para El País
No tenemos que vender gestión, tenemos que vender sensaciones. No tenemos que comunicar una ruta, sino las sensaciones, las mejoras en la vida de las personas que construye esa ruta. Porque el posicionamiento de la gestión o de un dirigente se construye en la cabeza de la gente, allí donde las sensaciones construyen sentido.
Las decisiones que toma un político, con las que la gente puede identificarse, traducidas en la emocionalidad estructural de la Web 2.0, y en la arquitectura de un discurso como el de Twitter, impulsivo, vertiginoso y visceral, disparan significados y sensaciones que con una estrategia determinada deben lograr posicionamientos específicos en la mente de las personas, para generar una satisfacción simbólica en las personas.
Esas sensaciones se construyen a partir de una simbología y una ritualidad, que dan sentido y contexto a los hechos políticos y los traducen en sensaciones.
Estos hechos no deberían ser explicados para alcanzar mayor poder de fuego, deberían poder ser decodificados por las personas sin construcción de meta relato por parte de la gestión.
La Web 2.0 presenta como atributos específicos
a) Velocidad de distribución,
b) Viralidad en la réplica y redistribución
c) Potencia de reproductibilidad de esos sentimientos
Una de las cosas que habilita la web 2.0 es apuntarle a 1000 líderes de opinión en lugar de molestar a 5 millones de personas, pero ese impacto en los líderes debe incluir e incorporar las sensaciones a comunicar para reproducir la emoción en la palanca de transmisión que encarna el líder de opinión.
Rubén Weinsteiner
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