Por Rubén Weinsteiner
Para Jerusalem Post
Un ciudadano en cualquier país democrático, tiene a su alcance múltiples fuentes de información para formarse una idea política de a quién votar, aprobar o no una gestión, opinar a favor o en contra de un determinado proyecto de ley, además de los medios de comunicación 1.0.
Archivos abiertos, plataformas electorales, Google news, Wikipedia, y fundamentalmente la Web 2.0, para hacer pullcasting antes de exponerse al brodcasting, tirar la data que se busca y no esperarla, blogs, redes sociales, archivos de estadísticas, expedientes judiciales, declaraciones juradas etc. Pero en esta operación de obtención de información, hay un problema netamente económico.
La posibilidad que nuestro voto u opinión defina, cambie las cosas para un lado o para el otro, es muy chica, salvo elecciones muy peleadas como las de Bush contra Gore, donde unos cientos de votos definieron Florida, en la gran mayoría de los casos nuestro voto mide poco en términos de definir. Y en el plano económico la utilidad obtenida por el consumidor de información, es poca, se limita a la percepción del alcance limitado del voto y a la satisfacción de actuar de acuerdo a conciencia.
En la mayoría de los casos, la suma de rentabilidades por estos dos beneficios es muy baja, para que el consumidor invierta recursos importantes.
La solución a este problema aparece aparentemente, en la forma de un intermediario, “un mayorista” que acumula, procesa y mediatiza la información. Un dato no menor: la “fabricación” de información, el proceso de construcción tiene altos rendimientos en términos de escala, y el costo marginal por abastecer a un consumidor mas es bajísimo, mientras que la utilidad marginal para los consumidores es alta.
Esta solución del intermediario “mayorista” de la información , plantea un problema nuevo fundamental, al abastecer a tantos consumidores con información que afecta tantos intereses de factores tan poderosos, le da a estos últimos motivaciones para manipular este flujo de contenido.
Si en un pueblo los medios locales, difunden información aludiendo a actos de corrupción del intendente, las posibilidades de ser reelecto del mismo pueden disminuir, incluso esta situación podría contribuir a una salida anticipada del mandatario comunal.
Supongamos que el Intendente sabe que los medios están por publicar información negativa sobre el, en ese caso, puede intentar darles pauta, negocios, exenciones, solucionarles problemas importantes al o a los medios.
La función a analizar en este caso sería la cantidad ponderada ( de acuerdo a tirada, rating, prestigio, legitimidad) de medios en el eje de las X, y la renta que genera el acto de corrupción en el eje de las Y.
Siguiendo esta matriz, Besley y Prat (Handcuffs for the grabbing hand? Media capture and Government Accountability) señalan que en los paises con mayor concentración de medios, ya sea en manos privadas o públicas, hay menor rotación de gobernantes y mayores índice de corrupción.
En este escenario la Web 2.0 plantea un escenario mucho mas caótico, ya nunca fue tan incontrolable lo que se dice acerca de alguien como en la Web 2.0, y ahí la función anterior no tiene cabida, porque es imposible arreglar a miles de internautas aun suponiendo que estos quieran ser coimeados.
Que pasa si tomamos mercados distintos de la información política, por ejemplo, celulares, autos o turismo. Ahí el incentivo para el consumidor es mayor, porque tiene que ver con el confort y seguridad del auto, beneficios y chiches del celular, atractivos y posibilidades que la pasemos bien en nuestras vacaciones.
Y ahí ese incentivo lleva al consumidor a invertir mas recursos en hacer, la propia investigación, en ir a la Web 2.0, y allí ser prosumidor, consumir información y también producirla, con experiencias con el producto comercial, político etc, o servicio.
La comunicación 2.0 plantea una diferencia fundamental con la Web 1.0 o la comunicación tradicional pre Internet, yo la definiría como la pérdida de control.
Ya no se controla ni cómo ni quién ni cuándo se habla de nuestro producto. La misma creación de los espacios donde se habla del producto la generan los internautas, consumidores, ya sea para plantear sus diferencias o puntos de afinidad. Esta presencia constante de la acción del usuario requiere una respuesta en tiempo real.
La construcción 2.0 no se da por lo que pretendemos decir de nosotros mismos, ni siquiera por aquello que los demás dicen de nosotros. Se construye a través del diálogo y la comunicación permanente.
Ahí la producción de información se desconcentra, se atomiza y los costos de producción de información toman otra escala, con un rango de variabilidad muy grande dependiente de la eficacia en la producción, en definitiva en la nueva productividad 2.0.
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