La
iniciativa es positiva, sin duda, y sabemos que el Gobierno ha estado
trabajando desde hace años, con el apoyo de diferentes entidades, entre
ellas el Institut Cerdà.
La iniciativa es positiva, sin duda, y sabemos que el Gobierno ha estado trabajando desde hace años, con el apoyo de diferentes entidades, entre ellas el Institut Cerdà. Ahora más que nunca es necesaria una apuesta institucional al máximo nivel, acompañada por un conjunto de políticas públicas que promuevan la economía verde en nuestro país. Hay que verlo como un gran reto y una gran oportunidad al mismo tiempo. Hace falta un enfoque absolutamente transversal, ya que la economía verde debe ser el nexo de unión, por ejemplo, entre los sectores energético, del agua y la industria agroalimentaria. En último término, esta estrategia permitirá que Cataluña disponga, dentro de unos años, de una serie de sectores de actividad económica líderes en este terreno.
El debate sobre la economía verde es sin duda de gran alcance. ¿Hemos avanzado en la fijación conceptual del término o continúa abierto a diversas visiones e interpretaciones? ¿Dónde estamos en este momento?
Aunque existen diferentes definiciones (en algunos casos se incorpora la vertiente social en la definición y en otros no), todas ellas presentan una serie de rasgos comunes, que básicamente se pueden sintetizar en dos: la eficiencia en el uso de los recursos y la reducción de los impactos (externalidades) asociados a los procesos de producción y consumo.
Por otra parte, la visión estrictamente ‘ambientalista' ha quedado superada y hay que ir más allá. En el Instituto nos gusta hablar de un nuevo modelo de competitividad sostenible y responsable que debe ir impregnando, cada vez más, el conjunto de nuestro tejido empresarial.
¿El concepto economía verde ha entrado en las agendas de las estrategias políticas y económicas, en definitiva, los que toman las grandes decisiones?
La Unión Europea es la pionera mundial en el desarrollo de la energía verde. A través de su Programa H2020 se promueven los objetivos concretos a alcanzar de cara al año 2020: disminución del 20% de emisiones de carbono, utilización de un 20% de energías renovables y disminución en un 20% del consumo eléctrico. Todos estos parámetros toman como referencia el año 1990. Este compromiso se ratificó el pasado 5 de febrero, y se fijó también la actualización de estas metas para 2030: 40% de reducción de emisiones, 40% de ahorro de energía y un uso del 30% de energía verde.
Los Estados Unidos mantienen una posición hasta cierto punto paradójica: por un lado, el presidente Obama desde 2009 se comprometió a potenciar las energías renovables mediante un programa histórico que destina más de 70.000 millones de dólares a la promoción y desarrollo de la energía verde. Pero, por otra parte, la negativa de EEUU a firmar el Protocolo de Kyoto también es muy significativa.
El hecho de que otras regiones del planeta aún no se hayan sumado a este gran proceso de transformación económica implica una oportunidad para las empresas de los territorios pioneros, como Europa. De todas formas, es cuestión de tiempo, ya que a medio-largo plazo todo parece indicar que la economía verde se habrá globalizado.
¿Cuál sería a grosso modo el desarrollo de la economía verde en Cataluña actualmente?
El desarrollo de la economía verde en Cataluña es de carácter desigual. En líneas generales se podría decir que los sectores pioneros (residuos, agua) son los más avanzados, aunque aún queda camino por hacer: por ejemplo, en el borrador de impulso a la economía verde elaborado por el Gobierno estiman unas necesidades de inversión anuales en el campo de los residuos, para que éste desarrolle todo su potencial, de 324 millones de euros por año mientras que en el periodo 2007-2012, la inversión media en el sector fue de 135 millones de euros por año.
Respecto a la energía, hay que tener presente que el sector eléctrico está regulado por el gobierno Español, y mientras no se alcance la necesaria estabilidad, tanto en la tarifa como en cuanto a la reforma del sector, será muy difícil poner en práctica políticas efectivas de apoyo a la energía verde.
A veces se citan países como referentes como por ejemplo Dinamarca en energías renovables. ¿En economía verde habría algún referente claro para nosotros?
Aunque la existencia de países líderes, no creo que sea oportuno fijarnos en ninguno en concreto. Estos procesos de transformación no se pueden copiar, hay que hacer un traje a medida y, por tanto, nosotros tenemos que encontrar nuestro propio camino.
¿La estructura económica de Cataluña favorece el avance hacia la economía verde?¿Qué otros factores influyen en que el potencial catalán en este ámbito se materialice?
Sí, la existencia de un tejido industrial bien distribuido por el territorio sin duda es un elemento muy positivo para avanzar hacia la economía verde. Ahora bien, su desarrollo dependerá del nivel de convicción y capacidad para detectar oportunidades por parte de los diferentes sectores productivos. En último término, es preciso que se tomen las decisiones y se materialicen las inversiones imprescindibles para que esto suceda. Las Administraciones Públicas también tienen un rol fundamental. Y, en este sentido, hay que adoptar las medidas necesarias para: desarrollar un marco legal y administrativo estable y que favorezca la economía verde; facilitar el acceso a la financiación de aquellas soluciones más viables; activar, a través de la política de compra pública, su capacidad tractora, para hacer de motor y dinamizar este proceso de transformación.
El Institut Cerdà destaca por su apuesta por la innovación con un peso importante para la tecnología.¿Cuál debe ser el peso específico de la tecnología en la promoción de la economía verde?
El desarrollo tecnológico es una herramienta necesaria pero no suficiente para avanzar en el desarrollo de la economía verde. En este sentido, hay que subrayar que no todos los avances tecnológicos se orientan necesariamente en esa dirección. La tecnología por sí sola, si no va acompañada de un propósito, no sirve para nada. La tecnología debe estar al servicio del modelo económico que queremos construir. Es lo mismo que ocurre con las smart cities, que en el Institut hemos trabajado a fondo y conocemos bien. No se trata de llenarlas de tecnología y punto, sino de permitir que los ayuntamientos tengan más herramientas, las empresas de servicios sean más eficientes y, en definitiva, que los ciudadanos tengan una mejor calidad de vida.
En los últimos tiempos, desde diferentes líneas, se han hecho formulaciones para un cambio de modelo económico - decrecimiento, economía del bien común, enfoques más marcadamente ambientalistas, etc. ¿Cree factible que a lo largo del siglo XXI estas visiones acaben confluyendo en una visión integral fuerte que haga posible un cambio real de gran alcance? ¿O existe el peligro de una fragmentación de estrategias que no lleve a nada?
La economía verde, sea con este nombre o bien reformulada, a largo plazo se acabará imponiendo. El incremento del consumo de recursos y su coste cada vez más elevado, conjuntamente con la necesidad de proteger los ecosistemas hará necesario incrementar la eficiencia de los sistemas productivos y reducir los impactos de los mismos. Ahora bien, ante el riesgo de fragmentación y dispersión de las soluciones, la economía verde debe convertirse en un elemento de cohesión, que sume voluntades e integre a todos los actores en este gran proceso de transformación económica. Por eso, como le decía antes, a nosotros nos gusta hablar de un nuevo modelo de competitividad sostenible y responsable, que promueva empresas excelentes desde el punto de vista de la innovación, la calidad, la eficiencia, los impactos ambientales y la cohesión social.
www.sostenible.cat
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