Masha Gessen sabe de riesgos. La periodista y activista política rusa es, tal vez, más conocida por sus investigaciones sobre la maquinaria del Kremlin y sus implacables descripciones de Vladimir Putin como un matón dictatorial. En su libro de 2012, El Hombre sin Rostro. El sorprendente ascenso de Vladimir Putin, Gessen ofrece un retrato psicológico del presidente ruso, y escribe que su ciudad natal (Leningrado, hoy San Petesbugo) era un “lugar malvado, hambriento, empobrecido, que creaba niños hambrientos y feroces”. Gessen, cronista experimentada en la cobertura de la ofensiva contra la libertad de expresión en Rusia, ha investigado, más recientemente, la historia de la banda Pussy Riot, tres de cuyas integrantes fueron enviadas a prisión por dos años en 2012 luego de su “oración punk” en la que rogaron a la “Madre de Dios” que “nos liberara de Putin”. Words Will Break Cement: The Passion of Pussy Riot fue publicado en enero.
Pero en diciembre de 2013, luego de más de dos décadas de cubrir el proceso de achicamiento del espacio democrático en Rusia, Gessen, lesbiana y madre de tres niños, sacó a su familia de Moscú y la instaló en Nueva York en respuesta a la reciente ola de legislación anti-gay impulsada por el gobierno. El año pasado, el parlamento ruso, la Duma, tomó medidas profundas para recortar los derechos y la seguridad de los ciudadanos LGBT (N. de la T: lesbianas, gays, bisexuales y transexuales). En junio de 2013, el gobierno de Putin aprobó una ley que prohíbe la “propaganda homosexual” –un término que abarca todo lo que queda incluido entre las descripciones positivas de la vida queer en los medios hasta las representaciones negativas de las parejas heterosexuales. En julio, Putin firmó una ley que prohibió las adopciones de niños nacidos rusos por parte de parejas homosexuales, así como a padres que vivan en cualquier país en que exista leyes de matrimonio igualitario. “Estoy perfectamente acostumbrada a vivir en riesgo”, dice Gessen. “Pero no hay tal cosa como un riesgo aceptable cuando se trata de los chicos”.
Según Gessen, la prohibición de la “propaganda homosexual” ha apretado el cinturón alrededor de una sociedad que ve sus libertades en retroceso desde que Putin llegó al poder en 2000. Pero la legislación también dio lugar a un escándalo internacional –en parte por el lugar visible que ocupa Rusia con las olimpíadas de invierno de 2014, inauguradas la semana pasada en Sochi.
Mientras hacía la mudanza, Gessen trabajaba en un nuevo libro que apuntaba contra la prohibición. Co-editado con el escritor y defensor de derechos LGBT Joseph Huff-Hannon, Gay Propaganda, recién publicado, ofrece una antología de retratos en primera persona sobre relaciones gay en Rusia. Escrito en la tradición de los samizdat, o publicaciones clandestinas, las historias socavan la afirmación de que el amor adhiere a normas establecidas. “Quiero que la gente que lo lea se sienta mejor, más segura o, al menos, comprendida”, dice Gessen. “Estas historias nunca son contadas, porque a la gente LGBT le dicen que las relaciones sexuales no tradicionales no tienen derecho a existir. Gay Propaganda es un testamento del hecho de que si, existen, y que deben existir”. Los editores están sacando el libro en ruso y en inglés al mismo tiempo, y dicen que intentarán contrabandear tantas copias como les sea posible hacia Sochi. El acto invoca la poderosa historia de los libros prohibidos –la lectura como un acto de solidaridad y subversión—y un rechazo explícito a aceptar el ataque del Kremlin contra la expresión libre”.
Me encontré con Gessen a mediados de enero en la Hungarian Pastry Shop, en el barrio de Morningside Heights de Nueva York, un sitio habitual para el discurso cívico local. En un tono medido, Gessen habló sobre el deslizamiento de Putin hacia una dictadura, el aumento de la violencia anti-gay en Rusia y la preocupante tendencia de figuras de la oposición, como ella misma, que escapan del país.
Guernica: ¿Cuál fue tu primera reacción a la propuesta de Joseph Huff-Hannon de que documentaran las historias de amor de los LGBT rusos?
Masha Gessen: Hubo un momento raro en el que el mundo descubrió lo que estaba pasando con la gente LGBT en Rusia. Fue muy gratificante –hay un mundo ahí afuera, pensé, un mundo más sano. Hasta ese momento, se había sentido un poco desesperado y bizarro.
En ese momento, yo estaba recibiendo muchos llamados y cartas de gente que quería hacer proyectos. Todos los días había alguien entrevistándome por ser una “lesbiana que vive en Rusia”. Llegó al punto en que empecé a bromear con que ahora tenía dos trabajos. Trabajaba como escritora y periodista, y también como lesbiana. Hay una gran diferencia entre proclamar esa identidad y que sea tu única identidad, la única razón por la que alguien te está hablando. Mi hija de doce años decía, “Yo también tengo un nuevo trabajo. Trabajo de hija de una lesbiana”, porque también ella tenía que dar entrevistas.
Así que en un comienzo fui escéptica, porque pensé que el libro iba a ser algo así como “mostrémosle al público ruso que los gays no somos tan malos”. Y eso hubiese sido perder de vista el asunto central. Lo que pasa en Rusia no es que el público sea homófobo, sino que el Kremlin ha desatado una guerra. No peleás una guerra distribuyendo libros bien pensantes sobre cómo la otra parte realmente no es tan mala. Pero cuando hablé con Huff-Hannon se volvió muy claro que lo que tenía en mente era mucho más localizado: comunicar a la gente que más sola se sentía que no estaba sola.
Guernica: Entonces el libro es un tipo de proyecto solidario, más que una crítica política explícita.
Masha Gessen: El libro es para nosotros –para la gente que está en él, y la gente que se ve reflejada en él. Tiene un ethos de samizdat. Samizdat, en el sentido de “auto-publicación”, fue un movimiento que comenzó en la Unión Soviética a comienzos de los años 1960, e incluía copias tipiadas y retipiadas de literatura que estaba prohibida en la Unión Soviética, como también poemas y novelas que nunca habían sido publicadas antes. Hay una canción hermosa de Alexander Galich, el poeta y músico disidente, llamada “No somos peores que Horacio”. En cada verso, compara lo que ocurre en el mundo de las artes oficiales con lo que ocurre en el mundo del arte underground. El artista oficial tiene muestras en todos los museos y es aplaudido por sus colegas, el artista under mantiene sus pinturas en sus caballetes y las ven cuatro amigos, y es suficiente. Los libros oficiales tienen preciosas cubiertas y tiradas de millones, pero sólo hay cuatro copias de samizdats. Uno de los versos más famosos de la poesía rusa contemporánea es “Erica hace cuatro copias y son suficientes”. Ese es el ethos al que apuntamos. Eso no quiere decir que no quiero que nos lean muchas personas. Sí quiero. Quiero, en especial, que nos lea la gente que se va a sentir mejor, más segura, o al menos comprendida. Estas historias nunca son contadas, y a las personas LGBT le dicen que las relaciones sexuales no tradicionales son malas, dañinas para los niños, y que no tienen derecho a existir. Gay Propaganda es un testamento de poco más de doscientas páginas sobre el hecho de que si, existen, y que deberían existir.
Guernica: El libro es una respuesta directa a la ley que Putin puso en efecto en junio prohibiendo la “propaganda” de las llamadas relaciones no tradicionales. ¿Qué significa, en los hechos?
Masha Gessen: La ley prohibe la “propaganda de la homosexualidad”, que es definida como una diseminación de información que puede causar daño al desarrollo espiritual o psíquico de los niños, incluyendo el de crearles impresiones equivocadas sobre la igualdad social de las relaciones sexuales tradicionales y no tradicionales. Es una ley que, en verdad, consagra la ciudadanía de segunda –vuelve un crimen el reclamo de igualdad social. Afecta todo lo que es público –como libros o programas de televisión que tengan personajes gays—porque lo público, por definición, puede ser accesible para los niños. La autoridad del consumidor, responsable por poner esta ley en práctica, ha publicado un manual sobre cómo interpretarla. Dice básicamente que no podés tener ninguna representación, sea neutral o positiva, de relaciones homosexuales o familias no tradicionales. Punto. Y tampoco podés tener –esto es interesante—representaciones negativas de relaciones heterosexuales. Así, al pasar, la ley aplasta completamente cualquier tipo de discusión pública sobre la violencia doméstica. Impide discutir cualquier cosa sobre las relaciones, salvo que quieras mostrar una historia de amor heterosexual, en lo posible que involucre la reproducción.
Guernica: ¿Cuáles son los factores que motivan esta legislación?
Masha Gessen: Son muy básicos. Cuando Putin regresó a la presidencia hace dos años, se encontró con protestas masivas, y necesitaba un proyecto movilizador para el país. Necesitaba un enemigo, un Otro, contra el que movilizarse. Las personas LGBT son, justamente, el primer Otro; habrá otros Otros. Pero las personas LGBT son realmente convenientes: somos algo así como el último agente extranjero. Nadie tiene ninguna duda de que los valores que sostienen las relaciones no tradicionales, que sostienen el feminismo, vienen de afuera. Si ya probaste –y esto no está abierto a discusión—que los agentes extranjeros son malos, que la influencia extranjera es mala, y que Occidente es nuestro enemigo, entonces no hay mejor expresión de la influencia de Occidente que la de los gays y lesbianas.
Había gays y lesbianas que expresaran esas identidades abiertamente antes de que comenzar la influencia Occidental en Rusia? No, no los había. De hecho, la personas más abierta al respecto en el país, hasta hace poco, era yo. Yo me hice gay en los Estados Unidos. Era una buena chica soviética de catorce años cuando me fui, y volví hecha una lesbiana. Y entonces empecé a tener hijos. Mi hijo mayor es adoptado, y, como dijo uno de los impulsores de la ley, “Eso es lo que quieren los norteamericanos: quieren adoptar niños rusos y criarlos en familias pervertidas como la de Masha Gessen”. Así que nosotros –el Otro, el agente extranjero—viene, pervierte la sexualidad de la gente, nos robamos a sus hijos.
Si la idea de la ley es proteger a los niños, entonces la gente que tiene más para temer son los padres LGBT. Y sin duda, en conjunto con la ley de propaganda homosexuales, instituyen una prohibición contra las adopciones de parejas del mismo sexo, o de solteros en países donde el matrimonio igualitario es legal. Esto crea mucho tiempo en cualquier persona LGBT con hijos adoptados, porque las cortes rusas practican este concepto legal particular que llaman “anulación de adopción”. Así que un hijo adoptado nunca es exactamente lo mismo que uno biológico, aún si fue adoptado hace diez años. Hay otro proyecto legislativo que fue presentado en septiembre que convertiría el hecho de “permitir las relaciones sexuales no tradicionales” en causal para la remoción de la patria potestad y el quitarle los hijos directamente a las familias del mismo sexo. Este proyecto fue retirado, probablemente sólo por el momento, bajo presión internacional. Qué significa “permitir las relaciones sexuales no tradicionales”, nadie sabe. Y esto es parte del sentido de estas leyes. Tienen que ser lo suficientemente vagas para no sólo permitir sino exigir una puesta en práctica selectiva. Si sabés exactamente qué hacer para estar parado del lado correcto de la ley, no te pueden controlar. Una ley es siempre mucho más aterradora y efectiva para un estado totalitario si se aplica selectivamente.
Guernica: Esta legislación, esta homofobia sancionada por el estado, ha afectado las actitudes del público respecto a la comunidad LGBT?
Masha Gessen: Sin ninguna duda. Ha habido un inmenso aumento de la violencia anti-gay de distinto tipo. Cada vez que hay una protesta por los derechos de los LGBT, aparecen unos llamados activistas ortodoxos que vienen con palos, gas lacrimógeno y a menudo condones rellenados con heces y orina. Arrojan estas cosas a la gente. La policía por lo general se queda mirando un rato, y después detiene a los activistas LGBT. Un grupo de chicos con onda, la mayoría heterosexuales, fueron golpeados en una discoteca de moda en Moscú una noche de este verano. Los guardias de seguridad los sacaron de la disco y se negaron a llamar a la policía. Uno de los miembros del grupo era en verdad un miembro del consejo municipal y terminó escribiendo sobre el incidente y saliendo por televisión, y de inmediato fue acosada por personas que se sentían suficientemente seguras para identificarse como los que la habían golpeado: “Fuimos nosotros, dijeron, y si volvés a ir a esa disco te vamos a matar”. Hubo un asesinato en Volgogrado en mayo, y los asesinos fueron arrestados. Eran unos tipos que habían matado a un amigo porque les había revelado que era gay. Dijeron: “Nos dijo que era gay”, y esto ofendió sus sentimientos patrióticos. Así que lo violaron con una botella y le aplastaron el cráneo.
Luego, hay violencia de vigilantes, gente que toma la ley en sus manos. Hay grupos y redes sociales designadas para atraer a chicos o hombres adultos hacia situaciones en las que creen que están conociendo a alguien, y luego son humillados, golpeados, forzados a arrepentirse, todo ante una cámara, y luego postean la filmación en redes sociales.
Guernica: ¿Cuál ha sido el efecto de todo esto en la comunidad LGBT rusa? Este retroceso, ¿ha movilizado al movimiento queer¿
Masha Gessen: El tema es que no había un gran movimiento. Es todavía muy joven, en un nivel de construcción comunitaria. No podés esperar que gente que no existía como comunidad para nada hasta hace veinte años haya formado ya un movimiento político. Este ataque sobre la comunidad LGBT ha sido muy traumático para la gente que se consideraba activista. Están jugando en el arenero ¡y de pronto llegan los tanques! ¿Qué se supone que hagan? ¿Usar la palita de plástico para hacer retroceder al tanque? Pero desde la salida de la legislación de propaganda homosexual, la gente ha dado un paso al frente, se ha comenzado a educar políticamente, y ha crecido a pasos agigantados.
Guernica: Venís siguiendo a Putin desde hace ya tiempo. ¿Cómo se entiende su tratamiento de la comunidad LGBT en el contexto de la libertad de expresión durante su presidencia?
Masha Gessen: Durante el primer período de su dictadura, Putin se dedicó a destruir el espacio público. En su primer día en el puesto, presentó legislación que reformaba y, en el curso de cinco años, efectivamente desmanteló, el sistema electoral. Así que cualquier cosa que se presente como elecciones en Rusia hoy en día no tiene nada que ver con elecciones verdaderas. Ese mismo primer día en su puesto, desató el ataque contra los medios. En el lapso de un año, el Estado tomó control de todas las emisoras federales.
La represión que estamos viendo desde hace dos años es un ataque contra los individuos que violan los límites del espacio público. Se ha vuelto mucho más personal, individualista. Afecta en especial a gente identificada como LGBT, y a gente identificada como representantes o activistas de ONGs. Hay una legislación sobre agentes extranjeros por la que ahora cualquier puede ser condenado por espionaje y alta traición por cualquier cosa –por ejemplo, ofender los sentimientos de creyentes de la religión ortodoxa es hoy un crimen.
Los aspectos no legales de esta represión también se han volcado recientemente contra los individuos. En este punto, hay varias docenas de prisioneros políticos en Rusia. Cuando cito este número la gente suele sorprenderse. Piensan que son más. Bueno, hay cientos de miles de personas que no han tenido un juicio justo, que son víctimas del sistema político. Pero en el sentido definido por Amnesty International, la mayoría de ellos no son prisioneros políticos porque no fueron encarcelados por protestar. Por ejemplo, si son un blogger que escribió algo sobre un funcionario local y vas preso por eso, sos un prisionero político. Si sos un hombre de negocios que se negó a entregar su negocio al funcionario local y vas preso por eso, no sos un prisionero político. En la segunda categoría hay cientos de miles de personas.
Pensá en la gente que enfrenta cargos en conexión con las protestas de la víspera de la asunción del tercer mandato de Putin, el 6 de mayo de 2012. Cientos fueron arrestados, y 28 personas fueron procesadas, de las cuales la mayoría lleva más de un año detenida sin juicio. Pero lo que es importante es que la mayoría de los procesados no son líderes del movimiento. De hecho, sólo uno es un líder. El resto son activistas sin rango, o gente que simplemente fue a la protesta. Esto señala hacia un tipo especial de represión: comunica el mensaje de que no hay zonas seguras. Lo arriesgás todo por sólo unirte a una marcha de protesta legal. Sube la apuesta. Este individuo es elegido de entre la multitud y va a sufrir por el resto del grupo. Va a ser convertido en un mártir para que los demás tengan miedo. Es aplicación de la ley arbitraria y selectiva, algo muy efectivo para crear miedo.
Durante sus primeros diez años, Putin construyó su estructura de poder, y ahora la está defendiendo. Se está atrincherando, poniendo en marcha un electorado en disminución, construyendo un enemigo que sea realmente aterrador. Es la guerra. Y si mirás bien la campaña anti-gay, es un caso clásico de retórica de guerra: probar un peligro inmediato y extremo. Tenemos al patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa diciendo que el matrimonio gay es un signo del apocalipsis, o la TV rusa diciendo que los meteoritos están viniendo hacia aquí para castigar a Rusia por sus homosexuales.
Guernica: Ya que hablamos de cómo la lucha se vuelto personal, ¿cómo influyeron estos factores en tu decisión de irte de Rusia?
Masha Gessen: No fue una decisión, realmente. En junio, aprobaron la ley de propaganda y una prohibición sobre las adopciones para parejas del mismo sexo, y el titular del Comité de la Familia de la Duma dijo que también crearían un mecanismo para quitarles sus hijos a las parejas de un mismo sexo. Tengo tres hijos, y esto cambia por completo el sentido de las cosas. Estoy perfectamente acostumbrada a vivir en riesgo –me he habituado a ello—pero a un riesgo personal. Puedo haber estado totalmente equivocada sobre el modo en que juzgué qué riesgo era aceptable en el pasado, pero no existe tal cosa como riesgo aceptable cuando se trata de los chicos. Cuando decidí irme, alguna gente dijo: “Por favor, no te van a quitar tus hijos realmente”. ¡No estoy dispuesta siquiera a considerar la posibilidad de tener que luchar por mis hijos con el Estado soviético! La idea de que uno de mis hijos pase siquiera un día en manos del servicio social ruso es totalmente inaceptable. Eso es todo.
Guernica: Trabajaste en Gay Propaganda al mismo tiempo que preparabas tu mudanza de Rusia a los Estados Unidos por las nuevas leyes. ¿Cómo fue ese proceso?
Masha Gessen: Me sentía partida en dos. Iba y venía entre Nueva York y Moscú, preparando la mudanza. Estaba desarmando mi hogar de veinte años. Mi hijo estaba en los Estados Unidos, mis otros hijos estaban en Moscú. Emocionalmente, fue uno de los peores momentos de mi vida. Cuando integrás la oposición, querés quedarte. Es parte de tu identidad. Sos inservible si te vas. Sentís que fracasaste. Para mi, irme era, en parte, reconocer la derrota. Ok, gana Putin. Cuando promocionaba mi biografía sobre Putin, que se publicó en todo el mundo, la gente me preguntaba: “¿Cómo es que todavía estás allá, que no te fuiste?” Y yo contestaba: “Me quedo. Es mi casa. ¡Que se vaya él!” Me sentía muy bien por decir eso. Pero ahora –gana él. No es natural que la gente de la oposición se vaya. Es siempre una catástrofe personal. Pero él está haciendo que la gente se vaya del país. Esto es lo más aterrador de la situación actual, y para el futuro del país.
Pero en las noches, cuando todos se habían ido a dormir, yo me ponía a editar estas entrevistas. Era tan lindo, una tarea tan adorable. Estaba en conversación constante con estas personas, con las que me identificaba totalmente, con las que hablaba un lenguaje humano sobre las cosas que me importan. Si el libro hacía eso por mí, espero que lo haga también para la gente que está en él, y aquellos en situaciones similares, y aquellos que tienen gente amada en situaciones similares.
Guernica: En tal atmósfera de hostilidad, ¿te encontraste con que la gente tenía miedo de hablarte para Gay Propaganda?
Masha Gessen: La mayor parte del miedo tenía que ver con los chicos. Una pareja de hombres gays con un hijo adoptivo de tres años no querían hablar. Decían que cualquier tipo de atención hacia su situación la volvía todavía más precaria. “No importa que cambies los nombres, las edades, la ubicación”. Su situación, de algún modo, era muy parecida a la mía: ningún grado de riesgo es aceptable. Y una persona volvió a esconder su identidad sexual. Había dado una entrevista a una revista seis meses antes, pero luego de la aprobación de la ley de propaganda homosexual, dijo que tenía miedo de perder a su hijo.
Por supuesto, pudimos conseguir algunas historias de gente con hijos –era muy importante mostrar eso. Algunos se sintieron protegidos porque cambiamos sus nombres, algunos fueron más temerarios, otros se dieron cuenta de que se tienen que ir del país de todas maneras.
Guernica: ¿Es la necesidad o el deseo de irse del país un sentimiento extendido entre los paredes LGBT en este momento?
Masha Gessen: Es un sentimiento generalizado. Pero mucha gente no imagina un modo claro de irse, especialmente si tienen hijos. Tengo amigos gays que no tienen hijos que simplemente juntaron sus cosas y se fueron, tienen algunos ahorros y probablemente pueden estar en los Estados Unidos sin visa por un tiempo hasta obtener asilo. Pero eso no es posible si tenés hijos.
Guernica: Pese a la atmósfera pesada alrededor de estos temas en Rusia, las historias que cuenta el libro son contadas con sorprendente simpleza y sin sentimentalismo. ¿Era ese estilo específico algo importante para vos?
Masha Gessen: Fue mi preferencia editorial. Una de las primeras entrevistas que hicimos para el libro fue con Marina y Elena, dos mujeres que estaban casadas con hombres cuando se enamoraron. Lo que me gustó de su historia es que, cuando se enamoraron, no crearon simplemente una nueva familia nuclear que era igual a sus anteriores familias nucleares sólo que con diferentes personajes. Sino que desarmaron todo y lo reamaron de un modo que funcionaría para ellas. Es por eso que el libro comienza con su historia –no sólo porque enfrentaran la posibilidad de perder a su hijo, sino porque establecía un tono para el libro.
Quería gente que fuera extravagante, y abierta respecto a la extravagancia de sus relaciones, porque estoy convencida de que la mayoría de las relaciones tienen sus rarezas y eso es justamente lo que las hace especiales, creíbles, individuales. Quería familias atípicas, complicadas, reflejadas en el libro. Una de las cosas que realmente aprecio de la cultura rusa es que a nivel privado permite una enorme cantidad de variedad e individualidad en cuanto a estructura familiar.
Guernica: Existe una larga historia de libros contrabandeados que demuestran el poder transgresor de estos objetos físicos.
Masha Gessen: Exactamente. Y con las palabras Gay Propaganda en la tapa, les estamos arrojando la transgresión directamente a la cara.
Guernica: No vas a los juegos de Sochi, pero ¿cuál es tu posición sobre si uno debería ir y hacerse notar o mantenerse lejos y no ser parte de ellos para nada?
Masha Gessen: Creo que los políticos no deberían participar, para nada. Personalmente, yo hubiera alentado un boycott completo pero la gente en Rusia siente que eso sería muy contraproducente. Así que en lo que todos coincidimos fue en pedir un boycott político, y me parece una estrategia efectiva. Los atletas deberían competir pero los políticos no deberían sentarse en el palco VIP junto a Putin y deberían negarse a darle la mano. Este es el proyecto personal de Putin: fue en persona a Ciudad de Guatemala para hacer lobby para que el Comité Olímpico Internacional le diera las Olimpíadas. Es enormemente importante para él sacarse fotos con estos tipos en el palco VIP. La razón por la que liberó a las Pussy Riot, a los activistas de Greenpeace secuestrados en aguas internacionales y mantenidos cautivos por dos meses, y a Mijail Jodorkovsky, el prisionero político más antiguo y conocido en Rusia, es porque a mediados de diciembre entró en pánico y se dio cuenta de que podía resultar que no tuviera nadie con quien sacarse fotos.
En noviembre, el PEN de Suecia me dio el premio Media for Liberty, y la ministra de Cultura, que es a su vez ministra de Deportes, me lo entregó. Cuando me lo dio, le dije: “Gracias, es un maravilloso reconocimiento. Pero los periodistas queremos más. Por favor, señora ministra, tengo un favor personal que pedirle: No vaya a Sochi”. Y luego anunció que iba a ir al Sochi pero no participaría de las ceremonias, por razones políticas. Es una medida muy dura. Si pudiéramos lograr que Putin sólo tuviera en su palco a Ucrania y Bielorusia, sin nadie más con quien sacarse fotos, sería un efectivo llamado de atención para él.
Guernica: ¿Un llamado de atención o una derrota?
Masha Gessen: El problema es que cuando tratás con un ladrón y un matón, no podés predecir qué cosa va a causar una reacción desproporcionada. Nada va a provocar una reacción positiva, así que estoy convencida de que es mejor usar criterios morales para tomar decisiones. Está mal sentarse junto a un dictador. Está mal consentir su represión con la asistencia a su pequeña fiestita en Sochi. Así que, político, ¡no vayan!
Guernica: Mencionaste recién que Putin acaba de liberar a Pussy Riot, un tema sobre el que has escrito extensamente. ¿Qué nos dice su historia sobre la situación actual de Rusia?
Masha Gessen: Las Pussy Riot son modelos perfectos para la represión, La represión comenzó con ellas –es inmensamente simbólico que fueran arrestadas el día que Putin fue reelegido. Fueron el primer arresto en el actual clima político. Desde entonces, todo fue para peor. Fue el primer ataque realmente individual contra gente que no tenía idea de lo que arriesgaba. Es un caso muy distinto al del prisionero político Jodorkovsky. El tomó una serie de decisiones concientes –tuvo la oportunidad de irse del país y no lo hizo. Lo que no significa que yo crea que debería haber sido arrestado. Lo que digo es que hay un sentido retorcido y bizarro de fair play.
Con Pussy Riot –¡era un broma! Una broma brillante, artística. Pero no esperaban ir a prisión. Era chicas universitarias que se convirtieron en prisioneras políticas por dos años. Esto las hace muy parecidas a gente que simplemente “fueron a una marcha un día” y terminaron arrestadas. No tenían idea de que estaban arriesgando el resto de sus vidas. Porque nunca volvés a ser el mismo luego de dos años en un gulag.
Guernica: Esa “broma” obtuvo, obviamente, mucha atención en el mundo. Parece ser otra instancia en que un intento de Putin de aplastar al enemigo resulta un tiro por la culata.
Masha Gessen: Eso es una exageración. Ciertamente, las Pussy Riot cambiaron las suposiciones de la gente sobre el papel del arte político y la relación entre la intelligentsia y la iglesia. Eso es una increíble hazaña para una puesta de 42 segundos. Pero el resto de Rusia mira la misma televisión que mira Putin. Por lo que saben, Pussy Riot fue justamente sentenciada por blasfemia, y ahora Putin ha dado una muestra de compasión y las dejó salir antes de tiempo para que puedan pasar el Año Nuevo con sus hijos. Fue bueno con ellas, que son realmente desagradables. Esa es la visión predominante. Esto es de veras una guerra y el frente está bien firme.
Guernica: ¿Cómo es, ahora que te mudaste a Nueva York, estar afuera de esta guerra?
Masha Gessen: Estoy mucho más relajada, porque no tengo que preocuparme por mis hijos. El problema con quitarte un peso de encima es que no te diste cuenta de que lo tenías encima hasta que se cayó. Llevo cubriendo esta historia durante veinte años –y tengo toda la intención de seguir mirando la película hasta que se termine. Creo que está en sus últimos momentos. No me voy a ir ahora. Es algo desagradable de mirar, pero en este punto son una observadora profesional. Se vuelve un poco más difícil estando lejos, pero en otros sentidos te da una visión más clara. Veo historias que no veía estando adentro.
Publicado en EL PUERCOESPíN
Publicación original de esta entrevista, en inglés, aquí, en Guernica Magazine.
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