Por Rubén Weinsteiner
Para ADN
Gobiernos nacionales y provinciales en Latinoamérica, han descubierto la existencia de la Web 2.0, sin embargo la utilización de esta plataforma social y simétrica, por parte de estos gobiernos, no es muy sofisticada. No alcanzan a percibir ni a entender el potencial estratégico y táctico de las herramientas y del dispositivo en sí mismo.
Esta utilización de la Web 2.0 en formato 1.0, es decir intentando sostener los formatos asimétricos, no instrumenta los diálogos con la gente, que el entorno permite y favorece acerca de los grandes temas; economía, empleo, seguridad, energía, medio ambiente, cultura, salud, calidad institucional etc. Estos diálogos permitirían escuchar además de hablar, y la gente tiene mucho para aportar.
Las Caras 2.0
La cara es el icono cognitivo más importante, reconocemos e identificamos a la gente por su cara. Donde vamos nos asaltan caras famosas, revistas, carteles, billetes, la construcción marcaria personal se ordena a partir de una cara. Desde las monedas en la antigüedad que le permitían a un rey instalar su cara, hasta las tapas de las revistas lideradas siempre por caras atractivas, los dispositivos masivos desde la explosión de la TV, necesitan caras para tangibilizar la emisión, haciéndola viable y creíble.
¿Cual es la cara visible de cada uno de las estructuras 2.0 gubernamentales en la Argentina?
Cuando uno piensa en Microsoft o en Apple, las caras de Bill Gates o Steve Jobs aparecen como acto reflejo en nuestra mente, lo mismo Google con Page y Brin y Zuckerberg con Facebook. A nivel local, Macri, Ratazzi, Faena, Elsztain, son caras con significantes iconográficos poderosos, ligados a marcas corporativas.
En el caso de las dependencias gubernamentales 2.0, resulta difícil pensar en una cara. La cara del ministro o del secretario a cargo no se dispara semiológicamente como significante en la mente de los que entran a los sitios, porque en algunos casos estos funcionarios no aparecen ligados a las nuevas tecnologías, y en los casos que si, como Aníbal Fernández, Timerman o Debora Giorgi, no resulta creible pensar que además de todas las tareas, y de su actividad 2.0 personal, tengan tiempo para poner la cara en el mostrador 2.0.
No encontramos desarrollos en términos de marca, de por ejemplo un bloguero de la secretaría de comunicaciones, o de la AFIP. No estoy hablando de personajes ficticios, sino de blogueros reales que puedan incluso interactuar en el mundo real con la gente. Blogueros con personalidad, con ideas con marco teórico, con capacidad de comunicar, debatir y escuchar, un bloguero que pueda coordinar a decenas y cientos de blogueros que quieran articular con la plataforma de una dependencia, que puedan liderar grupos en las redes sociales, que puedan convertirse en referentes en Twitter.
¿Porque la AFIP no puede tener una cara visible, o la Procuración General, la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, la Policía Federal, o la Secretaría de Medio Ambiente?
Hace pocos días el portal de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, protagonizó un escándalo, cuando desde allí publicaron información impropia, sobre una investigación por presunto lavado de dinero. ¿Que se hace con el daño sufrido en términos de capital simbólico?, ¿quien estructura el relato correctivo? ¿Quién recibe y responde preguntas?
La comunicación 2.0 se ha convertido en un dispositivo que gestionado eficazmente puede abordar exitosamente escenarios de crisis en tiempo real, puede prevenir y dar una malla de contención, anticipar situaciones y darle un rostro humano a una marca corporativa o política.
La mejor demostración de la inexistencia de respuestas programáticas, estratégicas y tácticas en la Web 2.0 a los problemas, es que dada una crisis como la de Policía Federal o del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, o de la Policía Metropolitana, no aparecen “caras” en la Web 2.0 , en blogs, en videos, en las redes sociales, o en Twitter, que se apropien del spin mediático 2.0 para desembarcar en forma natural en los medios 1.0. Si el objetivo es influir en la construcción de opinión, en la imagen, instalar nuevos enfoques y relatos, esto no se ve en el terreno.
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