Se sabe desde siempre que cuando la economía esta mal suele ganar la oposición y si, al mismo tiempo, el Presidente que termina lo hace con la menor popularidad desde que se hacen encuestas, es lógico y casi inevitable que gane la oposición en cualquier país del mundo.
Desde esta perspectiva, lo que sucedió el 4 de noviembre en los EEUU no es ninguna sorpresa sino todo lo contrario.
Más allá de esta explicación simplista, la llegada de Obama al poder tiene profundos significados.
El primero es explícito: por primera vez llega a la Presidencia un afroamericano. Ello puede ampliarse, ya que no se ha producido un fenómeno similar en ninguno de los países del llamado Occidente.
La consecuencia es que ello permite a los EEUU recuperar ante el mundo la proyección de lo que Joseph Nye llama el poder blando, que son los valores de la pluralidad, la libertad y el progreso social que han caracterizado la cultura política del país, tras un período como el de Bush, donde sólo proyectó el poder duro, que es la capacidad militar, en este caso concentrada en la lucha contra el terrorismo.
El segundo es que el triunfo del candidato demócrata es la consecuencia de un importante fenómeno socio-político, ya que en esta elección se ha registrado un record de concurrencia -en los EEUU el voto es voluntario- no sólo en cantidad sino en porcentaje, votando aproximadamente dos tercios de quienes tenían derecho a hacerlo, cuando el promedio histórico es del 55%.
Ello fue porque Obama logró una concurrencia sin precedentes de dos segmentos que votaban por debajo del promedio: los jóvenes y los afroamericanos, en las últimas décadas poco interesados en la política.
El tercero es que fue una elección globalizada, seguida en todo el mundo y con sondeos a nivel mundial, que permitieron conocer cómo hubiera votado la humanidad de haber participado en la definición política de quién gobernará los próximos cuatro años la primera economía del mundo. Cuatro cada cinco votaban por Obama.
Ello implica que con su llegada al gobierno, EEUU tiene frente al mundo un Presidente que goza de su simpatía y ello es fundamental para recomponer la imagen internacional del país.
Por último, el cambio político tiene lugar en momentos que el mundo sufre la crisis financiera global más grave desde 1929, la que como entonces ha comenzado en los EEUU, y encauzarla o por lo menos contenerla es el desafío inmediato del candidato vencedor, que iniciará su mandato teniendo que afrontar los costos sociales de esta crisis dentro de su propio país.
Pero Obama ante todo significa la esperanza, no sólo para los norteamericanos sino para el mundo.
Transformarla en credibilidad es el desafío político inmediato, condición sin la cual no podrá resolverse la crisis financiera.
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