un hombre del fútbol, sino del telefútbol.
-¿Le sorprende que el Gobierno haya elegido las mismas figuras que usted analiza en su libro?
-Tengo dos hipótesis: que hayan recurrido a Internet para ver cuáles son los cuatro nombres argentinos más citados y conocidos en el mundo, cosa que yo mismo hice para comprobar mi percepción, o que Cristina Kirchner haya sido informada de la salida de un libro que ofrece un análisis crítico y exhaustivo de esos cuatro personajes y haya querido reivindicarlos.
-¿Cómo los eligió usted?
-Son personajes que ya he tratado en otros libros. Como Monet, que siempre pintaba los mismos nenúfares pero completamente distintos, siempre vuelvo sobre los mismos temas en perspectivas distintas y en un nivel mucho más profundo. Son figuras y temas obsesivos en mi vida.
-¿Tiene recuerdos personales de ellos?
-Me quedó muy grabado el momento de la muerte de Gardel: yo tenía cuatro años y la radio transmitió la noticia de su trágico accidente. A Eva Perón la viví más de cerca. La ví personalmente en 1946, cuando fue a un acto en la Escuela Mariano Acosta, donde yo estudiaba. Con Guevara tuve un momento muy breve de enamoramiento, e incluso una foto de él en mi escritorio. Pero rápidamente todo se disolvió cuando leí libros que mostraban el régimen castrista. Con Maradona no he tenido relación personal, porque se mueve en mundos que me son ajenos: los estadios de fútbol y los salones VIP de las discotecas.
-¿Por qué se convierten en mitos?
-Los mitos son fenómenos muy confusos. Está lo que el personaje quiere ser de sí mismo y lo que la gente recibe, que a veces es distinto. Y hay una maquinaria que intenta fabricar el mito, ayudado generalmente por el propio personaje.
-¿El mito siempre genera amores y odios?
-Por supuesto. Desde los tiempos clásicos, el mito tiene una cara sagrada y una cara demoníaca, una parte lumínica y otra oscura.
-¿Qué cosas tienen en común?
-Todas eran personas con una pasión absoluta, un narcisismo desmesurado y una idea de que tenían que pasar a la historia, desde chico.
-¿Cómo llegan a convertirse en mitos?
-Estos mitos tienen distintas etapas. La popularidad de Gardel empieza en los últimos años de su vida, cuando llega el cine sonoro. El propio Gardel interviene en la creación de su mito, porque empieza a planificar sus películas. Pero el mito propiamente dicho empieza con la muerte trágica, en su momento de apogeo. Después viene una segunda etapa, en los años 50, cuando el mito podía empezar a decaer, porque el tango comienza su declinación, pero surge una transformación: los intelectuales descubren al tango y a Gardel. Cortázar habla de Gardel en Sur. Ahí empieza el resurgimiento, comienzan a aparecer libros de tango.
-¿La figura de Eva Perón también se construye en etapas?
-Eva Perón es primero el ídolo de los peronistas, de las clases populares, de las mujeres, los humildes. En los años 60, una nueva generación de jóvenes de clase media se hace peronista, algo inédito. En la época de Evita jamás un joven de clase media hubiera sido peronista. En los años 70 se produce la peronización de la clase media y el invento de la izquierda peronista. Así se crea un mito, muy alejado de la realidad, la Evita guerrillera y revolucionaria. Y en los años 90 surge la Evita académica, los universitarios empiezan a ocuparse de ella. Hay papers, tesis universitarias, muchos libros y escritos, con influencias decididamente postestructuralistas. Es una Evita vistas a través de Foucault, de Lacan, de Derrida, de Deleuze.
-¿La ayudó o la perjudicó la época en que vivió?
-Hoy a Evita le costaría muchísimo más ser un mito. Habría perdido el aspecto demoníaco que tenía para sus adversarios pero hubiera perdido también el aspecto subversivo que tenía para sus admiradores. Además, tuvo la ventaja de ser la única mujer. Hoy hay muchas. Tendría que competir. Y no tenía los elementos intelectuales como para competir con otras políticas.
-¿Y el caso del Che Guevara?
-Desde la adolescencia tenía muy claro que algo debía ser, pero no sabía qué. Podía haber sido un escritor, antropólogo, médico dedicado a los leprosos. Lo más lejano era la revolución y el encuentro con Fidel Castro lo cambia. Hay cartas escritas días antes de conocerlo a Fidel, donde él proyecta conseguir una beca en París e ir con su madre. Su vida habría sido distinta. Las posibilidades que hubiera tenido en París son afiliarse al Partido Comunista, pero lo que menos hubiera sido es revolucionario.
-¿Para ser consagrado mito es necesario llegar a la muerte?
-No. Gardel, Eva Perón y Guevara tres empezaron en vida. La muerte contribuyó enormemente. Maradona es el único que no ha muerto, aunque hubo amagues de muerte, con levantamiento de altares y demás. En cierto modo hay una muerte, en el sentido de que no juega más. Pero él, que es un adicto a la publicidad, sigue buscando eventos con mucha obsesión para seguir apareciendo. Maradona se diferencia de los otros mitos en que él ya pertenece a la era de la televisión global. Hasta el último rincón del mundo lo conoce. Maradona ha estado más tiempo en los estudios que en los estadios. No es un hombre del fútbol, sino del telefútbol. El fenómeno actual es el telefútbol. Es infinitamente mayor la gente que ve fútbol por televisión que la que va a las canchas. Por eso lo rebasó a Pelé, a quien la TV le llegó demasiado tarde.
-¿Cómo pesa en los cuatro personajes su identificación con las imágenes y los símbolos?
-Las imágenes son fundamentales en la creación de un mito. Gardel y Evita lo sabían muy bien y tenían su propio fotógrafo. Eva Perón no se dejaba fotografiar por cualquiera. Fue la primera en empezar a crear su propio mito. A tal punto, que cuando tenía conciencia de su muerte, preparaba su propio funeral: le llevaban maquetas del monumento donde iba a estar enterrada, ella quería en Plaza de Mayo, que tuviera tantos metros de altura. Le decía a la manicura que a su cadáver le pintara las uñas con revlon transparente, hasta ese detalle. Las dos imágenes que convirtieron a Guevara en un mito mundial fueron dos fotos. Una, la de Korda, que fue casual, en un acto público, donde el Che estaba en un segundo plano y de pronto se adelanta y pone esa mirada en la multitud, que Korda registra en una foto extraordinaria. Y la famosa foto de la muerte, cuando aparece como un Cristo, paradójicamente fue preparada por sus asesinos. Hay una foto anterior del Che, donde se lo ve como un mendigo harapiento, maltrecho, espantoso. Esa foto no hubiera nunca creado un mito.
¿Qué le sugieren los nombres que representarán al país en Francfort?
-Carlos Gardel es el cantor nacional, del pueblo, pero al mismo tiempo es el lumpen, el gigoló. Evita es la mujer consagrada a los pobres, la abanderada de los humildes, pero también la perseguida y la perseguidora, la mujer del látigo. El Che Guevara es el hombre que luchaba por un mundo mejor, pero el que llevó a la muerte a miles de jóvenes por una aventura absurda. Y Maradona es el gran jugador, el mejor del mundo. Y también el drogado, el tramposo, el vivo. No es un hombre del fútbol, sino del telefútbol.
-¿Le sorprende que el Gobierno haya elegido las mismas figuras que usted analiza en su libro?
-Tengo dos hipótesis: que hayan recurrido a Internet para ver cuáles son los cuatro nombres argentinos más citados y conocidos en el mundo, cosa que yo mismo hice para comprobar mi percepción, o que Cristina Kirchner haya sido informada de la salida de un libro que ofrece un análisis crítico y exhaustivo de esos cuatro personajes y haya querido reivindicarlos.
-¿Cómo los eligió usted?
-Son personajes que ya he tratado en otros libros. Como Monet, que siempre pintaba los mismos nenúfares pero completamente distintos, siempre vuelvo sobre los mismos temas en perspectivas distintas y en un nivel mucho más profundo. Son figuras y temas obsesivos en mi vida.
-¿Tiene recuerdos personales de ellos?
-Me quedó muy grabado el momento de la muerte de Gardel: yo tenía cuatro años y la radio transmitió la noticia de su trágico accidente. A Eva Perón la viví más de cerca. La ví personalmente en 1946, cuando fue a un acto en la Escuela Mariano Acosta, donde yo estudiaba. Con Guevara tuve un momento muy breve de enamoramiento, e incluso una foto de él en mi escritorio. Pero rápidamente todo se disolvió cuando leí libros que mostraban el régimen castrista. Con Maradona no he tenido relación personal, porque se mueve en mundos que me son ajenos: los estadios de fútbol y los salones VIP de las discotecas.
-¿Por qué se convierten en mitos?
-Los mitos son fenómenos muy confusos. Está lo que el personaje quiere ser de sí mismo y lo que la gente recibe, que a veces es distinto. Y hay una maquinaria que intenta fabricar el mito, ayudado generalmente por el propio personaje.
-¿El mito siempre genera amores y odios?
-Por supuesto. Desde los tiempos clásicos, el mito tiene una cara sagrada y una cara demoníaca, una parte lumínica y otra oscura.
-¿Qué cosas tienen en común?
-Todas eran personas con una pasión absoluta, un narcisismo desmesurado y una idea de que tenían que pasar a la historia, desde chico.
-¿Cómo llegan a convertirse en mitos?
-Estos mitos tienen distintas etapas. La popularidad de Gardel empieza en los últimos años de su vida, cuando llega el cine sonoro. El propio Gardel interviene en la creación de su mito, porque empieza a planificar sus películas. Pero el mito propiamente dicho empieza con la muerte trágica, en su momento de apogeo. Después viene una segunda etapa, en los años 50, cuando el mito podía empezar a decaer, porque el tango comienza su declinación, pero surge una transformación: los intelectuales descubren al tango y a Gardel. Cortázar habla de Gardel en Sur. Ahí empieza el resurgimiento, comienzan a aparecer libros de tango.
-¿La figura de Eva Perón también se construye en etapas?
-Eva Perón es primero el ídolo de los peronistas, de las clases populares, de las mujeres, los humildes. En los años 60, una nueva generación de jóvenes de clase media se hace peronista, algo inédito. En la época de Evita jamás un joven de clase media hubiera sido peronista. En los años 70 se produce la peronización de la clase media y el invento de la izquierda peronista. Así se crea un mito, muy alejado de la realidad, la Evita guerrillera y revolucionaria. Y en los años 90 surge la Evita académica, los universitarios empiezan a ocuparse de ella. Hay papers, tesis universitarias, muchos libros y escritos, con influencias decididamente postestructuralistas. Es una Evita vistas a través de Foucault, de Lacan, de Derrida, de Deleuze.
-¿La ayudó o la perjudicó la época en que vivió?
-Hoy a Evita le costaría muchísimo más ser un mito. Habría perdido el aspecto demoníaco que tenía para sus adversarios pero hubiera perdido también el aspecto subversivo que tenía para sus admiradores. Además, tuvo la ventaja de ser la única mujer. Hoy hay muchas. Tendría que competir. Y no tenía los elementos intelectuales como para competir con otras políticas.
-¿Y el caso del Che Guevara?
-Desde la adolescencia tenía muy claro que algo debía ser, pero no sabía qué. Podía haber sido un escritor, antropólogo, médico dedicado a los leprosos. Lo más lejano era la revolución y el encuentro con Fidel Castro lo cambia. Hay cartas escritas días antes de conocerlo a Fidel, donde él proyecta conseguir una beca en París e ir con su madre. Su vida habría sido distinta. Las posibilidades que hubiera tenido en París son afiliarse al Partido Comunista, pero lo que menos hubiera sido es revolucionario.
-¿Para ser consagrado mito es necesario llegar a la muerte?
-No. Gardel, Eva Perón y Guevara tres empezaron en vida. La muerte contribuyó enormemente. Maradona es el único que no ha muerto, aunque hubo amagues de muerte, con levantamiento de altares y demás. En cierto modo hay una muerte, en el sentido de que no juega más. Pero él, que es un adicto a la publicidad, sigue buscando eventos con mucha obsesión para seguir apareciendo. Maradona se diferencia de los otros mitos en que él ya pertenece a la era de la televisión global. Hasta el último rincón del mundo lo conoce. Maradona ha estado más tiempo en los estudios que en los estadios. No es un hombre del fútbol, sino del telefútbol. El fenómeno actual es el telefútbol. Es infinitamente mayor la gente que ve fútbol por televisión que la que va a las canchas. Por eso lo rebasó a Pelé, a quien la TV le llegó demasiado tarde.
-¿Cómo pesa en los cuatro personajes su identificación con las imágenes y los símbolos?
-Las imágenes son fundamentales en la creación de un mito. Gardel y Evita lo sabían muy bien y tenían su propio fotógrafo. Eva Perón no se dejaba fotografiar por cualquiera. Fue la primera en empezar a crear su propio mito. A tal punto, que cuando tenía conciencia de su muerte, preparaba su propio funeral: le llevaban maquetas del monumento donde iba a estar enterrada, ella quería en Plaza de Mayo, que tuviera tantos metros de altura. Le decía a la manicura que a su cadáver le pintara las uñas con revlon transparente, hasta ese detalle. Las dos imágenes que convirtieron a Guevara en un mito mundial fueron dos fotos. Una, la de Korda, que fue casual, en un acto público, donde el Che estaba en un segundo plano y de pronto se adelanta y pone esa mirada en la multitud, que Korda registra en una foto extraordinaria. Y la famosa foto de la muerte, cuando aparece como un Cristo, paradójicamente fue preparada por sus asesinos. Hay una foto anterior del Che, donde se lo ve como un mendigo harapiento, maltrecho, espantoso. Esa foto no hubiera nunca creado un mito.
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