jueves, noviembre 13, 2008

Minsky tenía razón


¿Cómo puede explicarse una crisis con un modelo que no tiene una crisis entre sus resultados posibles?"

Hyman Minsky, dedicó gran parte de su carrera a explicar que los sistemas financieros son inherentemente susceptibles a crisis especulativas que, si duran lo suficiente, terminan en grandes crisis.

Aunque Minsky nació en Chicago, sus ideas no pueden ser más opuestas a las de la famosa escuela de esa ciudad, precisamente la promotora de la teoría de los mercados eficientes. Por el contrario, fue un seguidor de Keynes (el economista más relevante del Siglo XX, padre del new deal y de la explosión del gasto público que convirtió a la posguerra mundial en la mayor era de prosperidad de la Historia). Minsky murió en 1996, justo antes de una década de crisis financieras que han empezado a dar credibilidad a sus ideas: Asia, Rusia, las punto com, el crédito corporativo y, ahora, la sub prime.

¿Se imaginan a un médico que intente curar una enfermedad a partir de una teoría en la cuál la persona no se enferma nunca? No. Bueno, algunos economistas proponen que la economía no se enferma nunca. Y, cuando se enferma, no tienen receta. Así que en tiempos como estos hay que recurrir a aquellos que piensan que la economía se enferma, y mucho... Minsky es uno de esos economistas.


Uno de los libros clásicos en momentos de desastre en los mercados es Manias, Panics and Crashes: A History of Financial Crises , de Charles Kindleberger, que se apoya claramente en las tesis de Minsky. En esencia, esta tesis es muy directa: en los buenos tiempos, los inversores asumen riesgos, hasta que asumen demasiados. En algún momento, alcanzan un punto en el que la liquidez que generan sus activos ya no es suficiente para amortizar las montañas de deuda en que incurrieron para comprarlos. Las pérdidas en los activos especulativos motivan que los bancos que prestan el dinero reclamen los préstamos. Y eso provoca el colapso del valor de los activos, según Minsky.

Es decir, cuando los inversores se ven obligados a vender incluso sus activos más seguros para poder pagar sus préstamos, se inicia una espiral bajista en los mercados y se genera una enorme demanda de liquidez. Entonces es cuando se produce el momento Minsky. Algunos analistas, como Paul McCulley, de Pacific Investment Management –la mayor gestora de fondos de renta fija del mundo-, creen que ahora nos encontramos en uno de esos momentos.

El mercado inmobiliario es un ejemplo perfecto de esta situación. Cuando los compradores de casas tienen que pagar una entrada del 10% o el 20% para conseguir una hipoteca, y también tienen que aportar documentación que pruebe que pueden hacer frente a los pagos, el riesgo para los bancos es mínimo. Pero a medida que los precios de la vivienda suben, los especuladores entran en el mercado y los bancos relajan la guardia, y ofrecen préstamos sin entrada y con muy poca o ninguna documentación.

Y cuando los precios de la vivienda se estancan o incluso empiezan a bajar, llega el gran problema. Si un banco presta dinero a compradores que han puesto un 20% de entrada y los precios bajan en 25, no pasa nada; pero si la mayoría de la cartera de hipotecas está concentrada en compradores que no han dado nada de entrada y los precios bajan un 2%, el resultado es la quiebra.



Para Minsky existían 3 clases de empresas:
(1) La que tiene la capacidad de pagar puntualmente las obligaciones contraídas
(2) La que solo tiene la capacidad de pagar los intereses de la deuda contraída
(3) La que ni siquiera puede pagar los intereses, y necesita renovar el capital mas los intereses.
La constitución de un sistema financiero robusto requiere que las empresas que interactúan sean predominantemente del tipo (1). Según Minsky, todo sistema financiero robusto tiene la tendencia de convertirse en frágil, mientras el tipo de interés es muy inferior a la tasa de beneficio privado.
Por el contrario las empresas que requieran una refinanciación permanente de capital, o una renovación de capital e interés, establecen las bases de un sistema financiero frágil y vulnerable ante una situación financiera retadora.
Cuando un país como EE.UU., por temor a que se descontrole la inflación, baja la tasa de interés de 5,25% a 1% en unos pocos trimestres (2004), se generan los incentivos necesarios para estimular el endeudamiento creciente (apalancamiento) para invertir o hacer negocios de “compra venta” de alta rotación, o emitir bonos, títulos y derivados; con garantía de los bienes adquiridos creyendo que crecen de precio en forma permanente e inalterable, mientras las tasas permanecen fijas para siempre; todo esto guiado por “la codicia” irracional de hacer una operación más cada vez, sin solución de continuidad.
El crecimiento de la demanda de crédito, lleva inexorablemente a un aumento de la tasa de interés, que luego crecerá en forma inversamente proporcional (por aumento del riesgo) al rendimiento de los beneficios de las empresas. En ese contexto las empresas del tipo (1) podrán seguir honrando sus compromisos antes que llegue el contagio, pero las empresas del tipo (3), y luego las del tipo (2), en ese orden, no podrán hacerlo porque ya la rentabilidad de la inversión no alcanza para afrontar el costo financiero (efecto palanca negativo). Comienza a escasear el crédito y crece la tasa de interés como consecuencia del riesgo sistémico progresivo.
Obviamente los activos financieros entran en un periodo de volatilidad, incluyendo a las empresas mas destacadas y de mayor solvencia, independientemente de sus balances. Por esta razón los tenedores de activos financieros, productivos y fijos; comienzan a vender para hacerse de liquidez, luego el alto costo financiero comienza a trasladarse a los precios y se sigue reduciendo la tasa de rentabilidad, creándose un circulo vicioso que termina en colapso.
La sofisticación de los instrumentos financieros que ya existían desde mucho antes, crecieron en forma difícilmente cuantificable en los últimos años, sin racionalidad cuantificable, exacerbados a partir de la globalización de los mercados, sin las regulaciones y controles pertinentes; y han ido constituyendo un riesgo creciente para la estabilidad financiera alejándose de la teoría convencional actuarial (calculo de probabilidades asociadas de ocurrencia), sin que nadie se atreviera a intervenir para prevenirlo; por temor a ser clasificado como “izquierdista, estatista y dirigista” (Cuyo sentido real era desprestigiar).
Reventada que fue la burbuja, alguien difícil de estereotipar (Warren Buffett), en oposición al dogmatismo intolerante dijo: “estos (derivativos y estrategias de apalancamiento) son armas de destrucción masivas financieras”.
Obviamente un endeudamiento creciente ahora restringe las inversiones de riesgo del sector privado, y consecuentemente aleja la llave de crecimiento a largo plazo de la economía capitalista, conduciendo al mundo a la recesión y desempleo.
El comportamiento de la mayor economía monetaria con el mas alto grado de desarrollo financiero, creció en condiciones de incertidumbre, en forma imponderable, cambió el mejor ciclo económico mundial y compromete el liderazgo político hegemónico que gozó por 18 años la nación más poderosa del mundo, solo por la volatilidad de las expectativas, convirtiendo un sistema financiero fuerte, en otro al borde de la quiebra.

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