La escena un amplio y atestado comedor de la Universidad de Tel Aviv, mesa de diez, poderosos empresarios judíos estadounidenses, reunidos en torno al director de comunicaciones de una fundación de lucha contra el cáncer.
El director de comunicaciones les dijo “uno de cada cuatro personas de las que Uds. ven sentados aquí, va a morir de cáncer”, aspiró , hizo una pausa haciendo un paneo registrando el feedback facial de sus interlocutores, y continuó: “Pero no tiene porque seguir siendo siempre así, y Uds. pueden hacer mucho para que esto no siga siendo así” . Pausa silencio, todos tragaron saliva y buscaron algún punto en el cual fijar la vista. Cada centavo puesto en investigación nos acerca a resolver este problema.
El Dircom les dio la posibilidad de hacer algo que modifique la realidad, les estaba diciendo claramente quien iba a recibir el dinero, que uso se le iba a dar, y les estaba mostrando cual iba a ser el efecto.
El Dircom no centró el discurso en lo que le interesaba a el, sino en lo que lo que podía golpear y fuerte a sus interlocutores. No pidió, les dio una posibilidad de hacer algo importante, con efectos tangibles.
El marketing social es comunicación estratégica, no puede ser desarrollado por voluntarios que en sus ratos libres, en el mejor de los casos una o dos horas por día, se dedican a promover, recaudar y gestionar el marketing social de una organización.
Cuando Peter Drucker decidió ocuparse del hospital de su barrio, se dio cuenta que el marketing social, lo hacían voluntarios que después de su trabajo iban una hora por día al hospital.
Drucker, reunió a los miembros de la comisión del hospital, en su mayoría empresarios exitosos y les preguntó: ¿Qué pasaría si los CEOS de sus compañías, trabajaran 1 o 2 horas por día luego de trabajar en otra cosa? ¿Serían sus empresas tan exitosas?
El marketing social es un área que requiere profesionalismo, marco teórico y tiempo.
Donar o no donar, no es una decisión que las personas enfrentan todo el tiempo. Para llegar al escenario de decisión, hace falta promover inspiración, necesidad y deseo, y una vez ahí, instalar la disyuntiva donar-no donar, y luego la ponderación, el cuanto donar.
Lo que quiere saber el donante para tomar la decisión es:
a) La misión de la entidad, “que hace y a que se dedica”, y como usa y ha usado en el pasado el dinero proveniente de las donaciones.
b) “Que van a hacer exactamente con mi dinero”
El donante compra posteridad, el quiere que su dinero tenga un correlato tangible del cual apropiarse en términos emocionales, concretos y que puedan ser articulados en su relato. El donante quiere que sus 1000 dólares vayan a pagar horas de investigación de algún científico que descubra la cura del cáncer o del Sida, un tomógrafo para descubrir enfermedades nuevas y así salvar vidas, un tobogán para que los chicos pobres jueguen y sonrían; pero no quiere que su dinero sirva para que el director de la fundación cambie el auto o se vaya de vacaciones, aunque esta mejora en su calidad de vida pueda predisponerlo mejor para trabajar por la fundación.
Lo que se percibe en potenciales donantes, en diferentes estudios, son dudas, frustración y en definitiva negativa a donar, cuando les resulta confuso entender a que se dedica realmente la organización, cuál es su misión, cuales sus objetivos, como se verifica el cumplimiento de los mismos y fundamentalmente en que se va a usar el dinero que el va a donar.
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