Los hábitos y rutinas afectan la estructura de nuestro
cerebro a nivel neuronal. Si nuestro cerebro no se ejercita, nuestro
cuerpo sufrirá las consecuencias.
A diferencia de una muy difundida
leyenda urbana, hoy sabemos que el cerebro y las neuronas son capaces de
producir nuevas células y modificar su fisiología mucho más allá de la
edad adolescente. Y según un estudio publicado en la Journal of Comparative Neurology, el cerebro también se modifica a nivel celular a causa de los periodos de actividad e inactividad.
A pesar de que el estudio fue realizado
con ratones, los investigadores de la Wayne State University creen que
la zona analizada (la médula rostral ventrolateral, encargada de los
movimientos de la respiración y la constricción de las venas en el
sistema circulatorio) presenta similaridades en su funcionamiento con la
de los cerebros humanos.
A un grupo de ratones se les permitió
correr durante tres meses en ruedas, con lo que pronto corrían
distancias mayores y mayores; a otro grupo de ratones, por otro lado, se
les mantuvo aislados durante el mismo periodo, sin que tuvieran mayor
actividad motriz que caminar sin obstáculos.
A todos los animales se les inyectó una
sustancia que tiñe ciertas neuronas, la resonancia electromagnética
reveló notorias diferencias en la médula rostral ventolateral de ambos
grupos. Esta médula regula el sistema nervioso simpático, que entre
otras cosa controla minuto a minuto el flujo sanguíneo según lo requiera
el cuerpo, de manera que pudiéramos hacer esfuerzos considerables en
poco tiempo (como escapar de un depredador) sin desmayarnos por la
súbita subida de pulso. Pero si no se estimula, dicha médula comenzará a
presentar curiosas modificaciones.
Las neuronas de un cerebro sedentario
comienzan a desarrollar pequeñas ramificaciones, muchas más de las que
presentaron las neuronas del grupo de ratones “activos”; estas
ramificaciones vuelven a la neurona más sensible a los estímulos, como
si se esforzara por recibir un estímulo que cree que falta. Como
resultado ocurre una sobreestimulación del sistema nervioso simpático,
que potencialmente podría incrementar la presión sanguínea y contribuir
al desarrollo de enfermedades en el corazón.
El profesor de fisiología Patrick
Mueller cree que su estudio demostrará que la inactividad puede cambiar
la estructura y funcionamiento del cerebro de los individuos, y que del
mismo modo, la actividad física puede ayudar a mantener el cerebro en
forma.
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