Un grupo de ciudadanos ha fundado en Suiza el partido Anti-PowerPoint, el popular programa de presentaciones visuales de Microsoft. En su web exponen sus principios programáticos. No pretenden, dicen, que se prohíba el programa si no abolir el uso obligado que se hace del mismo en corporaciones y universidades y que quienes decidan no emplearlo no se vean obligados a dar explicaciones.
"Queremos que el número de aburridas presentaciones con PowerPoint decrezca en el planeta y que la media de las presentaciones pueda ser más excitante". Los promotores han escogido Suiza como sede de la organización porque, afirman, en aquel país cualquier ciudadano del mundo puede inscribirse en un partido. Y Anti-PowerPoint tiene voluntad de convertirse en un movimiento mundial. Según sus cálculos podrían ser el cuatro partido de Suiza en número de militantes. "No temas, se trata de un movimiento con un único objetivo. No perseguimos otras finalidades políticas", proclaman en la web. Su pretensión es convertirse en los abogados de los 250 millones de personas que cada mes están obligadas a asistir a aburridas presentaciones en empresas, centros académicos...
El debate sobre PowerPoint no es nuevo. El año pasado, un periodista francés, Franck Frommer, publicó el libro El pensamiento PowerPoint: indagación sobre este programa que te vuelve estúpido. Usado por 500 millones de personas, aunque la cifra es imprecisa dado que va en el paquete de Office, es una prótesis inevitable en muchas charlas donde, con fatídica frecuencia, el conferenciante se limita a repetir las frases que proyecta en la pantalla del auditorio.
No es el primer libro que quiere prevenir sobre los efectos perversos en el discurso y en el razonamiento que tiene acostumbrarse a presentar un argumento a base de diapositivas, con PowerPoint. De hecho, en la web del citado partido ofrecen a quien se inscriba el libro de M. Poehm The PowerPoint Fallacy con una notable rebaja en el precio.
Frommer comenta que el principal impacto de PowerPoint en la retórica tradicional de las charlas es que predomina la forma sobre los contenidos.
"Interesa más la exhibición que la demostración y busca hipnotizar al público y limitar su capacidad de razonamiento". Se usan eslóganes, verbos en infinitivo... "Muchas veces se incorporan imágenes que no tienen nada que ver con lo que se está diciendo, simplemente como adorno o anestésico. La puesta en escena pide una sala oscurecida en la que la gente está atenta a la pantalla y consume 15 diapositivas en media hora. Cuando abandonas la sala, saturado de imágenes, prácticamente lo habrás olvidado".
Desde luego hay personas que lo utilizan con inteligencia, pero al autor le interesa lo que implica de "contaminación del discurso".
"En muchas organizaciones quien usa una presentación en PowerPoint no se siente responsable de lo que dice. Considera que no le compromete porque él no lo ha creado". Es el mensaje institucional que el orador, simplemente, repite.
Un aspecto que preocupa a Frommer es el empleo de este programa en la educación. "Anula el intercambio, no hay interacción", subraya.
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