Visto desde este lado del Atlántico, la elección de un candidato progresista -al menos en el papel- supone una señal de alivio frente al recuerdo reciente que dejó el cierre del gobierno federal norteamericano a cargo del Tea Party. Sin embargo, Nueva York está lejos de servir como laboratorio de experimentación para el resto del país en términos políticos, por lo que los llamativos resultados de esta elección deberían promover un análisis limitado a los efectos dentro de la ciudad y el estado. Algunos datos interesantes del Departamento de Planeación de la ciudad:
- Nueva York es la ciudad más densamente poblada de los Estados Unidos con 10.400 personas por kilómetro cuadrado,
- Más de 3 millones de residentes de la ciudad nacieron en el extranjero, más del 25% llegaron después del año 2000,
- Dos de cada tres viviendas son ocupadas bajo el régimen de alquiler. Esto es más del doble del promedio nacional,
- Más de 2,37 millones de hispanos viven en Nueva York, más que en cualquier otra ciudad de los Estados Unidos. Si toda la población hispana fuese considerada como una ciudad, esta sería la cuarta más poblada de todo el país,
- La población afroamericana alcanzó los 1,88 millones en el 2011, lo que supone más del doble de cualquier otra ciudad del país,
- Casi la mitad de los habitantes de la ciudad hablan una lengua diferente al inglés en casa. En la ciudad se estima que se utilizan a diario hasta 200 idiomas distintos,
Así, en las elecciones federales de 2008, un poco más de 2 millones de neoyorquinos votaron por el tándem Obama-Biden, lo que significó casi 1,6 millones de votos por sobre el duo formado por John McCain y Sarah Palin. En la siguiente elección federal del 2012, la ciudad volvió a expresar su apoyo contudente por el ticket demócrata: 1,995.264 votos para Obama versus los 486.277 obtenidos por Romney.
A nivel local, un rápido análisis de las dos últimas elecciones revela en parte el cambio de tendencia electoral que ha culminado con la victoria de De Blasio. En el 2005, Bloomberg ganaba su segundo mandato como alcalde con un 753.089 votos (58,4%), lo que significó una diferencia de casi 250.000 votos por encima del demócrata Fernando Ferrer. En la elección siguiente, un año más tarde de la irrupción del fenómeno Obama del 2008, la ciudad reelegía a Michael Bloomberg con el 50,6% de los votos, es decir con un margen de victoria de apenas 50.342 votos por sobre su rival demócrata.
Los datos muestran por tanto que la victoria de De Blasio, con casi tres cuartas partes del electorado y un margen de más de 500.000 votos, suponen verdaderamente buenas noticias para el campo demócrata. No obstante, aunque se trata de una victoria aplastante -un landslide en términos anglosajones- y que el apoyo electoral es transversal en los habitantes de la ciudad según los exit polls, es necesario aportar un poco de calma al hecho que un candidato demócrata gane en lo que podría llamarse como el paraíso demócrata. Sí, la anomalía ha durado un poco más de la cuenta con más de 20 años de administraciones republicanas, pero es muy posible que haya terminado. Con mucha seguridad, el estado y la ciudad de Nueva York, seguirán votando por un demócrata -como lo han venido haciendo hasta ahora al menos al nivel federal.
Dicho esto, la jornada electoral del pasado martes puede haber resultado mucho más interesante con lo sucedido en la otra orilla del río Hudson, el cual separa Nueva York de Nueva Jersey. En efecto, este martes el estado decidía sobre la reelección del republicano Chris Christie, quien suena cada vez con más fuerza como una de las opciones para la nominación de su partido en la carrera presidencial de 2016. Nueva Jersey, un estado que a su vez ha sido mayoritariamente demócrata, decidió reelegir a un republicano moderado -aunque él mismo detesta que lo definan así y prefiere calificarse como conservador- con poco más del 60% de los votos, pero con cerca de 23 puntos de ventaja sobre la candidata demócrata Barbara Buono. De esta forma, Christie continua forjando su imagen no solo de buen administrador sino también de hábil político capaz de levantar ingentes apoyos fuera de su propia base electoral, algo que, como demostró la elección de 2012, se le da muy mal al partido republicano.
Mientras esto pasaba, los candidatos del Tea Party, que competían en distintas elecciones organizadas también ayer, se veían obligados a afrontar sendas derrotas en Virginia, Nueva Jersey, y Alabama. En todos los casos, los candidatos ultra conservadores perdieron frente a contendores mucho más moderados y en la línea de lo que Chris Christie logró en su estado. Nueva York puede haber dado motivos para celebrar por el cambio de mando de sus gobernantes locales. Sin embargo, lo interesante para la política puede haber venido de la mucho menos glamurosa New Jersey, desde la cual podría estar saliendo el revulsivo de un partido condenado por la demografía y el miedo que provocan un puñado de fanáticos. La elección se dio en Nueva York, el verdadero experimento ocurrió en Nueva Jersey.
Diego Cárdenas
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