Primero fue la crisis de las hipotecas. Ahora se viene la crisis de las tarjetas de crédito. Después de inundar a los estadounidenses con ofertas de tarjetas de crédito y topes de crédito altísimos, las entidades prestamistas están reduciendo bruscamente ambas cosas, justo en el momento en que una economía deteriorada aprieta a los consumidores.
Esta retirada afecta incluso a los consumidores de alto nivel crediticio y amenaza a una industria bancaria en mal estado con otra ola de duras pérdidas después de una época en que cosechó ganancias récord en el negocio del crédito fácil que ella misma contribuyó a crear.
Las entidades crediticias absorbieron alrededor de 21.000 millones de dólares en préstamos de tarjetas incobrables durante la primera mitad de 2008.
Ahora que las empresas se preparan para despedir a decenas de miles de empleados, la industria bancaria se dispone a perder por lo menos otros 55.000 millones de dólares en el próximo año y medio, según afirman los analistas. En la actualidad, las deudas pendientes de las tarjetas de crédito suponen el 5,5 por ciento de las pérdidas totales del sector. Y podrían superar el 7,9 por ciento que se alcanzó tras el estallido de la burbuja tecnológica en 2001.
"Si el desempleo sigue aumentando, las cancelaciones de tarjetas de crédito podrían exceder los patrones históricos", dijo Gary L. Crittenden, ejecutivo financiero de Citigroup.
Enfrentados a una situación preocupante, las empresas que emiten MasterCard, Visa y otras tarjetas se apresuran a contener la hemorragia, mientras desaparecen opciones a las que antes los usuarios podían recurrir fácilmente para pagar sus cuotas de las tarjetas, como las garantías de propiedad. Las grandes entidades crediticias como American Express, Bank of America o Citigroup han empezado a exigir condiciones más severas a los solicitantes y a limpiar sus carteras de los clientes más riesgosos.
Las instituciones están rechazando a los consumidores que ya han contraído deudas y, a la vez, reduciendo los límites de crédito a los que ya poseen tarjetas, especialmente a los afectados por la crisis inmobiliaria o por el desempleo.
La profundidad de la crisis financiera ha golpeado a una nación adicta al crédito, obligándola a repensar sus hábitos. Muchas familias acostumbradas antes a comprar de inmediato y pagar después están ansiosas por reducir su dependencia de las tarjetas de crédito.
Esta retirada afecta incluso a los consumidores de alto nivel crediticio y amenaza a una industria bancaria en mal estado con otra ola de duras pérdidas después de una época en que cosechó ganancias récord en el negocio del crédito fácil que ella misma contribuyó a crear.
Las entidades crediticias absorbieron alrededor de 21.000 millones de dólares en préstamos de tarjetas incobrables durante la primera mitad de 2008.
Ahora que las empresas se preparan para despedir a decenas de miles de empleados, la industria bancaria se dispone a perder por lo menos otros 55.000 millones de dólares en el próximo año y medio, según afirman los analistas. En la actualidad, las deudas pendientes de las tarjetas de crédito suponen el 5,5 por ciento de las pérdidas totales del sector. Y podrían superar el 7,9 por ciento que se alcanzó tras el estallido de la burbuja tecnológica en 2001.
"Si el desempleo sigue aumentando, las cancelaciones de tarjetas de crédito podrían exceder los patrones históricos", dijo Gary L. Crittenden, ejecutivo financiero de Citigroup.
Enfrentados a una situación preocupante, las empresas que emiten MasterCard, Visa y otras tarjetas se apresuran a contener la hemorragia, mientras desaparecen opciones a las que antes los usuarios podían recurrir fácilmente para pagar sus cuotas de las tarjetas, como las garantías de propiedad. Las grandes entidades crediticias como American Express, Bank of America o Citigroup han empezado a exigir condiciones más severas a los solicitantes y a limpiar sus carteras de los clientes más riesgosos.
Las instituciones están rechazando a los consumidores que ya han contraído deudas y, a la vez, reduciendo los límites de crédito a los que ya poseen tarjetas, especialmente a los afectados por la crisis inmobiliaria o por el desempleo.
La profundidad de la crisis financiera ha golpeado a una nación adicta al crédito, obligándola a repensar sus hábitos. Muchas familias acostumbradas antes a comprar de inmediato y pagar después están ansiosas por reducir su dependencia de las tarjetas de crédito.
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