Con altas tasas de transmisión de datos y bajos costos en los abonos, tanto Asia como los países emergentes amenazan el liderazgo de Europa y Estados Unidos en materia de conectividad
En Japón se puede tener una conexión a Internet de 100 megas por segundo por 32 euros al mes, un importe por el que difícilmente te ofrecen 6 megas en España. Incluso estando dispuesto a pagar más de 100 euros, casi nadie puede contratar esa velocidad, ya que la oferta está limitada a unos pocos hogares en las zonas céntricas de las principales ciudades, mientras que en el Japón, la mitad de la población ya navega a esa velocidad. Lo mismo sucede en Corea del Sur, que ha convertido la banda ancha en enseña nacional.
En China, cada seis meses las compañías de móviles incorporan como nuevos clientes el equivalente a la población española, mientras que las operadoras europeas se gastan presupuestos millonarios en robarse los abonados entre sí, porque sus mercados están saturados. Estados Unidos ha perdido en los últimos cinco años su liderazgo en tecnologías de la información y comunicación (TIC) -teléfono fijo y móvil e Internet- por la caída de la inversión de sus operadoras, sobre todo tras la burbuja tecnológica de 2000, más preocupadas en ganar dinero y satisfacer a sus accionistas que a sus clientes.
Suecia o Dinamarca,que tienen la mejor ratio nivel adquisitivo- precio de conexión a Internet,están a la vanguardia y muy por encima del resto de la Unión Europea .
Lo que se me ocurre es en que, frente a las alabanzas al libre mercado como garante de la innovación y el despliegue de infraestructuras, los países líderes en conectividad como Japón o Corea, y los que, como China, estrechan su brecha digital a pasos agigantados tienen un punto en común: la existencia de planes estatales centralizados y de ayudas públicas para desplegar las redes.
A la luz de estos ejemplos, Estados Unidos lanzó en febrero pasado su The American Recovery a Reinvestment Act , para extender la banda ancha, bajo el impulso personal del presidente Barack Obama, y con 7.200 millones de dólares de presupuesto. En 2005, por su parte, Europa se puso en marcha para la llamada estrategia i2010 , que se planteaba una serie de objetivos mínimos de penetración de Internet, móvil y telefonía fija. Y por el lado de España funciona el Plan Avanza, que también dedica recursos públicos para extender el uso de las TIC.
Todos estos planes no son sino una reacción a los que ya hace años pusieron en marcha algunos países asiáticos. A finales de la década pasada, Japón se había quedado en materia de comunicaciones, con conexiones telefónicas caras y líneas corporativas que no llegaban a los hogares, ofrecidas por sus gigantes como NTT DoCoMo.
Debido a esto, el Gobierno lanzó en 2000 e-Japan, que consistía fundamentalmente en sustituir las viejas conexiones de Internet basadas en el par de cobre de la línea telefónica tradicional por fibra óptica y en sólo cuatro años, Japón se convirtió en el país del mundo con mayor penetración de Internet.
Por su parte Corea, puso en marcha el plan e-Korea Vision, que le ha llevado a ocupar el segundo lugar del mundo en banda ancha. Ahora, el organismo público Korea Communications Comission y las compañías de acceso se han comprometido a invertir 17.000 millones de euros, con el fin de lograr una velocidad comercial de 1 Gbps en 2012. Para ese año, Corea también pondrá en marcha Wibro, que permitirá contar con Internet de alta velocidad en los automóviles, y ver películas de alta definición, así como información sobre el tráfico mientras se circula.
No hay una sino varias brechas digitales, y cualquiera puede quedarse atrás. Estados Unidos se quedó con el dominio de Internet, por medio de compañías como Microsoft, Google, Yahoo y Facebook. Si Europa deja que las telecomunicaciones -con 4000 millones de usuarios de celulares y un cuarto de la Humanidad que usa Internet- caigan en manos de los países emergentes se estará perdiendo esa batalla y millones de empleos.
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