Por Paul Krugman
El martes 4 de noviembre de 2008 será un día famoso (lo contrario de infame) para siempre. Si la elección de nuestro primer presidente afroamericano no ha conmovido y dejado al norteamericano al borde de las lágrimas de orgullo por su país, entonces hay algo que no anda bien.
¿Pero esta elección es un punto de inflexión real para la esencia de la política? ¿Barack Obama puede realmente abrirle la puerta a una nueva era de políticas progresistas? Sí, puede.
En este momento, muchos aconsejan a Obama que piense en chico, y basan sus argumentos en razones políticas: Estados Unidos, afirman, sigue siendo un país conservador, y los votantes castigarán a los demócratas si éstos se vuelcan muy a la izquierda. Otros dicen que la crisis económica no deja márgenes para actuar sobre temas como la reforma del sistema de salud. Esperemos que Obama tenga el buen criterio de hacer caso omiso de esas recomendaciones.
Tengamos en cuenta también que las elecciones presidenciales de este año fueron un claro referéndum sobre filosofías políticas, y la filosofía progresista triunfó.
La plataforma con la que se presentó Obama garantiza el cuidado de salud y una reducción de impuestos para la clase media, que se costeará con un aumento de impuestos para los más ricos. John McCain acusó a su adversario de socialista y "redistribuidor", pero de todos modos los norteamericanos lo votaron. Eso es un mandato real.
¿Y qué decir del argumento que afirma que la actual crisis económica hace imposible un programa de gobierno progresista? Bueno, no cabe duda de que la lucha contra la crisis costará muchísimo dinero. El rescate del sistema financiero seguramente exigirá el desembolso de fondos más cuantiosos aún de los ya comprometidos. Para colmo, necesitamos con urgencia un programa de mayor inversión pública para alentar la producción y en empleo. ¿El déficit fiscal federal del año próximo alcanzará el billón de dólares? Sí.
Pero el manual de economía básica indica que eso está bien, que es justo y apropiado enfrentar temporalmente la depresión económica con déficit público. Mientras tanto, uno o dos años en rojo -y que apenas pesarán sobre las arcas federales a futuro- no deberían ser impedimento para la implementación de un nuevo plan de salud que aunque se convierta en ley de inmediato, probablemente recién será efectivo a partir de 2011.
Agenda progresista
Más allá de eso, dar respuesta a la crisis económica es la mejor oportunidad de llevar adelante una agenda progresista. Ahora bien, el gobierno de Obama no debería copiar el hábito de la administración Bush de dar vuelta todos los argumentos para llevar agua al molino de sus políticas preferidas. (¿Recesión? La economía necesita ayuda, ¡entonces bajemos los impuestos a los ricos! ¿Recuperación? Reducción de impuesto a las ganancias para los ricos, ¡y más!)
Sería bueno que el nuevo gobierno dejara muy en claro hasta qué punto la ideología conservadora y la idea de que toda ambición es buena contribuyeron a generar esta crisis. Nunca fueron tan ciertas como hoy las palabras inaugurales de F. D. Roosevelt al asumir su segundo mandato: "Siempre hemos sabido que el interés personal desenfrenado es un error moral; ahora también sabemos que es un error económico".
Y éste parece ser uno de esos momentos en que lo contrario también es cierto, y los aciertos morales son también aciertos económicos. Ayudar a los más necesitados en tiempos de crisis a través de mayor asistencia sanitaria y beneficios para los desocupados es la respuesta moralmente correcta, y son también medidas de estímulo económico mucho más efectivas que reducir el impuesto a los bienes de capital. Proveer ayuda a los estados y gobiernos locales para garantizar la prestación de los servicios básicos esenciales es fundamental para los usuarios que dependen de esos servicios, y es también una manera de evitar la pérdida de puestos de trabajo y así acotar la profundidad del derrumbe.
Por lo tanto, una agenda progresista seria -llamémosla el nuevo New Deal-, no sólo es económicamente posible, sino que es precisamente lo que nuestra economía necesita.
En resumidas cuentas, lo importante es que Obama no preste oídos a quienes intentan amedrentarlo para que no haga las cosas. Cuenta con el mandato popular de las urnas, y la buena economía está de su lado. Podría decirse que a lo único que debe temerle es a sí mismo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario