La crisis financiera global acaba de dar un giro peligroso: mientras los gobiernos redoblan sus esfuerzos para contenerla, los mercados no creen que tales medidas surtan efecto.
El lunes, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y los gobiernos europeos anunciaron iniciativas que se suman al paquete de rescate de US$ 700.000 millones que el Congreso de EE.UU. aprobó la semana pasada. Los mercados mundiales, no obstante, hicieron sentir su desconfianza de forma contundente. Las acciones europeas registraron su mayor caída de los últimos 20 años, mientras que el Promedio Industrial Dow Jones cerró por debajo de los 10.000 puntos, un mal augurio de que la evolución de la crisis está superando la capacidad de las autoridades para contenerla.
El derrumbe de los mercados ilustra cómo la crisis financiera dejó atrás los problemas del mercado de hipotecas de alto riesgo estadounidenses para transformarse en un problema de confianza. Todos los esfuerzos de Estados Unidos y Europa no han resuelto una falta de confianza primordial. Nadie sabe qué firmas quebrarán, por lo que nadie está dispuesto a prestar.
Bank of America Corp., considerado uno de los pilares del sistema bancario estadounidense, anunció un abrupto recorte en su dividendo y planes para recaudar capital. Hace apenas tres semanas, el banco acordó la compra de Merrill Lynch & Co., lo que fue interpretado como una señal de fortaleza. El lunes, su presidente, Kenneth Lewis, dijo que estaba presenciando "la época más difícil para las instituciones financieras que me ha tocado vivir en mis 39 años en la banca".
El problema se ha vuelto tan severo que ya no sólo afecta a los bancos, sino a la capacidad de las empresas de endeudarse para financiar sus actividades cotidianas, como pagar sueldos y comprar materias primas. Si no cesa, la paralización de los mercados de crédito de corto plazo tendrá un gran impacto en la ya debilitada economía global, una dura realidad que los inversionistas ya empiezan a reconocer. "Para apuntalar la confianza en el sistema, me refiero a los mercados monetarios, se necesita algo más grande y algo que sea consistente de un país a otro", señala Hans Lorenzen, estratega de crédito para Citigroup Inc. en Londres. "Y se necesita pronto."
La Fed, que ya lleva 12 años en una campaña improvisada para reescribir los libros de texto de los bancos centrales, divulgó el lunes nuevas medidas para eliminar el bloqueo que se ha apoderado de los mercados de crédito de corto plazo en las últimas semanas. Una medida, la decisión de pagar intereses sobre las reservas que dejan los bancos como depósito en el banco central, sitúa a la Fed en una posición para expandir en forma significativa sus programas de préstamos. La probabilidad de que la Fed anuncie nuevos recortes de tasas parece cada vez más mayor.
A medida que la crisis financiera se ahonda y globaliza, una acción coordinada para reducir las tasas de interés podría cobrar un mayor atractivo. "La coordinación es absolutamente esencial", señaló Olivier Blanchard, economista jefe del Fondo Monetario Internacional, en una entrevista de cara a la reunión del FMI y el Banco Mundial este fin de semana en Washington.
Los países de la Unión Europea intensificaron la campaña para coordinar su respuesta ante la crisis, después de que una serie de medidas unilaterales no tuviera el efecto deseado. El presidente francés, Nicolás Sarkozy, cuyo país ejerce la presidencia rotativa de la UE, leyó en televisión una declaración conjunta de los 27 países de la Unión Europea diciendo que cada uno "adoptará todas las medidas necesarias para proteger la estabilidad del sistema financiero".
La declaración se produjo después de la sorpresiva decisión de la canciller alemana, Angela Merkel, de garantizar todas las cuentas bancarias de los residentes de la mayor economía europea, apenas un día después de criticar una medida similar por parte de Irlanda. El lunes, Austria, Suecia y Dinamarca se sumaron a la lista creciente de países que reforzaron sus garantías a los depósitos bancarios.
Toda esta actividad no ha reparado las fisuras en los mercados de crédito, que se han agravado en las últimas semanas, tras el colapso de Lehman Brothers Holdings Inc. En una señal preocupante, el mercado de papel comercial estadounidense, una fuente crucial de crédito a corto plazo para los bancos y otras compañías en Estados Unidos y Europa, se contrajo en US$ 94.900 millones en la semana concluida el 1 de octubre, para ascender a los US$ 1,61 billones (millón de millones) en deuda circulante, según los datos de la Fed.
La Fed ha actuado enérgicamente en los últimos doce meses para hacer frente a la crisis. Desde septiembre del año pasado ha reducido la tasa interbancaria de 5,25 a 2 por ciento. También ha recurrido a una serie de medidas poco ortodoxas, como garantizar los fondos mutuos de los mercados monetarios, conceder líneas de crédito a los bancos de inversión y asumir activos tóxicos de Bear Stearns y American International Group Inc., por nombrar sólo algunas.
La misión ha sido mantener el flujo de crédito, pero la Fed se ha topado con tres grandes obstáculos.
Primero, los bancos y los inversionistas están tratando de reducir su deuda, un proceso de desapalancamiento que el banco central puede desacelerar, pero no detener. En segundo lugar, la innovación financiera de los últimos años, que supuestamente era positiva porque diseminaba el riesgo, ha resultado ser nociva porque oculta la ubicación del riesgo, exacerbando la incertidumbre sobre qué instituciones financieras pueden sobrevivir. Tercero, la quiebra de Lehman y otras instituciones financieras ha erosionado a tal grado la confianza que incluso los grandes planes de rescate han sido incapaces de restablecerla.
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