Argentina 2001 hoy es un mapa que muchos utilizan para leer Grecia 2014.
Los hechos duros muestran situaciones similares: estar atados a una moneda ajena, de un pais con una productividad mucho mayor al propio, y con un valor ficticio e insostenible. Y que esa paridad haga que el país sea caro para los extranjeros pero barato para viajar al exterior, y que la economía posea baja competitividad y produzca cada vez menos. En ese contexto, una sociedad sólo puede mantener un elevado nivel de vida recurriendo a un fuerte endeudamiento. Y los inversores externos están dispuestos a prestarle durante mucho tiempo porque perciben que el régimen monetario y cambiario otorga certidumbre. Algo que después resulta falso.
La Argentina tardó diez años en conocer en profundidad las tremendas consecuencias de la convertibilidad. Grecia también vivió distraída una década entera: desde que adoptó el euro en 2000 hasta que entendió su condena en 2010. Para ese entonces, ya había perdido un 30% de competitividad respecto de Alemania, una cifra similar al 25% que la Argentina había resignado ante Brasil durante los 90.
El tema es que a Grecia le van a pedir que reestrucutre su deuda como Kirchner consiguiendo una quita del 67% pero sin patear el tablero como hizo Kirchner. Y le van a pedir que corrija los desórdenes monetarios sin romper con el Euro y los europeos.
Esa contradicción explica muchas de las incosistencias intelectuales del modelo que creo Argentina 2001 y Grecia 2014.
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