En el período 1976-1983, la dictadura militar montó un vasto aparato publicitario para no sólo adoctrinar a los ciudadanos y legitimar su accionar, sino también para acallar y desmentir a los organismos de derechos humanos, y denuncias desde el extranjero, catalogados por los militares como la "campaña antiargentina".
En las décadas de 1970 y 1980, Burson-Marsteller organizó la campaña de la dictadura militar argentina (1976-1983) destinada a impedir las denuncias internacionales por violaciones a los derechos humanos, siendo la autora del conocido slógan «los argentinos somos derechos y humanos».
En el libro The Shock Doctrine, Naomi Klein dice que:
En las décadas de 1970 y 1980, Burson-Marsteller organizó la campaña de la dictadura militar argentina (1976-1983) destinada a impedir las denuncias internacionales por violaciones a los derechos humanos, siendo la autora del conocido slógan «los argentinos somos derechos y humanos».
En el libro The Shock Doctrine, Naomi Klein dice que:
Victor Emmanuel, el ejecutivo de Burson-Marsteller que estaba a cargo de vender al mundo el nuevo régimen favorable a las empresas de la junta de Argentina, le contó a un investigador que la violencia era necesaria para abrir la economía "proteccionista, estatista" de Argentina. "Nadie, pero nadie, invierte en un país envuelto en una guerra civil", dijo, admitiendo también que no fueron solo guerrilleros quienes murieron. "Mucha personas inocentes probablemente fueron asesinados," le contó a la autora Marguerite Feitlowitz, pero, "dada la situación, se requería una inmensa fuerza".
Por el servicio y las gestiones cobrarían alrededor de medio millón de dólares. Y trabajarían en coordinación con el organismo estatal creado para la organización del evento, el Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78), a cargo del capitán de navío Carlos Lacoste.
Fangio viajaba al exterior a hablar de la "verdadera argentina". Monzón daba exhibiciones de boxeo en los campamentos del ejército para los soldados que capturaban guerrilleros. Muñoz sería "la voz" del mundial, instando al pueblo argentino a mostrarse ordenado y prolijo en las canchas, no tirando papelitos, ya que nos estaban viendo en el exterior. Balá decía constantemente en los televisores de cada argentino: "vamos muchachos, con buena letra, y va a ser mundial". En su libro "La vergüenza de todos", el periodista Pablo Llonto explica la estrategia encarada por Burson: "La agencia había concentrado sus actividades de propaganda en dos tácticas: la utilización de los íconos argentinos que mejor impacto tenían en el extranjero y el soborno escondido de periodistas a los que se los invitaría a escribir sobre ’un país distinto’ (...) Para el segundo paso, Burson elaboró listas de periodistas americanos y europeos a los que se podía embarcar en primera clase, alojarlos en los más elegantes hoteles y rodearlos de acompañantes que los convencerían de la paz argentina."
El plan puesto en marcha incluía "utilizar" la imagen de personajes populares de la farándula, el espectáculo y el deporte nacional, como por ejemplo, el automovilista Juan Manuel Fangio, el boxeador Carlos Monzón, el tenista Guillermo Vilas, los actores Carlos Balá y Juan José Camero, o el relator de fútbol José María Muñoz, para mencionar algunos.
Rubén Weinsteiner
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