domingo, febrero 28, 2016

Los 7 autos que cambiaron su nombre por ser "políticamente incorrectos" e inviables

Tata Motors rebautizó recientemente Tiago al Zica por su apelación directa al virus que transmite el mosquito Aedes Aegypti.




Zica se llamará ahora Tiago, en homenaje al jugador portugués Tiago Mendes

Hay 800.000 denominaciones patentadas en la industria automotriz. El nacimiento de un nombre es el principio de una historia. Para bautizar sus nuevas creaciones las compañías deben comprender un sinfín de aristas atendibles. Que el nombre genere empatía, provoque sensaciones, cause atracción, seduzca, identifique, convenza, departamentos sociales y marketineros de las empresas trabajan para encontrarle una definición fiel al significado del auto en cuestión. Pero como todo es volátil e impredecible, los infortunios, los despropósitos, las desventuras pueden intervenir en las denominaciones. Un concepto desafortunado en la coyuntura mundial, un apelativo multicultural que tenga múltiples interpretaciones globales según el lugar en el mundo. Las calamidades en los nombres de autos no detienen su reproducción. Historias de nombres catástrofe le ponen color y le otorgan dosis de imprevisibilidad a la fabricación de coches. Denominaciones que pegan, que impactan, que representan, que se conservan en el coeficiente humano. Y las que no.

Recientemente Tata Motors se vio obligado a rebautizar a su nuevo coche urbano. Dejó de ser Zica, por su inevitable semejanza con el virus Zika, declarado emergencia en salud pública mundial por la Organización Mundial de la Salud. Se transformó en Tiago en homenaje al jugador de fútbol portugués Tiago Mendes. La empresa emitió un comunicad para explicar su decisión: "En solidaridad con los sufrimientos provocados por el reciente brote del virus del zika, Tata Motors, como compañía socialmente responsable, decidió cambiar la marca del coche".

Significó el último capítulo en esta larga saga de enredos, con anécdotas quizás más felices o menos dramáticas que la del virus que tiene su principal foco infeccioso en Sudamérica. Una reseña de los casos más emblemáticos, con su historia detrás, su vínculo inoportuno no buscado.

El Mitsubishi Pajero quizás sea el caso más notorio en tierras argentinas. Aludía al Leopardus pajeros, un felino propio de Sudamérica que también se conoce como gato de los pajonales o gato de las pampas. La connotación inapropiada en el país llevó a la compañía a replantearse su denominación: en los países hispanoparlantes se rebautizó Montero. En Gran Bretaña se lo conoce como Shogun.

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Las marcas niponas definitivamente son las que han corrido peor suerte en su elucubración de sus nombres. Es la historia del Mazda Laputa. Las razones de su traducción al idioma español no se comprenden. Sólo fue comercializado en Estados Unidos, para el regocijo de la población hispana. El Laputa fue presentado hacia 1999 como una mezcla de SUV y keicar. Sufrió un ligero rediseño en 2001 pero fue retirado de la venta en el 2006.


La temática sexual desencadenó la mayoría de los cambios. La diversidad de sus etiquetas acapara mayor cantidad de palabras con connotaciones alternativas. Lancia lanzó en 1969 un modelo muy influenciado por la estética de esa época. Lo llamó Marica, una creación de Ghia y del diseñador Tom Tjaarda exhibido al público en el Salón del Automóvil de Turín.


"El Moco lo puedes guardar en cualquier sitio", rezaba una campaña de lanzamiento en Japón. El Nissan Moco fue un microcoche que llegó a fabricarse en color verde para facilitar su comparación. Se convirtió así en la bandera de las peores denominaciones de autos. En Europa tuvieron más tacto: se conoce como Cube.


El Volkswagen Jetta sí fue desafortunado. Su pronunciación fonética correcta sería "yeta", sinónimo de mala suerte por estas latitudes. También podría relacionarse con el lunfardo de cara o rostro. De sus caudal de diferentes interpretaciones nació su renombramiento. Para la quinta y sexta generación de este popular berlina alemana se denominó Vento.

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Hyundai Scoupe apareció en el mercado nacional en 1988. La compañía tardó siete años en reformular su nombre para evitar que sonora como "escupe". Se rebautizó con la quita de su primera letra para quedar Hyundai Coupé, una versión deportiva de dos puertas del Hyundai Excel.


Por diferentes dialectos europeos, las marcas recibieron desaprobación social cuando quisieron ingresar a su mercado. Algunas automotrices también debieron implementar transformaciones para cambiar la identidad de sus vehículos. Fiat tuvo mala fortuna para comercializar sus icónicos Regatta y Uno en algunos países del viejo continente. En Suecia el Fiat Regatta se asociaba con el término para aludir a una esposa infiel. Y el Fiat Uno no pudo establecerse en Finlandia porque el número del nombre hacía referencia una connotación negativa del intelecto. En Francia existió una vez un Toyota MR2 que al nombrarlo se parecía demasiado a la palabra "merde". El deportivo debió transformarse simplemente en MR.

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